sábado, 3 de julio de 2010

RIMAR O NO RIMAR, ESTE ES EL PROBLEMA

Mayte Tudea.

30-Junio-2010

 

 

Nuestro amigo Ángel se plantea el problema de hacer o no poesía cuando uno teme "no estar a la altura", o no alcanzar esa "delgada línea roja" que separa el poema del "bodrio".

 

Quienes me conocen no se sorprenderán si digo que una de mis debilidades es precisamente la poesía, y que para mí cualquier lugar es bueno para componer: mientras conduzco, o voy en el autobús, o contemplo una puesta de sol, o me desvelo en la noche y comienzo a elucubrar. Y que habitualmente llevo conmigo una pequeña libreta en la que anoto una frase, un pensamiento, y en ocasiones, hasta completo un cuarteto que parece hilvanarse por sí mismo y casi sin mi intervención.

 

Yo también sentía una gran inseguridad ante lo que escribía –y todavía dudo, y me cuesta discernir si es bueno o no-, y por eso suelo someterlo a la consideración de quien está capacitado para juzgarlo. Y aún experimento un enorme pudor cuando lo veo publicado, porque me parece estar a la intemperie ante la mirada de personas que a lo mejor ni conozco y entiendo que es como si me desnudara ante ellas.

 

En el artículo que aparece en la última revista de Amaduma, titulado "Mito", Tomás, nuestro filósofo, se expresa de esta manera: "Ser poeta es una cosa muy seria, y quien se denomina así, o es un inconsciente, o es un creído o un genio..."

 

Como no quisiera pertenecer a ninguna de las dos primeras categorías, y por supuesto no puedo llegar a la tercera, habré de aclarar que aunque la poesía me encanta, sólo me considero una aprendiz en este tema. Sin embargo, disfruto enormemente escribiéndola –que a fin de cuentas es de lo que se trata-, y a pesar de lo que dijo un autor que ahora mismo no puedo recordar (creo que fue Jorge Guillén), "el poeta es un gran mentiroso", en algunas ocasiones es inevitable que tus propias experiencias o sentimientos se mezclen con lo imaginado y vertido después en el papel, y por eso cuanto se escribe no es siempre exactamente la verdad, pero de ninguna de las maneras puede considerarse mentira.

 

Yo sé que la poesía que ahora se valora es la del verso libre, que la rima ha quedado anticuada, y que cuanto más "intrincados" son los términos o las metáforas que se emplean, mayor enjundia se le adjudica al poema. No estoy preparada para objetar nada en contra.  Pero  me ocurre -no puedo evitarlo- que los versos que escribo parecen rimarse solos. Y cuando intento hacerlos libres, o blancos, es una tarea que me produce un esfuerzo mucho mayor y encima nunca terminan de gustarme.

 

Mi amigo Ángel me comenta que escuchó decir hace unos días a un poeta conocido (tampoco recuerda el nombre), que para escribir verso libre primero es necesario dominar el soneto, y conseguido esto, lanzarse de cabeza a componer con libertad y sin el corsé que impone la rima.

 

Vale. Tomo nota. Como la dificultad para mí siempre ha sido un valor añadido, y los  retos me encantan,  en eso estoy: "Rimar o no rimar" ¿y por qué no ambas cosas? Lo uno no excluye lo otro.

 

Y para que se observe cuanto digo, a continuación incluyo dos ejemplos. Ustedes/vosotros (¡que genial el habla malagueña!) juzgarán/juzgaréis.


 

 

INÚTIL ESPERA

 

 


 

Despierta la mañana. El largo día

ve nacer la esperanza que entrelaza,

-aunque el silencio oprime y amenaza-

con sutiles aromas de alegría.

 

Y en esa inquieta espera en que se enlaza,

el claro amanecer y el mediodía,

la tierna tarde envuelta en ambrosía,

al duro anochecer al fin se abraza.

 

El tiempo ha concluido. No hay excusas

para seguir tejiendo ensoñaciones,

no serán entonadas las canciones

 

de estériles anhelos, de difusas

promesas, de absurdas pretensiones.

Tan sólo el corazón, pide razones.


 

 

                                     AMANECE MAÑANA.

 

                                                                                                                                  


Se desploma la tarde.

De repente, el cansancio

de sus tonos naranja

se torna violáceo.

El silencio cercena

los restos de esperanza;

es un eco el derrumbe

de aquello que se anhela.

 

Y la noche aparece:

tan oscura y concreta,

brutal, laminadora,

y no concede excusas.

 

Obstruye los resquicios,

las falsas ilusiones,

y ominosa y silente,

confirma los presagios.

 

A la luna la esconde

con un opaco velo,

y tamiza el fulgor

de los lejanos astros.

Y aunque soberbia triunfe,

y sus leyes imponga,

nunca podrá impedir

que amanezca mañana.

 


2 comentarios:

Angel dijo...

Cuando oí comentar que para dominar el verso libre es preciso dominar antes el soneto, se lo comenté a Tomás. Contestación de Tomás: "Ya tenemos a Mayte escribiendo en verso libre. Seguro"
Efectivamente, yo también me lo temía. Y me lo esperaba.
Besos, Ñora.

Amanda dijo...

sabes una vz pense igual hasta llegue a escribir algo asi, nada mas q en una forma mas subjetiva a la forma de uno claro y aunq hasta ahora escucho hablar de ese filosofo (jorge guillen,creo"el poeta es un mentiroso")creo q tu analisis es muy bueno ya q a veces nos sentimos asi, inseguros.