sábado, 20 de noviembre de 2010

¡DIOS, QUE BUEN VASALLO...!"

Mayte Tudea Busto               

 

 

Hay un refrán malagueño, que aunque un tanto vulgar, es tan expresivo y tan certero, que no me importa utilizar, incluso impreso, por la sabiduría que contiene:

 

"Teta y sopa no caben en la boca". En mi tierra, algo más eufemísticos aunque menos sujetos a la sintaxis, suelen decir: "Sopas y sorber, no puede ser".

 

Bueno, pues si giro una mirada a mi alrededor, observo que un buen número de personas de las que conozco, aunque sólo sea superficialmente, y otras que se encuentran en el "candelabro" político -como diría una "eminente" actriz prácticamente desaparecida-,  consiguen "morder y  sorber", y todo ello a un mismo tiempo.

 

Casi nadie se conforma con su trozo de pastel -aquél que por derecho le corresponde-, e intenta además llevarse al coleto un plato de fabada, algún filete empanado, y si se tercia, unas almejas a la marinera, aunque sea para la hora de la merienda. Todo es bueno para el convento...

 

En las altas esferas, hay políticos que además de su cargo representativo, bien en las Cortes, o en el Senado, pertenecen a la nómina del partido y detentan un puesto de relieve en el mismo con el consiguiente "doblete" en las retribuciones, alcanzando en ocasiones cifras de ingresos tan "groseras", que al conocerlas, nos producen urticaria al común de los mortales.

 

Ahora bien, como esto es legal,  no se percibe ni la más mínima sombra de sonrojo por su parte. "Si me está permitido hacerlo ¿por qué voy a renunciar a ello?" parecen decirse. Y de esta forma tan simple liquidan la cuestión. La ética, e incluso la estética, son para ellos términos obsoletos que no están acostumbrados a manejar.

 

Yo no dejo de preguntarme de qué modo estas personas pueden compatibilizar las tareas inherentes a cada uno de los cargos, porque imagino que dada su importancia, requerirán de muchas horas de trabajo y dedicación. Ahora bien, o son seres con capacidades excepcionales, o no cumplen adecuadamente con las funciones que tienen encomendadas. ¿Por qué será que me inclino a creer esto último?

 

¿Quizá por qué un altísimo porcentaje de los parlamentarios y congresistas

nunca han intervenido en los debates, ni en las propuestas que se presentan

ante las Cortes o ante el Senado? Sus rostros nos son desconocidos y no hemos oído jamás el timbre de su voz.

 

El resumen de lo que antecede, lo ha sintetizado el actual Presidente de la Junta de Andalucía, cuando uno de sus Consejeros dimitió hace pocas semanas por una presunta irregularidad en las subvenciones percibidas por la empresa de su mujer. "En política hay que saber aguantar" ha sido la reflexión del Sr. Griñán. ¡Éle!  Y la "vergüenza torera", ¿la eliminamos?

 

No quiero que el reproche se ciña únicamente a la clase política. ¿Qué decir de los que pertenecen a varios Consejos de Administración además de dirigir Empresas o Consorcios, o grandes Compañías, o Multinacionales?

Si los políticos se alimentan directamente de nuestros impuestos, estos importantes directivos lo hacen a través de nuestra factura del teléfono, de la luz, del gas... ¡Qué ancha es Castilla, Señor!

 

Y por último, no voy a olvidarme de la picaresca del pueblo llano, que trata de emular a su clase dirigente aunque no sea más que en esa característica tan común del "sorber y morder".

 

"Mañana he de estar en la oficina del desempleo para sellar a primera hora, y si le parece, después me paso a instalarle el calentador", me dijo el fontanero hace unos días.

 

"Si quiere que le dé factura, el IVA se lo tengo que cobrar aparte. Le trae más cuenta que no le haga recibo". Este comentario lo escuché de labios del electricista.

 

"He pedido el carnet gratuito para el autobús, porque como mi pensión es muy pequeña y aunque tengo otros ingresos no los declaro..." Diré que esta frase llegó a mis oídos de forma circunstancial y así quedo bien.

 

"Me han ofrecido un empleo, pero como no es el que más me interesa, lo he rechazado. No voy a perder mi derecho a cobrar el paro en estos dos años..." me razonaba el hijo de unos amigos.

 

"¿Y tú declaras los alquileres? Pero si nadie lo hace y son muy difíciles de controlar por Hacienda". Sabios consejos que todavía no me he puesto a considerar.

 

Casi nadie se salva de la quema. Únicamente aquellos cuyos ingresos están sujetos a nómina declarada, o los perciben a través del Estado, y  que de encontrar algún resquicio por el que colarse, a lo peor se contagiaban del virus general que ha asentado sus raíces y forma parte ya de nuestra idiosincrasia.

 

¡Dios, que buen vasallo si hubiera buen señor! Traducido del castellano antiguo, así se lamentaba el Cid Campeador ante el rey Alfonso. Y nosotros, ¿seriamos capaces hoy de formularnos la misma reflexión?

 

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