viernes, 26 de abril de 2013


DESEO ROMPER MIS PRINCIPIOS

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

Groucho Marx en una de sus célebres frases: "Por quién me ha tomado? Yo tengo unos principios... y si no le gustan, tengo otros."

Exactamente eso me pasa a mí. No sé si voy a molestar a mis amigos Tomás y Andrés, a quien sí estoy seguro que lo voy a hacer es a mi amigo el catedrático D. Miguel López, que es un "buenista".

Acaba de llenar el vaso el artículo de Pérez Reverte en el XL Semanal de la última semana de marzo.

También yo me niego a defender ya a todos estos chorizos - ya tenemos aquí bastantes - venidos especialmente del este de Europa, albano-kosovares, rumanos, búlgaros, y demás especímenes angelicales que nos ha tocado recibir y aguantar, no sé por qué motivo especialmente cristiano o lo que sea y por ese paternalismo mal entendido, que no tiene nadie más que los "amables" españoles. ¡Qué bien, qué alegría!

Y no rompamos la baraja con los del este, que si vamos a buscar maleantes, ladronzuelos, timadores y demás ralea, hemos de ampliar la zona a la proveniente de los países árabes cercanos, especialmente cercanos.

Hay una serie de "señoras", todas muy bien equipadas, con blusones, faldas largas hasta los pies y con dobleces por todas las partes, con bolsos dentro y forros de no se cuantas capas. Todo ¿para qué?

 

Para esconder todo lo que van ROBANDO continuamente en todos los establecimientos por los que pasan. No hay más que ver a los vigilantes de los comercios - donde los hay - en cuanto aparecen entes de este tipo. No sé por qué los huelen enseguida. Todos al loro, porque van a robar, ni más ni menos.

Y además saben perfectamente hasta cuanto pueden hacerlo. No se pasan conocen la ley mejor que cualquier español.

Pero los señoritos anteriormente mencionados, cuyo destino es cometer los mayores atracos, robos, y destrozos que puedas imaginar, han venido aquí, exclusivamente a eso. Son conocidos por todo el mundo y son perseguidos por toda la policía europea, menos la nuestra que los tiene detectados, pero nuestras leyes son la "releche", son buenisimas, levísimas, los tratan de tal forma, que coño, les sigue manteniendo las ganas de repetir.    

No mantengo nada de lo dicho en otras ocasiones, aquello de otras oportunidades, y demás zarandajas. Con estos individuos ni una sola oportunidad mas.

De acuerdo en que hay que respetar las culturas de todos, de acuerdo, pero ¿qué tipo de cultura? ¿la de asemejar a la mujer con algo inservible y que solo sirve para agasajar y atender al marido? ¿deben ir tapadas hasta los pies y no mostrar más que los ojos - no siempre -? ¿debemos amputar el clitorix a nuestras hijas?

Identidad cultural, vale. Pero antes de nada deberán asimilar la nuestra, que somos los que los recibimos.

Si en todos los paises te exigen unos mínimos para darte el permiso de residencia, por qué no se exigen en el nuestro. Ayer pasando por la calle Larios con mi amigo Joaquín, vemos un individuo en el suelo, sin piernas, con los muñones, pidiendo con su latita en el suelo, y rumano. Dice Joaquín "¿para qué y cómo ha venido aquí este señor?" Eso mismo digo yo. Lo evidente es que lo han traido para explotarlo y sacar dinero por lástima. Esto en algo que en ningún sitio admiten, pero España... es diferente.

Y aquí estamos con gran parte de la "morralla" que sobra en los demás paises.

Esto rompe mis principios, de los que hablaba antes. Ahora tengo otros, ea.

 

 

martes, 16 de abril de 2013



TÓPICOS TÍPICOS.

Tomás Mortales Cañedo

 

Según la R.A.E, "tópico" es: "lugar común", "expresión o frase manida",

 

Eso son los tópicos, unos lugares comunes, que, generalmente, usamos, en los que uno puede andar, por ellos, despreocupado de poder molestar pisando las lindes, porque la sociedad, en general, los admite.

Los tópicos son como las aceras o las calles peatonales por las que uno puede andar despreocupándose de que pueda ser atropellado por vehículo alguno.

Los tópicos son como el suelo firme que todos pisan, con esa seguridad (subjetiva) de que a nadie va a molestar, porque todos están de acuerdo con ellos.

Son como cuando bajas de la acera y echas pie en el asfalto con la confianza de que no va a hundirse, y nadie va a "saltar" cuando uno lo "suelte".

 

Estás en un funeral, imprevisto, y "sueltas", ante amigos y conocidos, "no somos nadie"  y lo dices con la seguridad de que nadie va soltar un "eso lo serás tú, porque yo soy topógrafo", por ejemplo.

 

Hay tántos tópicos tontos.

 

Algo así se titula el último(¿) trabajo publicado por el filósofo Aurelio Arteta, y del que estoy disfrutando.

 

Tópicos como: "mi cuerpo es mío y hago con él lo que me da la gana", o "todos somos culpables", o "respeto sus ideas pero no las comparto", ¿de verdad?.

 

Proclamar y defender éstos y otros tópicos, que iremos desgranando, suelen ser, casi siempre, excusas irresponsables y frutos de la pereza intelectual, por no tener que esforzarse en analizarlos detenidamente.

 

"Decir lo que se dice nos permite opinar sin la molestia de pensar lo que decimos y, de paso, alcanzar la ilusoria certeza de entender (a los demás) y ser entendido (por ellos)".

"Si es lo que todos dicen y piensan, como nosotros decimos y pensamos lo mismo…." –dice el autor en la contraportada.

O, como también afirma en el Prólogo: "el tópico acostumbra ser hijo de la pereza intelectual y hermano del prejuicio".

 

Si el tópico es algo normal en la sociedad, porque todos así lo piensan, también nosotros somos/nos consideramos normales al proclamarlos, sintiéndonos entendidos y acogidos.

 

Si no "disonamos" de ella, es que "sintonizamos" con ella y ello nos crea la sensación de seguridad.

Además de que el tópico te ahorra el esfuerzo de tener que explicarlo y explicarte.

Si es la moda que se lleva y tú vas a la moda no tienes que explicar por qué vas vestido así.

 

Cuando en nuestra sociedad, sobre todo en los adolescentes, (y hablo por experiencia de enseñante) la filosofía del esfuerzo ha pasado a mejor vida, en aras de la integración y socialización, del aprendizaje personal  y la enseñanza lúdica y comprensiva, del autoaprendizaje, de la planificación del propio curriculum,…. repetir tópicos, clichés verbales, dichos congelados, (que es lo que son los tópicos) te ahorran el esfuerzo de pensar.

 

Están en el ambiente social, es lo que la sociedad respira, es el aire que envuelve y del que se nutre el pensamiento.

 

¡Tan felices, pues, de no encontrar oposición, recriminación, repulsa…!

Porque oponerte a la masa te señala como el garbanzo negro del montón, siendo rechazado por los demás, dándote esquinazo,… ¡Y esa no es forma de vivir¡.

 

El sujeto de la masa no es ni el "yo", ni el "tú", ni el "nosotros", ni ninguno personal, sino el "se".

"Se dice…", "se comenta",…¿Quién o quiénes?. Nadie en concreto, sino todos, en general.

Es decir, hay que ser "Vicente" para….. y que nadie te atropelle. Perderse en la masa. No significarse.

 

¿A quién no le gusta dormir, y descansar, en un buen colchón?. Pues eso son los tópicos, unos colchones sociales. Son esos latiguillos verbales que te eximen de tener que pensar lo que dices y de decir lo que piensas.

Como "platos preparados" puestos a disposición por la sociedad

 

En mis tiempos mozos cantaban Golpes Bajos "Malos tiempos para la lírica".

Pues, imaginarse si los tiempos en que vivimos son buenos para la "crítica", para la "reflexión", para el "esfuerzo", para el "análisis sosegado", para intentar "llegar a los porqués" de lo que decimos, pensamos y hacemos….

viernes, 5 de abril de 2013



A VECES RECUERDAS COSAS

Ángel Pulla Dijort

 

No sé a cuento de qué, viendo hace unos días el museo de Juan Ramón Jiménez y releyendo algunos párrafos de su libro "Platero y yo", me vienen a la memoria recuerdos de niño, que ni siquiera puedes explicarte el por qué ni que ilación tienen con el escritor ni su burro Platero.

En mi pueblo la casi totalidad del monte - pinares, tierras, arboledas, etc. - es propiedad municipal. Eso sirve, entre otras cosas, para que siempre se encuentre el monte limpio y vigilado contra incendios, y para que el Ayuntamiento pueda desenvolverse financieramente con la venta de madera, según estimaciones con el antiguo ICONA, actualmente creo que es un departamento dependiente de Medio Ambiente, o el Seprona.

Estas talas de pinos conllevan una serie de trabajos, que efectúan las compañías madereras compradoras, y que después de limpiar de ramaje y puntas a los pinos, dejan pelado el tronco, que es lo que a estas compañías les interesa.

Con el fin de dejar limpio el monte, evitando así los temibles incendios veraniegos, y de paso ayudar a los vecinos que lo deseen, el ayuntamiento ofrece preparar y recoger toda esta leña a los que quieran participar, con la condición de que en unas fechas determinadas quede el monte listo para la revisión del Seprona.

Todo este "historial" viene a cuento del primer párrafo de este artículo, y ahora puedo explicar mis recuerdos.

Supongo que podía tener unos dieciséis años, año arriba año abajo, estando de vacaciones de verano, se planteó esta recogida de leña del monte, y cada familia debía enviar una persona - prioritariamente exigían que fueran hombres - para poder optar a una parte del común.       

Normalmente las personas que acudían a estos trabajos de aproximadamente unos dos o tres días, eran gente con experiencia en estos o semejantes trabajos, menos en las familias, como la mía, en que no había "más cera que la que arde", es decir, no había nadie más que yo.

Al final acudíamos cuatro o cinco estudiantes que teníamos vacaciones y las familias pensaban que era el mejor destino que podían darnos en unos días.

El reparto se hacía por grupos de cuatro o cinco personas, donde dos o tres se dedicaban al corte, con hacha o sierra, y dos al transporte hacia el lugar donde se amontonaba. Este transporte era troglodita total. Dos palos largos en el suelo y paralelos, y encima leña cortada atravesada y hasta un peso que pudiera soportarse. Es fácil imaginarse cómo teníamos las manos los estudiantes hacia las once de la mañana del primer día.

Como consecuencia de estas situaciones "laborales" venía el escarceo. Y derivado del mismo, el enfado del personal "formal" y de la colectividad en general.

Yo gozaba de cierta ventaja, porque al ser mi cuñado Marino concejal, podía aplicarme a su grupo y ahí se tenía cierto "cariño" y no me sometían a trabajo a destajo como a otros de mis compañeros.

En una de estas ocasiones, después de haber parado a comer, sentados bajo un pino y a marchas forzadas, y haber reenganchado de inmediato, a media tarde nos llaman urgentemente para dejar este trabajo y ¡dedicarnos a bomberos!

Es difícil poder explicar esto para  quien no conoce mi pueblo, pero intentando hacerlo elemental, hay dos grandes montes separados por la Hoz de Beteta, recorrida por el rio Guadiela, con cortes en picado donde es imposible pasar y, si conoces los pasos, con unos descensos de más de cien metros de desnivel.

Hecha esta aclaración, debíamos ir a las cinco de la tarde, con toda la mañana trabajando según queda dicho anteriormente, siguiendo a quienes conocían los caminos, descendiendo en primer lugar hasta el fondo de la hoz, cruzar el rio y subir por la otra parte hasta llegar al otro monte donde estaba el incendio. El monte donde estábamos trabajando en la leña era el Palancar y ahora debíamos subir al Zatiquero.

Todo este trasiego debía hacerse con una temperatura de más de 30 grados y arrastrando todos los sudores y cansancios de todo el día. 

Por supuesto, cuando llegamos al lugar estaba anocheciendo y además nos esperaba la guardia civil. La autoridad competente. No es necesario que os diga cómo nos llevábamos la guardia civil y nosotros en aquellos años.    

Por supuesto, el retén designado para hacer esa noche la guardia éramos los cuatro estudiantes y otros tantos expertos, que debían acompañarnos en cada ronda, porque nosotros desconocíamos los lugares y los sistemas para mantener las constantes de seguridad necesarias.

Concretamente a mí me tocó acompañar al "Pistolas". Desde un principio me dejó muy claro que no iba a estar pendiente de que me perdiera o cayera en algún agujero. Yo me propuse no darle  ni tener problema alguno. Iba siempre detrás, pisando donde él lo hiciera, aunque fuera sobre un montón de ascuas. Allí pisaba yo también. No hubo problema en toda la noche.

Se hace una noche larga, pesada, inaguantable, y más cuando las personas que acompañan no admiten bromas de gente joven. Planteamos  -  en broma naturalmente - marchar el grupo a un pueblo, creo que era Carrascosa, a tomar una copa... La reacción de la benemérita fue de libro: "Al que se ausente sin mi permiso, lo detengo y lo cierro en el calabozo" he dicho.

Cómo estaría el ambiente, que lo primero que hicieron cuando llegó el refuerzo por la mañana, lo primero que se planteó fue que el grupo del que formábamos parte se marchara cuanto antes de allí para evitar males mayores.

Entre otras cosas, estos son mis recuerdos de mi debut como leñador y bombero de montes. Sí recuerdo también algo que me resultó alucinante. Ver a un señor de los expertos, con bastantes años más que nosotros, que comentaba y el resto lo avalaba, que hacía la digestión según iba comiendo. No sé si estos es posible o no, lo que sí es cierto que este señor, comiendo delante de nosotros, cesaba cuando creía que ya tenía suficiente, o se le acaba la comida. No porque estuviera harto.

 ¡ Como para invitarlo a comer!