domingo, 25 de julio de 2010

UN VERANO MÁS.

Mayte Tudea.

9-Julio-2010

 

 

Ha llegado el verano. Una estación que todo lo ralentiza: el "tempo" que adquieren las cosas se hace más denso, más lento. El calor imprime a los movimientos una cierta desgana, una morosidad que se evidencia en las horas posteriores a la comida en que la somnolencia se apodera de  nosotros, y nos obliga a dormitar, incluso a veces, en contra de nuestro propio deseo.

 

Este descanso nos nutre de energía y cuando el sol va perdiendo fuerza entre resplandores rojizos, anaranjados y violetas, sentimos una especie de renovación, un deseo de actividad adormecido durante el período de la siesta.

 

Es una hora ideal para caminar. Yo tengo la sensación de que amaneciera de nuevo, y con ropa ligera y calzado cómodo recorro el Paseo Marítimo de Poniente (también llamado Paseo del colesterol). En ocasiones, descalza, camino bordeando la orilla del mar, viendo cómo las olas se desmayan en la arena, la acarician, la rozan con suavidad como si temieran molestarla.

 

El olor a mar lo percibo de un modo diferente al que me llega durante el día. Se intensifica, se saliniza, y en esa oscuridad azulada que lo cubre todo de repente, plateados regueros  iluminan el agua; incontables puntos luminosos parpadean en lo alto; el paisaje se transforma de repente, y todo queda envuelto en un halo indefinible, misterioso, como si algo mágico pudiera acontecer en cualquier momento.

 

Tras estas divagaciones, voy a intentar acercarme al "leit-motiv" de mi comentario, sobre lo que desde un principio pretendía reflexionar. (Como siempre, para llegar a Madrid previamente he pasado por Santander).

 

A lo largo del amplio paseo he ido viendo a jóvenes  -y no tan jóvenes- vestidos con indumentaria deportiva, corriendo sudorosos, con una expresión de sufrimiento en sus rostros, y sospecho imaginan que a mayor padecimiento, mayor será la recompensa que habrán de obtener a tan duro esfuerzo.

 

Nunca he comprendido bien ese razonamiento, ya que creo que la principal función del deporte o de la actividad física es la de liberar endorfinas y producir satisfacción o placer en quien los practica, además de los beneficios para la salud que también proporcionan.

 

En fin, como decía la canción de Serrat: "Cada quien es cada cual, y baja las escaleras como quiere..."

 

Pero cuando regreso caminando por la playa, me encuentro en ocasiones algunas personas sentadas plácidamente en la orilla, en una sillita plegable, junto a los bártulos de pesca, y la caña bien anclada dentro de la arena.

 

La otra noche pregunté a una de ellas: "¿Pican?" El señor me miró sonriente y con expresión serena me contestó: "Habitualmente, no; pero no importa demasiado, yo principalmente vengo aquí a pensar". La respuesta me sorprendió, y tuve que morderme la lengua para no insistir: ¿"Y en qué piensa usted?" Sólo le dije despidiéndome: "Buena pesca, y buenos pensamientos".

 

"Feliz paseo, señora" me contestó con otra sonrisa.

 

Yo también sonreía mientras hundía los pies en la arena húmeda, y pensaba: "Cuando este hombre vuelva a su casa y se acueste en su cama con todos los sentidos impregnados de la serenidad de la noche, de este mar sosegado, tiene que conciliar el sueño profundamente y descansar".

 

E imaginaba a los crispados corredores de  "maratón", con los músculos tensos, apenas sin resuello, agobiados por la "proeza física" realizada, tomándose un "valium" para relajarse y poder dormir.

 

Y recuerdo lo que decía mi abuela: "Sarna con gusto no pica, pero mortifica".

 

 

1 comentario:

Angel dijo...

Ya sé de dónde sacó Serrat parte de su letra de "Mediterraneo"... "yo, que en la piel llevo el sabor amargo del llanto eterno, que han vertido en tí cien pueblos..."
Después de esto, el verso libre está chupado.

Hay más filosofos en las calles de los que nosostros pensamos. Y además enseñan sin dar clase.

un abrazo.