lunes, 28 de febrero de 2011




CON EL HOY ME BASTA
Mayte Tudea Busto
27-Febrero-2011


“El pasado es la única cosa muerta cuyo aroma es dulce”. Desconozco quien es el autor de la frase, pero yo la completaría diciendo:”...porque somos nosotros quienes nos encargamos de perfumarlo”.

En esta etapa de nuestras vidas, ¿la tercera? cuando dirigimos la vista hacia atrás siempre tendemos a idealizar nuestro pasado; la memoria ejerce una selección positiva sobre lo que en su día nos aconteció, mejorándolo o embelleciéndolo y haciéndonos experimentar un sentimiento de añoranza o de pérdida por lo que fue y ya no es.

Envejecer, al menos y por lo que al físico se refiere, es empeorar. Y para darnos cuenta de ello es suficiente con que abramos el “baúl de los recuerdos” y nos dediquemos a mirar fotografías, simplemente de diez o quince años atrás. (Esto es algo que de momento me tengo absolutamente prohibido: “Vade retro Satanás”).

Pues bien, esas fotografías que te hicieron y en las que te encontrabas o demasiado gorda, o excesivamente delgada, o poco favorecida, al verte ahora en ellas, exclamas:”¡Que bien estaba entonces”, o “¡qué joven era!” El paso del tiempo sin duda ha mejorado la perspectiva.

Y lo mismo ocurre con nuestros recuerdos. Al suprimir las aristas que en su día tuvieron y desproveerlos de las connotaciones negativas de las que sin duda, en mayor o en menor medida estuvieron rodeados, aparecen ante nosotros agradablemente “maquillados” y lamentamos que se hayan ido. Por eso aquello de “cualquier tiempo pasado fue mejor”.

No conviene engañarse. Recordar cuando uno era director de una Empresa y daba órdenes, y era obedecido y respetado, y se sentía importante y reconocido, no debe hacernos olvidar la responsabilidad que ello entrañaba, las horas intensas de trabajo que suponía, las decisiones difíciles que había que tomar... etc. etc. etc. Es sólo un ejemplo.

Y es que todo lo bueno de lo que gozamos en otro tiempo, casi nunca fue gratis. Y además, si rescatáramos ese tiempo y reflexionáramos sobre lo que sentíamos entonces, nos sorprendería saber que en aquellos momentos en que “éramos tan felices”, teníamos la vista puesta en el futuro y no disfrutábamos en plenitud del presente maravilloso que ahora evocamos con tanta nostalgia.

Cuando nuestros hijos eran pequeños, y adorables, y totalmente nuestros, deseábamos que crecieran y se hicieran hombres o mujeres; cuando conseguíamos una casa en propiedad aspirábamos a tener otra mejor, o una segunda residencia en la playa donde poder solazarnos, y ¡que decir de los coches!, apenas disfrutado durante unos meses el último modelo, ya soñábamos (o soñaban) con el siguiente ... Dependiendo de la clase social en la que te movieras, y aunque matizando las pretensiones, poco más o menos para todo el mundo era igual. Siempre intentando mejorar o ambicionando lograr más cosas.

Y lo peor de todo, lo que muchas personas dejaron para la jubilación. Iban a realizar todos los viajes imaginables, disfrutar de un montón de “hobbys” que nunca ejercieron porque los reservaban para ese “jubiloso” momento, y llevar a cabo un montón de proyectos que las obligaciones de la vida laboral activa les impidieron. Pero el “retiro forzoso” se presentó antes o inmediatamente después de que esto ocurriera, y arrasó con tantos buenos propósitos.

Por eso conviene saber valorar la gran ventaja de nuestro presente actual, de esta tercera etapa, que, en términos generales, es mucho mejor de lo que será la próxima. Nuestro físico, nuestra salud, nuestra memoria, nuestra situación económica –salvo que nos toque la Lotería- y casi todas nuestras expectativas, tienen un hoy mucho más floreciente que el de mañana.

Hace unos días felicitaba a un amigo por su cumpleaños, y cuando me confesó a los que había llegado, comenté: “¿A que sienta fatal cumplir años ahora?” Y me contestó: “Por supuesto, pero la otra alternativa es mucho peor”. Sabia respuesta.

Efectivamente, se acabaron las disyuntivas. Ya no hemos de soñar con el futuro. El futuro está aquí. Y ahora lo que toca es disfrutarlo. Y no cometer el error de envolvernos en la nostalgia de lo pasado y lamentar su pérdida. “Cuando yo era más joven..., yo hacía, yo decía, yo memorizaba, yo resolvía, yo aguantaba...” Esta conjugación del verbo hay que erradicarla totalmente de nuestro lenguaje. “Ni yo tenía, ni yo tendré, yo tengo y que me dure muchos años” ¡Ea!

1 comentario:

Angel dijo...

No quiero ni añorar ni olvidar lo que en un día eramos, teniamos, disfrutabamos, sufriamos y apreciabamos en lo que entonces valía.
Efectivamente, ahora ni puedo ni quiero volver a ayer. ¿para qué?
Ayer ya fue, no existe. Existe hoy, y ese es el que hay que disfrutar.
Besos