domingo, 24 de abril de 2011

OCCIDENTE Y EL ISLAM

Tomás Morales Cañedo

 

Cuando leo y oigo, a tanta gente "culta" lo mucho que la cultura occidental-española-andaluza le debe al Islam, me cabreo.

Cuando repaso la trayectoria personal-cultural del "Padre de la patria andaluza", Blas infante, me cabreo, ante tanto "pelota" que no sabe o no quiere saber, nada, de la conversión de Blas Infante al islamismo y cómo el lema del escudo andaluz refleja el ideal islámico o islamista.

Cuando leo que el gran Santo Tomás de Aquino tomó, del filósofo Averroes, la doctrina aristotélica, me cabreo aun más.

Hay una marea de un multiculturalismo rampante que prende en las mente de tanto ignaro.

Hay tantas mitificaciones, ajenas a la racionalidad científica, que tomamos la creencia como ciencia.

"Creemos que algo es así" y damos el insensato salto de, sin contrastarlo siquiera, afirmar que "eso es así".

 

Hace no tanto tiempo reflexionaba (yo) sobre el jamón y la panceta, sobre el vino, sobre la jarana de tanta romería y tanta feria "festiva", sobre la igualdad de mujeres y varones, sobre la concepción del sexo como comunicación y placer, y no sólo como reproducción, la consideración, cada vez mayor, del matrimonio como un contrato entre dos personas mayores de edad, más que como un sacramento religioso, la concepción laica y lúdica de la vida, el placer de exhibir el cuerpo, el placer de tenderlo en la playa y en el agua, el ámbito de la vida privada como lugar para la creencia y la vivencia religiosa, las procesiones semanasanteras como fenómenos sociales, festivos, artísticos, musicales, ornamentales,…. más que como un fenómeno religioso.

¿Qué mérito puede tener el dolor? ¿Cómo puede ensalzarse la pasión?

 

¿Dónde hay rastro de la influencia musulmana en todo esto y más?

 

En la Edad Media el Islam no se helenizó; del mismo modo que Occidente no se islamizó. Y la fuente del agua clara, racional, es helena, no para repetirla, sino para superarla, pero ahí está la fuente.

 

El gran Santo Tomás no sabía griego y tuvo que recurrir a un compañero de la orden dominicana, Guillermo de Morbecke, para que le tradujera a Aristóteles, para poder conocerlo y, si era "aprovechable", asimilarlo y hacerlo propio.

Pero es que los filósofos islámicos Alfarabi, Avicena y Averroes tampoco sabían o no dominaban el griego, y tuvieron que utilizar traducciones de Aristóteles vertidas del griego al siríaco.

 

La lengua árabe, al contrario que la griega, carecía del aparato conceptual y lingüístico necesario para poder verter en ella, fielmente, el contenido de la sabiduría griega.

 

Hay lenguas que usan, sobre todo, el verbo, mientras que el griego usa sobre todo el substantivo ("la substancia"), mientras que el verbo, tanto en "activa" como en "pasiva", son accidentes de la "substancia".

 

En la proposición "Pedro mata" o Pedro "es matado", "matar" y "ser matado" son accidentes que se predican, que se dicen de "Pedro", el "sujeto", la "substancia", el "substantivo".

"Pedro" puede existir sin "matar" ni "ser matado". Lo contrario no.

 

La lengua árabe no es la lengua griega.

 

Es más. El Oriente musulmán se lo debe, prácticamente todo, al Oriente, tanto al cercano Oriente cristiano como al más lejano Oriente indio.

 

Occidente es el resultado de la Sabiduría griega, de la Tradición y Religión judeo-cristiana y de la Razón Ilustrada.

 

¡A ver si nos vamos enterando¡

lunes, 11 de abril de 2011

 ¡QUE DISTINTAS SON!

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

T

ratad de hacer un experimento con distintas personas, a ser posible  oriundas de diversas zonas del país. Es conveniente que sean también de una cierta edad, para tener posibilidad de establecer comparaciones desde su perspectiva.

Desde aquí yo os aseguro el resultado. ¡Cuántos tipos y qué distintas son unas de otras!

Tú mismo, que has vivido la Semana Santa en varias ciudades, habrás apreciado la distinta forma de celebrarla en cada una de ellas. No presupone esto que sean unas mejor que otras, ni que aquellas encierren otros valores morales o religiosos superiores a estas.

En ellas se muestra claramente el carácter que en su celebración ha imprimido la forma de ser y vivir de esa comunidad o población en la que se celebra.

Se unen en un solo acto festivo la celebración religiosa y la folclórica y laica de la celebración de las antiguas fiestas de primavera de los pueblos.  

Así es fácil encontrar el carácter serio del castellano, el folklórico del andaluz, el festivo, alegre y luminoso del levantino.

No es posible, no hay vara de medir justa para determinar cuál de ellas se ajusta más a las normas del buen sentir, a las leyes no escritas que marcan la mayor o menor religiosidad o piedad o amor a los misterios celebrados en esos días, y que coronarían a esa Semana Santa como la mejor.

Yo he visto algunas, en distintas ciudades, y, aunque no soy un experto en estos acontecimientos (y además tampoco siento debilidad por ellos) todos ellos me han gustado o al menos, han marcado tonos y han mostrado escenas, vistas y cuadros, que llaman muy poderosamente la atención de quién los contempla. En cualquier zona donde te halles.

Cuando presentan en televisión un desfile de la Semana Santa empezamos a "temer" qué ciudad será la elegida: Sevilla.

El señorío de las procesiones de la Semana Santa malagueña es muy difícil encontrarlo en otra ciudad donde se conmemoren estas celebraciones. Me refiero al  tipo de procesión andaluza.  Sin embargo, por la reiteración en mostrarnos año tras año las celebradas en las mismas ciudades, nos produce la sensación de que al parecer no existen otras que merezcan la pena prestarles atención, fuera de las habitualmente presentadas.

Partimos ya con la premisa de que cualquier otra Semana Santa, celebrada en otra ciudad distinta a la que hemos visto ininterrumpidamente desde la niñez, no puede tener la majestuosidad, la elegancia, la alegría, el sentimiento ni la presencia de sus hermandades y la riqueza de su imaginería.

Y te encuentras con sorpresas, impresionantes sorpresas, cuando contemplas otras Semanas Santas,  distintos modos y variadas aportaciones inimaginables con anterioridad. 

Jamás habría podido imaginar una Semana Santa como la que encontré la primera vez que visité Hellín, en Albacete. Hellín es llamada "la ciudad del tambor", y es precisamente en Semana Santa cuando gana ese título.

Este pueblo duplica su población en esa semana y soporta en los días que van del miércoles al atardecer hasta el domingo, hasta que desfallezca el último tamborilero, unos decibelios, una aglomeración de gentes tocando el tambor a ritmos determinados por cada una de las peñas actuantes, que al visitante desconocedor de estas costumbres le hace repetir aquello de "si lo sé no vengo" o "no vuelvo a este pueblo en semana santa".

Sin embargo, es muy apreciada por quienes la conocen y ensalzada por todas las críticas a nivel nacional. ¡Qué distintas son todas ellas!

En una ocasión vi en Cuenca la procesión de Las Turbas, o como vulgarmente se conoce como la de Los Borrachos.     

Uno se imagina el paso del Nazareno por esas calles de Jerusalén, yendo de Anás a Pilatos y otra vuelta, y ve a estos "turbos" conquenses, y crees que alguna relación hay entre una y otra situación. Grados de alcohol, insultos, risas, y desorden (dentro de un orden).

 

El lógico final a la llegada de las turbas a la Plaza Mayor, punto de disolución de la citada procesión, es el que todos esperan. Normalmente son las fuerzas del orden las que tienen que intentar ponerlo entre tanto "turbo", que para el que no conozca su funcionamiento, comienzan su preparación el día anterior, reuniéndose en una zona de las afueras de la ciudad, donde se procuran "recomponer" hasta la madrugada del viernes cuando deben acompañar a sus imágenes en la llamada Procesión de las Turbas.

La concentración de la tarde y noche del Jueves al Viernes, entendemos que no es para hacer penitencia ni ejercicios espirituales. Todos pensamos qué tipo de ejercitaciones realizarán en esas horas. De ahí su posterior animación y disposición a cumplir con su mandato. En su papel.

También en este caso, no hay nadie que pueda convencer a los seguidores de la Semana Santa de Cuenca de que esta es insustituible por cualquier otra. Indudablemente, he nombrado esta procesión por ser la más original, pero esta Semana Santa desarrolla unas salidas procesionales extraordinariamente ricas en imágenes y cofradías, así como envueltas en un profundo silencio, llenas de fervor y dentro de un impresionante marco urbano, por donde se desarrollan las mismas.

¡Cómo no van a ser tan distintas unas de otras!

Podríamos detallar miles de procesiones o de distintos aspectos que diferencian unas celebraciones de otras.

¡Qué distintas formas hay de celebrar un mismo hecho, y qué extraordinarias y sobrecogedoras todas!   

 

 

domingo, 3 de abril de 2011

EL DOLOR, UN INGRATO COMPAÑERO


Mayte Tudea Busto

1-Abril-2011


Durante unos pocos días he vivido sorprendida conmigo misma porque no deseaba leer, ni escribir, en muchos momentos ni tan siquiera hablar, pendiente únicamente del próximo desplazamiento de la cama al sillón en el que me obligaban a permanecer por decisión facultativa, o de la cama al baño para no tener que someterme a la indignidad de la cuña y del dolor que indefectiblemente se iba a producir al realizar esos movimientos.

Nunca he comprendido tan bien como ahora la frase de Tomás que tengo grabada de que “el dolor lo torna todo sospechoso”. ¡Que cierto es! Te condiciona, te inutiliza y cuando es muy virulento, incluso te aniquila. Tú puedes intentar dominarlo, soportarlo, disimularlo, pero aunque entre en juego toda tu voluntad para conseguirlo, termina por delatarte en la expresión de la cara o en el rictus que asoma incontenible.

Cada uno de nosotros nos hemos ido labrando a lo largo de la vida una personalidad o características que nos distinguen, sean éstas positivas o no. Los hay valientes, medrosos, extrovertidos, tímidos, resistentes, débiles, y así un largo etcétera que nos define ante los demás y que terminamos por asumir nosotros mismos, aunque no siempre estemos tan convencidos interiormente como parecen estarlo los que nos rodean y nos conocen.

Pues bien, uno los rasgos que me han adjudicado desde que era muy niña, ha sido “tú eres muy fuerte”. Mi padre me insistía mucho sobre la frase de que “las lágrimas no solucionan nada”, y me repetía su credo estoico que él aplicaba a su vida y expresaba siempre en esta máxima “Si tu mal no tiene cura ¿por qué te apuras? Y si la tiene ¿por qué te apuras también?” Yo le admiraba y le quería tanto, que intentaba siempre responder a lo que esperaba de mí y procuraba no defraudarle. Y es posible que comenzara demostrando fortaleza sin tenerla, y que como todo lo que se ejercita, terminara por adquirirla, francamente, no lo sé. Lo cierto es que cuando ya estás clasificada, parece obligado responder al “cliché” en el que te han colocado y mantener el tipo en cualquier circunstancia, más que nada por no decepcionar al personal.

Pero hay momentos en los que a una le gustaría mostrarse débil, necesitada y que alguien más fuerte te reconfortara, resolviera, se hiciera cargo de forma decidida en las situaciones difíciles. Por fortuna, yo lo tuve durante un tiempo precioso y ahora lo he echado profundamente de menos. Sería muy desagradecida si no reconociera que mi familia ha estado y está totalmente volcada en mí, y mis amigas y amigos disponibles para ayudarme, mucho más de los que esperaba y quizás de lo que merezco, pero ver descomponerse el rostro de mis hijos, también de mis nueras, ante un gesto mío de dolor, me ha obligado a contenerlo y disimularlo, y a sonreír sin ganas, y a bromear sobre mí misma y la situación, para hacer más llevadero el lío en que de modo fortuito les he metido.

Bueno, creo que he exprimido a fondo el serial de la cadera fracturada y parece conveniente, como en los toros, cambiar de tercio. No apuremos la faena, porque se puede aburrir el personal. Hace ya dos semanas que he recuperado mi afición por la lectura –me he leído un “tocho” de setecientas páginas y he iniciado otro de parecido grosor-, he escuchado música de mis queridos clásicos, y he escrito otra vez con ganas sobre lo que observo y sobre lo que me preocupa.

Y desde mi casa he programado y resuelto temas de la Asociación con la colaboración inestimable de mis compañeros.

Cuando alguien me pregunta si me he aburrido durante este tiempo de reclusión obligatoria les contesto: ¿aburrirse, eso que es?