lunes, 15 de septiembre de 2008

MEMENTO, HOMO

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

 

Una de las obligaciones sociales menos atractivas es acudir a un funeral.

 

No recuerdo haber sentido alguna vez, desde que soy capaz de atrasar en mi memoria, una sola ocasión en que no haya sentido un gran rechazo, incluso temor diría yo, a estas situaciones no deseadas…, pero inevitables.

 

En estos casos siempre aparece la dualidad de actitudes ante la desaparición de las personas. Los que encuentran el único camino hacia una nueva vida, y los que ven el final de una trayectoria sin otra posterior esperanza.

 

Mi inicio en esto de los "actos fúnebres sociales", - si mal no recuerdo – se remonta al año… titantos, no sé, podía tener quince o dieciséis años. Estaba de vacaciones en el pueblo y murió la tía de un amigo nuestro.

 

Todos los amigos que estábamos de vacaciones, preparamos la forma de actuación para el caso. Vamos a su casa, vemos lo que hace la gente, nosotros hacemos lo mismo. Después la iglesia, igual que todos. Y luego al cementerio, observamos y hacemos lo mismo que hagan los demás. Y quedamos bien, muy bien.

 

Pero habíamos dejado algunos cabos sueltos… Nos falló parte de la estrategia.

 

Primero, no habíamos contado con que el padre de nuestro amigo (a quien apodaban "Pajarito"), hermano de la finada, era un "cachondo" integral, que incluso cuando estaba serio, te hacía reír.

 

Segundo, ¡y principal! No habíamos previsto que la gente cuando pasa a dar el pésame, dice algo… ¿qué decía la gente? No lo habíamos previsto…

 

Después de haber quedado muy bien en el velatorio y demás acompañamientos, vemos que las personas mayores pasan todas por delante de los "dolientes", el padre de nuestro amigo, su hermano y otra persona a quien no conocemos, y les van dando la mano y diciendo… ¡¿qué les dicen?!... nadie sabe lo que dicen.

 

 

 

Esperamos oír, según vayamos llegando, lo que dicen al pasar. El primero en hacerlo es Julián, el más despistado de todos nosotros, y oyó algo así como…"mmmmmmmmssento".

 

Él, que como digo es el más despistado de todos, asoció sus ideas y dedujo que lo que le decían era: "Padre santo", y así se lo soltó al dar el pésame. Ya no fue necesario que los demás pensáramos más en qué decir. El padre de nuestro amigo soltó una carcajada y tanto Julián como los demás nos quedamos con una cara de funeral, que ya no era necesario decir nada más. Fue la comidilla del entierro ¡padre santo! A quién se le ocurre…

 

(Este mismo Julián es el que decía, en la escuela, hablando de las Bienaventuranzas "…dar de comer al hambriento, dar de beber al serpiento, dar posada al pelegrino,…", ¡cómo se nos ocurrió darle la ocasión!) 

 

De cualquier forma, una vez que ya sabes cual debe ser tu comportamiento, es difícil y normalmente desagradable, el momento ese de dar el pésame a la persona doliente, porque ocurre muy a menudo, que la persona con la que tú realmente tenías amistad, es la persona difunta, es tu amigo o conocido o cliente o colaborador o… ese es el difunto, y la otra persona, a veces, es hasta desconocida.

 

Cómo puedes consolar a una persona que ha perdido a un ser querido. Yo siempre he pensado que en esas ocasiones, lo más probable es que les apetezca estar solos, no hablar con nadie, pensar y recordar, nada más… Y nosotros dale que te pego con nuestra compañía…

 

Cuando, en representación de la empresa he tenido ir en muchas ocasiones a un funeral, generalmente ha sido en las circunstancia anteriormente expuestas: el conocido es el difunto, tienes la sospecha de que estás molestando más que ayudando, se hacen los corrillos para seguir hablando de negocios… Y siempre soportando el "resquemor" de que estos lances son desagradables para todo el mundo, y especialmente para mí… 

 

 

Me comentaba el otro día Miguel, el catedrático, una de las ideas lanzadas por el cura en la misa de funeral. "este es un paso…" ¿hacia dónde? O es un paso final y definitivo… Cada cual tiene sus ideas sobre el asunto. Por eso hay quien no concibe el funeral sin una misa, y los hay quienes no conciben una misa en un funeral. Los hay para todos los gustos. La materia no se destruye, se transforma en energía… (esto, simplificando torpemente las ideas de Einstein sobre el asunto)… ¿habíamos quedado en esto al hablar de la historia y filosofía de la ciencia, Tomás? Ya no lo recuerdo.

 

En cualquier caso, deberíamos revisar cada poco tiempo nuestros convencimientos y nuestras esperanzas, porque temo que  mucha gente de la que mantiene vivas sus esperanzas de… lo que sea, en quien sea…, posteriormente puedan exigir a quién corresponda  daños y perjuicios por no haberse ajustado a la realidad de lo prometido.

 

   

 

   

 

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