lunes, 29 de noviembre de 2010

CUANDO AVISA EL "ALEMÁN"…

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

No sé si alguna vez he tenido una memoria mejor que la que tengo ahora.

 

Siempre que tenía ocasión, escribía y también hablaba con mi familia, mis tres hijos, mi esposa y mis suegros. 

 

Especialmente me gustaba hablar con mi amigo Ricardo. Igual que yo somos nacidos en Valencia. Yo en la zona de Jesús, cerca del mercado. El en la de Ruzafa. Siempre ha vivido allí.

 

No hago más que darle vueltas en mi cabeza a la última conversación que tuve con Ricardo hace unos días. Me afectó demasiado. Pero no sé exactamente si fue por mi parte o por la suya. No tengo claro cual de los dos merece más atención, dónde está el problema. No lo veo claro.

 

El recordaba perfectamente cosas de cuando éramos niños, íbamos a la escuela – yo no recuerdo haber ido nunca con Ricardo a la escuela, sí haber ido al instituto y después a la universidad -. Me queda la duda de la escuela.

 

Frecuentemente acudíamos al Mestalla. A ver partidos del Valencia. Casi todos los domingos sacábamos nuestra entrada para el partido.

 

Sin embargo no recuerda que hace un año estuvimos tres o cuatro domingos a verlo. No lo recuerda. Y además me garantiza que él no ha ido conmigo al campo desde antes de bajar el Valencia a segunda

 

 ¿Alguna vez ha estado el Valencia en segunda?

 

Tengo que ver esto en Internet. A mi no me suena, pero como él lo dice tan seguro… 

 

Mira que yo tampoco recuerdo claramente, según él me asegura, que hace un mes estuviéramos en El Saler, con mis suegros, tomando el sol y unas cervezas en la playa. Yo creo que hace muchos meses que no veo a mis suegros… Incluso creo que ya murieron…

 

Tengo que hablar con mi mujer de esto. Porque este Ricardo va a terminar por volverme loco a mí, con sus manías tan raras, recuerdos de cosas que no han sucedido…

 

 

Además, es muy llamativo el nuevo tic que tiene ahora Ricardo. Yo no lo había visto nunca. Mueve mucho las manos y a veces también la cabeza. Como si temblara… Me preocupa.

 

Le comento cómo vestía cuando llegaban la Fallas, a la hora de llegar al trabajo. Él vestía de huertano y venía a la oficina con su vestimenta, como si se tratara de un traje cualquiera. Tan arreglado. A mí me llamaba mucho la atención. Como yo nunca he ido vestido de fallero…

 

Me preocupa su obsesión por llevarme la contraria en todo. Ahora resulta que me dice, con su voz esa tan rara que tiene ahora, temblorosa, como si tuviera miedo, y ese temblorcillo que tiene en las manos y en la cabeza. Pues, como decía, me quiere convencer ahora de que yo era de la comisión fallera de la falla de Jesús, y que todos los años hemos salido, con nuestros vestidos de huertanos, y nuestras mujeres de falleras, a la ofrenda a la Virgen. Pero, ¿cómo voy a salir de ofrendas a la virgen si yo soy agnóstico?

 

Bueno, me asegura que yo he ido muchos años así vestido a la oficina… Me preocupa mucho Ricardo. Yo creo que me confunde con otro.

 

Pero, bueno, es que hasta dudo si yo he sido alguna vez amigo de Ricardo. Porque la verdad es que no recuerdo exactamente cómo y dónde conocí yo a Ricardo. Sí se que coincidimos algún tiempo trabajando, pero…

 

Tampoco lo recuerdo con esos movimientos tan raros que tiene. Yo nunca lo había visto así.

 

Y por más vueltas que le doy a la cabeza, no consigo recordar cómo se apellida. Nunca me ha dicho cómo es su apellido. Tengo que preguntárselo cuando lo vea.

 

Aunque nos pasará igual que la última vez que lo vi… ¿Cuándo fue…? Bueno, cuando fuera. Empezamos a recordar aquella alineación del Valencia, de cuando ganó la liga que todavía estábamos solteros… No había forma de recordar más de tres o cuatro jugadores… Claro, hace tantos años, y Ricardo tiene esa mala cabeza, que no somos capaces de rehacer la alineación.

 

Creo que debo recomendarle seriamente a Ricardo que vaya a visitar a un médico para que le vea lo de la cabeza.

 

Ayer cuando estuve con Ricardo me di cuenta de que se mueve mucho, y como si tuviera un tic o un ritmo, no sé. Se mueve demasiado y eso no es bueno.

 

La próxima vez que lo vea tengo que recomendarle que visite a un médico. ¡Ah! y también que vigile lo de su cabeza. No la tiene bien.

 

Ayer me contó una historia que solo se le puede ocurrir a él. Dice que yo le parezco a D. Dámaso Alonso, que encontró a su mejor amigo y le dijo: No sé quién eres, pero sé que te quiero mucho.

 

¡Qué cosas tiene Ricardo…! Aunque no consigo recordar el apellido…

 

 

P.D.

Ricardo Bellver había muerto hacía seis años. Padeció de alzhéimer durante los últimos años de su vida. También padeció la enfermedad de Parkinson.

El relatante, amigo de Ricardo, sus suegros hacía varios años que habían muerto. Ella dieciséis y él diez.

Sus tres hijos no existieron. Tuvo una hija. A sus nietos no pudo incorporarlos a sus recuerdos.

Su perrita Luna, cuyo nombre no recordaba, lo esperaba acurrucada a sus pies, esperando simplemente una caricia…

Es solamente la cercanía del "alemán" ese, llamado alzhéimer, que tantas vidas ha destrozado…

 

1 comentario:

Amparo dijo...

Eso que usted trata de reflejar en su artículo, lo entiende la persona que lo ha vivido, que lo ha sufrido y que ha visto como esa persona vivía lo que usted dice de Ricardo y su amigo. No hay nada más triste.

Amparo (Salamanca)