domingo, 17 de febrero de 2008

EL VALOR DE LA PALABRA - MAESTROS

(Extracto de la conferencia celebrada en el Aula de Mayores en el año 2005)

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

 

Solamente quiero hablar del valor  subjetivo de la palabra, del valor que cada cual puede asignar a una palabra. De lo que esa palabra puede significar para cada persona y de los sentimientos que despierta en cada uno…, independientemente del significado real y objetivo de la misma.  

 

"Una imagen vale más que mil palabras".

 

Cierto. No hay forma de explicar las bellezas de una ciudad como Granada, esas calles cordobesas, esa Mezquita... Cómo explicar con palabras, sin imágenes, un cuadro como Las Meninas, la belleza y el agarre de la ciudad de Florencia, los colores de la hoz de Beteta en otoño…, con tantos tonos de colores que ni viéndolos, es posible definir.

 

Pero... si yo os dijera que una palabra vale más que mil imágenes... Algunos de vosotros - bastantes de vosotros - sí me daría la razón cuando la conociera. Muchos de vosotros la habéis amado y utilizado diariamente, y es una pena que algunos la hayáis dejado de lado, e incluso la hayáis sustituido por otras, mucho menos expresivas.

 

Yo la he utilizado pocas veces, pero siempre con un respeto, con una sensación interna de admiración, con un sentimiento de estar hablando  de alguien que merece un sitio muy importante en mi vida.

Muy pocas palabras existen en nuestro idioma, que merezcan la pena estar a la altura de la que les estoy comentando... ¡MAESTRO!

 

¿Alguno de Uds. no recuerda con especial afecto a alguno de sus maestros cuando era niño?

 

Yo no recuerdo mi época de párvulos. Pero sí recuerdo los tres años que pasé en la escuela - posteriormente ingresé en un colegio interno -, y allí sí recuerdo a mi maestro…, D. Venancio, siempre tratando de ser un maestro. En todos los órdenes de la vida. El maestro entonces era tanto dentro de la escuela, como fuera de ella… un maestro.

 

Después no he conocido muchos a los que aplicar ese nombre. ¡Todos eran profesores!

Maestro se puede ser en la vida, no solamente como educador, sino también en la forma de vivir, de entender la vida, la profesión.

 

Hay profesiones en las que al líder, se le llama maestro - maestro albañil, maestro carpintero, maestro mecánico, etc

 

 

El Maestro… Esta persona conoce a cada uno de sus alumnos, sabe su nombre, cómo es, qué le gusta. Lo conoce perfectamente. Sabe que en Matemáticas flojea, es poco aficionado al esfuerzo. Es muy  poco amigo de hacer trabajos que le requieran un especial conocimiento en ciencias, sin embargo... Todo lo que sea letras, literatura, lenguaje, historia, geografía, etc., eso le encanta.

 

 Esto lo conoce el Maestro. El profesor no lo sabe, y si lo sabe, no lo demuestra como algo suyo.

 

El Maestro llega hasta calibrar el posible alcance intelectual futuro de su alumno.

 

Creo que un maestro debe tratar de aprender los nombres de los niños, saber algo de sus gustos, aficiones, qué asignaturas le gustan, con qué materias se atraganta, sus facilidades, sus amigos. Encontrar si tiene facilidad para relacionarse; si es tímido; si tiene problemas, y si fuera posible, saber algo de su entorno familiar.

 

 Más o menos, con esta información, ya puede hacerse una idea de la persona que va a tener la ocasión de formar en sus primeros años. Empezará a preparar el sistema que  crea más adecuado para hacerse con su voluntad de formación, especialmente conseguir que él quiera aprender, que a él le sea necesario su apoyo, y que al maestro le interese especialmente su afecto, su atención, su formación -no solamente su enseñanza -.

 

Posteriormente, en la vida profesional, en el trabajo, en el desarrollo de la vida en todos sus aspectos, encuentras personas a las que afortunadamente puedes dar el título de Maestro. Yo he encontrado alguno. Recuerdo uno al que indudablemente debo llamarlo así. Fue el primer jefe que tuve, recién incorporado al trabajo. Paco Esteban. Para mí, providencial; en todo, en todos los sentidos, hasta en los que nada tenían que ver con la vida laboral. Un genio,… un padre,… un amigo,… un maestro!

Actualmente, solamente con su recuerdo, me ablanda el corazón, y le mando con gran cariño un fortísimo abrazo, siempre.

 

También encuentras en la vida diaria gente que podrían llegar a serlo. Son personas en las que encuentras las suficientes cualidades, saberes, fuerzas y virtudes, como para que puedas copiarles, admirarles y aprender a borbotones de ellos.

 

 Me refiero a mi amigo, Tomás "El Escolástico". Ya le he dicho en varias ocasiones, que si yo hubiera tenido un profesor de Filosofía como él en bachiller, yo hubiera elegido esa materia, seguro. Otro de ellos, de los que yo considero que reúne todas las condiciones, o más, para ser considerado por mí como Maestro, es Miguel. No hay más que ver el trato con sus alumnos, la pasión de su enseñanza, sus trabajos, sus escritos… Hasta su físico corresponde a la idea de Maestro que yo tengo en mi mente. ¡Va por vosotros, Maestros!

 

 

 

 

Los que habéis trabajado en la enseñanza, sobre todo si habéis estado en las escuelas de niños y niñas, en lo que antes era enseñanza primaria, luego no sé qué, después EGB, etc, bueno, pues vosotros mejor que nadie debe saber lo que supone esa eterna monotonía que yo recuerdo de mi estancia en la escuela. Un día, otro día, un mes, otro mes, un año, otro año… Eterna monotonía. Y aquellas cantinelas… "el río Miño nace en Fuente Miña, provincia de Lugo, pasa por Lugo, Orense y Tuy. Sirve de límite entre España y Portugal y desemboca en el Océano Atlántico por La Guardia. Su principal afluente es el río Sil".

 

Pero esto ocurría cuando estábamos hablando de Geografía, pero otras veces tratábamos de Matemáticas, y entonces montábamos un número con las célebres tablas: "dos por una, es dos; dos por dos, cuatro; dos por tres, seis..." y así sucesivamente. Esta era la fácil. Las peores, la del siete y la del nueve,… esas costaban mucho más, tanto que yo no sé si alguna vez las he aprendido correctamente. ¡Qué matracas, amigos! ¿Cómo podíais aguantarnos?

 

Y en Historia, no recuerdo cómo se estudiaba, o cómo se aprendía este tema, pero sí recuerdo aquellas musiquitas de "Ataulfo, Recaredo..... y Don Rodrigo". Los reyes godos. ¿Por qué y quién tenía tanto interés en que nos aprendiéramos la alineación de los godos, si lo que nosotros queríamos era aprendernos la del Valencia, la del Madrid, el Barcelona o el Málaga?

 

Es imposible que este trastorno tan grande día a día y año a año, pudiera hacerlo alguien que no tuviera dentro un deseo tan grande de educar…, un amor tan grande a los muchachos…, un poder de liderazgo ante ellos, que necesariamente tienen que ser admitidos y admirados por esas personas en ciernes, que posteriormente sentirán por ellos la misma admiración y cariño que nosotros sentimos por nuestros maestros.

 

Robándole a mi amigo Tomás el hilo conductor de sus conferencias: "Nos nacen Hombres, nos hacen Humanos, nos hacemos Personas", podemos ver la mano del maestro en este devenir. En el primer tramo, Hombres, nada tiene que ver el maestro, fuera de sus hijos; pero en los otros dos, tiene un gran porcentaje. En el segundo, Humanos, la mayor parte del trabajo corresponde al maestro; en el tercero, Personas, también tiene gran influencia, al menos en tiempo pasado.

Todos hemos tenido profesores a los que no querríamos aplicar la palabra de "maestro"… no la merecían.

 

Simplemente eran profesores, afectuosamente odiados, pero jamás los podríamos considerar como maestros.  No me digáis, los que os habéis dedicado a este menester, que no os habría gustado ser recordados como maestros por gente que pasó por vuestras manos...

 

 

 

Una persona que dedica su vida, su tiempo y todo su saber y querer a enseñar, a educar, a hacer PERSONAS, ¿qué menos puede esperar que un reconocimiento material por su trabajo? ¿Qué ficha y qué cláusula de rescisión habrá que negociar con tales "galácticos"?

 

Cualquier maestro en otras profesiones es la persona mejor pagada en esa materia. Históricamente, el maestro de escuela es la persona que más hambre pasa en el pueblo, según dice el refrán. Actualmente, cuando hablo con algún antiguo compañero mío de estudios, que se ha dedicado al magisterio, me comenta siempre el mismo descontento por los salarios, por los métodos, por los sistemas, por el estrés, por…por todo. Repito lo que os decía antes ¿cómo nos podéis aguantar? Si yo tuviera poder os declararía santos, seguramente tenéis más mérito que la mayoría de los que están en los altares.

 

Posiblemente muchos de vosotros conozcáis una novela de Josefina Aldecoa, llamada "Historia de una maestra". Por supuesto que yo creo que a vosotros no os ha ocurrido nada parecido a los avatares que han sucedido a la protagonista del libro, pero leyéndolo, es como si fueras viendo poco a poco la formación de la base donde se forja la entrañable figura del antiguo maestro de escuela. El temple que forma ese insigne personaje que de un modo u otro todos hemos conocido y, quizá, alguno de vosotros incluso hayáis podido llegar a parecer.

 

Hay una película de Fernando Fernán Gómez, titulada "La lengua de las mariposas". Siempre guardo un buen recuerdo de aquel maestro… hasta lo llegué a querer… era un hombre que vivía solamente para enseñar/educar a sus alumnos. Así entiendo yo a  un maestro

 

Antes de ser escritor, periodista, colaborador en radio y televisión, conocí casualmente a Raúl del Pozo. Era profesor de un colegio al lado del centro donde yo estudiaba, y daba clases a unos amigos míos. El año 1996 fui invitado, como ocurre desde hace muchos años, a la fiesta de la Exaltación del Vino en Montilla (Córdoba). El pregón de ese año lo dio Raúl del Pozo. Después del discurso, mientras saboreamos los ricos vinos y aperitivos, fui a saludarlo. Lógicamente, él no me recordaba de nada, y yo le recordé que estando yo en primero de bachiller, él era profesor en el colegio de al lado. Después de conversar un rato con él y con Patxi Andion, que le acompañaba, me dijo: "yo no era profesor, yo era el maestro". En aquella fecha, yo no pensé en su frase. Jamás me hubiera fijado en la distinción que me hizo de "profesor y maestro". Después sí lo he entendido. El se consideraba maestro, no profesor.

 

Le resultaba mucho más apetecible cambiar el "Sr. Profesor" por aquel "Querido maestro"

 

 

 

 

Hubo tiempos en que la situación del maestro era, cuando menos, surrealista. Nos situamos en los años 60 o 70. Se convocan oposiciones a plazas superiores de la administración pública. Imaginaos que un maestro está harto de los niños, no puede aguantar por más tiempo la escuela y quiere marcharse a otra ciudad y abandonar la enseñanza. Se le presenta una magnífica ocasión con esta convocatoria... ¡Sorpresa!

 

Si este maestro no tiene aprobado el Bachiller Superior, no puede presentarse a tal oposición. No se le considera suficientemente preparado para ello,… no le vale su carrera,… sus estudios no son suficientes. ¡Esto es indignante! ¿Cómo es posible no rebelarse contra esto?

 

Señores Maestros… ¡SOIS UNOS SANTOS! Merecéis todo mi respeto, mi aplauso y ante todo… MI ADMIRACION.

 

 

Ángel Pulla Dijort

 

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