lunes, 26 de mayo de 2008

EL DESPERTAR DE RAFAEL

(3ª parte de Sueños Hechos Realidad)

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

Abrió los ojos y lo único que pudo distinguir fue un fogonazo de luz y algunas como almas blancas, que fluctuaban a su alrededor. No vio nada más. Ni sabía si vivía, o había muerto, o estaba en el otro mundo… ¿en cuál de ellos?, esperando su juicio…

Rafael, que era un personaje muy reflexivo, - qué remedio le quedaba después de lo que había descubierto de su otra vida – se propuso un sosegado y detallado estudio de su situación.

De pronto se abrió paso en su cerebro la causa de su bajón físico y de esta especie de cerrazón de sus canales intelectuales, de su sin-razón rara, falta de luz, apagón de su raciocinio.

Todo había coincidido en una carambola propiciada por la aparición, recién repuesto de su azarosa situación en los dominios de los señores de Molina en el asunto  del contencioso de un molino en la zona de Huerta Bellida, con un encuentro en el despacho de Pablo con la aparición en televisión del cardenal Rouco. El desencadenante fue una pregunta de Pablo sobre qué le recordaba la actuación del alto clero español  en la vida política actual.

Pablo decidió hacerse cargo definitivamente del estudio psicológico de Rafael. No estaba convencido de su conveniencia, pero podía más su curiosidad que cualquier otro contrapeso.

O.S.

García recibió órdenes de su urgente incorporación al Monasterio de Uclés, donde se iba a dar a conocer la nueva normativa, dimanante del pase de la Administración de la Orden a poder del rey Fernando el Católico.

Este hecho presuponía la desaparición de las luchas interna por el poder detentado por el maestre de la orden.

Incorporado al puesto, se le encargó de la inspección de los distintos territorios, monasterios, conventos, tierras y concesiones de la orden en todo el territorio, teniendo en cuenta que los de la zona que anteriormente pertenecían a León, habían sido cedidos y vendidos a otras órdenes como Calatrava o Alcántara. Debía igualmente hacerse cargo de la custodia, administración y gestión, con reporte ante el administrador general, nombrado por el rey, de la renta anual de la orden de alrededor de 64.000 florines, con los que debía atender a la manutención de la orden, más la aportación acordada a la corona. 

En relación a este último trabajo, surgió un problema, del que tuvo que hacerse cargo con la mayor urgencia. Era de cierta importancia la aportación a las arcas de la Orden por parte del gremio de esparteros, teniendo estos su principal ubicación en un pueblo de la provincia de Albacete, Hellín, donde por desavenencias entre ellos y otros gremios, dejaron de ingresar en la orden lo acordado con anterioridad, resintiéndose su economía, hasta el punto de que se le encargó a García su resolución de forma inmediata.

Marchó García a estas tierras de la Mancha, lindantes con las de Murcia, llegando a Hellín la semana anterior a la semana santa del año 1508.

Les ofrecieron como lugar de hospedaje un edificio en las afueras del pueblo, por la zona que se hallaba el matadero, detrás de la iglesia de San Roque. En esta iglesia les atendieron para sus celebraciones y deberes religiosos, y ahí les propusieron, con la semana santa a las puertas, que acompañaran como compañía de honores al Cristo de Medinaceli, que se venera en la citada iglesia.

Como tal compañía desfilaron el Viernes Santo, acompañando la procesión desde el Calvario, hasta su terminación en la iglesia de la Asunción y su posterior encierro en la iglesia de San Roque.    

Pero antes de esta celebración, se encontraron con una enorme sorpresa, que nadie les había explicado, y que en principio les sobresaltó hasta el punto de tomarlo como una posible sublevación del pueblo.

Después de haber cenado el Jueves Santo, y dispuestos a retirarse a descansar, comenzaron a oírse batidas de tambor por distintas zonas del pueblo, lo que les hizo sospechar que alguien estaba intentando levantar a la población con algún fin desconocido. Alarmados ante este imprevisto, comenzaron a prepararse cuando alguien les advirtió que lo que se celebraba era la célebre tamborada del jueves, que se repetiría el sábado, a la que era conveniente que acudieran, aunque solo fuera por la curiosidad de contemplar algo insólito.     

Acudieron a una zona llamada El Rabal, donde encontraron miles de personas, cubiertas con túnicas, y tocando todas sus tambores, ordenadas por cuadrillas, cada una de las cuales hacía sonar un distinto ritmo de toque de tambor, pero todos muy  animados, sonando una especie de "racataplan". Imposible mantener cualquier tipo de conversación, no se oye nada. Lo acompañan con bebida y trozos de bacalao y empanadillas.

Visto, y sobre todo escuchado, esta tamborada, se retiraron a descansar. Sus oídos no estaban acostumbrados a este enorme ruido.

En estos días les agasajaron con la degustación de distintas comidas típicas de esta zona. Comieron por ejemplo, habas con jamón, "patagorrina", "michirones", gazpacho manchego, "cuchifrito", "mojete", etc. Probaron también los caracoles. Unos llamados "serranos", que decían eran muy difíciles de  localizar, y otros llamados "chuparanderos", que son más pequeños y hechos con caldo o salsa.

El domingo de Resurrección, después de presenciar de nuevo el sábado una nueva tamborada, recibió la visita de un correo del Gran Maestre con la orden de presentarse con la mayor urgencia al obispo de Guadix, en la provincia de Granada. 

Problemas con el Marquesado del Infantado y  la iglesia toledana, obligaron a la cesión del Marquesado del Cenete  a D. Rodrigo de Vivar y la concesión de sustitución de la Mezquita mayor por una catedral.

Solucionado el problema con el gremio de los esparteros de Hellín, partió en dirección a Guadix con los caballeros de la orden que le acompañaban.

 

XXI

Pablo y Rafael estuvieron charlando de sus cosas durante toda la tarde, de forma que decidieron marcharse a cenar juntos, pero antes quiso Pablo hacer una llamada telefónica a su prometida. Después de efectuada la misma, le comentó que se hallaba en el pueblo para visitar a su familia. Su pueblo era Hellín, un pueblo de la provincia de Albacete, al que le recomendó acudir en la semana santa, si deseaba conocer un espectáculo único e insólito.

Rafael le preguntó si se  refería a la tamborada, por lo que Pablo supuso que ya conocía el pueblo.

No el actual, pero yo estuve allí hace ahora exactamente 500 años, y fui sorprendido por algo insólito. Una sin igual tamborada. Supongo que habrá cambiado mucho el pueblo, pero mi tropa acampó tras la iglesia de San Roque y conocí El Rabal, la iglesia de la Asunción, el monte Calvario, y no recuerdo cuantas cosas más.

Ahora sí estamos de acuerdo, le dijo Pablo, en que tu eras el tal García, del que me hablas y del que yo tanto he dudado.

Rafael le confesó que él también estaba casado con una chica de Hellín, concretamente del barrio de San Roque y que se marcharon muy jóvenes de allí, aunque suelen acudir una vez al año, aunque solo sea por disfrutar de ese arroz con conejo, que se prepara allí como en ningún otro sitio del mundo.

Se despidieron, quedando citados en Iso para tomarse un arroz con sus parejas. Se comprometieron a mantener en secreto sus vivencias. Nadie les tomaría en serio. Pero antes se encontrarían en Uclés, en el Monasterio de Santiago Apóstol.

 

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