domingo, 29 de junio de 2008

A P O L O     Y    D I O N I S O S

(2ª parte)

 

Tomás Morales Cañedo/Profesor de Filosofía

 

 

   Es el gran error de toda la cultura occidental. El cuantificar­lo todo. Y como resulta que la ciencia comenzó a avanzar cuando las cualidades (peso, calor, distancia,...) fueron cuantificadas, no­sotros, más papistas que el papa, ¡a cuantificarlo todo! hasta la felicidad, hasta la vida, como si se pudiera coger agua con una cesta.

 

   !Apolíneos¡!Tristes apolíneos¡.Hay que comer a las tres y cenar a las diez; hay que dormir ocho horas y descansar tales días, y sacar un cinco, y pesar cincuenta y nueve, y ochenta-cin­cuenta-ochenta.   

 

    Dionisos es otra cosa. Es el dios de lo cualitativo, del estar bien y del sentirse a gusto; es el dios de la juerga.

 

     Un dionisiaco come cuando tiene hambre y duerme cuando tiene sueño. Si se va es porque quiere irse, no porque tenga que marchar­se. Si emprende un viaje quizá sepa cuándo sale pero no se preocu­pa por la hora a que tiene que llegar porque no tiene que llegar a ninguna hora. Es dueño y señor del tiempo y lo gasta o lo tira como quiere y cuando quiere.

 

    El apolíneo, todo ufano él, le echará en cara al dionisiaco que ha empleado media hora menos en el viaje, que su coche cuesta quince mil euros más, que tiene el doble de cubicaje, que subió el puerto a ochenta con el siete por ciento de pendiente,...!Es tan feliz manejando cifras el pobre hombre! El dionisiaco, en cambio, disfru­tará viajando, sin prisa en llegar ni en salir. ¿Por qué la prisa si está siendo feliz mientras va? Ni contará kilómetros, ni escalones, ni litros, ni cuántas veces por semana tiene que hacer el amor con su mujer para ser feliz. ¡Como si la felicidad estu­viera ahí, fuera de uno, esperándolo!, ¡como si la felicidad no estuviera dentro de mí!

 

   El apolíneo siempre va detrás de la felicidad. Para él la felicidad se encuentra siempre al final (cuando apruebe, cuando le suban el sueldo, cuando pague la última letra de…, cuando...cuan­do...) Estará tan pendiente de las fechas del futuro que cuando éstas lleguen estará tan nervioso, tan preocupado o cabreado, que no sabrá qué hacer, porque no está entrenado, no sabe ser feliz, no está acostumbrado a convivir con la felicidad.

 

 

         (¿Quién fue el que dijo que el máximo placer que se saca de una puta es cuando se está subiendo la escalera del prostíbulo?).

  

   El dionisiaco no. El dionisiaco va disfrutando mientras va y cuando llega sigue disfrutando porque la felicidad nunca le es ajena. Está siendo feliz mientras está siendo. Nunca pone a plazo fijo la felicidad. Nunca la hipoteca

 

         (¿Quién fue el que distinguió entre el placer de haber comido y el placer de estar comiendo?).

 

      Uno algún día será feliz, el otro siempre lo está siendo. Uno es esclavo del cuándo, el otro es señor del ahora.

 

   Al apolíneo le pasa lo que al avaro, que pasará todo el tiempo contando el tiempo (o el dinero) no teniendo tiempo para disfrutar­lo (¡qué ironía!). Siempre recordando el pasado.

 

         (¡La de cosas que cuenta haber hecho cuando fue joven...cuando tuvo una novia...cuando fue a...cuando vino de...!) y amigo del futuro (¡la de cosas que hará cuando...y cuando....y cuando...!). El dionisiaco, en cambio, no es que sea amigo del presente, es que está amancebado con él. Lo abraza, lo aprieta, lo estruja, lo apura. No tiene que contar nada a nadie, lo está viviendo, es feliz, está siendo fe­liz, convive con la felicidad.

 

         ¡Los apolíneos me recuerdan a los japoneses, Sony en mano, grabándolo todo, para disfrutar del pasado en vez de ordeñar el presente!

 

    Mientras el apolíneo necesita contarlo, al dionisiaco le basta y le sobra con vivirlo. El apolíneo, sin público, se muere; al dionisiaco ni le estorba ni lo necesita. El apolíneo moriría sin un reloj al que consultar constantemente. Teme el desorden y la desorientación. Necesita saber cuánto falta para...o cuánto ha pasado desde... Dirá que ya es hora de irse porque son las tres o que es hora de levantarse porque son las siete. El dionisiaco, en cambio, permanecerá en la fiesta mientras lo pase bien, se levanta­rá cuando ya no tenga sueño y desayunará cuando tenga ganas.

 

   El apolíneo dirá que su piso es de 230 metros, que costó 600.000 y que su dormitorio, de nogal escocés del valle de Mac, se puso en los veinte mil euros. El dionisiaco, en cambio, vivirá cómodamente en cualquier piso barato de alquiler, dormirá en cualquier módulo plegable, sobre cualquier goma espuma.

 

 

   El apolíneo no sólo necesita cosas, es que disfruta teniéndolas y sobre todo contando que las tiene; al dionisiaco todo eso le importa un rábano "revenío" porque, aunque apenas tenga, es feliz.

 

   El apolíneo dirá "sábado sabadete..." para el dionisiaco cualquier momento es sábado. El apolíneo tendrá que vestir así o "asao", el dionisiaco vestirá como le dé la gana.

 

   El apolíneo será un lógico, un matemático; el dionisiaco será un bohemio, un poeta de rima libre, un amigo de las metáforas.   

 

   Nosotros os diremos constantemente, machaconamente,"que estu­diéis", "que ahorréis", "que os calléis", "que empleéis bien el tiem­po", "que seáis unos hombres de provecho", "que invirtáis vuestra juventud", "que sacrifiquéis vuestro tiempo libre", "que dejéis recogido el cuarto de baño cuando os duchéis", "que seáis ordenados", "que seáis educados", "que seáis puntuales", "que....

 

   Amigo, joven, alumno, los consejos son como los euros, nunca deben darse si nadie te los pide, pero yo, apolíneo, te lo voy a dar: "nunca, a tu edad, hagas caso de un apolíneo". Rompe la baraja y apúntate a otro juego. Escucha lo que te digo, escúchame con atención, por favor, que es vital para ti, atiende mi consejo: "no hagas caso de mis consejos". Atrévete a ser dionisiaco, atrévete a ser joven.

 

     (Claro que, el día de mañana, ¿quién va a correr con los impuestos?, ¿y quién va a pagar mi jubilación, y mis medicinas gratui­tas, y...?

 

         De nuevo me sale Apolo

 

         ¡No tengo remedio!

 

 

                  Hacedme el favor de ser felices.

 

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