viernes, 27 de marzo de 2015



EL RATONCITO PÉREZ.

Tomás Morales Cañedo

 

La creencia enquistada y la razón: la difícil convivencia.

Contra el convencimiento arraigado poco puede la razón. Porque no se trata de "vencer" con argumentos.

Como dice le refrán: "mal riñen dos, como uno no quiera".

El "convencido" nunca "vence", porque no lucha; y el lógico no puede "vencer" porque el contrincante no lucha.

 

(Diálogo adelantado y previsto de aquí a unos años)

(Como saben todo el mundo mundial y parte del universo, Santi y Alberto son mis "chiquitines", mis nietecillos. Mi Santi tiene siete años y pico y mi Alberto dos y pico)

 

ALBERTO.- Se me ha caído un diente. Esta noche el Ratoncito Pérez vendrá a cogerlo y me dejará 20 euros debajo de la almohada.

SANTI.- Es mentira. El Ratoncito Pérez no existe. Son los padres.

A.- Mentira la tuya. Sí existe.

S.- Y en Navidades también los Reyes Magos te trajeron regalos. ¿No es verdad?

A.- Sí, es verdad. Me trajeron un Mac, un Ferrari, una moto y un tren con vías y todo, que funciona con un mando a distancia.

S.- Los Reyes Magos también son los padres.

A.- Mentira.

S.- Verdad.

A.- Me loan dicho mis padres y ellos nunca me mienten.

S.- Lo dicen para que te lo creas, pero no es verdad. Son ellos. Créeme a mí, primo.

A.- Pues yo creo a mis padres y creo que sí existe el Ratoncito Pérez y los Reyes Magos.

S.- Pues yo sé que no existen.

A.- Demuéstramelo.

S.- Te lo demostraré.

A.- Porque si fueran los padres yo me habría despertado cuando hubieran entrado en mi habitación y hubieran levantado la almohada.

S.- Es que tus padres lo hacen con mucho cuidado, para que no te despiertes. Además, si tus padres no saben que se te ha caído un diente y tú lo has puesto debajo de la almohada ellos no entran, levantan la almohada con mucho cuidado, cogen el diente y dejan el dinero. Si ellos no lo supieran el diente estaría, al despertarte, debajo de la almohada, tal y como tú lo dejaste. ¿A que tú se lo dices a tus padres cuando se te cae un diente?

A.- Es que si los padres no lo saben el Ratoncito Pérez no actúa. Él es tan listo que no quiere que lo pongan a prueba. Funciona así: yo se lo digo a mis padres y, luego, el Ratoncito Pérez entra en funcionamiento.

 

(Santi va a intentar demostrarle que son los padres).

 

S.- ¿Ves esta caja, con estos polvos, la brocha y la lupa? Son de mi juego de detective. Toco esta mesa, echo estos polvos, le paso la brocha, le aplico la lupa y…."ahí tienes mis huellas, en la mesa". S lo que hacen los detectives para identificar a los ladrones. Vamos a hacerlo con ese billete que tú dices que anoche te echó el Ratoncito Pérez y verás que en el billete aparecen las huellas, no de un ratón, sino las de una o dos personas, tu padre, o tu madre, o los dos.

 

(Hacen el experimento y….efectivamente, allí estaban las huellas)

 

S.- ¿Y ahora, qué? ¿Te convences de que son los padres?

A.- Eso no prueba nada. Porque el Ratoncito Pérez tiene muchos trucos para abrirle la cartera de mi padre, cogerle el dinero, entrar en mi habitación, cuando yo estoy dormido, meterse por debajo de la almohada, coger el diente y dejar el dinero. Por eso están en el billete las huellas de mis padres. Pero el dinero me lo ha puesto el Ratoncito Pérez y el se ha llevado el diente para hacerse su casita. Las huellas no demuestran nada. El Ratoncito Pérez es mágico.

 

(A los pocos días, la caída de otro diente).

 

S.- Mira, Alberto. Vamos a hacer lo siguiente. Esta noche, cuando te acuestes y pongas el diente debajo de la almohada, voy a echar harina por el suelo de toda la habitación y así, cuando tus padres, por la noche, entren a hacerte el cambio de diente por dinero, sus huellas, de uno o de los dos, quedarán grabadas en el suelo, sobre la harina. ¿De acuerdo?

A.- De acuerdo.

 

(Y a la mañana siguiente, allí estaban las huellas).

 

S.- ¿Y ahora, qué, Alberto? ¿Son los padres o no son los padres?

A.- Pero eso no prueba nada. Lo que ha ocurrido es lo siguiente: mis padres, antes de acostarse, han entrado en mi habitación, para ver si estaba destapado, luego se han marchado y, a continuación ha entrado el Ratoncito Pérez a coger el diente y dejar el dinero.

S.- ¿Y dónde están las huellas del ratón ese?

A.- Es que el Ratoncito Pérez es mágico, y no deja huellas.

 

(A los pocos días, otro diente que se cae)

 

S.- Mira, Alberto. ¿Tú te acuerdas que nuestros padres ponían una cámara que nos enfocaba en la cuna y que, en cuanto nos movíamos o llorábamos, nuestros padres, en el salón, nos veían y oían, porque la pantalla sonaba?

A.- Sí, lo recuerdo.

S.- Vamos a ponerla y verás cómo entran, por la noche, tus padres. Grabamos todo lo que pase en tu dormitorio, por la noche y, a la mañana siguiente, lo comprobamos. ¿Vale?

A.- Vale.

 

(Y, a la mañana siguiente, efectivamente, se grabó a su padre entrando en la habitación y…..)

 

S.- ¿Y ahora, qué?

A.- Eso tampoco  prueba nada. Lo que ha ocurrido es que el Ratoncito Pérez que es listo, muy listo, listísimo, si ve que hay una cámara grabando no actúa como Ratoncito Pérez, sino que se disfraza de una persona, esa que hemos visto en la grabación.

O, a lo mejor, le pidió a mi padre que, sólo por esa noche, lo sustituyera, porque él estaba demasiado ocupado y tenía que acudir a muchos sitios y le dijo a mi padre: "porfa…pero sólo por esta noche" Eso es lo que puede haber pasado.

 

(Santi cogió a Alberto de la mano. Fueron a la habitación de sus padres. Abrieron el armario. Y en el cajón de abajo estaban todos los dientes de Alberto, además con las fechas de cuándo se le habían caído).

 

S.- ¿Y ahora, Alberto, qué? ¿Qué me dices? ¿Sí o no?

A.-  Eso lo que quiere decir es que el Ratoncito Pérez ha hecho un trato con mi padre. Yo te doy los dientes y tú me das el dinero. Así el Ratoncito Pérez dispone de más dinero para seguir poniéndolo debajo de la almohada la próxima vez.

Además, Santi, eso explica por qué en los billetes están las huellas de mi padre. Así se entiende todo. ¿O no, Santi? Eso es lo que ha pasado.

 

(Santi ya estaba desesperado de cómo demostrarle a su primo Alberto que el Ratoncito Pérez son los padres, así apuró el último recurso).

 

S.- ¿Quieres, estás de acuerdo en que se lo preguntemos, directamente a tus padres?

A.- Vale. Preguntémoselo.

S.- ¿No es verdad, titos, que vosotros sois el Ratoncito Pérez y que cuando a Alberto se le cae un diente y lo pone debajo de la almohada, sois vosotros los que entráis en la habitación  y….?

 

(Los padres dijeron que Sí, que, efectivamente, eran ellos los que….)

 

S.- ¿Y? ¿Alberto?

A.- Es que mis padres están mintiendo porque el Ratoncito Pérez, con su magia, los ha convencido para que dijeran lo que han dicho. Pero no es verdad. ¿Por qué tengo yo que creerlos a ellos y no al Ratoncito Pérez, que es mágico y….?

Yo lo que sé es que creyendo en el Ratoncito Pérez funciona lo del diente caído, puesto debajo de la almohada y, a la mañana siguiente, los veinte euros a cambio.

 

(Santi, desesperado, ya no sabía qué hacer. Se enfadó consigo mismo. Se fue a la cama no sin antes dar un portazo. Allí empezó a pegarle puñetazos a la almohada, se pellizcó, se mordió el dedo gordo de la mano derecha, mordió hasta el catre de la cama, se miró en el espejo y por poco lo rompe de otro puñetazo, juró en arameo, se tiró de los pelos. Se arrancó un montón de pelos y los metió debajo de la almohada, Y a la mañana siguiente….

 

ALLÍ ESTABAN LOS PELOS.

 

Como no creía en el Ratoncito Pérez éste no había ido a su habitación a cambiarlos por dinero para poder hacer el tejado de la casita hecha con los dientes de Alberto.

 

Y. COLORÍN COLORADO……..

 

(Recreación personal e interesada de otra recreación sobre el cuento El Ratoncito Pérez, que vivía en la Cll/ Arenal, nº. 8, no lejos del Palacio Real. Cuento del año 1.902, del Padre Coloma, jesuita, profesor, andaluz, de Jerez de la Frontera, regalo al Rey Alfonso XIII cuando éste tenía 8 años y al que se le había caído el primer diente.

Allí, en el nº 8 de la calle Arenal, de Madrid, podéis ver la placa: "Aquí vivía, en una caja de galletas, Ratón Pérez…..")

jueves, 12 de marzo de 2015



EL SONIDO DEL SILENCIO

Ángel Pulla Dijort/Málaga

(Artículo publicado en la Revista de AMADUMA nº 35 del mes de Febrero)

 

Conocí una canción en el año 1965 del dúo americano Simon y Garfunkel, con un sonido suave, sin gritos, apenas sin ruido, acompañados de su guitarra. Era una canción que me fascinó y la seguí y sabía que aunque había nacido como consecuencia del asesinato del presidente Kennedy tenía otros muchos sentidos para todos nosotros. Así lo sentía yo, y lo sigo sintiendo, porque todavía me sigue cautivando. Los Sonidos del Silencio.

Sería un agradable ambiente para leer este artículo la posibilidad de escuchar como fondo esta canción de S & G porque llenaría mientras tanto tus oídos de ese absorbente y delicado  sonido que parece ofertarte exactamente los sonidos del silencio...

¿Os habéis fijado cuando vais en un medio público de transporte - autobús, metro, tren - en la cantidad de gente que va manejando sus móviles, escribiendo, contestando, haciendo no sé qué cosas con esos endemoniados aparatos cuyo primer fin fue hablar y escuchar, y ahora hacen de todo menos eso? 

"... y de pronto vi una luz en la calle que me cegó, en medio del silencio..."

 

Y no se habla. He observado cuatro personas en una mesa de un restaurante donde se supone que van a reunirse para comer, beber y dialogar, y están los cuatro son sus aparatos escribiendo, manejando, haciendo cosas, las que sean, y comunicándose con quien sea - sería terrible que fuera con alguien de esa misma mesa - y dejando pasar el tiempo hasta que a alguien se le ocurre llamar la atención de la concurrencia y hace ver que allí hay unas bebidas y unas tapas para tomar y ¡qué menos! romper el silencio que se ha instalado y crecido entre ellos.

"... y podrá llegar un día en que de vosotros se adueñará..."

 

Es triste pensarlo así, tan a lo frio, pero veo muy clara esa posibilidad de que se rompa la comunicación oral entre las personas, que realmente se adueñe de nosotros el ritmo del silencio.

¿No habéis observado frecuentemente a un grupo de jóvenes, un grupo grande, varios jóvenes varones y hembras, que están juntos, que persiguen algún fin, porque si no nos estarían allí reunidos, y que no hablan entre ellos?   

He dicho que puede romperse la "comunicación oral" entre las personas, no es correcto apuntar la posibilidad, exactamente esa comunicación está rota. Esas conversaciones grupales, que todos las hemos mantenido y disfrutado con ellas ahora escasean, casi no se llevan.

En los años sesenta y tantos y setenta, los amigos y las amigas nos reuníamos para hablar, para tratar asuntos nuestros, comentar los estudios, las expectativas, vernos, ligar, en fin hablar entre nosotros. Era inconcebible que llegaras a esas reuniones para estar callado, o leyendo o haciendo cualquier otra cosa, porque lo único que conseguías actuando así era que el resto de amigos te ignorara. Pues ahora no, ahora llegas y te pones a darle al móvil. Sin más palabras. 

Nunca he entendido ese tipo de reuniones grupales, donde además de no hacer nada, prácticamente ni se habla. Por eso era tan llamativa la sentada en Sol de los del 15 de mayo, no era lo normal que todos ellos estuvieran reunidos y hablando entre ellos ¡oralmente!

Esto se hubiera corregido si con los primeros que establecieron "esos tics tecleadores en el móvil" se les hubiera aplicado una apoptosis y así evitaríamos el crecimiento exponencial de ese vicio que domina a todo el personal - niño, joven y mayor - en cuanto tienen un móvil delante.

 

"... pero no prestaron atención, siguieron en silencio..."

 

Son un matrimonio normal, como tantos otros. Con dos hijos, uno de unos meses y otros de tres años. Salen a pasear, el pequeño en el carrito y el más mayor andado de la mano del padre. Van hablando de asuntos de la familia, del trabajo, de amigos, etc. De vez en cuando el padre habla con el niño, le comenta cosas y le hace fijar su atención en algunos puntos que le interesa que mire.

Se entretienen en ver algo en unos escaparates, miran algo en una tienda, encuentran a conocidos y paran un rato a charlar con ellos, y siguen dando su paseo disfrutando de su compañía y de la de sus hijos, y aprovechando para hablar el poco tiempo del que disponen cada día para ellos solos. 

Bueno, esto es lo que normalmente ocurría hace unos años, cuando todavía vivíamos en las cavernas del desarrollo y ¡¡¡no había móviles!!! y si los había solo servían para hablar y oír.

Una vez desarrollados y modernizados y armados de nuestros actuales aparatos que tienen, llevan y soportan todo aquello que pueda ser utilizado para ver, llamar, escuchar, escribir, fotografiar, grabar, twitear, facebooar, wasapear, yutubear, y muchos etcéteras más, todo aquello anterior es un rollo y un fuera de onda.

Ahora van el padre y la madre cada cual con su aparato en la mano, sin hablarse y sin mirarse. La madre empuja el carro con una mano y sin  siquiera mirar por donde va, tropezando con todo lo que se le pone por delante. Y el padre... el padre ha perdido al niño ya tres o cuatro veces, y además se enfada con él por no seguirle y vivir a su aire - más o menos como tú vas con él -. De vez en cuando se despistan unos de otros y nadie sabe dónde está el resto...

"...el silencio crecerá y llegará un día en que de vosotros se adueñará..."