jueves, 26 de diciembre de 2013



LAS PALABRAS NUNCA SON INOCENTES

 

Mayte Tudea Busto

 

 

Hace unos días me comentó mi amigo Ángel: "Ahora que has publicado un libro, tu "caché" se habrá revalorizado y ya no querrás dignarte a colaborar en mi blog"

 

Los amigos, en ocasiones, son capaces de realizar estos comentarios tan "graciosos", (léase la ironía), y además hacerlo con el mayor desparpajo y sin la menor incomodidad. Decía mi abuela: "Aquí, el que no mata, espanta".

 

Pues bien, aunque sea para desmentir una observación tan arbitraria, me pongo delante del ordenador y voy a intentar hilvanar un comentario para demostrar al que dirige este blog que no estoy situada en la "onda" que de forma acusadora pretende situarme. (Por favor, todo esto no es más que una excusa para rellenar página y así lo deben interpretar).

 

No obstante, me sirve de ayuda para intentar reflexionar sobre la cantidad de frases -hechas o no-, que pronunciamos a lo largo del día y que de ser tomadas al pie de la letra podrían llegar a ocasionar hasta una catástrofe nuclear. No exagero, no.

 

-"Venga, a ver cuando invitas, que eres mas "agarrao" que un chotis madrileño", suena más simpático que decir "eres un tacaño". -"Qué imaginación tienes" resulta mucho más llevadero que "mientes más que hablas". –"¡Qué carita más graciosa tiene el niño!" ofende menos que  "¡mira que es feo el angelito!". -"Tú eres resultona" equivale a aquello de "eres fea, pero cuando te arreglas se nota menos".

 

Estos términos pertenecen a mi generación y a la gente joven pueden parecerles verdaderas "antiguallas". Y a lo mejor lo son. Ahora se emplean otros muy diferentes. Ser "friki" se asimila al estar "chalao" de nuestra época, pero en inglés parece más asimilable. No obstante, modernizados o no, no dejan de ser eufemismos y se siguen utilizando para enmascarar aquello que en el fondo se desea decir.

 

La Nochebuena –buena, regular o mala es obligatorio denominarla así-, aparecía en pantalla la imagen del rey y en mitad del discurso alguien comentó: "A otro perro con ese hueso, a mí no me convences". Y otro alguien respondió: "Ojito con lo que decimos, en esta casa no se admiten republicanos". Leves sonrisas, y las frases pronunciadas quedaron diluidas en agua y azucarillos. ¿Se imaginan lo que hubiera ocurrido de no ser así? Un sonoro portazo y un sinfín de explicaciones posteriores para intentar reconducir el "estropicio". O todo lo contrario y haber logrado una ruptura deseada por ese medio tan sutil.

 

         Desengañémonos. Aquello que decimos en tono jocoso, suele ser, ¡que casualidad!, lo que en realidad pensamos y que sin embargo, no nos atrevemos a manifestar seriamente. La apostilla "es broma" no tiene otra función que la de neutralizar la espoleta de la bomba de relojería a la que en ocasiones van unidas nuestras palabras.

 

         Y para terminar, respondiendo al comentario malintencionado del Sr. Pulla que ha dado origen a este artículo, le diré que el coste del mismo son únicamente MIL EUROS DE VELLÓN, de lo que se infiere que el publicar un libro no se me ha subido en absoluto, para nada, a la cabeza. ¿Vale, tío?