sábado, 7 de febrero de 2009

ENSEÑANZA 2. – DEJENNOS ENSEÑAR

Tomás Morales Cañedo/Prof. Filosofía

 

 

         Hace no mucho, en Lisboa, ha habido una manifestación de 130.000 profesores con un grito común: "Déjennos enseñar" y, presidiéndola, una gran pancarta: "Soy profesor. No tengo tiempo para enseñar".

 

         El papeleo administrativo, el rellenar fichas y documentos, las continuas adaptaciones curriculares,…. les impide desempeñar su tarea didáctica.

 

         ¿Qué ocurre en la enseñanza lusa? Pues exactamente lo mismo que ocurre en la española o, quizás, algo menos porque, aquí, con toda la Educación transferida a las Comunidades Autónomas cada una ha hecho e su capa un sayo. Y no digamos nada de las que, además, tienen una lengua propia y ponen el máximo empeño en desviar dinero y esfuerzos para que no se enseñe en la lengua común, a pesar de que la Constitución lo dice bien clarito, pero como aquí, de la noche a la mañana todos nos hemos convertido en competentes hermenéuticos.

"Pensamos en los papeles más que en los alumnos" – gritaban los compañeros vecinos.

 

         Cada vez más reuniones, más sesiones de evaluación, de prospección, de pasar tests, de corregirlos y tabularlos, de descubrir el entorno familiar, económico y social de cada alumno tutoriado... y todo levantando acta de cada acto. Lo que no consta escrito no existe.

 

         La desmotivación del alumnado (porque muchas veces da igual saber que no saber ya que "promociona por imperativo legal", la triste y famosa P.I.L.), la ausencia o bajón en la disciplina (ésta no es la meta de nada, pero sin ella es imposible lo demás), la violencia escolar, el absentismo del aula,… obliga al profesor a reajustar continuamente su programación, a preparar y corregir pruebas y más pruebas, cada curso con una menor exigencia (aunque las autoridades académica con el visto bueno de los psicopedagogos digan lo contrario)… Si a esto se añade la baja consideración que la sociedad tiene de los educadores-enseñantes ("sólo piensan en vacaciones")… la desmotivación del profesorado está servida.

 

         Estamos practicando intelectualmente el "facilismo" y educativamente el "buenismo".

 

         Hace unos días un alumno de bachillerato de un pueblo costero de Cádiz le preguntó a su profesor cuánto ganaba al mes. "Eso lo gana mi padre en una noche normal, porque hay muchas noches que…".

         ¿Qué motivación por saber, por esforzarse, va a tener este alumno?

 

         Luego, además, viene el autoengaño, además mentiroso de las autoridades académicas. Los incentivos económicos, por parte de la Administración, para que pasen el listón más alumnos, ese chantaje manifiesto a los mal pagados profesores que, así, ven disminuida su penuria, ese maquillaje de resultados para que la curva creciente del fracaso escolar se pare o descienda (no hablo del fracaso educativo, con el destierro del esfuerzo en el aula).

 

         Ya lo dice el refrán: "aunque la mona se vista de seda…"

 

         Mucho ordenador en el aula, como si el ordenador no fuera sólo un instrumento. Como si hubiera sido un lápiz el que escribió El Quijote o un pincel el que pintó Las Meninas. Se denominan "Centros T.I.C" (por siglas nuevas que no quede)

 

         Eso sí, el alumno podrá colgar el título en su habitación, aunque no pueda alardear de algo que ha perdido todo valor y él sigue siendo igual de ignorante.

 

         "Un burro, conectado a Internet, sigue siendo un burro" – dice Marina.

 

         ¿Y saben Uds, quiénes habían convocado la manifestación e iban en la cabecera de la misma guiándola y presidiéndola? Los Sindicatos de la Enseñanza.

 

         Y en España ¿dónde están los Sindicatos?

 

         No saben, no contestan, no están ni se les espera.

 

         Como son tantos los renegados de la tiza que han conseguido la condición de "liberados" están encadenados a la silla del despecho y no tienen tiempo para convocar y presidir manifestaciones.

 

Enero de 2009

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