LA NIÑA DESVALIDA
Maruja Quesada Martín
Noche de junio, globo rojo en el cielo por luna, rumores calientes, agua legañosa de los pastos.
-¿Dónde está mi niña? – pregunta el sueño febril y hondo
- Allí –señala con el brazo sangriento la Luna.
Y el sueño se acurruca junto al lecho, le canta y le arrulla.
- Duérmete, mi niña.
El último día llega a su fin; mañana ya no tendrás vidrios rotos en tu corazoncito, ni caerán más perlas huidizas de tus ojitos porque tus piernas no quieran moverse. Anda, niña, duérmete.
- ¿Qué voy a soñar?
- Esta noche serás…
- Esta noche serás la rama del olmo de la que me cuelgo
- dice la luna.
- No, ¡No quiero ser árbol!
- Serás el viento que hace capas de oro con polvo del
camino, rayos de sol; el que hace bailar a las hojas granas de otoño en corros caprichosos
- Dice el rumor de la noche de junio.
- ¡No!
- Ya está, ¡tú quieres ser flor! –dice el agua corriente.
¿No? Quizás arroyuelo de cristal o cascada de espuma; tal vez huracán rugiente.
- No, yo no quiero ser nada de eso.
- Dime, niña ¿qué quieres ser tú? – pregunta el sueño.
- Quiero ser rueda.
- ¡Rueda! – exclaman como un eco de agua, el rumor y el
sueño de una noche de junio, sorprendidos.
- Quiero ser rueda –repite terca la niña. Quiero ser rueda
del carro del buhonero, la que corea: "Sedas de China,
colgantes exóticos, pulseras de plata".
Quiero ir abriendo un surco por todos los caminos de la tierra; y cuando estén llenos de agua de lluvia, poder jugar y salpicarme.
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