domingo, 22 de junio de 2008

A P O L O     Y    D I O N I S O S

(1ª parte)

 

Tomás Morales Cañedo/Profesor de Filosofía

 

 

     Creo que fue un filósofo europeo quien dijo algo así como:"emborrachaos, emborrachaos de amor, o de justicia, o de belleza, o de cultura, o de naturaleza, o....de lo que sea, pero emborrachaos".

    

     Don Quijote era un borracho. Calixto y Melibea, Romeo y Julieta y los amantes de Teruel estaban, eran borrachos. Y Cristo era un borracho de justicia y de amor. Y Francisco de Asís, y Mahoma, y Einstein, y Marx, y Teresa de Calcuta, y... El mundo es de los borrachos, porque ellos rompen el molde. Un borracho nunca conoce el límite. Al borracho le pasa lo que al amante, que nunca dirá "basta","hasta aquí hemos llegado","ya está bien". Si lo dijeran estarían perdidos, dejarían de serlo. Siempre es posible algo más. Hasta la muerte si es necesario. ¿No lo han hecho así los grandes hombres que en el mundo han sido?

 

     Los europeos, sin embargo, desde el siglo XVIII, no sólo somos sobrios sino que, además, estamos orgullosos de ello, incluso lo pregonamos. Y esto es lo que nos ha perdido, porque nos hemos convertido en mojigatos. Podremos sobrevivir, estirarnos lánguida­mente, arrastrarnos por la existencia, arrancar algunas hojas más del calendario, pero la supravida, la vida intensa, la vida intere­sante, nos estará siempre vedada.

 

     Un sobrio querrá siempre vivir más años, un borracho, un ebrio, deseará vivir mejor, más profunda e intensamente, apurar los posos de la copa de la vida.

 

     El sobrio es el moderado, el calculador, el que se marca unos mínimos y unos máximos que nunca y bajo ningún pretexto deberán ser sobrepasados para no exponerse a perecer ante sí o ante los demás.

 

     Ese mismo filósofo, creo, denominó a estos dos tipos de hombres, el "dionisiaco" y el "apolíneo".

  

     Pero comencemos por Apolo. Este era un dios orgulloso y calculador, un dios racional en extremo, seguro de sí hasta la osadía. Tanto lo era que se atrevió a desafiar al amor y a sus dardos, porque estaba segurísimo de sí.

  

   Apolo era el gimnasta, el bello de cuerpo, el de la voz justa, el del vestido perfecto, el de la lozana juventud, el de despejado talen­to, el de la talla "canon" y el del peso ideal, el creador de la poesía, con sus ritmos medidos y sus asonancias o consonancias perfectas, el padre de la música, con sus compases medidos, el frío, nato y neto calculador. Con todo eso, o precisamente por eso, nunca logró el amor de ninguna mujer. Él era siempre el moderado. Ni mucho ni poco, sino siempre en la media. Incluso en los consejos que le daba a su hijo Faetón:"no seas excesivamente tímido ni demasiado audaz; evita llegar al cielo o descender hasta la tierra; sigue siempre el camino equidistante, es el único que te conviene".

 

     Dionisos, en cambio era lo contrario. Era el dios del vino y la alegría, el dios de la jarana. Dionisos canta y baila, pero su cante y su baile son a su aire. Puede cantarlo y bailarlo todo, y lo hace, pero a su manera, como le da la gana, con voz aguardentosa y torpes movimientos, pero toca todos los "palos" y se marca cualquier "paso".

 

     Sólo Dionisos fue capaz de enfrentarse a los gigantes cuando éstos se atrevieron a escalar el cielo. Dionisos, como el amante y como el borracho nunca encontrará un obstáculo lo demasiado potente como para no poder enfrentarse a él. Sus armas eran los tirsos, los címbalos y los timbales (Véase su significado en la nueva edición, nº 21, del Diccionario de la Real Academia de la Lengua). No es de extrañar que todos los pueblos se le sometieran gozosos, sin derramar una gota de sangre.

 

    Sus trajes eran exóticos y se le representaba como un joven imberbe, fresco, mofletudo, vividor, con una corona de hiedra o de hojas de parra sobre su cabeza. Y a menudo aparece sentado sobre un tonel o descansando a la sombra de una parra cargada de uvas. También se le llamaba Baco o Liber, Libre. Porque el vino, ale­grando el espíritu, lo libera, al menos momentáneamente, de toda preocupación, y le da libertad de palabras y de acciones.

     Se propuso el amor de Erigona y, tras muchas estratagemas, ¡va­ya si lo consiguió!

 

    Toda esta introducción viene a cuento porque me haríais feliz, muy feliz. jóvenes muchachos, si salvarais vuestra vida redimiéndoos a vosotros mismos mientras residís en la llanura de la juventud. Y eso se consigue, mientras se es joven, siendo dionisiaco, báquico, ­dejando de ser apolíneo.

 

     Lo DIONISIACO y lo APOLINEO. He ahí TODO el secreto de la vida y el secreto de TODA la vida. Y me voy a explicar.

 

     Nos han educado en lo apolíneo. Vivimos en lo apolíneo, inclu­so dormimos apolíneamente (aunque en los sueños Dionisos suele vengarse, por lo general).Todo lo tenemos numerado. Desde el Carné de identidad al libro de familia, desde el domicilio a la losa de la tumba, donde pondrán la fecha de tu nacimiento (día, mes, año) y la fecha de tu muerte (día, mes, año).Y el hombre que lo vea, si es apolíneo, calculará cuántos años viviste. El apolíneo está casado con la matemática, es un calculador, es amigo inseparable del número. El templo griego era apolíneo (tantos metros de largo, por tantos de alto, por tantos de ancho; tantas columnas de lado y tantas de frente, tantos metros de frontón y...También el escultor griego era apolíneo, amigo de las medidas ideales. Todo está justo. Todo tiene que estar ajustado. Es el reino de la armonía.

    Así nos han educado y así estamos educando. Somos apolíneos. Nos preocupamos de cuántos años tenemos, o cuántos hijos, o cuántos kilos de más, o cuánto ahorramos, o cuánto cuesta. ­Hemos contado infinidad de veces los 15, 17 ó 23 pasos que hay hasta llegar al piso.

 

     Cuando el apolíneo sale de viaje lo calcula todo. A tal hora salgo, a tal hora llegaré, hay tantos kilómetros, gastaré tantos litros que equivaldrán a tantos euros.

 

     Cuando el apolíneo entra en una tienda a comprarse una prenda de vestir, le guste mucho o no le guste tanto, lo primero que hace es darle la vuelta a la etiqueta para ver cuánto marca el precio. O calcula el valor del conjunto teniendo en cuenta que este bolso puede hacer juego  con aquella falda plisada, o los zapatos que no combinan con el jersey, que se matan.

 

   Apolíneos. Así nos han educado y así estamos educando. ¿Acaso no es la matemática la asignatura más importante de nuestra cultu­ra? Hasta sentiremos compasión por ti si suspendes en Matemática a pesar del sobresaliente en Plástica, en Educación Física y en Ética, como si el hobby, la salud y la honradez, como si la felici­dad tuviera que estar bajo la calculadora de cuántas tiradas debo hacer para que me salgan dos bolas blancas y una negra. ¿Desde cuándo  y hasta cuándo el "cuánto" y el "cuándo" estarán subyu­gando al "cómo"?

 

     Incluso cuando está en una fiesta o en una feria el apolíneo sigue siendo apolíneo, porque, a la mañana siguiente, contará a los demás cuántas cervezas, cuántos cubatas de Larios, cuántas hambur­guesas...Como si lo importante fuera la cantidad. Y que se marcha­ron a las siete de la mañana. Como si el número pudiera ser patrón, medida, del placer.

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y todos estos que eran borrachos, creo que todavía no conocían la cosecha de Rioja del año 2001, que tu y yo sí conocemmos.
A´mí, opines lo que quieras, me gusta más el dionisiaco, mola más. Pero lo peor es que soy apolineo, por formación, por trabajo y por vicio.
Me confundo en un mar de dudas. Pero sigue gustándome más el dionisos, sabe vivir...