sábado, 25 de diciembre de 2010

¡QUE PESADEZ DE FELICITACIONES…!

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

Estoy hasta los "güevos" de las fiestas, la navidad, las felicitaciones, los SMS, las llamadas, las comilonas, los…, las…

De la navidad porque ¿qué celebramos?

Según unos, la fiesta pagana del solsticio de invierno. Según otros, el nacimiento de Jesús de Nazaret, creador del movimiento que dio lugar al nacimiento de la religión cristiana.

Desde luego, en España es esta segunda postura es la que se celebra. El nacimiento del niño Jesús. ¡Qué dulce! Pues bien, es falso. Jesús de Nazaret no nació el día 24 de diciembre, ni siquiera nació en diciembre, sino  en los actuales meses de marzo y julio. Tampoco es cierto que naciera el año que se le asigna, sino cinco años antes, aunque eso ahora es lo de menos.

Lo celebramos el día de hoy porque a la iglesia católica, a quien por supuesto le interesa aprovechar todos los acontecimientos laicos antiguos celebrados por otras culturas o religiones, aprovecha para colocar sus aniversarios, con o sin fundamento, en esos días que ya eran señalados por el pueblo, con distintos motivos. Y ahora, con un marketing sin igual, y ayudado por el interés de las grandes empresas comerciales, con mucho más ruido, luces, cánticos, villancicos, regalos, etc, etc.

Por eso mismo, estoy hasta los "güevos" de que desde hace un mes se me martillee con canciones ñoñas y repetitivas. Se me lleve al huerto con luces por doquier, y con anuncios de "obligado cumplimiento" de compras de dulces, mariscos, corderos, vestidos de fiesta, bebidas para la ocasión…

Si hay que celebrar, celebremos pero cada uno cuando quiera. ¿por qué no puedo celebrar yo la festividad del nacimiento el día 2 de diciembre, que es el aniversario en que yo ennovié con la que hoy es mi compañera, amiga, amante, colega y además madre de mis hijas? Sería mucho más razonable. O el 4 de noviembre, día en que empecé seriamente a fraguarme mi porvenir profesional, iniciándome en la empresa donde he desarrollado toda mi vida profesional. Sería mucho más interesante.

O cualquier otro día que a mí me apetezca, y que además señale un día cierto, con un hecho real y comprobable, no una invención.

Estoy harto de tener que pasarme toda una tarde, una noche y una mañana, enviando mensajes sin parar a amigos, conocidos, e incluso gente a la que me importa un comino que estén bien, mal o regular, pero que por mor del día en que estamos, debo desearle mucha felicidad… ¡que les den…!

Y llamadas, y brindis, y comidas de amigos, de colegas, de compañeros, regalos de amigos, unos invisibles, otros inservibles, otros infumables, y otros… realmente amigos, pero que a estos los tienes todos los días del año contigo.

Estoy aburrido, harto y hasta los "güevos" de tanta idiotez. Y si hay que buscar un día y un motivo, busquémoslo, pero cada uno el que quiera, sin fecha, sin obligaciones. Y si alguien te pregunta qué es lo que celebras con ese día de fiesta, con comilona, regalos, SMS, y demás, sencillamente poder decirle: celebro mi nacimiento, o mi defunción, o mi aniversario del día que no hice nada. Sencillamente, celebro lo que me sale del alma. Sin más. Y sin mentiras, coño.

De cualquier forma y para no molestar a nadie, perdone quien no lo entienda así, y a todos os deseo de corazón que seais muy felices, tengáis mucha suerte y muchos regalos, y sobre todo… que os tomeis una buena copa de buen vino a mi salud, así como yo os lo deseo con una copa de un vino de acabo de empezar, un Pago de Carraovejas que está… ¡de p. madre!

Felicidades.      

       

sábado, 18 de diciembre de 2010

LA RAZÓN Y LAS RAZONES.

Tomás Morales Cañedo

 

Cuando alguien, gritando y dando un  porrazo sobre la mesa, exclama: "tengo TODA LA RAZÓN DEL MUNDO", hay que apartarse y, aunque sea disimuladamente, salir de su vista, porque uno está ante un "dogmático" y éste, siempre, es peligroso.

 

La Razón es un instrumento cognoscitivo que el hombre, a lo largo del tiempo, y con el método de ensayo-error, hemos ido adquiriendo.

La Razón, subjetiva, sólo intenta que el hombre salga bien parado de la situación embarazosa en que se encuentra y, para ello, para salir con éxito, lo que tiene que saber es conocer "las razones" de las cosas, para huir de ellas, si las considera perjudiciales, para aprovecharse de ellas, si las ve beneficiosas.

 

La Razón busca "las razones" de las cosas. A eso se le denomina "conocimiento".

"Conocer" es saber los "porqués". Los porqués de por qué las cosas son como son y se comportan como se comportan y los porqués de por qué uno es como es y obra como obra.

 

El conocimiento perfecto es aquel que "dice, exactamente, lo que hay", la coincidencia entre lo que uno dice que hay y lo que, en realidad, hay.

 

Pero ni las cosas se dejan apresar fácilmente, porque tras lo patente que muestran está lo latente, que hay, ni la Razón humana es lo suficientemente perfecta como para llegar a ello.

 

Cuando alguien, pues, dogmatiza que tiene "la razón" proclama estar en posesión de la verdad.

Pero la verdad siempre es esquiva. Uno puede acercarse más o menos a ella, pero nunca coincidir con ella, ésta nunca se deja apresar.

El dogmático es un convencido de su superioridad respecto a los demás.

 

Si fuéramos coherentes deberíamos decir que "tenemos razones" (y no que "tenemos La Razón"), porque estamos más cerca de la verdad.

 

Cuando alguien afirma "tener razón", en realidad está diciendo que "sus razones son más acordes con la realidad".

"Tener razón" significa que, en la balanza, "sus razones" pesan más que las de su adversario. Por eso el conocimiento es una pelea. Uno arroja "sus razones" a la arena para que se defiendan de las "razones" de los otros. ¡Y a ver quién tiene "más razón"! (no "La Razón").

 

En el conocimiento, y para conocer, son necesarios tanto el diálogo como la contrastación.

Cualquier "vencido" por las "razones" del adversario, se apunta a la victoria y hace suyas las "razones" del otro.

Ser conscientes del error es un acierto.

 

Y lo bueno que tiene la verdad es que es difusiva e inagotable. Puede estar en 20 sujetos o en 20.000, sin que ella se vea afectada.

 

"Tener razón" es estar un paso más cerca de la meta de la verdad que los demás y es, además, una invitación a seguir la senda y ponerse codo con codo con el que va primero.

Ambos salen ganando, el que inició el ascenso, que será reconocido su mérito, haber sido el primero, y el que siguió la senda segura del que iba primero.

 

Pero cuando uno dice que "su senda es la única senda que existe" y que el que quiera seguirla que pague el royalty, está desnaturalizando la verdad, que es una utopía y una ucronía, que es el horizonte que te invita a caminar, sabiendo que, nunca, el horizonte va a estar preso del que lo mira.

 

A mí me interesa conocer "tus razones", para contrastarlas con las mías y poder enriquecerme. Esto es "filosofar", no "aprender filosofía", que sería conocer lo que los antiguos dijeron.

 

La filosofía tiene que ser vital o no es.

 

Esa es "mi filosofía".

jueves, 9 de diciembre de 2010

VADE RETRO, MR. ALZHEIMER

Mayte Tudea Busto

Como bien escribe mi amigo Ángel, yo también temo al alemán. Tengo tanto miedo a que esta mente hasta ahora tremendamente hiperactiva que elucubra, reflexiona, se plantea preguntas, encuentra a las mismas distintas respuestas y es capaz aún de imaginar mil y una posibilidades, de elaborar un montón de proyectos, e incluso de soñar, ¡sí, sí de soñar!, termine por quedar varada en una fantasmal playa, sin rocas, sin arena, e incluso sin mar; en un limbo volátil donde mis neuronas se disuelvan y pasen a formar de nuevo parte de la nada en la que empezaron a ser, repito, ¡tengo tanto miedo! que trato de que estén en continuo movimiento, que trabajen a veces por encima de sus capacidades, siempre con la oculta esperanza de que la actividad las siga manteniendo flexibles y resistentes y estén vivas hasta el último momento de mi existencia.

Compartí clases de Literatura con una persona alegre, comunicativa, llena de sentido del humor, de rostro risueño de agradables facciones, donde la sonrisa tierna y cómplice que siempre me dirigía, hacía que me sintiera reconocida y estimada. Mi compañera se llamaba, se llama, Isabel.

Era -supongo que sigue siendo- dueña de un ingenio especial que reflejaba en todos sus escritos, y en poemas donde la inteligencia se aunaba con el humor y conseguía arrancar a los que los escuchábamos una risa abierta y complaciente, que alegraba y caldeaba aquel taller de Creación Literaria en el que trabajábamos y aprendíamos disfrutando bajo la batuta del profesor Redoli.

Ella aseguraba que la inspiración para escribir le venía en la cocina, mientras guisaba, y siempre tenía al lado un bloc en el que tomaba notas de cuanto se le ocurría y que posteriormente utilizaba para terminar de componer y rematar lo que su talento le dictaba. Cuando nos lo contaba, me venía a la mente la frase de Santa Teresa, aquella de que "Dios también está entre los pucheros".

Soportaba con un valor y una resistencia digna de todo encomio, un problema familiar muy duro y difícil de sobrellevar, pero como lo hacía aparecer sencillo y tolerable, nunca creímos que aquello podía minar su fortaleza.

Y un mal día, la terrible compañera de Mr. Alzheimer, la Sra. Depresión Profunda, se encargó de sacarnos de nuestro error. Perdimos la posibilidad de disfrutar de su presencia física, tan viva y expresiva, y hasta de su voz, ni tan siquiera a través del hilo telefónico. Se ha apartado del mundo real y no permite que nadie se acerque al "bunker" oscuro y hostil en el que se ha encerrado.

Es lamentable desear prestar ayuda, tratar de rescatar de un profundo pozo a quien no desea salir, y no permite ser auxiliada.

¡Te echamos tanto de menos, Isabel!

Si al temible alemán llamado Alzheimer trato de mantenerlo alejado a base de que la mente funcione a pleno rendimiento –aunque lo que produzca no vaya a quedar jamás inscrito en los anales filosóficos ni literarios-, a la perversa anuladora de la voluntad de vivir –léase Depresión-, la cortocircuito llevando a cabo actividades que me gustan, proyectos que me ilusionan, rodeándome de amigos a los que quiero y que me quieren, y sobre todo sintiéndome parte de una familia que me hace sentir orgullosa, y que está detrás de mí como una sombra protectora que sólo se hace visible cuando la necesito.

Todas estas cosas importantes y otras mucho más pequeñas, pero también de gran valor, como ver brillar el sol, observar cómo rompen las olas, mirar la lluvia caer sobre los campos o incluso en las aceras, escuchar la música que a uno le gusta, disfrutar la lectura de un buen libro, compartir una agradable conversación, son las que mantienen viva la vida que hay en cada uno de nosotros y que es nuestra obligación preservar y defender mientras permanezcamos en este mundo.

Y por romper un poco con tantas "sesudas" reflexiones y para que se hagan una ligera idea de cómo era Isabel, mi amiga, de la que les he hablado, aquí tienen una pequeña muestra de lo que escribía:

NICANORA

En tus ojos Nicanora,

tienes la luz de la aurora.

Tienes un cuerpo de diosa,

tienes carita de rosa,

tienes andares bonitos,

tienes los pies chiquititos,

tienes piel de terciopelo,

tienes el sol en el pelo,

tienes sonrisa de ángel

y boquita de coral...

pero tienes un "malange"

que no se puede aguantá.

¡Ohú!

Ya me salió el andalú.