domingo, 1 de noviembre de 2009

CHARLAS FEMENINAS

Mayte Tudea Busto

Septiembre 2009

 

Hablábamos de temas intrascendentes. Un pequeño grupo de mujeres, piando como pájaros, picando como pájaros sobre los asuntos livianos, domésticos, sobre las cosas comunes del día a día, y haciéndolo con desparpajo, de ese modo tan natural, como sólo saben llevarlo a cabo las pertenecientes a mi sexo.

 

Hubo un momento de silencio. Y una de nosotras suspiró. Suspiró de un modo profundo, como si le hubiera surgido desde las mismas entrañas, desde la profunda oquedad del centro de la Tierra. Todas nos volvimos a mirarla. La atmósfera se hizo densa, cambió radicalmente el tono ligero que había flotado hasta ese momento en el ambiente, e intuimos que iba a variar sustancialmente nuestra conversación.

 

"¿A la edad a la que hemos llegado, estáis todas conformes con la vida que habéis tenido? ¿De qué os arrepentís? ¿Qué cambiaríais?"  Así, como un trallazo, sin solución de continuidad, las tres preguntas se encadenaron y  provocaron en el resto de nosotras una expresión de sorpresa contenida.

 

¡Y a continuación se abrió la caja de Pandora! Yo conocía la vida de cada una de ellas -somera o profundamente, dependiendo de quién se tratara-, pero sobre aquella mesa virtual se colocaron sentimientos desconocidos, frustraciones ignoradas, fracasos ocultos, ambiciones inéditas, reflexiones extrañas... Todo un mundo. El "mundo" de cada una de las componentes de aquel grupo, un "mundo" personal e intransferible; sus vivencias, su vida.

 

El lugar resultaba adecuado para las confidencias. Una amplia terraza desde la que divisábamos el mar, un incipiente anochecer de Septiembre –cálido aún-,  una larga mesa con variados alimentos, y unas copas de vino que propiciaban la fluidez de la charla y que ayudaban a expresar con mayor facilidad lo que había permanecido soterrado hasta entonces.

 

"¡Ay, si en lugar de casarme con A lo hubiera hecho con B...!.¡Si hubiera terminado la carrera que abandoné para casarme...!.¡Si hubiera reunido el valor para dejar a mi marido...! ¡Si no me hubiera separado de él...! ¡Si hubiera tenido hijos...! ¡Si no hubiera tolerado tanto tiempo que me maltratara!; "Si hubiera aceptado aquella proposición..." Si, si, si... Cuántos condicionales, cuántas incógnitas por resolver...  Allí había material para una novela, o dos, o media docena...

 

Sólo una persona permanecía escuchando y en silencio durante el largo tiempo que duró aquella improvisada sesión de "terapia de grupo". Observaba, sonreía, y pensaba... "de haber ocurrido todo lo que lamentan que no haya pasado, hoy estarían quejándose precisamente en sentido contrario".

 

La mayor parte de las elecciones importantes que realizamos en nuestra vida -profesión, matrimonio, paternidad, etc.- están sujetas a error. ¿Cómo acertar con una decisión de tan profundo calado y de tan larga duración? Aquello que ambicionamos y soñamos en un determinado momento, -momento en el que además no habíamos madurado lo suficiente-, no tiene por qué permanecer inalterable a lo largo de los años. Las personas crecemos y el crecimiento implica cambio.

 

La vida es un continuo aprendizaje. Y lamentarse no sirve de otra cosa más que de desahogo. Errar y aprender. Esa es la ecuación. Y dar gracias por estar vivos.

 

Y allí mismo comencé a garabatear mis impresiones, y al cabo de un rato se transformaron en un soneto.

 

 

EL FIN DEL ESTÍO

 

 

El tiempo del fulgor se ha marchitado,

las dulces mieses del fecundo estío

barridas son al cauce de ese río,

que en su voraz fluir las ha arrastrado.

 

Y una sutil tristeza nos embarga,

un halo melancólico, envolvente,

se apodera del cuerpo y de la mente,

y la más dulce miel se torna amarga.

 

Mas no es hora de duelos ni lamentos,

tuvimos cuanto fue; si no supimos,

extraer de la vida los momentos

 

de plenitud, de gozo; si perdimos,

si resultó un error nuestro apostar,

         si aprendimos, ¡aprender es ganar!

 

 

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