domingo, 20 de septiembre de 2009

MONCLOA Y TAUMATURGIA

Tomás Morales Cañedo/Prof. De Filosofía

Junio 2009                                       

                                                       

 

         La Moncloa es la residencia oficial de los presidentes de gobierno en España.

         Taumaturgia es la "facultad de realizar prodigios, milagros, hechos extraordinarios". También se la denomina "hechicería", "sortilegio", "magia".

 

         Jesús de Nazaret era un taumaturgo (o, al menos, eso es lo que mucha gente creía). La hemorroísa (la mujer que padecía de hemorroides o almorranas) estaba convencida de que si tocaba la capa del nazareno se curaría de la enfermedad (una enfermedad maldita, tenía relación con la sangre, además por el ano, como si no fuera bastante la de la matriz, una mujer con doble hemorragia).

         El taumaturgo, el capaz de hacer milagros, el curador o sanador, siempre, en todo lugar, ha sido bien considerado.

         El taumaturgo se ve rodeado de un halo, de una aureola, que se extiende alrededor de sí, rodeándolo, y que, cuando está cerca de las personas, irradia, y le afecta a los que le rodean, produciendo milagros o prodigios.

 

         Yo no sé qué tiene La Moncloa, que parece imprimir carácter a quien la habita, creyéndose un taumaturgo, un capaz de hacer milagros.

         Pero todos sabemos que La Moncloa es una casa de alquiler, y que nunca está en venta, y que nunca tiene/ni va a tener propietario, por más que los candidatos ganadores, cuando entran, hacen lo posible en quedarse en ella permanentemente.

         La Moncloa sólo admite inquilinos, además temporales. El contrato de alquiler lleva impresa una fecha, aunque indeterminada, llegada la cual, deberá ser abandonada, llevándose, eso sí, sus efectos personales.

 

         El monclovita, el taumaturgo, está convencido de sus poderes. De que ese halo de misterio que lo circunda va exhalando "sim-patía" a todo el que se acerca, quedando éste prendado y prendido.

 

         Ese inquilino, al que los demás le pagamos el alquiler, se enfada con nosotros si, llegado el momento, ha tenido que abandonar la casa.

         El que está no quiere irse y el nuevo pretendiente quiere ser él quien firme el nuevo contrato.

 

         Pero ¿qué tendrá La Moncloa?

 

         El monclovita taumaturgo de turno, no es que se considere "necesario" para España, (que lo es) es que se considera "imprescindible" (y esto ya no lo es).

         Por eso, cuando llegan una elecciones, tanto el monclovita, como el aspirante a serlo (aunque éste un poco menos) quieren estar presentes en todos los mítines.

 

         "Llénenme un polideportivo de pensionistas, de afiliados y de todo aquel que quiera una banderita o un llavero o un bocadillo y ¡déjenme sólo¡ que, en cuanto yo entre allí, en persona, (no importa cómo vaya, lo fundamental es estar) se derramará sobre las cabezas y los corazones de los asistentes, cual un nuevo Pentecostés laico sobre los apóstoles, y no es que comiencen a hablar lenguas, sino que tendremos asegurado el SÍ para nosotros o, al menos, el NO para mi adversario (que es casi lo mismo)".

 

         -Pero ¡oiga¡, en los tiempos en que vivimos, con las nuevas tecnologías, Ud.,  desde la misma Moncloa, en directo, puede conectar con el polideportivo, ser visto en 4 pantallas gigantes, estará Ud. descansado, con el mensaje que les quiera transmitir perfectamente trabado, tranquilo, podrán verlo y oírlo…

 

         El monclovita, y el aspirante a serlo, se negará, en rotundo. Ellos no necesitan sólo "conectar", sino, sobre todo, "contactar".

         No necesitan tanto ser vistos y oídos como estrechar manos, dar besos, oír en directo los "vivas" y los piropos. Necesitan oler a humanidad.

 

         Necesitan sentir lo que a distancia no puede ser sentido. Esos otros sentidos. El tocar y ser tocados. Como al Nazareno, aunque no haya hemorroísas por allí, pero hay personas necesitadas de promesas.

         El taumaturgo de turno verá un voto en cualquiera que pueda, en directo, verlo y oírlo, pero sobre todo olerlo y tocarlo y abrazarlo y besarlo y un contagio provechoso saldrá de él que…

 

         ¿Qué tendrá La Moncloa que, tanto al que la habita como al pretendiente a habitarla le contagia un "no sé qué que queda balbuciendo…."?

1 comentario:

Angel dijo...

Como dices tú ¿qué tendrá la Moncloa que quien entra en ella normal, rápidamente se abstrae de todo lo que le rodea? Se hace impenetrable a todo lo que viene de fuera...
¡Dios, qué pesadilla...!