sábado, 22 de marzo de 2008

LOS CUATRO HERMANOS.

Tomás Morales Cañedo

Eran cuatro hermanos, cuatro de una tacada. Cuatrillizos. Pero lo que son las circunstancias. La prematura muerte de sus padres en un accidente de circulación los diseminó por los cuatro puntos cardinales. Lenguas distintas. Culturas distintas. Costumbres y morales distintas. Regímenes políticos distintos…..

Lo genotípico quedó diluido en lo fenotípico.

El ambiente le ganó la partida a la herencia.

Y pasaron los años. Los cuatro volvieron al pueblo a disfrutar de la merecida jubilación. Los cuatro se instalaron en la vieja casa de los difuntos padres. Casa destartalada pero que fue debidamente rehabilitada. Gastos a partes iguales. Todos de acuerdo. El problema llegó cuando hubo que pintar la fachada.

El que había servido durante tiempo a Franco y al franquismo posterior, él, que había militado durante tanto tiempo en la falange y había sido un entusiasta del Espíritu y del Movimiento Nacional, propuso pintarla de color azul. A lo cual se opusieron, con todas sus fuerzas, los otros tres. No querían que su casa fuera vista como símbolo del fascismo.

El que, hacía tantos años, había embarcado en Cartagena camino de Rusia, que se había educado bajo el régimen de Stalin. Él, que había sido republicano de toda la vida. Siempre de izquierdas. Rojo. Propuso pintar la fachada, precisamente de ese color, de rojo. A lo cual se opusieron, con todas sus fuerzas, los otros tres. No querían, por nada del mundo, que su casa fuera vista como símbolo del comunismo. Y menos ahora, que el comunismo había muerto de inanición.

El que se había quedado y vivido en Andalucía quería pintarla, naturalmente, de verde y blanco. Como la bandera. Uno que era sevillista, el otro que no quería que su casa aparentara ser vivienda subvencionada y el tercero que era cosmopolita, se opusieron, con todas sus fuerzas a que la fachada fuera blanquiverde.

El cuarto, tras pasar por el Seminario y tras muchos años de sacerdocio, recaló, como Secretario de no sé qué Cardenal, en el Vaticano. Él propuso pintar la fachada de amarillo. Entre el laicismo de uno, el agnosticismo del otro y el ateísmo del tercero, hubo unanimidad en oponerse a ver la fachada pintada de amarillo, como vaticanista.

La fachada quedó sin pintar.

El agua y la nieve, el frío y el hielo, el calor…. fueron trabajando por su cuenta y la fachada fue deteriorándose.

El sentido común fue, entre ellos, el menos común de los sentidos. Cada uno se salió con la suya. Pero entre los cuatro la mataron y ella sola se murió.

"No me importa perder siempre que los demás no ganen" –parecía ser el lema de cada uno.

"O se pinta en mi color o no se pinta".

Todos y cada uno le echaba la culpa a los otros tres.

Nadie se sentía culpable.

La ideología, una vez más, se imponía.

Todos perdieron, pero con la conciencia tranquila.

¡Hay que ver lo que es la vida¡

BREVE ENCUENTRO

_Mayte Tudea________________________________

Se conocieron en un autobús. Ella reparó enseguida en aquella cabeza cana, de pelo abundante. Los ojos oscuros y vivos, destacaban en el rostro atezado. Le agradó su aspecto pulcro y la mirada franca.

El, le confesaría después, que al verla, le había llamado la atención su aire elegante y la agilidad de sus movimientos, su desenvoltura casi juvenil.

El hombre le ofreció el asiento que había quedado libre junto al suyo, y ella aceptó dando las gracias.

El la observaba de soslayo, mientras la veía escribir con soltura y rapidez en un block cuadriculado. Sentía curiosidad por conocer el contenido de la escritura, pero no se atrevía a mirar abiertamente por temor a resultar indiscreto.

Un brusco frenazo, les permitió iniciar la conversación. -"¡Qué forma de conducir!"- -"¡Parece que transportaran ganado!"- -"La he visto en otras ocasiones, ¿siempre coge el autobús de las cuatro?"- "Habitualmente, aunque a veces lo pierdo"-

Durante el trayecto intercambiaron frases más bien superficiales. A pesar de ello, pareció instalarse entre los dos una corriente de simpatía.

-Espero verla mañana. Me llamo Eduardo-, le dijo al acercarse a su parada.

Coincidieron durante varios días. Hablaron del tiempo, de sus trabajos, de sus aficiones. Se quejaron del escaso civismo de sus paisanos,

de la falta de lluvia, del cambio climático y de cómo se había encarecido la vida. Convinieron en tutearse.

Una tarde, el hombre preguntó: "¿A qué hora terminas? Podía recogerte y tomar algo juntos". Como en un flash, la mujer observó la pálida y redonda huella en el dedo anular de su acompañante. Y mientras se excusaba ante la invitación con tono educado, pensaba "¡Qué coraje! Mañana tendré que hacer este recorrido en mi coche".

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domingo, 16 de marzo de 2008

PSICOPEDAGILIPOLLAS

Ángel Pulla Dijort/Málaga

Soy un asiduo lector de los artículos semanales del "corso" Arturo Pérez- Reverte, así como también lo soy de la mayoría de sus libros.

El ser lector habitual no significa que yo coincida en todo con lo que el cartagenero defienda en los mismos. En ocasiones, muchas de ellas, disiento de asuntos en los que mi pensamiento y el suyo son distintos.

El artículo de hoy, 16 de marzo, es uno de los que firmaría sin dudar.

En él se dicen cosas que ponen los pelos de punta a cualquiera y que, por mi experiencia, me obligan a avalar el término de "psicopedagilipollas" a aquellas personas que afirmen que la lectura en clase y que la competencia en la misma traumatiza a los niños…

¿Sabrán estos señores el trauma que produce a los señores que debemos competir a diario hasta por ver quién puede o no "llevarse" una operación comercial con beneficio cero, solamente por los "rappels"?

Por supuesto que no soy profesor. Aunque si lo fuera, me gustaría ser como su compadre D. José Perona, y tener los santos huevos de comenzar la clase en la universidad como él dice que quiere comenzar el próximo curso. Si lo hace así, de antemano le doy mi enhorabuena y mi agradecimiento por esos alumnos que posteriormente le agradecerán que les haya hecho ver sus deficiencias a tiempo.

Yo pertenecí a ese tiempo en que un maestro de pueblo nos reunía a los niños alrededor de la clase y nos hacía leer a trozos, y al que mejor lo hacía, lo pasaba a los primeros puestos. Efectivamente, era una competencia. Competíamos por leer bien, no por ver quién pegaba las mejores palizas y las gravaba mejor en el móvil.

Competencia, después en la vida profesional, donde en la dirección de las empresas tienes que jugarte la piel para triunfar. Donde sabes que cada día tienes que salir a matar, para poder conseguir tus objetivos.

viernes, 14 de marzo de 2008

"INTELIGENTIBUS… PAUCA"

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

No siempre te resulta fácil traducir unas circunstancias concretas…, a veces solo son pensamientos, otras veces es alguna idea ajena, prestada por un amigo más inteligente que tú…, o simplemente que hay ocasiones en que  - aunque sea sin sentar precedente alguno – también a ti se te ocurre algo que merezca la pena ser estudiado por los demás…, por los que destripan las ideas…, descuartizan los pensamientos o sacan complejos textos nacidos de una sola frase

Un escritor comentaba en un programa de radio algo que, de ser real – que lo dudo – sería impresionante para cualquiera. Decía que oyendo el comentario de su último libro, había conocido cosas del mismo que ni a él se le hubieran ocurrido extraer. Habían descubierto aspectos e intenciones del texto que nunca formaron parte de su pensamiento…, que jamás habían vivido en su imaginación… y de las que nunca se hubiera considerado "padre"…, no fueron engendradas por su imaginación… Era como si le hablaran de un texto distinto…

Es muy fácil que alguien tergiverse una frase tuya. Ocurre a menudo que cuando hablas con amigos o con algún compañero o conocido, alguien te adjudique alguna idea, algún dicho…, especialmente ideas que has dejado entrever en tu conversación, en tu conferencia, que decía que…

No, yo jamás he mantenido esa idea, es más soy absolutamente contrario a esa ideología, no soy creyente, soy agnóstico… Eso nunca he podido decirlo.

Verdaderamente esta situación ocurre. A todos alguna vez alguien nos ha intentado corregir tal idea…, y la sorpresa es mayúscula cuando compruebas que no es algo que tú hayas dicho…, no es de tu cosecha, más bien corresponde a la imaginación de la persona que te la asigna…

Corregir esto es tan dificultoso como demostrar la "prueba diabólica"… o algo así que dicen los abogados: ¡demuestra que eres inocente! ¡¿Cómo?!

miércoles, 12 de marzo de 2008

LA INTELIGENCIA

Tomás Morales Cañedo

Solemos cometer un error de bulto. Creemos que, como las cualidades humanas superiores son: la inteligencia, la voluntad y la libertad, la primera va buscando conocer la verdad, la segunda va buscando hacer el bien, mientras la tercera es la que conlleva la responsabilidad pues pudiendo hacerlo no lo hace o pudiendo no hacerlo lo hace, luego es responsable de haberlo hecho o no.

Esto es un error.

Cuando J.A. MARINA habla de inteligencia se refiere tanto a la inteligencia creadora como a la inteligencia fracasada, siendo ésta como el reverso de aquella.

Precisamente así se titula uno de sus libros:"La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez".

La inteligencia es una capacidad general que se puede usar bien o se puede usar mal.

¿Por qué una persona inteligente, muchas veces, se comporta estúpidamente? Y cuando la inteligencia fracasa esa misma inteligencia, un instrumento extraordinario, hace desdichado al que así la usa y causa un mal social, una injusticia.

¿Qué es el fanatismo? Un fracaso cognitivo. Es tapar todos los agujeros por los que podría entrar verdades desde fuera. Es el autocoronarse como propietario absoluto del monopolio de la verdad.

¿Qué es la envidia, el deseo de venganza, la conciencia atormentada, el odio a los otros felices,…?. Un fracaso afectivo, que te incapacitan para vivir felizmente.

¿Qué es la apatía, o las múltiples adicciones? Un fracaso de la voluntad.

Hay fracasos lingüísticos, cuando dos personas no se hablan o no se entienden, porque no se cree en la palabra del otro o se la malinterpreta. "Cuando dijiste…… quisiste decir……".

Siempre oí decir que los tres grandes genios militares a lo largo de la historia fueron Alejandro Magno, Julio César y Napoleón. Pero si somos fríos y ecuánimes debemos concluir que Napoleón, una desbordante inteligencia, fue una inteligencia fracasada, pues, entre otras cosas, produjo varios millones de muertos, frenar la revolución francesa, instaurar, de nuevo, la monarquía.

Una cosa es la inteligencia privada y otra es la inteligencia social. Una cosa es el uso privado y otra cosa es el uso público de la inteligencia. ¿Cuántas personas inteligentes, muy inteligentes, cuando se meten en política fracasan estrepitosamente?

El uso público de la inteligencia es superior al uso privado de la misma.

Un mal uso de la inteligencia es imponer o querer imponer lo privado, mi interés, a lo público, a lo social.

La gran creación de la inteligencia es la bondad, mientras la maldad es un fracaso de la inteligencia.

Los malos no son tontos, ni mucho menos, es que usan mal su inteligencia. La maldad es el fruto de una inteligencia fracasada.

Si debemos practicar el sexo con seso, igualmente hay que comer con la cabeza y amar con la inteligencia.

Si los genitales se imponen a la cordura, si el estómago se impone a la razón y si el enamoramiento no lleva como guía a la inteligencia, todo será un fracaso.

La inteligencia tiene una función práctica. La meta de la inteligencia es la felicidad, tanto privada como pública. (La felicidad pública es la justicia). Una sociedad justa es una sociedad inteligente y viceversa.

Uno de los grandes fallos de la maravillosa Ilustración fue la creencia (la credulidad, más bien) de que la razón teórica, la razón pura, llevaría de la mano, desembocaría es la razón práctica, en la razón social. Que el desarrollo científico y técnico llevaría de la mano el desarrollo moral. Que si sabíamos más y mejor seríamos mejores.

Y todo resulto al revés. Surgió, con la industrialización, la riqueza, pero también la pobreza. El capitalismo instituyó el egoísmo como forma de vida. El darwinismo pasó de la biología a la sociedad. La lucha de clases estaba servida. La victoria y la derrota en dicha lucha también estaba marcada. Nunca hubo tanta gente sobreviviendo, ahogándose en la escasez, al tiempo que nunca hubo tan poca gente nadando en la abundancia. El interés privado agostó el interés público.

La inteligencia privada triunfó sobre la inteligencia pública. Fue una inteligencia fracasada. La infelicidad se instaló entre nosotros.

¡Cuántos genios teóricos, "que saben mucho", son unos fracasados afectivos, "no tienen a quien amar ni a nadie que los ame" y unos fracasados sociales "solitarios, sin amigos, mal vistos, enquistados, antisociales, odiados, arrinconados, dictadores…"¡

Pero ¿quién ha dicho que un físico atómico es más inteligente que el que sabe dialogar y solucionar un problema de convivencia? ¿Quién ha dicho que un matemático excelente es más inteligente que aquel que, en una convención, sin conocer a nadie, entabla diálogo y conversación al momento, hace contactos y amistades….?

¡Que seáis inteligentes¡, ¡que seáis felices¡

sábado, 8 de marzo de 2008

LA INFLUENCIA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LOS PACIENTES ONCOLOGICOS

Mariano Provencio Pulla

Jefe Adjunto de Oncología Médica del Hospital Universitario Puerta de Hierro

La noche del domingo 30 de octubre de 1938, a eso de las 8 de la tarde, cuando los americanos se disponían a celebrar la noche de Halloween, Orson Welles comienza la lectura radiofónica de la novela de Herbert George Wells: "La guerra de los mundos". El formato de boletín informativo dio total credibilidad a la narración y provocó situaciones de histeria colectiva y el colapso de parte de Estados Unidos. El pánico se adueñó de los ciudadanos, se formaron comités de autodefensa y nadie dudó un momento que New Yersey había sido invadida por extraterrestres. El resto de la historia es sobradamente conocida.

Periódicamente, aunque algo más tarde que cuando Orson Welles comenzaba su narración, los telediarios suelen informar al mundo de algún revolucionario método o solución mágica para la cura del Cáncer, así, en singular.

Probablemente, los responsables de publicitar la noticia no le concedan más que un valor limitado y su motivación y energía al trasmitirla no sea sino parte del interés en amenizarnos la velada, como el actor americano con sus oyentes. La trascendencia social es menor y nadie sale a media noche al hospital a buscar la pócima. ¿O sí? Detrás de cada noticia hay un ejército de amigos, familiares y enfermos. La repercusión psicológica que tiene sólo se conoce cuando, al día siguiente, llegan varias personas a la consulta preguntando por el remedio. Cuando tu hijo tiene veintitantos años y se está muriendo, todo vale.

La experiencia de terror colectivo tras la lectura de la novela de Wells se repitió en Quito el 14 de febrero de 1949 y el 25 de junio de 1958 en Lisboa. También aquí, de forma periódica se cura "el Cáncer". Son nuevos los receptores del mensaje. Otros los enfermos y familiares que sufren su angustia y desesperanza. Nuevamente, más explicaciones y más desilusión.

¿Se puede hacer algo para evitar esta reverberante situación? Probablemente, no exista ninguna solución que controle el problema completamente. Son muchas las partes abonadas para continuar germinando la siguiente invasión marciana.

Cabría plantearse si más educación social neutralizaría fenómenos paramédicos. Sin embargo, el nivel socio-sanitario de aquellos que acuden reclamándolo es alto, no parece por tanto que ello resolviese demasiado.

Debiéramos preguntarnos si los médicos estamos contribuyendo a la "vulgarización médica" prestándonos demasiado fácilmente a servir de coartada pseudocientífica en foros no médicos o mini-entrevistas de escasos segundos que hacen imposible articular una opinión formada. Si, quizá, debiéramos remitir a los medios de manera sistemática y uniforme al respectivo representante de la Sociedad Médica afectada que sirviera de portavoz autorizado. Habrá quien piense que ello podría causar detrimento en la libertad de expresión y que cada uno es libre y suficiente para poder expresar su opinión. Otros renegarán de ver perdido así su minuto de gloria. En todo caso, cabe recordar que el opinar, lógicamente, se hace a título personal, pero como representante de facto de un colectivo determinado, no como individuo.

Si hace sesenta años, la radio fue capaz de crear una atmósfera casi real de invasión marciana, hoy la televisión con medio minuto es capaz de, casi, curar el cáncer. Reclamar seriedad y rigor periodístico debe ir ligado a la obligación de reflexionar sobre nuestro papel en esta nueva obra radiofónica.

miércoles, 5 de marzo de 2008

LA INTERJECCIÓN ASESINA.

Tomás Morales Cañedo.

La conocí en una biblioteca de Estocolmo. Era estudiante de filología española. Se llamaba Ingrid.

Yo era o quería ser escritor de cuentos infantiles.

Vacaciones en Suecia. Visitante asiduo a la biblioteca para estudiar el cuento infantil sueco.

Congeniamos. Tomamos, juntos, muchos cafés. Paseábamos por las tardes.

Ella quería venirse conmigo y yo no quería venir sólo .

Estábamos en la Carihuela. Mañana de primavera. Feliz. Escribiendo y canturreando (no digo cantando por no herir).

"Un elefante se balanceaba sobre la tela de una arana y como vieron…"

-¡Cono!" – grité. Pero ¿por qué habré tenido que comprarme un ordenador americano en el que no viene la "-"? (es absurdo querer escribir "e-e", cuando no viene la "-")

Pero ella oyó el grito (ella y los vecinos, estoy seguro). Entró corriendo, con un diccionario en la mano.

- Cariño –dijo- ¿estás escribiendo algo pornográfico sobre "la parte externa del aparato genital femenino….?

- No, amor mío, es que en los ordenadores americanos no viene la "ñ".

- ¿Y por qué no lo dices y no que tienes que usar una expresión obscena, que no debe estar en un cuento para niños?

- ¡Amor mío". Es una INTERJECCIÓN. No denomina nada, pertenece a la dimensión afectiva del lenguaje. Ella misma, por sí sola, forma una oración elíptica, expresa un afecto o movimiento del ánimo….

- No te comprendo, cariño.

- Bueno, déjalo.

….y como VIERON QUE NO SE CAÍAN…

- ¡joder! –grité.

- ¡practicar el coito", ¿ahora?, ¿con quién?, ¿por qué?

- No, amor mío. Es que se me han bloqueado las mayúsculas y, ahora, tendré que borrar…

….FUERON A….

-¡La madre que las parió".

-"Hembra que ha tenido uno o más hijos". No te entiendo cariño. No entra ninguna hembra en el cuento de los elefantes…

- Déjalo, amor mío. Es que no he desbloqueado las mayúsculas y, además, le di, sin querer a las negritas.

…llamar a otro elefante

- ¡Dios!.

- "Ser sobrenatural, creador y dueño del universo y de los destinos humanos…" Cariño ¿Puedes explicarme qué tiene que ver Dios con unos elefantes que se balanceaban…..

- Nada, amor mío, que no sé porqué le he dado al subrayado.

Así que, para no atormentar más a mi tierna y delicada Ingrid, decidí dejar las INTERJECCIONES e inventé las PLURIJECCIONES. Y así, cuando el ordenador me hacía una jugarreta gritaba, (volviendo a mi niñez):

- "Caca, culo, pedo, pis" – por ejemplo.

- "Excremento humano expelido por el ano, y especialmente el de los niños pequeños! "ano, posaderas", "ventosidad que se expele por el ano, acumulación de gases en el interior del intestino que son expulsados violentamente por el ano y que despiden un olor nauseabundo", "orina". Pero qué estás escribiendo, cariño mío. ¿Eso es o puede ser un cuento?

Pasada y dejada atrás ese regreso a la infancia, me dio por lo religioso y entonces gritaba algo así como:

- "La Virgen bendita, San Pantaleón y Santa Catalina de Siena".

No os quiero ni contar. Ingrid, al día siguiente, apareció con un diccionario de santos y vivía en un sin vivir.

Así que me decidí por otro camino léxico. Me dio por mezclar la Geografía con la Historia. Y, entonces, en cualquier momento, me salía algo así como:

"Me cago en Caravaca de la Cruz, en los renos de Laponia, en los moros de Valencia y en el hijo pequeño de Nabucodonosor".

Pobre Ingrid. Y la biblioteca seguía creciendo.

Así que imaginaos el día que grité (después de sacarme el carnet de conducir):

-"Cabrón, hijoputa, desgraciao, maricón, mal rayo te parta, así te rompas la crisma".

Esto ya era demasiado para ella. La observaba y la notaba sobrepasada. Lo noté cuando vi el María Moliner en la estantería.

Así que decidí pasar y abandonar las PLURIJECIONES y comencé a usar las PARAJECCIONES.

Entonces cuando el ordenador no me respondía, o me respondía mal, o…. gritaba, medio cantando:

- "cinco lobitos tiene la loba, cinco lobitos detrás de…".

Mi pobre Ingrid estaba volviéndose loca. Los diccionarios ya los tenía medio rotos, muchas hojas sueltas. Desencuadernados. No entendía nada. De nuevo me dio pena. Así que decidí abreviar y comencé a usar sólo MONOJECCIONES. Así que cuando el ordenador me hacía una putada, gritaba…

- "Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh"

- "Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh"

- "Noooooooooooooooooooooooooooo"

- "Diossssssssssssssssssssssssssssssssss"

Pobre Ingrid. Entraba corriendo en el despacho. Unas veces con el extintor, otras con el móvil llamando a los bomberos, otras con el botiquín de primeros auxilios….

Así que, lo pensé seriamente, por su bien, y consideré como lo más conveniente no hablar ni gritar cuando el ordenador se riera de mí. Fue entonces cuando se me ocurrieron las SUBJECCIONES.

Me tragaba toda la mala leche y "cerraba fuertemente los puños, hinchaba los carrillos y aguantaba la respiración", pero sin abrir el pico, mientras hacía un recorrido mental por la madre y toda la familia del Microsoft y de W. Gates.

Otras veces lo que hacía era pisarme fuertemente los dedos de un pie con el tacón del zapato del otro pie, hasta que me ponía rojo, pero, eso sí, sin abrir la boca.

Todo fue a peor. Como Ingrid no me oía se temía lo peor, "ha sufrido un infarto" -pensaba. Y entraba de golpe en el despacho y al verme en esa situación, era ella la que empezaba a gritar y a zamarrearme hasta que comprobaba que no me pasaba nada.

Se quedó a mi espalda mientras yo escribía en el ordenador las CRIPTOJECCIONES:

"Apenas el sol comenzó a iluminar los arquiloques pogados de la enferta catrema cuando la niña poburata salió a tender las jaumas amarillas de su hexono , aún no sinecuarados por la cufra de los tepas fercuadizos. Cuando la rimodosa madre contempló la escena matrigüeñó varias permas en la tierna cabezA de la niña.

Mientras tanto, una subtomía mirelógica, que en ese momento rascusaba cupas ante paranoicas prescilobias, amentó sobre la vulgaridad circumpética de los consentrepados peripatéticos…".

Oí un ruido tras de mí. Ingrid, que había estado leyendo por encima de mi hombro, se desplomó.

En su frente tenía clavada una INTERJECCIÓN.

sábado, 1 de marzo de 2008

EL ANACORETA.

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Mayte Tudea/Málaga

Durante la época medieval, la Málaga andalusí era una ciudad - amurallada, que contaba con varias puertas de acceso. La Puerta del Mar, la Puerta del Río, y la del Postigo, entre otras.

En la del Postigo, se levantaban dos torres con un recinto abovedado, donde se cobijaba un centinela por las noches, cuya misión de vigilancia consistía en prevenir cualquier ataque por sorpresa, de posibles ejércitos invasores. Junto a esa puerta, existían dos fuentes: una interior y otra exterior, que abastecían de agua a la población.

Discurría la muralla desde La Alcazaba, Cortina del Muelle, Acera de la Marina, Atarazanas, Arriola, Carretería y calle Álamos, hasta enlazar de nuevo con los muros de La Alcazaba, acotando la ciudad y convirtiendo

la en un recinto protegido y encerrado en sí mismo. Las calles, estrechas y recoletas, estaban diseñadas para proteger a los ciudadanos del intenso -

calor, que durante el largo estío alcanzaba temperaturas que superaban los cuarenta grados.

Convivían tres culturas: la árabe, la judía y la cristiana, en un - ambiente de tolerancia y armonía. La buena gente laboraba para lograr su sustento y ejercía su profesión de manera concienzuda y pausada. La vida

tenía un ritmo demorado y lento, sin sobresaltos, y el lugareño sólo se -

preocupaba del afán de cada día, sin hacer cábalas sobre el que pudiera sobrevenir al día siguiente.

Extramuros de la ciudad, en su parte Oeste, se levantaba un montícul

cuyas laderas aparecían cubiertas de tupidas jaras y olorosas retamas, salvo en la cima, donde la caprichosa unión de varios peñascos, habiale dado a la gente en llamar "el monte coronado".

En aquel cerro pelado, existía una angosta cueva creada por el - capricho de la naturaleza. En ella habitaba un hombre singular, un anacoreta retirado del mundo y sus servidumbres, un sufí místico, que los habitantes de la ciudad visitaban a diario. Recibían de él sabios consejos, y al oírlos, se sentían reconfortados e invadidos por la serenidad que el - santón transmitía.

-"La estancia del hombre en la tierra es breve, pero deja huella. Pro-curad que vuestra estela sea clara y luminosa, de ese modo la distinguiréis desde el cielo".

-"No os afanéis únicamente por las cosas materiales, pues son efímeras. Cultivad vuestro espíritu, él perdurará".

-"Comportaros con vuestro prójimo como desearías que él lo hiciera con vosotros. Y no juzguéis, sino queréis que os juzguen".

La voz del eremita tenía un timbre grave y dulce a la vez, y sus palabras tal acento de sinceridad y tal contenido de sabiduría, que cuantos le escuchaban se sentían calmados e impelidos a ser mejores con ellos mismos y con los demás.

El sufí se alimentaba exclusivamente de las viandas que le procuraban los buenos vecinos, que las habían convertido en la moneda con la que correspondían a sus buenos oficios. Vivía sólo, con la única compañía de un perro de carácter apacible y bonachón, que permanecía junto a él todos los momentos del día.

Por aquel entonces, se produjo en la ciudad una epidemia de cólera que causó entre los habitantes efectos devastadores. El emir, decretó se cerraran todas las puertas y sometió a la población a una cuarentena estricta, para evitar que la enfermedad se propagara. La fuente exterior fue cegada y el agua que provenía de la interior, había de ser hervida previamente a su consumo.

Transcurrió un largo período de tiempo, hasta que las autoridades dieron por concluida la epidemia y el riesgo de contagio. Volvieron a abrirse los grandes portones y un gran número de personas se dirigieron de inmediato al Monte Coronado. Temían no encontrar vivo al anacoreta, ya que su único sustento se lo proporcionaban las buenas gentes que le visitaban a diario y eso, no había sido posible durante casi dos meses.

El largo desfile de los lugareños, semejaba a un ejército de soldados vencidos, casi fantasmal. En sus rostros y en su aspecto, se reflejaba la dureza de la época que les había tocado vivir, la tristeza por los seres perdidos, y la inquietud que sentían por la suerte que habría corrido la persona a la que admiraban y que consideraban su profeta.

No pudieron contener su júbilo, cuando al llegar a la cima lo encontraron como siempre, sentado a la entrada de la cueva, con el perro a sus pies, y con aspecto saludable y lozano.

Preguntaron cuál había sido la fuente de su supervivencia y él contestó sereno mirando al animal. "Mi fiel y buen compañero".

El perro todas las mañanas, se introducía entre las retamas y las jaras y traía entre sus dientes pequeños conejos, que el sufí asaba y servían de alimento para ambos. Las moreras habían completado su dieta. Pero su mayor asombro les produjo el contemplar, cómo en aquel cerro reseco y pedregoso, había brotado un pequeño manantial de agua límpida y cristalina, que con anterioridad a la epidemia, no existía.

"El hombre se fortalece en la adversidad, tenedlo presente".

La ciudad recuperó su pulso y el sufí y sus enseñanzas acompañaron durante muchos años a sus habitantes.