martes, 31 de marzo de 2009

VIAJE   A  EGIPTO

Mayte Tudea Busto                          

 

He regresado hace dos semanas de un recorrido por Egipto. Un viaje que aunque proyectado e intentado llevar a cabo en diversas ocasiones,  por una u otra causa, no me había sido posible realizar.

 

Egipto siempre me ha sugerido el misterio. Una civilización milenaria, cargada de historia, rodeada de un halo impenetrable y con una aureola de secretos fascinantes aún por descubrir.

 

La novela de Mika Waltari  "Sinuhé el egipcio", las producciones de Hollywood sobre los faraones y sus leyendas,  las historias de Nefertiti y Cleopatra, alimentaron durante años mi imaginación y soñaba con el momento de contemplar sus templos funerarios, de adentrarme en los enigmas de sus pirámides y de admirar la belleza de su arte y de sus tesoros.

 

Y por fin, pude culminar la ilusión tanto tiempo mantenida.

 No podía haberse acuñado un término más adecuado para describir cuanto he visto, que el de faraónico. Me han producido asombro y admiración el colosalismo de sus templos, la grandeza de sus efigies, la hermosura de sus grabados, de sus pinturas, la exactitud de sus cálculos matemáticos, la rotundidad de su arquitectura,  sus avanzados conocimientos sobre medicina y farmacopea. Y más si se tenemos en cuenta los siglos que han transcurrido desde que esta civilización alcanzó su momento de mayor esplendor.

 

Pues bien, al recorrer sus principales ciudades –El Cairo, Alejandría- y asomarme a algunos de los pueblos que atravesamos en el camino, tuve la impresión de que este país había retrocedido a épocas muy anteriores a las de gloria y brillantez que mostraron durante las diferentes dinastías de los faraones.

 

La desidia, el abandono, la pobreza, la suciedad que se respira en sus calles, la abulia de sus habitantes, el deterioro de los edificios actuales que parecen desmoronarse, contrastan con la pujanza y la solidez que aún muestran sus construcciones históricas. Produce una gran tristeza respirar la decadencia de un país cuyo legado aún conmueve y fascina a quien lo visita.

 

El resumen poético lo confirma.

 

 

EGIPTO.

 

 


Palmeras cimbreantes,

emergen de entre un curvo mar de arena,

bajo un sol destellante,

las mecen con sus cantos las sirenas.

 

Y ese río de vida,

que baña unas riberas complacientes,

en fértil limo anida,

y hace brotar pujante las simiente.

 

¡Oh, Nilo misterioso,

de discurrir profundo y milenario,

de perfil orgulloso,

invicto te derramas en tu estuario.

 

Te observan impasibles,

los colosales templos erigidos,

templos inmarcesibles,

a través de los siglos mantenidos.

 

Egipto de contrastes,

de joyas deslumbrantes, de pobreza,

de bellezas radiantes,

que encubre una miseria sin nobleza.

 

Impregna mi retina,

ese cobalto oscuro de tu cielo,

y tu luna ilumina,

y cubre con la magia de su velo.

 

He aspirado tu aroma,

tus intensos colores me han cegado,

y volé cual paloma,

del hoy, al esplendor de tu pasado.

 

Tu ayer incandescente,

no logra conmover la indiferencia

de tu triste presente,

que va tras de un fulgor, que ya es ausencia.

 

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