viernes, 6 de febrero de 2009

LA NIÑA DESVALIDA

Maruja Quesada Martín

 

Noche de junio, globo rojo en el cielo por luna, rumores calientes, agua legañosa de los pastos.

-¿Dónde está mi niña? – pregunta el sueño febril y hondo

- Allí –señala con el brazo sangriento la Luna.

Y el sueño se acurruca junto al lecho, le canta y le arrulla.

- Duérmete, mi niña.

El último día llega a su fin; mañana ya no tendrás vidrios rotos en tu corazoncito, ni caerán más perlas huidizas de tus ojitos porque tus piernas no quieran moverse. Anda, niña, duérmete.

-         ¿Qué voy a soñar?

-         Esta noche serás…

-         Esta noche serás la rama del olmo de la que me cuelgo

-         dice la luna.

-         No, ¡No quiero ser árbol!

-         Serás el viento que hace capas de oro con polvo del

camino, rayos de sol; el que hace  bailar a las hojas granas de otoño en corros caprichosos

-         Dice el rumor de la noche de junio.

-         ¡No!

-         Ya está, ¡tú quieres ser flor! –dice el agua corriente.

¿No? Quizás arroyuelo de cristal  o cascada de espuma; tal  vez huracán rugiente.

-         No, yo no quiero ser nada de eso.

-         Dime, niña ¿qué quieres ser tú? – pregunta el sueño.

-         Quiero ser rueda.

-         ¡Rueda! – exclaman  como un eco de agua, el rumor y el

 sueño de una noche de junio, sorprendidos.

-         Quiero ser rueda –repite terca la niña. Quiero ser rueda

 del carro del buhonero, la que corea: "Sedas de China,

colgantes  exóticos, pulseras de plata".

Quiero ir abriendo un surco por todos los caminos de la tierra; y  cuando estén llenos de agua de lluvia, poder jugar y salpicarme.

 

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