lunes, 28 de marzo de 2011

MATRIA, PATRIA Y FRATRIA

(2ª parte)

Tomás Morales Cañedo

 

         Entiendo por "FRATRÍA" a la especie humana, a la humanidad entera, sin discriminación de tipo alguno, ya que todos somos/debemos ser hermanos desde el momento en que "todos los hombres somos esencialmente iguales (no desiguales) aunque seamos distintos (no idénticos)".

 

         Si los Derechos Humanos son universales es porque todos pertenecemos a la especie humana, aquello en lo que todos coincidimos.

         (Me opongo, pues, a los derechos fundamentados en la distinción, derechos humanos por ser distintos (por ser homosexuales, por ser negros, por ser cristianos, por ser mujer, por ser vasco…).

 

         Con "FRATRÍA" quiere decir lo mismo que algunos filósofos griegos cuando afirmaban "ser ciudadanos del mundo", no ciudadanos de una ciudad concreta, sino que la única ciudad fuera la tierra.

 

         Si la Matria es el origen y ella nos da la vida, la Patria (entendida como Sociedad) es la que cuida de nuestro desarrollo, de nuestro crecimiento adecuado, mientras que la Fratría sería la Meta a la que llegar.

 

         "La MATRIA nos nace, la PATRIA nos hace, la FRATRIA nos ennoblece, nos perfecciona, nos eleva a una categoría superior de hombre.

 

         Si apenas éramos un apéndice de la Matria, dependientes de ella por una cadena umbilical, nos hicimos independientes en la Patria  para, finalmente, estar pendientes de todos los hombres.

 

         Algo que suelo repetir "nos nacen hombres, nos hacen humanos, nos hacemos personas"

 

         Desde (1) el "no puedo", desde la dependencia total, desde el ámbito de la necesidad, desde el no ver, al (2) ámbito de la libertad, de la independencia, del "sí puedo", del ver el presente, del atender al aquí y al ahora, para desembocar en (3) "debo", el ámbito de la moral, del compromiso, del mirar al futuro y ver realizada la utopía de la unificación de la especie humano.

 

         Desde el "yo" al "nosotros" y, desde aquí, al "todos".

 

         La cuarta pregunta kantiana: "qué me está permitido esperar" ha sido interpretada, por muchos filósofos, en clave religiosa, como perteneciente al ámbito de la religión y que tiene que ver con "el más allá" de esta vida.

         Creo que esta pregunta podría entenderse adecuadamente si introdujésemos el término-concepto "racional" y la cuarta pregunta quedaría así: "qué me está permitido, racionalmente, esperar" y ya no quedaría encadenada a la religión sino a la historia, al futuro, al más allá del ahora, pero aquí.

         Esto conllevaría el tener que justificar las acciones, si me dirigen o me desvían de la meta a la que llegar.

         Estamos hablando ya no sólo de acciones individuales (mías) sino también, y sobre todo, de acciones sociales (nuestras), para poder ser calificadas de morales o inmorales.

 

         Desde el "agradecimiento" a la Matria y la "cooperación" con la Patria a la "solidaridad" de la Fratría.

 

         Necesitamos, ya, ser personas que vean más allá del momento y piensen más allá de la época en que estamos instalados.

         Necesitamos borrar las separaciones que hasta ahora nos han caracterizado. Barreras  geográficas, políticas, ideológicas, raciales, nacionalistas, sexuales,…y reunificar a la especie humana, como una, respirando el mismo aire, el de la solidaridad, el de la Fraternidad.

 

         Si ha existido y existe el "amor fraterno", el amor entre hermanos, procedentes de una misma pareja, ¿por qué no el "amor fraternal" entre todos los que formamos la misma especie, la "especie humana"?.

 

         Dice Ortega que "amar una cosa es estar empeñado en que exista".

 

         ¿Por qué no amar esa "u-topía" para que deje de ser "u-topía" y se convierta en "tópica", en una realidad existente?

 

         Quizá haya llegado la hora de realizar esa gran Utopía: que GAIA sea la gran MATRIA, desde la PATRIA de las naciones, reinando la FRATRÍA.

 

         El nuevo paraíso terrenal pero, esta vez, no donado, no dado gratuitamente, sino paso a paso, codo con codo, entre todos conquistado.

lunes, 21 de marzo de 2011




A PESAR DE LLEVAR MÁS DE 27 AÑOS
Ángel Pulla Dijort/Málaga

“¡Burréalo, Marcos, burréalo! ¡Burréalo bien burreao!”
No creas que para mí fue fácil saber qué es lo que un señor ya talludito, le gritaba a un niño de unos ocho años, en el paseo marítimo de El Palo, cuando se disponía a “regatear” a otro señor que le hacía frente con un balón en los pies.
De ahí deduje yo, que para eso soy muy sherlockholiano, con perdón, que el mencionado “burreo” consistía en el vulgar regateo. Ni más ni menos.
Para eso no hay que ir a Salamanca, pero sí a Málaga. Porque eso no se oye en cualquier otro sitio del mundo. Solo en Málaga.
Y luego dicen los malagueños, cuando les dices que no te enteras de lo que te están contando, que ni que hablaran en catalán. Pues, mira, ¿de qué idioma es el “burreo”?
Que conste que llevo más de veintisiete años en Málaga, siempre hablando con malagueños/as (que no se me enfaden los de la Junta) y quedándome con todos los dichos que he podido retener.
Pues todavía quedan más.
Cuando salimos de clase y voy oyendo a mis amigos, Joaquín, Andrés, Juan, y sus respectivas, siempre hay palabras a las que tengo que poner especial atención, y repensarlas después para quedarme con lo que han dicho. No lo he cogido a la primera.
Al principio de estar en Andalucía, cuando llegaba el tiempo de Carnaval, me gustaba escuchar en televisión los carnavales de Cádiz. Decidí grabarlos porque era la única forma de poder entenderlos, a fuerza de volver a escucharlos. Cuando los oía en directo no cogía ni una. Imposible. Aun ahora hay alguna que se me escapa, pero entonces eran todas.

No quiero reírme de los nombres que encuentro raros, porque ya en más de una ocasión me ha ocurrido con algunas “palabritas”, que yo no conocía y que creía que o no existían o estaban mal utilizadas, o que pertenecían a la jerga de la tierra de la Pepa (por la tierra de Hellín y Murcia), y al final he tenido que admitir que eran de curso legal y además muy bien utilizadas, “aletría”, “alferecía”, etc.
Además tenemos cierta facilidad para usar palabras, no necesariamente raras o típicas del terruño, sino palabras habituales, pero las utilizamos sin precisar el significado exacto.
Esto es un pecado mortal para alguien dedicado al derecho, por ejemplo. Nos quedaríamos pasmados viendo cómo el uso de una palabra en lugar de otra, que para nosotros tiene el mismo significado, hace variar en un tribunal de justicia la calificación del hecho. Ayer oí en radio a un experto explicar la causa del cambio de imputación de “asesinato” u “homicidio” y verdaderamente la declaración de un testigo, no muy bien aleccionado por su abogado, puede conseguir que ese homicidio, agravado, pase a ser asesinato.
Recuerdo cuando debía reportar mis informes, tanto financieros como gestionales (comerciales, técnicos, etc.) a Central, el cuidado que debía observar en la selección de las palabras, como en la relación de los hechos, porque cualquier error en su elección podía significar que la otra parte entendiera el informe no como yo había previsto que lo hiciera.
Cuando cambias de ciudad, mejor dicho, de zona – comunidad, siempre son los niños los primeros en aprender la jerga utilizada en ese nuevo asentamiento. Tienen más facilidad y captan inmediatamente el habla de los compañeros. Y la hacen suya.
Así me sorprende cuando, al poco tiempo de llegar a la urbanización donde vivo, con un parque infantil recien inaugurado, me dicen mis hijas, que en aquel tiempo estaban en edad de utilizarlos “papá, nos vamos a chorrearnos al parque”.
No entendía qué es lo querían hacer. No lo entendía hasta que no las ví que subidas en un tobogán, se dejaban resbalar por su pista hasta bajar de la montañita.
Eso es un “chorreo”. En Málaga, claro.

lunes, 14 de marzo de 2011

JAPÓN.

Tomás Morales Cañedo

Raro es el mes que no recibo de mi Gestoría una carta en la que me comunica que el “día tal” se me cumple y tendré que pagarle el Seguro.
Y yo, como casi todos, tenemos asegurado lo habido y por haber. Seguros del coche y de la vivienda, seguros de enfermedad y de vida, seguros de entierro y de los electrodomésticos (ya saben, eso de, “amplíe la garantía), seguros de viaje (por lo de las maletas o la huelga de controladores)
En las escuelas se impone la seguridad vial y, quien más quien menos, tenemos nuestra seguridad social.
Tenemos aseguradas las tarjetas de crédito, exigimos que en nuestro barrio haya seguridad ciudadana, servicios de seguridad en las playas. Hasta cerraduras de seguridad en nuestras puertas.
En algunos chalets de Madrid el dueño se ha construido, en el sótano, “la habitación del pánico” (por si entran a robar o a secuestrarlos, encerrarse allí y estar fuera del alcance de los cacos o de los secuestradores), seguridad doméstica.
Naturalmente, también exigimos que, si hay centrales nucleares, haya seguridad nuclear.

Estamos, vivimos, tan inseguros, que cultivamos la “cultura de la seguridad” y creemos, alegremente, que mientras podamos pagarla, estamos a salvo de accidentes y de incidentes.

Pero hay seguridades que dependen de nosotros (como todas las anteriormente descritas), pero hay otras que no. Por ejemplo, ante un terremoto, y su correspondiente tsunami, nadie está a salvo, nadie puede estar seguro, porque nunca, nadie, hasta el día de hoy, puede preverlos.
Toda nuestra cultura de la seguridad queda en suspenso ante un fenómeno natural imprevisible, descomunal y descontrolado.

La tecnología japonesa construye edificios con estructuras antisísmicas, que son capaces de bailar y bambolearse al ritmo de los platillos de las placas tectónicas.

Ya tenemos, de nuevo, presente la dialéctica “naturaleza vs cultura”.

Para nuestra seguridad legislamos, a fin de evitar accidentes provocados por el hombre. Pero ¿qué hacer ante un terremoto?

Ya estoy viendo a los ecologistas de guardia (los ecólatras), con la caña preparada (que estaba colgada detrás de la puerta) saliendo en manifestación, con megáfonos incluidos, o viajando en avión para manifestarse ante la cumbre del G no sé cuántos, no siendo que se ponga en peligro al sapo mosquitero o a la cucaracha rubia, y despotricando contra el progreso tecnológico (que ha construido los megáfonos y los aviones).

Que la naturaleza está ahí y que la tenemos bastante controlada, es un hecho. Pero no “totalmente” controlada y, de cuando en cuando, y sin avisar, se presenta y nos hace la puñeta.
La posibilidad del peligro natural siempre está ahí, aunque sean muchas más y mayores las ventajas que sacamos de su conocimiento y dominio.

¿Habrá algo más “natural” que los virus y las bacterias? ¿Dejamos que se desarrollen en nuestro cuerpo, de “manera natural”, o les cerramos la puerta o los expulsamos o matamos con la penicilina cultural?
¿Habrá algo más “natural” que la inflamación del apéndice (la apendicitis)?, ¿Dejamos que se desarrolle de “manera natural”, que estalle, que nos produzca una peritonitis, (todo de manera “muy natural”) o llamamos a la ambulancia y que nos traslade al Clínico para que el cirujano (cultural) nos la extirpe?

Es un hecho que ha ocurrido un terremoto. Un fenómeno “natural”. Ahora llegan las interpretaciones. Desde los que ven en ello una venganza de la naturaleza, o un castigo divino, o las fuerzas del mal desatadas, o un prólogo al fin del mundo (milenarismo), un aviso divino para que nos arrepintamos, la próxima venida del juicio final, el apocalipsis, la rebelión geológica, el karma…

¡Estupideces!

Cuando lo que realmente ha ocurrido es un hecho tan natural como la salida diaria del sol, con la diferencia de que el movimiento de las placas tectónicas es muy lento, no es muy corriente, y puede ser devastador o no. ¿No hay, constantemente, terremotos de tan baja intensidad, que apenas los notamos?

La seguridad total, ni humana, ni natural, es una utopía.
(Cuando el no tan lejano terremoto de Haití dejé escrita una reflexión con el título “La firma de Dios”).

El en otro tiempo universal “culto a Dios”, ha sido trocado, para muchos, en “culto a la naturaleza”, cuando, si lo pensamos fríamente, comenzamos a humanizarnos cuando, una vez que estuvimos adaptados a la naturaleza, no impusimos sobre ella, la conocimos, la dominamos y comenzamos a que ella se adaptara a nosotros, para no tener que depender de ella.

¿La tenemos “totalmente” controlada? Evidentemente no. Ahí tenemos el terremoto y el consecuente tsunami.
¿Culpables? Nadie. La culpabilidad sólo pertenece a la conciencia de los hombres, no a las fuerzas de la naturaleza.
¿Es, la cultura, culpable del terremoto japonés? Por supuesto que no.
Gracias a la cultura volamos, sin ser aves, y buceamos sin ser peces. Gracias a la cultura vemos lo que ocurre lejos y podemos ayudar a remediar necesidades.

Por la cultura el pueblo japonés, con ayuda de todos los demás, volverá a levantarse y a ser, otra vez, pionera.

Ya oigo a muchos ecologistas antinucleares, ignorantes, gritando sobre “otro Chernóbil”, mezclando elefantes con conejos, porque tienen el mismo color.
Olvidándose (o no sabiendo, lo que sería peor) que lo de Chernóbil fue la consecuencia de unos funcionarios corruptos, de un régimen para olvidar, mientras que lo de Fukushima ha sido la consecuencia de una fuerza de la naturaleza, de potencia excepcional.

Japón tiene 54 reactores nucleares. Solamente 2 han sufrido daños. Tienen más de 40 años. Estaban diseñados para soportar temblores de hasta 7,5 grados en la escala de Richter. El terremoto ha tenido 8,8 ó 8,9 grados.

¿Se imaginan que un terremoto de esa intensidad hubiera ocurrido en cualquier otro país?

Pero….

lunes, 7 de marzo de 2011



¿QUÉ HUBIERA PASADO SI…?
Ángel Pulla Dijort/Málaga

¿… Adán y Eva no se hubieran “metido mano”?
Nosotros tendríamos que haber sido concebidos por obra y gracia del Espíritu Santo.

¿Y si hubiera llegado a las Cortes el “Elefante Blanco”?
Ahora estaríamos recuperándonos de…, como nuestros padres, como nuestros abuelos, como nuestros bisabuelos, como nuestros tatarabuelos, y así desde siempre…

¿Y si Napoleón hubiera sentado plaza en España y no hubiera existido el dos de mayo?
Allons enfants de la patrie

¿Y si no hubiera nacido el general Franco?
Tranquilos. No hubiera habido un Paquito, pero hubiera habido un Antoñito, o Juanito, o Pepito, o Rafita…

¿Y si Distefano hubiera fichado por el Barcelona?
Pues que el Real Madrid no existiría ahora como tal.

¿Y qué hubiera ocurrido si no se hubiera hecho la prueba de eyección de fotones pasando por las aperturas contra un panel posterior, o no se hubiera hecho la prueba del gato de Schodringer?
(Perdón a los físicos por mi pobre manejo del lenguaje especializado) Pues sin duda tendría que haberse hecho posteriormente, porque no podemos concebir ahora la física sin los avances conseguidos en estos últimos cien años.

¿Y si en Málaga no se hubiera producido “la desbandá”?
Pues no hubieran muerto tantos malagueños por esas carreteras entre Málaga y Almería. Pero aquí estaría el “Carnicerito de Málaga” para solucionarlo (y después llorar en TVE la muerte de su “jefe”).

¿Y si hubiera existido un biógrafo de Jesús de Nazaret?
¿Qué hubiera pasado con los evangelios? ¿Cuántos de ellos declararía la iglesia apócrifos? Yo apuesto a que la Iglesia declararía apócrifo… ¡la biografía de Jesús!

¿Y si no existiera Belén Esteban?
No existiría Jorge Javier Vázquez, y casi ni Tele 5. Creo que sería tal caos que habría que inventarla. Cómo si no iba a comerse la niña el pollo…

¿Y si Belén Esteban se presentara a las generales?
Pobres Rajoy y Zapatero. No quiero ni planteármelo. Creo que pediría asilo político a Canadá. Porque es seguro que ganaría. Por la Belén, la gente… ¡mata!
(Por cierto, entre paréntesis, hoy he visto en Tele 5, mientras hacía cinta en el gimnasio, cómo se derrumbaba una señora cuyo marido había asesinado a una niña, y ha contado, entre llantos y mareos, lo que había pasado y que ella había negado en el juzgado. Vale)

¿Y si yo hubiera seguido interno y hubiera sido cura?
Para mi madre una enorme satisfacción. Para mí, una sorpresa y una profunda decepción. Para mi familia y mis hijas un sobresalto. Porque ni ellas se apellidarían Pulla, ni serían mis hijas, serían mis sobrinas.

¿Y si Tomás fuera capaz de reducir los artículos a la mitad?
Una alegría general. Se me quejan de su extensión, pero no hay forma de convencerlo. Se le pone en funcionamiento la máquina de “parir artículos” y no ve la forma de pararla.

¿Y qué ocurriría si fuéramos capaces (los españoles) de ser serios, como lo son otros pueblos, y respetáramos las normas, y encarceláramos a los corruptos, y cumpliéramos les leyes sin necesidad de vigilancia?
¿Y si en Málaga aprendiésemos a ser limpios y conserváramos el patrimonio común como los hemos visto hacer en otras ciudades europeas, y recogiéramos las deposiciones de los perros, y…?
Que ni estaríamos en España, ni en Málaga, ni seriamos capaces de aguantar el sobresalto que nos causaría este hecho, si es que fuera verdad. Una pena, pero así es.