domingo, 18 de mayo de 2008

EL OTRO LADO DE LAS COSAS.

 

         Tomás Morales Cañedo

 

         Voy a darte un consejo (a pesar de que los consejos son como los euros, nunca deben darse si no se piden, y si se piden…. ¡cuidado!): "Cuando veas que todos, unánimemente, piensan y afirman lo mismo de la misma cosa o del mismo acontecimiento, desconfía, ponte del otro lado, averigua la otra cara de las cosas". No puede ser que personas tan distintas, en circunstancias tan diversas, piensen y digan exactamente lo mismo.

 

         Os cuento un hecho real.

        

         Al poco de cruzar este escribidor el Despeñaperros, desde mi queridísima Castilla (o País Leonés, como quieren ahora los separatistas de mi tierra) y asentarme en Andalucía, voy, con la que hoy es mi esposa, Aurora, a la feria de Sevilla. Caseta militar. Mi cuñado que se acerca a una belleza joven, con traje de gitana, que la saluda, habla con ella y me supongo lo que le susurraría al oído porque, al rato, viene a sacarme a bailar sevillanas. Un corro a nuestro alrededor. Ella grácil, con desenvoltura, con salero y con solera y yo que…. "un pollo "apeao" se habría desenvuelto mejor". El mayor ridículo de la feria y yo como protagonista. Su belleza y su moverse contra mi torpeza y mi impostura; y todo en medio de un corro con gente haciendo palmas. ¿Os lo imagináis? Pues mucho más.

 

         Al sentarme, entre aplausos no sé por qué, juré por todos los dioses que aprendería a bailar sevillanas.

        

         Córdoba. Mes de Octubre. Academia de baile. El único varón, no rociero, era yo. Y aprendí. ¡Vaya que si aprendí! Baile de Academia, pero me defendía bastante bien.

         Mes de Mayo. Feria de la Salud, de Córdoba. El record de bailes  de sevillanas era mío. Con mi esposa. Con las esposas de mis amigos. Con las esposas de compañero del Instituto. Hasta con las esposas de los inspectores de Educación. "A mí me toca la tercera", "pues yo voy detrás de ti", "entonces yo soy la quinta". Me destrocé los pies, de tanto bailar.

 

         Al año siguiente, mis compañeros del Instituto, los inspectores de Educación,… todos bailando sevillanas.

         Yo ya no bailé más sevillanas, hasta ahora, que sigo sin bailarlas.

 

         Yo reconozco que soy una persona un tanto peculiar, no sé si rara, pero un tanto excepcional.

         Yo prefiero dar la vuelta por detrás  y ver la otra cara de las cosas. Porque las cosas son como las monedas o los billetes, tienen siempre dos caras.

 

         ¡Ah!, se me olvidaba. La sevillana que, todavía llevo grabada en mi mente, de tanto oírla, era El Desamor, de Los Rocieros.

        

                   "El amor es un viento, que igual viene que va. Se muere… Vuelve a resucitar.   Si me enamoro… Me desenamoraré… enamorarme otra vez.

                   "Cuando más te quería me dijiste que no; y el amor… Se volvió desamor…"

                   "El amor es un juego, con su cara y su cruz. Puede ser nieve y fuego, puede ser sombra y luz…"

 

         La contradicción, la oposición, la antítesis, la lucha de contrarios. Así soy yo. Me gusta pensar-contra.

 

         Todo esto ¿a qué viene? Como podéis comprender no es para hacer propaganda de mis dotes artísticas. Sino porque acabamos de celebrar el 2º Centenario del 2 de mayo ("¿de qué año?" – preguntaría un alumno de la ESO), del 1808. Ya saben. Mostotes, batallas, Carlos IV y Fernando VII, Goya,…

 

         "Y el heroico pueblo de Madrid se levantó en armas contra el invasor".

         ¿De verdad? ¿Lo creen Uds?

         Yo opino lo contrario, Creo que si hubiéramos aceptado las ideas ilustradas de la Revolución Francesa, serenamente, en paz…habríamos adelantado muchos años, nos habríamos ahorrado muchos tropezones  y marcha atrás, y otra vez arrancar…

         Nos habríamos ilustrado directamente, de prisa, sin pausa. Habríamos estado en el vagón de cabeza de los Derechos y de las Libertades.

 

         Nos tiramos a la calle pidiendo que llegara el Deseado que ya era, fue y se mostró como, un Indeseable.

 

         "El dos de mayo no fue un movimiento patriótico, fue un día de cabreo". Y no lo digo yo. Lo dice, nada menos que, Arturo Pérez Reverte, que de esto sabe la tira. "Un día de cólera" se titula el libro, en Alfaguara, editado con motivo del Centenario.

 

         Para autojustificarse y reafirmarse hay un método, de toda la vida, como es descalificar al contrario. Al Rey José I Bonaparte, al momento lo denominamos "Pepe Botella". ¡Hala, ya podemos, pues, empezar a tirarle piedras"!

 

         ¿Dónde se encontraba, en ese momento, el Ministro de la Guerra o de  Defensa? Este señor (¿) tras desbaratar el plan que el Capitán Velarde había pergeñado para resistir a los franceses, sólo se le ocurre salir a la calle, no para ponerse al lado del pueblo, sino para calmar voluntades, para apagar la revuelta, convencidísimo de lo inútil que es resistir a los franceses. Apuesta por el despacho más que por el pueblo.

         ¿Se levantó en armas el ejército? No. Estaba muy tranquilo en sus cuarteles. ¿Dónde estaban los generales….? El Capitán General de Madrid, con la sangre aún caliente y humeante en las calles decide escribir una carta al Duque de Berg, poniendo a las autoridades españolas, al ejército y a todo el país a sus pies.

         Sólo dos capitanes, Daoiz y Velarde, heridos, rematados en el suelo y muertos en la defensa del Cuartel de Monteleón, y un teniente, el teniente Ruiz, muy herido. ¿Entonces, quiere decir que….? Sí, quiere decir eso que estás pensando. Que fue un día de cabreo y no un movimiento patriótico.

         Sus cadáveres estuvieron expuestos en la Iglesia de San Martín. ¿Saben Uds. cuántas personas velaron sus cadáveres? Solamente una.

         Daoiz y Velarde actuaron contra las órdenes recibidas, es decir, desobedeciendo (¡Unos militares desobedientes!). El incumplimiento de la ley puede llevarte a ser un héroe de la patria, derramando su sangre por ella, o puede conducirte a un consejo de guerra, ser considerado un traidor a la patria y condenado a muerte por traición.

 

                  Cuando se habla de que "el pueblo de Madrid se levantó en armas", ¿de cuántas personas estamos hablando? Entre 1000 y 2000. No más. Muy pocas personas, pero muy indignadas, muy cabreadas. Solos. Sin políticos que lo ordenasen ni apoyasen y sin militares que los dirigieran.

         Estas menos de 2000 personas no es que ayudaran al ejército, lo substituyeron, para su alabanza y para vituperio del estamento militar.

         Esto es lo preocupante de aquella España, aquel extraño país en el que las tabernas eran más decisivas que las universidades.

 

         "Veníamos a ayudar a un país retrasado y hemos acabado luchando con mujeres, tenderos y putas".

         "¡Qué extraño pueblo, que la muerte por la patria le produce tanto placer como hacer el amor con la parienta"!

 

         Eso era, pues, lo preocupante, que fuera el pueblo llano, en general analfabeto, huérfano de Rey (el 20 de Abril Fernando VII había pasado la frontera francesa), huérfano de políticos (¡vaya papelón el de la Junta de Gobierno!) y huérfano de militares (¡tan imprescindible su formación para una batalla!).

         Ese llamado "pueblo de Madrid" sería (hoy), actuando de la misma manera, considerada una chusma, una canalla, unos rufianes, un grupo de revoltosos, unas minorías desintegradas, un populacho de navaja fácil, armado con piedras, palos y cuchillos.

         ¿No le habríamos enviado, hoy, a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, para dispersarlos, detenerlos, ponerlos a disposición de la justicia por "desorden público"?

 

         ¿Cuánto tiempo tuvimos que soportar Absolutismo y clericalismo?, ¿Cuánto tiempo estuvo viva  la Pepa"? ¿Cuándo llegaron las libertades a esta nuestra España?

 

         ¿Debería haber estado ligado el futuro de España al de la avanzada Francia, haber seguido su estilo, haber chupado rueda y aprovecharse de la escapada y haber sacado ventaja a las demás naciones?

 

         ¿Fue un acierto o fue un error encender la mecha de un incendio condenado, de antemano, a quemarse, sobre todo si los bomberos no estaban allí?

 

         Dejarse permear por una cultura probadamente superior, en todos los órdenes, ¿era lo más conveniente o no? ¿O es que todavía creemos en eso que los nostálgicos del pasado denominan "identidad cultural"?

 

         Y al terminar la batalla de Madrid, sin militares que retirarse por no haber intervenido, es la hora de que entren los enterradores para que los cadáveres no huelan, que entren los pintores para dar fe de lo ocurrido, que entren los poetas para cantar con la palabras.

 

         Lo que Goya pinta es el aplastamiento del pueblo con la connivencia del gobierno y de los mandos militares.

 

         Lo que nos cuentan los Episodios Nacionales de Don Benito Pérez Galdós ¿es lo mismo que nos cuenta Arturo Pérez Reverte?

        

         La cara y la cruz de las cosas. El viento que ¿viene o que va?  ¿Cuál es la nieve y el fuego?, ¿Cuál es la sombra y la luz?

 

         Y después de 1808 llegaría 1015. ¿O es que ya nadie se acuerda? Y entre la caballería prusiana y la artillería británica permitieron que el Duque de Wellington venciera, definitivamente, a Napoleón en Waterloo. ¿Y a continuación? Pues el reparto del Congreso de Viena. ¿Y….? Pues que lo que vino detrás fue peor. Cada nación tendría que hacer su propia revolución, a la francesa, su evolución a la democracia, con enormes costes  en vidas humanas y enfrentamientos internos.

 

         ¿Y si Napoleón hubiera vencido en Waterloo y toda Europa, a imagen y semejanza de Francia, hubiera pasado del Antiguo Régimen al régimen de libertades y nos hubiéramos ahorrado toda la sangre de las revoluciones del XIX?

 

         Quizás ya, entonces, hubiera habido una Unidad Común Europea.

 

         Para colmo, la solución teórica adoptada para acabar con el "homo universalis" de los Ilustrados fue el nacionalismo. La parcela. El terruño. La nación. ¿No nacieron, de estas crías, las dos guerras mundiales?

 

                   Como les decía. La cara y la cruz. El haz y el envés. La otra cara de las cosas.

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