domingo, 14 de noviembre de 2010

EL DIOS SOL

Tomás Morales Cañedo

Enero de 2010                                          

 

 

         La mejor manera de adorar y venerar algo o a alguien es sentirlo, experimentarlo, como necesario para nuestra vida.

 

         Por ejemplo, el Sol.

 

         Nosotros, ahora, vemos el sol y, pertrechados con nuestros conocimientos, le aplicamos las categorías científicas de que disponemos y el sol deja de ser, ya, para nosotros algo mágico, lo desnudamos de ese halo de misterio que, durante tanto tiempo lo envolvió. Lo hemos secularizado.

 

         Cuando la presencia del sol, con su luz diaria, la veíamos como necesaria tanta para poder aprovisionarnos de presas, en nuestra etapa cazadora, como para no convertirnos en presas de otros animales cazadores y nocturnos, que jugaban con ventaja y ante ellos no sospechábamos, tan siquiera, el peligro acechante, el hecho de poder ser cazadores sin ser cazados y de poder no ser cazados por otros cazadores hizo que el sol se nos presentase como algo o alguien necesario, no sólo conveniente, imprescindible.

 

         Y cuando, cada día, veíamos cómo se marchaba y nos dejaba, envueltos en la oscuridad y, otra vez, en peligro de muerte, añorábamos y pedíamos para que volviera.

         Cuando se convirtió en rutina su ida, para dormir y descansar, y su vuelta, una vez despierto (¡hay que ver cómo antropomorfizamos las cosas!), rezábamos para que no se olvidara de acudir a la cita diaria, saludándolo con alegría.

         A veces, incluso, pensábamos que un dragón, del otro lado de las montañas, todas las noches, lo devoraba, pero que por la mañana lo devolvía o él resucitaba y nos acompañaba otra vez.

 

         Fue el miedo a la noche, a la oscuridad, lo que nos hizo dependientes de él.

 

         Yo también habría adorado al sol y lo habría convertido en un dios y le habría dado culto y le habría rezado todas las puestas de sol para que descansara y para que no se le olvidara volver, porque lo necesitaba para vivir y para no morir.

 

         Porque sin él hasta la naturaleza muere y si la naturaleza está muerta yo también lo estaré.

 

         El Sol como el dios Fuente de Vida.

 

         Seguramente que si el Sol hubiera estado siempre ahí, tan a mano, siempre quieto, en constante y continua compañía, y no hubiéramos sido conscientes de que su presencia era la causa de nuestro poder seguir vivos y viviendo; si no hubiéramos echado en falta su ausencia, seguramente que hubiera sido algo ordinario y no extra-ordinario, lo hubiéramos vulgarizado en vez de divinizarlo.

         Si siempre hubiera llovido y nunca hubiera habido sequías, si la tierra hubiera sido siempre fértil y nunca hubiera habido hambrunas….el hombre no habría sentido dependencia de la naturaleza.

 

         Todos sentimos dependencia de aquello que necesitamos y no poseemos.

         Esta conciencia de la dependencia de la naturaleza es la fuente de la religión o su principal creadora de divinidades.

 

         Quizá haya sido la variabilidad de la naturaleza, el sucederse de las estaciones cada año, a su debido tiempo, el hecho de que se vayan y vuelvan, de su ir y venir periódicos, lo que los hizo objetos de culto religioso.

 

         Sólo cuando nos asfixiamos, cuando nos falta el aire, somos conscientes de su necesidad. Uno se acuerda sólo de Santa Bárbara cuando truena. Si nunca tronase o si siempre estuviera tronando no habría Santa Bárbara de la que acordarse.

         Estamos tan acostumbrados a que no nos falte el aire o el agua que cuando…

 

         Todo lo que siéndonos necesario y estando presente se ausenta, al echar en falta su presencia, rezaremos para que vuelva.

 

         He ahí el sentimiento religioso.

 

         El Dios Sol. ¿En qué civilización no lo ha sido? No podría haber sido de otra manera.

 

         Y una vez tomada conciencia de su necesidad, de su dependencia, de su divinización como el "padre de la vida", de toda vida, también de la vida humana, ahora llega el segundo paso, representárselo como un ser humano más, es la "antropomorfización".

 

         Cualquier fuerza de la naturaleza, de la que depende el hombre, es divinizada, pero, para poder adorarla, es necesario "antropomorfizarla", estamos hablando de la "religión natural".

 

         Masculinización del sol, él es el padre del día, recorriendo el firmamento a diario, montado y guiando un carro tirado por caballos.

         Y como todo varón completo tiene que tener una mujer, el sol tiene a la luna, femenina, que cuida de sus hijos durante la noche, cuando el padre, cansado, está descansando. Su luz es inferior a la del sol, algo natural teniendo en cuenta el mayor valor del macho.

 

         Pero, eso sí, turnándose, como unos buenos padres para cuidar de sus hijos, los hombres, nosotros.

 

         Pero también ocurre en la religión espiritual. Toda la mitología griega qué es sino un desfile de dioses y diosas con formas humanas.

         Incluso se imaginaban un mundo celestial, muy parecido al mundo terrenal.

 

         ¿Y en el cristianismo?, ¿qué forma tiene Dios?

 

         La deducción lógica es elemental. Si "Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza", nosotros somos imagen y semejanza suya y al ser Él, creador del hombre, un ser perfecto, el original tiene que ser muy parecido, aunque mucho más perfecto que el hombre creado.

         Dios antropomorfizado.

 

         En realidad la religión cristiana es la inversión de la realidad. No es que Dios creara al hombre a su imagen y semejanza, la realidad es que todo fue al revés, fue el hombre el que creó a Dios a su imagen y semejanza.

 

         Cuando yo percibo una mesa no percibo su existencia, sino un objeto llamado mesa.

         Cuando alguien dice que nota la presencia de Dios, que percibe la existencia de Dios, de la Virgen, de los Ángeles… ¿qué es lo que en realidad perciben?

 

         El primero y originario objeto de la religión, en todos los pueblos, siempre ha sido la naturaleza.

         Sin embargo, el Dios cristiano, no sólo es anterior a la naturaleza, es su creador.

 

         ¿Qué necesidad tenía el hombre de crear un Dios eterno y feliz? Porque el hombre quería estar sano y no enfermo, y quería no morir sino vivir siempre, este deseo lo lleva al otro lado de la moneda.

 

         Y como la enfermedad y la muerte son algo "natural", había que imaginarse y crear un Dios independiente de ella, anterior a ella, incluso creador de ella.

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