YO ESTABA ALLÍ. YO FUI TESTIGO (I)
Ángel Pulla Dijort/Málaga
No sé por qué se me ha ocurrido, de pronto, escribir algo de lo que yo crea ser testigo, haber estado allí, de primera mano…, aunque luego resulte que, bueno, pudiera o no ser verdad.
Y esto hacerlo cuando me apetezca. O sea, que puede haber una segunda entrega. Depende.
Si mi memoria actual fuera como dicen que era hace un tiempo, podría deciros quién era ese famoso escritor, no sé si era premio Nóbel o no, pero sí que era muy famoso. Un día, un nuevo escritor, mejor dicho, aficionado o principiante, le preguntó más o menos, qué tenía que hacer, qué consejo podía darle que pudiera servirle para avanzar en esa tarea de escribir. (No sé por qué me va por la cabeza que fue García Márquez)
El famoso escritor le contestó: miente, cuando escribas debes mentir. No demasiado, pero es necesario mentir.
Por eso digo que en estos asuntos que pretendo ir "destripando", quizá se me escapen algunos gazapos, o quizá no se me escapen, quizá sean puestos adrede. Quizá.
Lo cierto es que, ahora que estamos a 10 de noviembre, va acercándose el veinte aniversario de una gran inundación en Málaga, la mayor que yo he vivido en esta ciudad, aunque en Valencia ya viví alguna tan importante o más que esta.
Empezó, como empiezan casi todas estas cosas, sin imaginar qué es lo que nos venía encima. A los de la zona de la Carretera de Cádiz, que fuimos los más afectados, se nos hizo de noche a la una de la tarde. Literalmente de noche. Y de pronto inició un repique de tambores justamente encima de nuestras cabezas. Redoblaban sobre nuestra cubierta como lo hacen en Hellín un Jueves Santo a las doce de la noche.
Yo fui testigo de cómo navegaban los coches por aquella avenida, cómo bajaban contenedores de basura, miles de cajas de video, de cualquier tipo de embalaje, cómo un autobús, lleno de viajeros comenzó a inclinarse, hasta que alguien dio la orden de abandono y cómo tuvieron que refugiarse en nuestras instalaciones más de cien personas, que eran empujadas por la corriente.
Por la Carretera de Cádiz, ahora Avenida de Velázquez, "navegaban" los automóviles como verdaderos barcos. Navegaban, y además sus propietarios arriesgaban su físico intentando sujetarlos ¡ilusos!, para robárselos a la corriente… A algunos hubo que rescatar, a punto de ser arrastrados.
Varios jóvenes que volvían del instituto tuvieron que ser rescatados por trabajadores de nuestra empresa al estilo más rústico que imaginarse pueda. Atados por la cintura a unas cuerdas, agarraban de donde pudieran al "salvando" y "pá dentro".
De esto, no solo fui testigo, sino sufridor. Todo el día sin comer, beber, ni descansar, con las piernas hasta más arriba de la rodilla dentro del agua y el fango. Yo estaba allí…
Esos recuerdos son difíciles de borrar. Los hay que los sigues recordando toda la vida.
Que te ocurra el desgarramiento y posterior hundimiento de una montaña delante de tus ojos es algo inolvidable. Hace unos años, no sé cuantos, pero son más de diez, un domingo por la mañana subíamos la Pepa y yo por la salida a la autovía desde el Arroyo Jaboneros.
Antes de salir, quizá unos 50 metros antes, alguien nos hizo parar. El vehículo que me precedía paró y detrás yo. El señor que nos paró nos hizo claras señales de que algo ocurría, que nos marcháramos hacia atrás.
Dimos la vuelta, y nos quedamos aparcados en la parte contraria por debajo de la autovía.
Era impresionante ver cómo esa montaña se desgajaba poco a poco y sus rocas ¡enormes! rodaban hasta taponar la autovía… y volvía a rasgarse de nuevo otra parte de la montaña… y daba la impresión de que la tierra se estaba deshaciendo, que alguien estaba dibujando y desdibujando uno y otro paisaje a su gusto.
Y entonces empezaron a llegar mirones, y mirones, y el helicóptero con la televisión…
Pero yo estuve allí desde el justo momento en que aquello se inició, tanto que podía haber sido arrollado, si un señor (desconocido) no se hubiera dado cuenta de que la montaña estaba a punto de parir un nuevo paisaje.
1 comentario:
El relato sobre la montaña que se desarma frente a tus ojos me hace acordar a los rompimientos del Glaciar Perito Moreno, en el sur de Argentina. Son trozos de hielo que se rompen hacindo un ruído estruendoso.
Vale la pena verlo.
Saludos
Bambuey
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