domingo, 16 de marzo de 2008

PSICOPEDAGILIPOLLAS

Ángel Pulla Dijort/Málaga

Soy un asiduo lector de los artículos semanales del "corso" Arturo Pérez- Reverte, así como también lo soy de la mayoría de sus libros.

El ser lector habitual no significa que yo coincida en todo con lo que el cartagenero defienda en los mismos. En ocasiones, muchas de ellas, disiento de asuntos en los que mi pensamiento y el suyo son distintos.

El artículo de hoy, 16 de marzo, es uno de los que firmaría sin dudar.

En él se dicen cosas que ponen los pelos de punta a cualquiera y que, por mi experiencia, me obligan a avalar el término de "psicopedagilipollas" a aquellas personas que afirmen que la lectura en clase y que la competencia en la misma traumatiza a los niños…

¿Sabrán estos señores el trauma que produce a los señores que debemos competir a diario hasta por ver quién puede o no "llevarse" una operación comercial con beneficio cero, solamente por los "rappels"?

Por supuesto que no soy profesor. Aunque si lo fuera, me gustaría ser como su compadre D. José Perona, y tener los santos huevos de comenzar la clase en la universidad como él dice que quiere comenzar el próximo curso. Si lo hace así, de antemano le doy mi enhorabuena y mi agradecimiento por esos alumnos que posteriormente le agradecerán que les haya hecho ver sus deficiencias a tiempo.

Yo pertenecí a ese tiempo en que un maestro de pueblo nos reunía a los niños alrededor de la clase y nos hacía leer a trozos, y al que mejor lo hacía, lo pasaba a los primeros puestos. Efectivamente, era una competencia. Competíamos por leer bien, no por ver quién pegaba las mejores palizas y las gravaba mejor en el móvil.

Competencia, después en la vida profesional, donde en la dirección de las empresas tienes que jugarte la piel para triunfar. Donde sabes que cada día tienes que salir a matar, para poder conseguir tus objetivos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

3548 fg, Siempre he dicho, desde el mirador de mis clases, durante 36 años, que desconfiaba de la tribu de los Psi-.
Ésta es una confirmación más de mi sempiterna desconfianza.
Que sean los renegados de la tiza los inspiradores de una ley de educación es un sarcasmo.
¿Para qué queremos bomberos pirómanos?
Tomás