lunes, 30 de junio de 2008

RECUPEREMOS LAS PALABRAS

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

Caminando un amanecer por el paseo marítimo de El Palo, escucho en la radio que en el encierro había un toro "berrendo en colorado"… Era una reseña taurina. Fue una llamada de atención que despertó en mí la necesidad de pensar sobre las "palabras olvidadas".

 

Cuántas veces he podido oír la mencionada palabra durante mi vida?... lo ignoro, pero supongo que habrán sido muchas. Sin embargo, había desaparecido de mi vocabulario, por no usarla, por no  considerarla  necesaria ni interesante.

 

Esto me anima a repasar unas cuantas palabras que seguramente, sin intención, he ido desterrando de mi lenguaje, e intentaré hacerlo "a boleo" y que resulte lo más ameno posible.

 

"Berrendo", aparte de otros muchos significados, se dice de  un toro con manchas de colores distintos a los de su capa de  piel. Puede ser berrendo en negro o berrendo  en colorado.

 

En el asunto de los toros, o como algunos llaman la fiesta nacional (que también tiene guasa), te encuentras verdaderas sorpresas. "El arte de Cúchares", los "morlacos", son palabras que te llaman la atención, no por ningún tipo de anomalía, sino por inusuales, por olvidadas en el hablar cotidiano. A nadie, por muy "pijo" que sea, se le ocurre comentar a su amigo: "Voy a sacar una entrada para ir a ver el arte de Cúchares, que creo que traen unos muy serios morlacos".

 

Qué es el arte de Cúchares?  Si yo fuera Matías Prats, padre, os diría que… (qué envidia no ser capaz de hablar, conocer y recordar lo que ese maestro era capaz de hacer), os diría que estamos hablando de la tauromaquia y de los toros, simplemente.

 

Cambiando de tercio, hay pueblos, especialmente por la parte de Murcia, donde cada cual tiene su "mote". Esto es su alias, su apodo. De tal forma es así, que en determinados pueblos (vease la parte de Jumilla, Yecla, Hellín, Caravaca, etc.) no es posible encontrar a nadie, si no sabes su mote, no su apellido, ¡su mote! Mi amiga Sole es capaz de recorrer varias calles enteras de Hellín nombrando, uno a uno, a cada vecino por su mote.

 

Ojo, estoy hablando del mote, no del "motete", que es harina de otro costal, mejor que harina, es otra música. Nos referimos a una composición, música y letra, que normalmente se interpreta en actos religiosos.

 

Estando de turismo en Cuenca con unos amigos, después de tomar unos buenos "zarajos" y raciones de "morteruelo", por supuesto acompañados de buen vino, cómo pudimos reírnos porque mi amigo Paco dice que no encontraba por aquellas subidas unos "mingitorios"o "evacuatorios". Efectivamente, aparte de los zarajos y morteruelo, que son unos auténticos manjares conquenses, como aperitivos, el mingitorio, retrete, escusado, etc., es la forma más castellana de llamar al WC, toillete, o como quiera llamarse al urinario.

 

Yo he bromeado a menudo con las palabras que utiliza mi madre, tiene 99 años, y que ahora están en desuso. Por ejemplo, recuerdo la "cellisca", un viento fuerte. Ahora me toca a mí con mis hijas, incluso mi mujer, con otras que yo utilizo, no siempre adecuadamente, como "belfo"o "cuscuta". El belfo es un labio inferior más grueso y sobresaliente que el superior, o los labios de los caballos. La cuscuta es una planta parásita, aunque en realidad yo la utilizo con otro significado, cabeza.

 

De las palabras que utiliza mi madre, cuando habla de enfermedades, recuerdo "patatús", que es un mal estado no determinado, o "alferecía", que no se refiere a ningún tipo de oficial del ejército, sino a una enfermedad infantil convulsiva.

 

 

Si oímos la palabra "caricato", seguro que más o menos nos orientamos por dónde deben ir los tiros, pero no es de uso frecuente y como tal, dudamos de su exacto significado. No sabemos que nos estamos refiriendo al bajo de ópera que normalmente  representa al bufo, o a aquel que se dedica a caricaturizar a otro para hacer gracias. Si enviáis a una persona menor de 40 años a la "tahona", ¿dónde creéis que iría? Yo apostaría que un porcentaje superior al 90% de ellos no irían a la panadería.

 

De cualquier forma, si hablamos de la "masita", no es preciso que pensemos que estamos hablando de algo que se hace en esa tahona, en plan pequeñito, no. Estamos hablando de una pequeña cantidad de dinero que retiene el capitán a los soldados para compra de ropa interior y otras cositas.

 

 

Hay una cosa que en Valencia siempre nos ha llamado mucho la atención. Existe una salsa, inventada en Valencia, que en toda España se llama "all i oli", y sin embargo, en Valencia, donde se inventó, no se llama "all i oli", en valenciano, sino "ajo y aceite", en castellano, qué contradicción, no?  Por eso precisamente nos llama tanto la atención.

 

En Cádiz, donde temen al Levante como a una tormenta (también al Poniente), utilizan la palabra "barruntar", aunque ellos dicen "abarruntar", cuando esperan o temen que llegue el Levante.

 

Y en Málaga, entre otros dichos que son verdaderas maravillas, oigo a una señora comentar en la radio, a raíz de un pequeño movimiento sísmico: "… las paredes zamarreando…". No es que en realidad esas paredes la agarraran con los dientes y la sacudieran, como hacen los perros, para derrotarla, no. Entiendo que se refería a que las paredes parecían removerse, cimbrearse. 

 

No estoy seguro que hubiera muchos de ustedes que sabrían decirme a qué me refiero si digo que voy a preparar una "aletría". Yo lo aprendí en la zona de Murcia, es un fideo muy fino, que en aquella tierra le llamaban así.

 

Aunque no queramos reconocerlo, todos tenemos nuestra "muletilla",  es decir, tenemos nuestro término que metemos en la conversación, utilizado como hábito, llamado también "bordón".

 

Repasad, si no mentalmente toda vuestra forma de hablar coloquialmente, y veréis que utilizáis a menudo alocuciones, o simplemente palabras, por hábito y muchas veces, no con el significado adecuado. Eso son vuestras muletillas. Yo también las tengo, pero el que las quiera conocer tendrá que encontrarlas, yo no pienso descubrirme.

 

 

Octubre de 2006

 

domingo, 29 de junio de 2008

A P O L O     Y    D I O N I S O S

(2ª parte)

 

Tomás Morales Cañedo/Profesor de Filosofía

 

 

   Es el gran error de toda la cultura occidental. El cuantificar­lo todo. Y como resulta que la ciencia comenzó a avanzar cuando las cualidades (peso, calor, distancia,...) fueron cuantificadas, no­sotros, más papistas que el papa, ¡a cuantificarlo todo! hasta la felicidad, hasta la vida, como si se pudiera coger agua con una cesta.

 

   !Apolíneos¡!Tristes apolíneos¡.Hay que comer a las tres y cenar a las diez; hay que dormir ocho horas y descansar tales días, y sacar un cinco, y pesar cincuenta y nueve, y ochenta-cin­cuenta-ochenta.   

 

    Dionisos es otra cosa. Es el dios de lo cualitativo, del estar bien y del sentirse a gusto; es el dios de la juerga.

 

     Un dionisiaco come cuando tiene hambre y duerme cuando tiene sueño. Si se va es porque quiere irse, no porque tenga que marchar­se. Si emprende un viaje quizá sepa cuándo sale pero no se preocu­pa por la hora a que tiene que llegar porque no tiene que llegar a ninguna hora. Es dueño y señor del tiempo y lo gasta o lo tira como quiere y cuando quiere.

 

    El apolíneo, todo ufano él, le echará en cara al dionisiaco que ha empleado media hora menos en el viaje, que su coche cuesta quince mil euros más, que tiene el doble de cubicaje, que subió el puerto a ochenta con el siete por ciento de pendiente,...!Es tan feliz manejando cifras el pobre hombre! El dionisiaco, en cambio, disfru­tará viajando, sin prisa en llegar ni en salir. ¿Por qué la prisa si está siendo feliz mientras va? Ni contará kilómetros, ni escalones, ni litros, ni cuántas veces por semana tiene que hacer el amor con su mujer para ser feliz. ¡Como si la felicidad estu­viera ahí, fuera de uno, esperándolo!, ¡como si la felicidad no estuviera dentro de mí!

 

   El apolíneo siempre va detrás de la felicidad. Para él la felicidad se encuentra siempre al final (cuando apruebe, cuando le suban el sueldo, cuando pague la última letra de…, cuando...cuan­do...) Estará tan pendiente de las fechas del futuro que cuando éstas lleguen estará tan nervioso, tan preocupado o cabreado, que no sabrá qué hacer, porque no está entrenado, no sabe ser feliz, no está acostumbrado a convivir con la felicidad.

 

 

         (¿Quién fue el que dijo que el máximo placer que se saca de una puta es cuando se está subiendo la escalera del prostíbulo?).

  

   El dionisiaco no. El dionisiaco va disfrutando mientras va y cuando llega sigue disfrutando porque la felicidad nunca le es ajena. Está siendo feliz mientras está siendo. Nunca pone a plazo fijo la felicidad. Nunca la hipoteca

 

         (¿Quién fue el que distinguió entre el placer de haber comido y el placer de estar comiendo?).

 

      Uno algún día será feliz, el otro siempre lo está siendo. Uno es esclavo del cuándo, el otro es señor del ahora.

 

   Al apolíneo le pasa lo que al avaro, que pasará todo el tiempo contando el tiempo (o el dinero) no teniendo tiempo para disfrutar­lo (¡qué ironía!). Siempre recordando el pasado.

 

         (¡La de cosas que cuenta haber hecho cuando fue joven...cuando tuvo una novia...cuando fue a...cuando vino de...!) y amigo del futuro (¡la de cosas que hará cuando...y cuando....y cuando...!). El dionisiaco, en cambio, no es que sea amigo del presente, es que está amancebado con él. Lo abraza, lo aprieta, lo estruja, lo apura. No tiene que contar nada a nadie, lo está viviendo, es feliz, está siendo fe­liz, convive con la felicidad.

 

         ¡Los apolíneos me recuerdan a los japoneses, Sony en mano, grabándolo todo, para disfrutar del pasado en vez de ordeñar el presente!

 

    Mientras el apolíneo necesita contarlo, al dionisiaco le basta y le sobra con vivirlo. El apolíneo, sin público, se muere; al dionisiaco ni le estorba ni lo necesita. El apolíneo moriría sin un reloj al que consultar constantemente. Teme el desorden y la desorientación. Necesita saber cuánto falta para...o cuánto ha pasado desde... Dirá que ya es hora de irse porque son las tres o que es hora de levantarse porque son las siete. El dionisiaco, en cambio, permanecerá en la fiesta mientras lo pase bien, se levanta­rá cuando ya no tenga sueño y desayunará cuando tenga ganas.

 

   El apolíneo dirá que su piso es de 230 metros, que costó 600.000 y que su dormitorio, de nogal escocés del valle de Mac, se puso en los veinte mil euros. El dionisiaco, en cambio, vivirá cómodamente en cualquier piso barato de alquiler, dormirá en cualquier módulo plegable, sobre cualquier goma espuma.

 

 

   El apolíneo no sólo necesita cosas, es que disfruta teniéndolas y sobre todo contando que las tiene; al dionisiaco todo eso le importa un rábano "revenío" porque, aunque apenas tenga, es feliz.

 

   El apolíneo dirá "sábado sabadete..." para el dionisiaco cualquier momento es sábado. El apolíneo tendrá que vestir así o "asao", el dionisiaco vestirá como le dé la gana.

 

   El apolíneo será un lógico, un matemático; el dionisiaco será un bohemio, un poeta de rima libre, un amigo de las metáforas.   

 

   Nosotros os diremos constantemente, machaconamente,"que estu­diéis", "que ahorréis", "que os calléis", "que empleéis bien el tiem­po", "que seáis unos hombres de provecho", "que invirtáis vuestra juventud", "que sacrifiquéis vuestro tiempo libre", "que dejéis recogido el cuarto de baño cuando os duchéis", "que seáis ordenados", "que seáis educados", "que seáis puntuales", "que....

 

   Amigo, joven, alumno, los consejos son como los euros, nunca deben darse si nadie te los pide, pero yo, apolíneo, te lo voy a dar: "nunca, a tu edad, hagas caso de un apolíneo". Rompe la baraja y apúntate a otro juego. Escucha lo que te digo, escúchame con atención, por favor, que es vital para ti, atiende mi consejo: "no hagas caso de mis consejos". Atrévete a ser dionisiaco, atrévete a ser joven.

 

     (Claro que, el día de mañana, ¿quién va a correr con los impuestos?, ¿y quién va a pagar mi jubilación, y mis medicinas gratui­tas, y...?

 

         De nuevo me sale Apolo

 

         ¡No tengo remedio!

 

 

                  Hacedme el favor de ser felices.

 

lunes, 23 de junio de 2008

FALLERO SIN FALLAS

Ángel Pulla Dijort/Málaga

Qué distinto suenan las tracas, la música valenciana – "Valencia", "Paquito el Chocolatero", etc. – y especialmente el himno de Valencia, oído por televisión, sentado en un sillón, y recién acabado de llegar de las calles de Málaga de ver las procesiones de semana santa…

Qué distinto y qué sentimientos despiertan. Cómo recuerdas aquellos años en que andabas entre petardos, entre los falleros y falleras, entre flores, olores, ruidos…

Andabas por la calle, a tu aire, sin pertenecer a ninguno de los grupos que iban celebrando las fiestas. Ibas a lo tuyo, y de pronto, en cualquier casalet fallero, en cualquier calle, sonaba el "chiqueta megua…" y te daba un vuelco el corazón, y se te elevaba el ánimo, y de pronto… eras consciente de que estabas en fallas…

Y esa musiquita, u otra semejante pero de igual tirón, te perseguía por doquier, te inundaba… ¡y de pronto sonaba el himno…! Demasiado.

Siempre me ha gustado comenzar a ver las fallas antes del día de la "plantá", o recién terminada. Es cuando realmente las puedes ver bien. Tienes tiempo de observarlas, verlas tranquilamente, enseñarlas a tus hijos, y darte el gustazo de regodearte, cotillear, estudiarlas, dedicarles el tiempo que necesites…

El día 18 o el 19,   días fuertes de las fiestas especialmente si coinciden con un fin de semana, no te lo recomiendo. Esos son días de domingueros, de madrileños, de guiris, de no ver nada, de mal-moverte… No son recomendables.

Cuando hace muchos años que no has sentido el placer de poder oler esa mascletá…, de no poder oír ese pasacalles fallero…, de no llegar al trabajo y encontrarte a varios de tus compañeros vestidos de huertanos…

Es entonces cuando echas de menos todas esas cosas que entonces considerabas accesorias e incluso, a veces molestas… ese ruido… esos apelotonamientos… esas caravanas… ese gentío, no poder entrar a un bar, todo completo. En fallas, los cines de Valencia abren toda la noche, para que la gente que no ha encontrado hotel, pueda dar "un cabezazo" sentado en una butaca…

Los que conocen la Valencia de la noche de la "cremá" están muy acostumbrados  a verla así… toda ardiendo…, toda humeante… Imaginaos un cosmonauta ruso o americano, que no tiene noción alguna de lo que son las fallas. Esa noche cuando pasa por la perpendicular de Valencia, emite un comunicado a su base sobre "una gran ciudad en las coordenadas x… está recibiendo un constante y amplio bombardeo… se han producido innumerables incendios y dudamos que quede vida en la misma…" Vida queda ¡vaya si queda!, pero el aspecto de ciudad arrasada…

¡hasta las seis o siete de la mañana del día 20, en que ha desaparecido todo, y a esperar las próximas!

No es justo que sea eso lo único que conoce el gran público sobre las fallas. Sería ideal que supieran algo de la vida fallera de esas personas que dedican todo el año – desde el 20 de marzo hasta el 19 de marzo del otro año – a vivir las fallas… cada uno a su manera, pero todos a vivirlas y disfrutarlas.

Y conocer esos desfiles cualquier día que ellos acuerdan. Esos trajes de ellos y ellas… ¡esas maravillas! Y qué precios… esas cenas de "sobaquillo", esas bandas de música… Esa Cabalgata del Reino, esa Ofrenda floral, esa Nit del Foc… ¡esas "despertás"! 

Está hablando el corazón… hace ya veinticuatro años que no vivo en Valencia. Pero hay vivencias imposibles de olvidar    

 

Semana Santa del 2008

domingo, 22 de junio de 2008

A P O L O     Y    D I O N I S O S

(1ª parte)

 

Tomás Morales Cañedo/Profesor de Filosofía

 

 

     Creo que fue un filósofo europeo quien dijo algo así como:"emborrachaos, emborrachaos de amor, o de justicia, o de belleza, o de cultura, o de naturaleza, o....de lo que sea, pero emborrachaos".

    

     Don Quijote era un borracho. Calixto y Melibea, Romeo y Julieta y los amantes de Teruel estaban, eran borrachos. Y Cristo era un borracho de justicia y de amor. Y Francisco de Asís, y Mahoma, y Einstein, y Marx, y Teresa de Calcuta, y... El mundo es de los borrachos, porque ellos rompen el molde. Un borracho nunca conoce el límite. Al borracho le pasa lo que al amante, que nunca dirá "basta","hasta aquí hemos llegado","ya está bien". Si lo dijeran estarían perdidos, dejarían de serlo. Siempre es posible algo más. Hasta la muerte si es necesario. ¿No lo han hecho así los grandes hombres que en el mundo han sido?

 

     Los europeos, sin embargo, desde el siglo XVIII, no sólo somos sobrios sino que, además, estamos orgullosos de ello, incluso lo pregonamos. Y esto es lo que nos ha perdido, porque nos hemos convertido en mojigatos. Podremos sobrevivir, estirarnos lánguida­mente, arrastrarnos por la existencia, arrancar algunas hojas más del calendario, pero la supravida, la vida intensa, la vida intere­sante, nos estará siempre vedada.

 

     Un sobrio querrá siempre vivir más años, un borracho, un ebrio, deseará vivir mejor, más profunda e intensamente, apurar los posos de la copa de la vida.

 

     El sobrio es el moderado, el calculador, el que se marca unos mínimos y unos máximos que nunca y bajo ningún pretexto deberán ser sobrepasados para no exponerse a perecer ante sí o ante los demás.

 

     Ese mismo filósofo, creo, denominó a estos dos tipos de hombres, el "dionisiaco" y el "apolíneo".

  

     Pero comencemos por Apolo. Este era un dios orgulloso y calculador, un dios racional en extremo, seguro de sí hasta la osadía. Tanto lo era que se atrevió a desafiar al amor y a sus dardos, porque estaba segurísimo de sí.

  

   Apolo era el gimnasta, el bello de cuerpo, el de la voz justa, el del vestido perfecto, el de la lozana juventud, el de despejado talen­to, el de la talla "canon" y el del peso ideal, el creador de la poesía, con sus ritmos medidos y sus asonancias o consonancias perfectas, el padre de la música, con sus compases medidos, el frío, nato y neto calculador. Con todo eso, o precisamente por eso, nunca logró el amor de ninguna mujer. Él era siempre el moderado. Ni mucho ni poco, sino siempre en la media. Incluso en los consejos que le daba a su hijo Faetón:"no seas excesivamente tímido ni demasiado audaz; evita llegar al cielo o descender hasta la tierra; sigue siempre el camino equidistante, es el único que te conviene".

 

     Dionisos, en cambio era lo contrario. Era el dios del vino y la alegría, el dios de la jarana. Dionisos canta y baila, pero su cante y su baile son a su aire. Puede cantarlo y bailarlo todo, y lo hace, pero a su manera, como le da la gana, con voz aguardentosa y torpes movimientos, pero toca todos los "palos" y se marca cualquier "paso".

 

     Sólo Dionisos fue capaz de enfrentarse a los gigantes cuando éstos se atrevieron a escalar el cielo. Dionisos, como el amante y como el borracho nunca encontrará un obstáculo lo demasiado potente como para no poder enfrentarse a él. Sus armas eran los tirsos, los címbalos y los timbales (Véase su significado en la nueva edición, nº 21, del Diccionario de la Real Academia de la Lengua). No es de extrañar que todos los pueblos se le sometieran gozosos, sin derramar una gota de sangre.

 

    Sus trajes eran exóticos y se le representaba como un joven imberbe, fresco, mofletudo, vividor, con una corona de hiedra o de hojas de parra sobre su cabeza. Y a menudo aparece sentado sobre un tonel o descansando a la sombra de una parra cargada de uvas. También se le llamaba Baco o Liber, Libre. Porque el vino, ale­grando el espíritu, lo libera, al menos momentáneamente, de toda preocupación, y le da libertad de palabras y de acciones.

     Se propuso el amor de Erigona y, tras muchas estratagemas, ¡va­ya si lo consiguió!

 

    Toda esta introducción viene a cuento porque me haríais feliz, muy feliz. jóvenes muchachos, si salvarais vuestra vida redimiéndoos a vosotros mismos mientras residís en la llanura de la juventud. Y eso se consigue, mientras se es joven, siendo dionisiaco, báquico, ­dejando de ser apolíneo.

 

     Lo DIONISIACO y lo APOLINEO. He ahí TODO el secreto de la vida y el secreto de TODA la vida. Y me voy a explicar.

 

     Nos han educado en lo apolíneo. Vivimos en lo apolíneo, inclu­so dormimos apolíneamente (aunque en los sueños Dionisos suele vengarse, por lo general).Todo lo tenemos numerado. Desde el Carné de identidad al libro de familia, desde el domicilio a la losa de la tumba, donde pondrán la fecha de tu nacimiento (día, mes, año) y la fecha de tu muerte (día, mes, año).Y el hombre que lo vea, si es apolíneo, calculará cuántos años viviste. El apolíneo está casado con la matemática, es un calculador, es amigo inseparable del número. El templo griego era apolíneo (tantos metros de largo, por tantos de alto, por tantos de ancho; tantas columnas de lado y tantas de frente, tantos metros de frontón y...También el escultor griego era apolíneo, amigo de las medidas ideales. Todo está justo. Todo tiene que estar ajustado. Es el reino de la armonía.

    Así nos han educado y así estamos educando. Somos apolíneos. Nos preocupamos de cuántos años tenemos, o cuántos hijos, o cuántos kilos de más, o cuánto ahorramos, o cuánto cuesta. ­Hemos contado infinidad de veces los 15, 17 ó 23 pasos que hay hasta llegar al piso.

 

     Cuando el apolíneo sale de viaje lo calcula todo. A tal hora salgo, a tal hora llegaré, hay tantos kilómetros, gastaré tantos litros que equivaldrán a tantos euros.

 

     Cuando el apolíneo entra en una tienda a comprarse una prenda de vestir, le guste mucho o no le guste tanto, lo primero que hace es darle la vuelta a la etiqueta para ver cuánto marca el precio. O calcula el valor del conjunto teniendo en cuenta que este bolso puede hacer juego  con aquella falda plisada, o los zapatos que no combinan con el jersey, que se matan.

 

   Apolíneos. Así nos han educado y así estamos educando. ¿Acaso no es la matemática la asignatura más importante de nuestra cultu­ra? Hasta sentiremos compasión por ti si suspendes en Matemática a pesar del sobresaliente en Plástica, en Educación Física y en Ética, como si el hobby, la salud y la honradez, como si la felici­dad tuviera que estar bajo la calculadora de cuántas tiradas debo hacer para que me salgan dos bolas blancas y una negra. ¿Desde cuándo  y hasta cuándo el "cuánto" y el "cuándo" estarán subyu­gando al "cómo"?

 

     Incluso cuando está en una fiesta o en una feria el apolíneo sigue siendo apolíneo, porque, a la mañana siguiente, contará a los demás cuántas cervezas, cuántos cubatas de Larios, cuántas hambur­guesas...Como si lo importante fuera la cantidad. Y que se marcha­ron a las siete de la mañana. Como si el número pudiera ser patrón, medida, del placer.

 

lunes, 16 de junio de 2008

AUTO-ORDÉNATE

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

 

Subía esta tarde por unas calles camino de la universidad, y encuentro por la misma acera por la que yo subía, pero en dirección contraria, una señorita que bajaba, mirando  y haciendo señales hacia alguien de la acera de enfrente.

 

De pronto se oye una vocecita en aquella acera:

"¡Señorita Mari! ¡Señorita Mari!"

"¡No cruces la calle!", le grita la señorita.

 

"No cruces la calle, no cruces la calle". Repite la niña varias veces, mientras da saltitos y agita los brazos. Era como una orden que se daba ella a sí misma.

 

Y la obedeció. No cruzó la calle. No obstante, de vez en cuando seguía dándose la orden "No cruces la calle, no cruces la calle".

 

Sería conveniente ordenarse a veces cada uno a sí mismo, con convencimiento, como esta niña, algo que te conviene hacer. Darte órdenes de obligado cumplimiento.

 

"No hables con fulano de esto",  "No toques en este sitio tal tema". Esto no será como aquel célebre "¡Sujetadme que me conozco y si voy lo mato!" Y tu en tus adentros pensando "como no me agarren, voy a tener que ir y me va a matar él a mi".

 

De cualquier forma, si estamos convencidos de que algo nos conviene, no vendría mal montarnos un recordatorio, que fuera repitiéndonos machaconamente "no cruces la calle, no cruces la calle".

 

Posiblemente, si desde niños hubiéramos tenido este recordatorio, entonces que es cuando más abiertos estamos a admitir los consejos, muchas cosas de las que hemos hecho o hemos obviado, las hubiéramos corregido y nos habrían beneficiado en nuestra formación, ¿o no?

 

"No cruces la calle, no cruces la calle", deberíamos habernos auto-ordenado cuando, siendo todavía unos chiquillos empezamos a querer ser mayores, y los mayores fumaban… a las niñas se las conquistaba con un cigarrillo en la boca. Así lo hacían los "duros del oeste"…

 

El dinero  que habríamos  ahorrado…, la salud que habríamos ganado…, y las broncas que nos habríamos evitado, si hubiéramos sido capaces de auto-ordenarnos "no cruces la calle, no cruces la calle"…

 

En todas las reuniones de amigos, conocidos, o de lo que sea, hay temas que deben ser obviados… Siempre que en cualquiera de estas comidas, reuniones, etc, sale el tema político, religioso o deportivo, ¡siempre! hay discusión o pelea.

 

Siempre ocurre así, sin posibilidad de evitarlo.

 

Puesto que ya lo sabemos de antemano, por qué no nos decimos "no cruces la calle, no cruces la calle" antes de sacar el "ya podían los tuyos hacer algo por…". Acabamos de cruzar la calle. Ahora empieza lo bueno. Porque además, a veces hay elementos nuevos a los que no dominas, ni sabes de qué "pié cojean"…

 

La única forma de evitar estas situaciones es auto-ordenarte "no cruzar la calle", y además obedecerlo.

 

Claro, que posiblemente agradeceríamos mucho más los de a pie, que las personas cuya posibilidad de influencia es mayor, se auto-ordenaran a sí mismos evitar machacar sobre puntos o temas que saben a priori que van a provocar tales situaciones… Deberían imitar a la niña de la acera contraria y ordenarse "¡No cruzar la calle, no cruzar la calle!"

 

Eso si son capaces de distinguir cuáles son esas situaciones y esos puntos conflictivos… que, en algunos, lo dudo…

 

Yo también debo auto-ordenarme  cuidar el trato de diversos temas, porque  cuando toco algunos asuntos… se me olvida que "no debo cruzar la calle".

 

 

Mayo de 2008

 

domingo, 15 de junio de 2008

                          FILOSOFIA  Y  SELECTIVIDAD

Tomás Morales Cañedo/Profesor de Filosofía

 

        Ex alumnos de COU, amigos. "Sapere aude". ¿Recordáis? Es Kant. "Atreveos a pensar por vosotros mismos. Sed mayores de edad" cuando aún estáis a tiempo. Porque esto se acaba. Como saben que la filosofía es inmortal, porque reina en el jardín del espíritu, están intentando asesinarla. Ya los nuevos bachillera­tos le han cantado el "réquiem aeternam". La LOGSE necesita cadáveres. Cambiamos, luego existimos. La nueva humanidad no necesita tantas "humanidades". A partir, pues, de ahora, habrá más oferta de tutores, porque interesa (no sé a quién ni por qué) (¿o sí lo sé?) vuestra minoría de edad. "No penséis, para eso estamos nosotros, para pensar. Vosotros sólo preguntad solucio­nes, tenemos las recetas preparadas y adecuadas. Preguntad, no busquéis". Kant.

         Cuando le habéis dicho adiós a la Filosofía (muchos de vosotros, para siempre) quiero contaros una historia.

 

         PEDRO ANTONIO (desde ahora, P.A.) era bajito y tenía ya 40 años. Una bella persona, pero estaba soltero debido a su tartamu­dez, que espantaba a la muchacha a la que se acercaba.

         Un buen día llegó al pueblo una joven turista noruega, pintora, una mujer amable, sensible, cordial y hacendosa. Se conocieron, rápidamente intimaron y se comprometieron.

 

         JOSÉ IGNACIO (desde ahora, J.I.) era el listillo del pueblo, la "conciencia crítica" (como él solía definirse ante sus paisa­nos) y todo porque, desde pequeñito, había estudiado en un colegio de pago, hasta el COU., donde se quedó atrancado con la Física y las Matemáticas.

          Nada más enterarse, J.I. fue a felicitar a P.A. y le mostró su admiración: ¡Qué bien!, ¡qué suerte la tuya!, ¡tarde pero extra­ordinario!, ¡lo que te tenía reservado el destino! ¡quién lo iba a decir!

 

         LUIS MIGUEL (L.M.) era el cura del pueblo y se había adelan­tado a todos. Al ver a P.A. le felicitó muy efusivamente, "debes darle gracias a Dios, porque ha sido Él el que te ha traído a esa mujer de tierras tan lejanas y la ha cruzado en tu camino". "Los designios del  Señor son inescrutables, pero, a veces, maravillo­sos".

         P.A. les contestó, muy quedamente:"No sé si es suerte o no, si es cosa de Dios o del destino, no lo sé; sólo sé que esa mujer llegó, hablamos y nos enamoramos".

         Pero a los CUATRO meses de la boda, un buen día, y cuando nadie se lo imaginaba, la mujer se marchó de casa.

         J.I. fue corriendo a lamentarlo, ¡qué mala suerte la tuya!, ¡ahora que ya habíais logrado la estabilidad emocional y amoro­sa!, ¡vaya putada, macho! "¡Vaya jugarreta del destino". "Si ya dice el refrán que vale más lo malo conocido..."

         "Esto es una prueba que Dios te envía, pero Él conoce el interior de los hombres, debes cargar con tu cruz". "Son los exámenes divinos que debemos superar con humildad" - sentenció L.M., con aires así como de gravedad.

         P.A. ni se inmutaba. Se limitó a decir: "no sé si es una putada o no, ni si es una prueba divina; sólo sé que un buen día una mujer llegó y que a los cuatro meses se ha ido de mi lado".

 

         Pasados CUATRO años apareció en el pueblo un Señor Juez, acompañado por dos niños rubios, gemelos, que llamaban la aten­ción. Y preguntó por P.A. y le explicó con todo lujo de detalles lo que pasaba y le presentó y entregó a sus dos hijos. (la madre había muerto víctima de una rara enfermedad).

         ¡Qué bien!, ¡qué suerte la tuya! -corrió a decirle J.I.- ¡Dos hijos preciosos aparecidos! ¡Lo que nos tiene, a veces, reservado la fortuna!

         "Dios te ha sido propicio otra vez, deberías estarle eterna­mente agrade­cido por tanto bien como te ha hecho". "Si Él es Padre y sabe bien, en cada momento, lo que nos conviene, aunque a veces no lo veamos claro". -dijo L.M.-.

         "Yo no sé si es buena suerte o no, ni sé si Dios me ha sido propicio o no, sólo sé que un día una mujer llegó, que luego se marchó y que ahora aparecen dos niños de los que yo soy su padre" -se limitó a decir P.A.

 

         DIEZ años después, los hijos, que ni valían para estudiar ni para trabajar, comenzaron entrando por la puerta del tabaco y tras andar por el pasillo del vino acabaron habi­tando en el salón de la droga.

         J.I. fue corriendo a compadecerse de él y a lamentarse de la mala fortuna. ¡Qué pena!,¡qué desgracia!, ¡hay que ver qué mala suerte la tuya! "Si estaba escrito". "Si te venía todo demasiado redondo"  - le dijo.

         L.M. fue más directo, y le habló de la herencia, y que él siempre sospechó que no era normal que una mujer sola, por ahí, apareciera de golpe, y que los excesos se pagan, y que seguramen­te esa mujer habría tenido sus correrías vitales anteriores, y que si la ley natural no se respeta como mandan los cánones, y no se guarda la moral, luego pasa lo que pasa, y que eso es un castigo de Dios y que debes rezar para solucionar el problema".

         Ante ellos, y muy tranquilo, P.A. se limitó a decir: "No sé si es una desgracia y una mala suerte o no, no sé si es debido a excesos de la naturaleza o si es un castigo de Dios o no, sólo sé que un buen día una mujer entró en mi vida, un buen día se salió, luego aparecieron dos niños preciosos y ahora tengo en mi casa dos jóvenes drogadictos".

 

         Pero a base de constancia y fuerza de voluntad los dos muchachos se desintoxicaron y se reintegraron en la sociedad con nuevos y renovados bríos. La misma pasión, pero rectamente enderezada. Y uno comenzó a estudiar con una ilusión...y el otro comenzó por los barrios a ayudar en sus horas libres a los marginados, ingresando en la Orden de San Juan de Dios. Uno fue médico y el otro fue fraile. Y un buen día ambos, abrazando a su padre, se despidieron de él comunicándole que iban a dedicar su vida a luchar contra el hambre, la injusticia, la incultura y la enfermedad.

         J.I, fue corriendo a ver a ver a P.A. a darle la enhorabuena por lo maravilloso de sus hijos, del orgullo que debía sentir como padre.

         L.M., por su parte, no paraba de decirle que era un elegido de Dios por haber tenido dos hijos de tanta categoría. Que Dios aprieta pero que no ahoga. Que había sido un Job de los tiempos modernos. Y que había que confiar siempre en su misericordia.

         P.A. simplemente dijo: "no sé si esto es maravilloso o no, ni sé si, por esto, soy un hijo predilecto de Dios, sólo sé que un día una mujer llegó, luego se marchó, luego vinieron dos niños, posteriormente....."

 

         POR FAVOR, ex alumnos de COU y, sin embargo, amigos, seguid vosotros contando la historia. Inventaos nuevos persona­jes. Identificaos con uno de ellos y, sobre todo, justificaos. Porque eso es lo realmen­te impor­tante de esta historia, vuestra postura ante la vida.

         Los textos son sólo pretextos para leernos y conocernos.

         Un mismo hecho y tres (o más) versiones distintas, tres perspecti­vas, tres puntos de vista. El lugar que tú ocupas nunca nadie puede ocuparlo por ti. La perspectiva que tú tienes nadie más que tú puede tenerla. Todos y cada uno somos necesarios, somos imprescindibles. La verdad no existe. La verdad es la suma de todas las perspectivas posibles. Tu perspectiva incrementa la verdad. Todos te necesitamos. El mundo te necesita. La humanidad necesita a todos y cada uno de los hombres. Ortega y Gasset.

         Nunca una perspectiva anula a la otra. Las perspectivas se complementan. Todas las perspectivas valen, pero ¡ojo! no todas valen igual. Hay unas perspectivas privilegiadas respecto a otras. Unas son preferibles a las otras.

         ¿Cuál es tu perspectiva ante la vida?, ¿La de P.A.?

         ¿Quizá la de J.I.? ¿ O tal vez la de L.M.? ¿O la que te has inventado tú?

 

         EX ALUMNOS DE COU Y AMIGOS, si tenéis muerta la esperan­za, ¿para qué queréis que se abra la veda?    

EX ALUMNOS DE COU Y AMIGOS. ¿para qué la esponja, si es el mar quien nos invade ?

         EX ALUMNOS DE COU Y AMIGOS. ¿Para qué una escalera si vuestra vida no tiene que tener ni sótanos inmundos a los que bajar ni áticos asfixiantes donde subir, sino que, simplemente y así de fácil, es/debe ser un chalet de planta baja, perfectamente acondicionado para veranos e inviernos?

         EX ALUMNOS DE COU Y AMIGOS, si la noria se ha puesto en marcha de nuevo, no estéis durante todo el viaje sólo preocupados y pregun­tándoos quién os habrá pagado la entrada. Mientras la noria da vueltas, mientras la vida se levanta contigo cada mañana, canta, ríe, grita, baila. Hazle un guiño al destino y tírale los tejos al lucero del alba. ! Co-- !, VI­VE.

 

         P.D.   Ya sabéis la noticia. La Religión, de nuevo, va a ser común, obligatoria y evaluable. Volvemos, de nuevo, a las anda­das. Todavía son muchos los que necesitan que le regalen una puerta para justificar la construc­ción de una nueva habitación.  ¿Por qué no financiar la enseñanza religiosa, a la que todos y cada uno de los españoles tiene derecho (pero que muchos no quieren ejercitarlo) fuera de horario escolar y en recintos eclesiales? Tu derecho a recibir enseñan­za religiosa implica mi deber de respetarlo. Pero ¿desde cuándo tu derecho a ejercerlo implica el deber de que yo tenga que cursar otra asignatura alternativa? Tu derecho a ampliar tu vivienda no puede llevar aparejado mi deber de tener que ampliar mi garaje.