miércoles, 21 de diciembre de 2011

EL VALOR DEL FRACASO

Nono Villalta (diciembre 2011)

 

 

     Sin duda estamos ante una situación económica mundial complicada y grave, y en esta circunstancia empresarios de consolidada trayectoria y jóvenes con ganas de abrirse camino tratan de buscar otras alternativas fuera del riesgo empresarial. Para que esto no ocurra es necesario apoyar a empresarios y emprendedores, porque ellos deben ser los protagonistas de la salida de la crisis. Y especialmente a los que quieren elegir el camino de la innovación en su negocio, como primera opción.

 

     No tener miedo; este es el primer reto que deben asumir. Tienen que ser conscientes de que pueden fracasar, pero el fracaso es una palanca para aprender, crecer y hacerse más fuertes. En nuestro país, desgraciadamente, todavía se castiga demasiado el fracaso, pero en otros países como es el caso de Estados Unidos, por ejemplo, a un empresario que ya ha fracasado algunas veces le será mucho más fácil obtener financiación para un nuevo proyecto porque se le valorará su experiencia y aprendizaje. Nuestros emprendedores deben aprender a pensar en grande y rodearse del mejor equipo, y sobre todo a observar a los demás.

 

     Un emprendedor es un soñador que actúa. Ser empresario es tener un proyecto, un sueño, creer en él y ser lo suficientemente valiente para intentar hacerlo realidad y, sobre todo, suficientemente fuerte para aceptar sus fracasos y volverlo a intentar, suficientemente flexible para adaptarse a su entorno y suficientemente tenaz para conseguir lo que se propone.

 

     En el momento actual hay cierto pesimismo que está calando muy hondo en nuestra sociedad. Hemos de ser optimistas sin dejar de ser realistas. Vamos a encontrar soluciones, enmendar errores, conseguir ganar riqueza, puestos de trabajo y crecimiento económico. Es necesario. El motor de la salida de la crisis tan brutal que nos está azotando son ellos, los que se han visto envueltos en algún fracaso reciente. Tienen lo más importante: experiencia. Apoyemos a estos "fracasados" porque son una parte esencial de nuestra riqueza productiva.

 

martes, 13 de diciembre de 2011

BREVE  ENCUENTRO

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Mayte Tudea Busto

 

Se conocieron en un autobús. Ella reparó enseguida en aquella cabeza cana, de pelo abundante. Los ojos oscuros y vivos destacaban en el rostro atezado. Le agradó su aspecto pulcro y la mirada franca.

 

El, le confesaría después, que al verla, le había llamado la atención  su aspecto elegante y la agilidad de sus movimientos, su desenvoltura casi juvenil.

 

El hombre le ofreció el asiento que había quedado libre junto al suyo, y ella aceptó dando las gracias.

 

Él la observaba de soslayo, mientras la veía escribir con soltura y rapidez en un block cuadriculado. Sentía curiosidad por conocer el contenido de la escritura, pero no se atrevía a mirar abiertamente por temor a resultar indiscreto.

 

Un brusco frenazo, les permitió iniciar la conversación. -"¡Qué forma de conducir!"- -"¡Parece que transportaran ganado!"- -"La he visto en otras ocasiones, ¿siempre coge el autobús de las cuatro?"-     "Habitualmente, aunque a veces lo pierdo"-

 

Durante el trayecto intercambiaron frases más bien superficiales. A pesar de ello, pareció instalarse entre los dos una corriente de simpatía.

 

-Espero verla mañana. Me llamo Eduardo-, le dijo al acercarse a su parada.

 

Coincidieron durante varios días. Hablaron del tiempo, de sus       trabajos, de sus aficiones. Se quejaron de la suciedad en las calles, del escaso civismo de sus paisanos, y ¡como no! de la crisis. Sonreían al hacerlo, conscientes de lo inevitable y manido del tema, pero ¿quién se resistía a nombrarlo? Al fin, convinieron en tutearse.

 

         Una tarde, el hombre preguntó: "¿A qué hora terminas? Podía recogerte y tomar algo juntos". Como en un flash, la mujer observó la pálida y redonda huella en el dedo anular de su acompañante. Y mientras se excusaba ante la invitación con tono educado, pensaba "¡Qué coraje! A partir de mañana tendré que hacer este recorrido en mi coche".

                

sábado, 3 de diciembre de 2011

 

NO ME GUSTAN

Tomás Morales Cañedo

 

Una de las mayores tonterías escritas y que, continuamente se repite, es la de "sobre gustos nada hay escrito".

 

Mentira. Sobre gustos hay escrito lo habido y por haber. A mí me gusta pasear por la Carihuela y ver salir el sol (lo que hago siempre que puedo) y no me gusta ni el Opus, ni los Legionarios de Cristo, ni los Kikos.

 

¿Qué quiere esto decir? Sencillamente eso, que NO me gustan.

 

¿Los prohibiría yo? Por supuesto que no. A nadie prohibiría que…. ni a nadie obligaría a…. Sencillamente, como no me gustan no ingreso en ninguna de esas comunidades o sectas.

 

Allá el gusto de cada uno. A mí no me gustan. Si alguien es feliz perteneciendo a una, a las dos o las tres, simultánea o sucesivamente, allá él. Que sea feliz, que es lo importante.

 

Y que nadie me diga que cómo lo sé "si no he experimentado". Tampoco he experimentado la homosexualidad. Y no necesito ni tan siquiera probarlo, porque no me gusta.

 

¿Odio, pues, a los homosexuales? ¡¡¡Por Dios!!! NO. He sido, soy y seguiré siendo tolerante con las ideas y respetuoso con las personas. Pero que no me obliguen a…

 

Yo soy un agnóstico religioso, filosóficamente libre, moralmente responsable, políticamente demócrata, ideológicamente tolerante, un ilustrado en el sentido pleno de la palabra, amante de mi trabajo, un abuelo empedernido, amigo de mis amigos y enemigo de nadie.

 

Soy alguien que busca, pide, expone y exige razones, argumentos, a quien quiera dialogar conmigo, para que puedan ser confrontados.

 

Soy respetuoso con las creencias, con todas las creencias, pero que no se me las presente como argumentos.

 

El que a mí no me gusten ciertas cosas, ideas o creencias, sólo quiere decir eso, que "no me gustan", pero como volteriano, que me considero, yo también "daría mi vida para que tú, con quien no las comparto, puedas ejercer tu derecho a tenerlas y practicarlas".

 

Lo que sí me gustaría, de ellos, es que si alguien, que voluntaria o forzosamente entró, pueda, también, voluntariamente, salir sin chantajearlo y haciéndole la vida imposible (y son muchos casos los que conozco, empezando por el arquitecto cuya obra he admirado, el catalán Miguel Fisac.

 

Libertad para entrar, para estar y para salir. Por supuesto que SÍ.

 

Yo no sería feliz vistiendo traje y corbata, practicando la endogamia, viendo a los de fuera como peligrosos demonios disfrazados de personas y cantando salmos, a coro, en los retiros dominicales. Soy más feliz en la playa, oyendo las olas, sintiendo el mar, pisando la arena,  y disfrutando, sólo con la mirada, de los desafiantes pechos limonáceos de jovencitas venusinas.

 

Son varias las parábolas que nunca he tragado, y una de ellas era la del Pastor y las ovejas. No me gustan los borregos que a la voz del pastor… Ni me gusta gritar, ni que me griten.

 

Prefiero más a los líderes que se desviven  por los que malviven, pero que son callados y ejemplos a seguir (llámese Vicente Ferrer o Teresa de Calcuta) que a telepredicadores como Escrivá de Balaguer, Maciel o Kiko Argüello.

 

No me gustan las masivas afluencias de cientos de miles de personas que aplauden y vitorean a quien no considero meritorio.

 

No sé si Kiko Argüello es el nuevo "Aguirre, la cólera de Dios", pero sí que Camino era una visión fidedigna del Opus Dei.

 

Quien sea feliz en la jaula, cantando, y libre del peligro de ser cazado por el gato, ¡mi enhorabuena! Yo prefiero la libertad de volar y cantar, si me apetece, el "Asturias, patria querida", tras haber dado cuenta, con mis amigos, de  un buen Rioja.