domingo, 27 de diciembre de 2009

EL SILENCIO ES ORO

Mayte Tudea.

22-Diciembre-2009

 

 

Cuando he terminado de leer las reflexiones de nuestro amigo Ángel -"De lo ignorado... mejor no hablar"-, he intentado contestarle en el apartado de "comentarios", pero el espacio para hacerlo se me ha quedado corto y opto por hilvanar la respuesta en otro más amplio -sin duda, el mismo blog-.

 

         A mí sí me gusta hablar. Lo reconozco. Pero también escuchar. Y entre lo que yo expreso, y lo que me responden,  se completa la acción de conversar. Nada de monólogos, tan sólo el diálogo, un diálogo vivo y a veces muy interesante, que me termina enriqueciendo y del que sin lugar a dudas, aprendo.

 

         Ahora bien, reconozco que hay personas que únicamente "hablan por hablar", y emiten juicios peregrinos sin que estén basados en algo sólido, como no sea el de su calenturienta imaginación.

 

         Y para confirmarlo, un ejemplo: Centro de Salud de Huelin.

Una del mediodía. Tres personas esperando a que les llegue su turno para entrar en la consulta. Llega una cuarta y pregunta: "¿Qué hora tiene el que está dentro?" Responde una señora: "Es el de las doce y media, pero como Don Salvador está de vacaciones y la sustituta no tiene ni idea de lo que se trae entre manos, llevamos el retraso que llevamos".

 

         Yo había escuchado sin mover un músculo facial, todos los comentarios que había llevado a cabo esta persona durante el tiempo de mi espera.  Mezclando de forma arbitraria a Zapatero, a Obama,  la sanidad pública, el precio de los carabineros, la lluvia, unos roscos de vino que había comprado –que  no eran de vino sino de anís- (aquí estribaba el engaño), en un "totum revolutum" aderezado con una "mala uva" evidente y un deseo de descargar su frustración en quien fuera y al precio que fuera.

 

Sin que nadie le preguntara y apenas le contestara,  tuvimos que soportar una larga diatriba llena de incoherencias, encadenando unas cosas con otras de forma insolente y haciéndonos partícipe en voz alta de sus opiniones –miopes por cierto-, que por supuesto nadie había pedido.

 

         Y yo, callada. Pero cuando nombró a la doctora de forma tan despectiva,  le pregunté secamente: "¿Usted la conoce, ella la ha tratado en otras ocasiones?"

 

         "No –me contestó sorprendida- pero ya se sabe que los sustitutos..."

 

         No la dejé terminar. "Mire señora (¡que educada soy!)  ayer  vine a consultar a la doctora sobre un tema que me afecta, un accidente, y me atendió con mucha amabilidad. Se entretuvo en explicarme la imagen de unas radiografías -que yo por supuesto no sabía descifrar-, y lo hizo demostrándome unos conocimientos y un sentido común que han motivado que hoy vuelva de nuevo para pedirle consejo. Si el médico nos dedica muy poco tiempo, nos quejamos, y si no es así, también".

 

         Rezongó por lo bajo y se hizo el silencio. El resto de los presentes me dirigieron miradas aprobatorias,  pero nadie habló.

El silencio denso, estaba preñado de palabras que no tomaron forma. Pero comparándolo a la incontinencia verbal con que nos había obsequiado unos minutos antes comprendí, que, a veces, ¡el silencio es oro!

 

lunes, 21 de diciembre de 2009

DE LO IGNORADO…, MEJOR NO HABLAR.

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

 

Suelo ser un gran escuchador. Mis amigos suelen decirme, de vez en cuando, que dé mi opinión sobre lo que se está hablando. Ellos saben que no hay nada que me guste más que escuchar.

 

El que no está acostumbrado a prestar atención a lo que se habla, no sabrá apreciar el placer de escuchar al que habla. Sobre todo si el que lo hace es persona entendida, bien preparada y buen orador.

 

Además, hay ocasiones en que es lo mejor que podemos hacer. No hay alternativa.

 

Hoy voy en el autobús. Antes no lo tomaba nunca. Hasta hace siete años, nunca había viajado en autobús en Málaga. Ahora lo hago muy a menudo. Como digo, hoy viajaba en el 11 desde la Alameda Principal en dirección a El Palo.

 

Suelo aprovechar el tiempo del viaje en autobús para leer alguna "cosilla". La "cosilla" puede ser un libro de Marina, una revista de "Amaduma", un libro de Málaga que me regaló el Perchelero, o cualquier otra "fruslería".

 

Hoy he aprovechado para repasar los apuntes de clase de Ciencias. Pero… ¡no había forma de centrarse…!

 

Mi  vecina de asiento, una señora de mi edad, más o menos; la señora del asiento delantero, y un señor apoyado en una muleta (pero de pié, en medio del autobús), han comenzado, o seguido porque no me he enterado del comienzo de la conversación, hablando a estilo malagueño. Es decir, a voces.

 

Y definitivamente, me he decidido a enterarme del tema, porque las Ciencias no me centraban…

 

Sinopsis del "cuadro":

 

Una de ellas dice que no hay derecho a que la Sevillana le pase dos recibos seguidos de luz de 120 euros cada uno. Va a protestar y le dicen que los últimos ocho meses le han cobrado el mínimo, porque no han podido hacer la lectura del contador. "¡Esto es un robo!"

 

Otra se queja de que a ella le han hecho lo mismo con el agua. Ella la volvió a conectar fuera a otra toma…

 

El de la muleta, remató con la comparación del bandolero "José María" en Sierra Morena, con los atracadores del bolígrafo en los despachos…

 

Otra espontánea salió con que el IBI antes era uno y ahora nos cobran dos veces… ¡No hay derecho!

 

Y así hasta el infinito… ¡y más allá!

 

Supongo que podéis imaginar la cantidad de inexactitudes que allí se han comentado. ¡Qué oportuna hubiera sido un poco de  "moderación  oral" en los intervinientes!

 

No hubo forma… Cada una de ellas y él, pues eran cuatro los "ponentes" hubieran servido para representar una de esas sesiones parlamentarias a las que tan a menudo nos invitan nuestros diputados. "Todo es un desastre, esto es lo peor de este siglo…" "Pero en que país viven ustedes. Solo saben mentir y sobornar…" Y todas esas lindezas que se les vienen en gana tanto a unos como a otros.

 

¿Cómo es posible que a la gente le guste tanto dar su opinión (buscada o no) sobre cualquier cosa? Hay personas que padecen "diarrea verbal", de otra forma no es posible esa irrefrenable necesidad de prestar tu opinión.

 

Opinar en nuestra tierra es lo más fácil y a mano que uno se encuentra. Yo veo, yo oigo, yo intuyo… y yo opino. Me incumba o no. Se me pida la opinión o no. Entienda o no.

 

 Yo opino y además, emito mi opinión a voz en grito y con cuantos oyentes tenga. Opino, aun sin pararme a pensar que mi opinión puede ser una imbecilidad, utilizando palabras suaves.

 

Cuántas veces hemos sufrido una gran decepción al escuchar a una persona emitir su opinión (NO SOLICITADA) sobre algo, y descubrir la escasa valía de los pensamientos de esta persona. Su nula profundidad, la vacuidad de sus argumentos. Sus bases, sus fundamentos…

 

Y al revés, escuchas o lees a alguien, a quien anteriormente no valorabas y de pronto ves que esconde unos conocimientos, unas ideas y unos razonamientos admirables, solidamente basados en la razón, intelectualmente impecables… y lo alzas a su lugar. Lo consideras en su justo sitio.   

 

Marzo de 2009

miércoles, 16 de diciembre de 2009

LA  SOMBRA  DE  MISTER  SCROOGE

Mayte Tudea.

Diciembre 2009

 

A nuestro bloguero mayor, Ángel Pulla, le gusta rescatar personajes de su pasado y relatarnos sus historias, dándonos de este modo a conocer seres y hechos de interés, o simplemente anecdóticos. 

 

         Tiene en su haber una lista -larga ya- en la que destaca don Vicente,  aquel profesor de literatura que le dejó una gran huella y al que continúa admirando. El que le aconsejaba: "no te metas en Honduras, porque terminas matando al Presidente". Imagino que le animaba a expresarse de un modo claro, para así evitarle posteriores complicaciones.

 

         A mí, en más de una ocasión, me hubieran venido muy bien éstas reflexiones. Tengo media docena de escritos iniciados –-algunos incluso mediados-, que honestamente no sé como terminar. Los comencé afrontando temas muy profundos, con títulos algo pretenciosos, y me he metido tanto en Honduras, que llevo varios Presidentes asesinados sobre mis espaldas. Bueno, cualquier día los concluyo, o los envío a la papelera, ya se verá.

 

         Todas estas divagaciones vienen a cuento, porque pretendo relatar un episodio de mi niñez y describir a su protagonista, y quiero hacerlo de la manera más concisa y simple de la que soy capaz, lo que no es tan fácil como parece.

 

         Viendo con mis nietos en el cine hace unos días el trailer de la película "Cuento de Navidad" –ya saben, el de Dickens-, al contemplar el rostro de Mr. Scrooge,  inmediatamente surgió en mi memoria otro con un considerable parecido: el de un vecino nuestro de la casa en la que viví de niña junto a mi familia.

 

         Se llamaba Laurencio. Era hosco, retraído, de ceño fruncido y expresión avinagrada, siempre, invariablemente la misma expresión. Jamás le había visto sonreír y las veces que escuché su voz, sólo fue para regañarnos, o intimidarnos. Olvidaba decir que odiaba a los niños y cualquier cosa que hiciéramos –fueran travesuras o no-, provocaban en él una larga retahíla de amenazas, que como una salmodia repetía mientras atravesaba el portal y subía las escaleras hasta llegar a su piso. En más de una ocasión nos "obsequió" con un tirón de orejas o un pescozón: por supuesto, siempre que nos sorprendía deslizándonos por la barandilla. Es comprensible que le temiéramos y huyéramos de él como de la peste.

 

         Las quejas ante nuestros padres eran continuas. Pero afortunadamente, conocedores de su mal talante, las reconvenciones que éstos nos hacían eran leves y no demasiado frecuentes.

 

         Tenía fama de avaro. Hasta el punto de organizar un auténtico escándalo cuando le cogíamos dos o tres algarrobas -con las que alimentaba a sus caballos-, de un saco lleno de ellas. A los niños nos gustaba aquel sabor dulzón y metíamos la mano en el saco siempre que podíamos. Si  nos sorprendía, teníamos aseguradas la "colleja" y la protesta.

 

         Un día escuché a mi abuela una expresión que yo desconocía. "Laurencio tiene un cáncer", le decía a mi madre. Ignorante por completo de lo que significaba, descubrí al cabo de varias semanas de ausencia,  que nuestro vecino había regresado con el cuello cubierto de un grueso vendaje del que asomaba un extraño tubo que le llegaba a la boca, y a través del cual emitía unos roncos sonidos metalizados que querían convertirse en palabras.

 

         Cuando lo tuve frente a mí sentí un extraño terror. Y no supe si lo que lo provocaba era aquel gutural modo de pronunciar mi nombre, o la sonrisa que por primera vez asomaba en sus labios. Salí disparada escaleras arriba con el corazón golpeándome alocadamente y no respiré tranquila hasta cerrar la puerta de  mi casa.

 

         A partir de aquel momento, los bolsillos de Laurencio siempre estuvieron repletos de caramelos y golosinas que intentaba repartir con generosidad, y de su boca no se borró la sonrisa que había estrenado e incorporado a su rostro de forma permanente.

        

         Sin embargo, los niños continuábamos huyéndole. Y cuando murió, al cabo de unos meses, no había nada que me produjera mayor temor que acceder hasta el rellano mal iluminado de su puerta -que había de atravesar necesariamente para llegar a la mía- y en el que me parecía ver su oscura sombra reflejada en la pared.

 

         Mi abuela –que de cada tres frases pronunciadas, dos eran refranes- solía decir: "después del burro muerto, la cebada por el rabo".

 

         Y es que resulta muy difícil cambiar la trayectoria de un vehículo pocos metros antes de llegar a la meta.

martes, 8 de diciembre de 2009

LOS TERRORES DEL AÑO 1.000

Tomás Morales Cañedo

Noviembre del 2009                                   

 

 

         La tesis doctoral de Ortega y Gasset, en 1.904, llevaba por título: "Los terrores del año mil. Crítica de una leyenda". Es poco voluminosa, sólo 58 páginas.

 

         Al comienzo, durante varias páginas, se extiende en la exposición de los tradicionales mitos o leyendas que hay sobre dicho año en "Notas sobre los legendarios errores del año 1.000".

 

         Ya saben Uds., es el tiempo abonado para los milenaristas, como si la tierra, en su traslación alrededor del sol, supiera algo de milenios, siglos, años,… para tenerlo en cuenta.

 

         El año 2.000 me lo decían mis alumnos.

 

         -"Don Tomás – (entonces todavía me llamaban de "Don")- entramos en el 2º milenio, preparémonos para alguna catástrofe. ¿Qué opina Ud.?

         - ¿A qué hora empieza?, porque quiero empezar a carcajearme desde el primer minuto.

         - Sí, ríase, ríase Ud., pero lo están anunciando por…

 

         Y tenía que explicarles que, en realidad, no íbamos a entrar en el año 2.000, sino que todo es erróneo y el causante o culpable fue un monje y astrónomo medieval, del siglo VI d. C., de nombre  Dionisio el Exiguo (el "enano"), monje escita, nacido en la Escitia Menor (hoy Rumania), que se había equivocado al pasar del calendario romano ( "a.U.C" ("ab Urbe Condita", "desde la fundación de Roma"), que era como se hacía el cómputo de los años, considerándolo el año 0, al nacimiento de Jesús de Nazaret, como año 0, pues al estar ya instalado el cristianismo en Europa se consideraba el nacimiento del Hijo de Dios más importante que el inicio de la fundación de Roma, pero se equivocó en, nada menos que, "cinco años", es decir, una manifiesta contradicción "Cristo nació al año 5 antes de Cristo".

 

         - "Queridísimos alumnos, el año 2.000 fue hace 5 años, el 1995 y no se acabó el mundo. ¿Se va a acabar ahora, que ya no estamos en el 2.000?

 

         ¿Ocurrió, en el año mil, ese terror milenario, ese auténtico pavor supersticioso, temores y terrores apocalípticos, que muchos años después se daba por sentado y como segura su existencia?

         Porque es verdad que hubo, alrededor de ese año, hambrunas que llevaron al canibalismo, hubo lluvias torrenciales cual nuevo diluvio y era creencia extendida que la gente se arrepentía, se confesaba y comulgaba, entregando a los pobres todas sus posesiones para que, al ser juzgados por Dios en el Juicio Final, los pillase con el alma purificada y las manos vacías (por aquello de "Bienaventurados los pobres…. porque de ellos será el reino de los cielos"), que es lo que todos ansiaban.

 

         "Algunos historiadores –dice Ortega- han urdido el tapiz maravilloso de una leyenda".

         Y "construida la leyenda, hizo su camino sin tropiezo, porque era bellísima"

         Aunque "como el maniqueísmo, el milenarismo está arraigado en el fondo de la concepción cristiana".

 

         El 31 de Diciembre del año 999 habrían estado las Iglesias llenas de hombres y mujeres, gimiendo y llorando, pidiéndole a Dios el perdón de sus pecados, en la certidumbre de que se acercaba el fin del mundo y, con él, el Juicio Final.

         Los lujuriosos confesaban a gritos sus pecados y lascivias; los avarientos ofrecían sus tesoros al Señor para que le fuera perdonado su vicio y su debilidad; los orgullosos vestían sayales y cubrían sus cabezas con cenizas reclamando misericordia, y todos, llorosos y compungidos, al oír las campanadas de media noche, esperaban escuchar también las trompetas de los ángeles, que harían resucitar a los muertos que, junto con los vivos, en ese mismo momento, comparecerían ante el Divino Juez.

 

         Pues todo fue propaganda posterior y pura fantasía proveniente de gentes interesadas en pintar de negro la vida cotidiana del medievo.

         Todo parece provenir, intencionadamente, de los enciclopedistas anticlericales y de los románticos, cargando contra la jerarquía eclesiástica de aquellos tiempos.

         Una fábula inventada en el siglo XVI, por cronistas franceses e italianos, que remataban así su opinión sobre los "oscuros y bárbaros siglos medievales", capitaneados, por supuesto, por la iglesia cristiana.

 

         Ese mismo criterio fue el que los llevó a designar como "góticos" (es decir, "godo", "bárbaro") el arte de las catedrales, iglesias, monasterios y edificios civiles.

         ¿Se pueden llamar "bárbaras" las catedrales españolas de Santiago de Compostela, León o Burgos, entre otras; o las de Colonia, Notre Dame, Milán,…?

         ¿Se puede llamar "bárbara" y "oscura" la Escuela de Traductores de Toledo? ¿O a Alfonso X el Sabio?

 

         Es verdad que la higiene brillaba por su ausencia, que una peste cualquiera hacía estragos en el pueblo llano, que la cultura sólo era comida de clérigos, que el pueblo nadaba en el analfabetismo, que la alimentación era escasa e inadecuada,…

         Pero de ahí a cargar contra la Iglesia, como la suma interesada, para que le entregasen las pobres gentes todos sus bienes, predicándoles el fin del mundo, las penas eternas que les estaban reservadas,….

 

         Digamos que el terror a la enfermedad y, sobre todo, a la muerte estaba instalado en el pueblo antes, durante y después del año 1.000.

 

         Debido al aislamiento geográfico, sí es posible que monjes, a pequeños núcleos de población, predicasen la inminente venida del fin del mundo y que, en ellos, algo de eso ocurriese, pero no a nivel general de la cristiandad.

 

         Si nos atenemos a España, el año 1.000, gran parte de la población estaba bajo dominación musulmana y existían núcleos de población judía, y el cómputo de los años, para ellos, nada tiene que ver con el del Cristianismo.

 

         Pero una leyenda, cuando es bella, es difusiva y contagiosa.

 

         Pero una leyenda es sólo eso, una leyenda.

viernes, 4 de diciembre de 2009

¡BENDITA  LOCURA!

Mayte Tudea Busto

 

                                                          

          La vida es una caja de sorpresas. Esta es una frase muy manida, muy tópica, pero todos sabemos que los tópicos encierran una gran parte de verdad.

 

 Hace unos días una persona a la que quiero mucho -no diré el lazo que me une a ella por preservar su identidad- me confesaba que se había enamorado como un "adolescente". Durante casi dos horas me fue desgranando telefónicamente el rosario de sentimientos, emociones, ansiedades, aleteo de mariposas en el estómago, que le mantenían en ebullición, que no le dejaban conciliar el sueño, que le ilusionaban y le asustaban y ¡oh, maravilla!, la mujer que le producía tamaño desasosiego, estaba inmersa en el mismo proceso, correspondía fielmente a ese  prodigioso despropósito al que llamamos amor.

 

  "¡Vive el milagro!", le aconsejé. ¿Acaso no es un milagro que sobrepasada la setentena pueda ocurrir algo así?

 

  Pero inmediatamente han surgido los "juzgadores de turno", aquellos que poseen la llave del bien y del mal, de lo correcto y de lo incorrecto, de lo adecuado y de lo impropio, los de la mente fría y el corazón convertido en un páramo yermo y seco, aquellos que  olvidaron  la emoción que en otro tiempo les embargó, o lo que es infinitamente peor, los que nunca la sintieron, y enarbolando la bandera de la sensatez sentencian con extrema dureza: ¡locura senil!

 

 Mas lo peor de todo es que estas personas argumentan, razonan, exponen sus motivos de forma convincente, y terminan por crear la duda en quienes les escuchan (o escuchamos), porque alegan que lo único que les mueve es el bienestar del que se encuentra "enajenado" por un sentimiento, que, según ellos, está fuera de tiempo y de lugar. Con los "sofistas" hemos topado, amigo Tomás.

 

Si los "salvadores de la patria" resultan terriblemente peligrosos, no lo son menos estos "salva-vidas" protectores, que intentan que los demás no se desvíen del camino establecido, de la ruta marcada. Los que sostienen que "los experimentos... sólo con gaseosa", y aseguran ¡"hay que evitar los riesgos"! ¡Dios! ¿Hay mayor riesgo que el de vivir?

 

Pero he de reconocer también que existen otras personas que emulan descaradamente al capitán "Araña", -el que animaba a embarcarse a los demás mientras él se quedaba en tierra-; aquellas

que incitan a los otros a sortear los peligros, mientras ellas, dominadas por el "vértigo a las alturas" permanecen cobardemente sujetas al suelo y son capaces de fijarse a él -con pegamento si fuera preciso-, por si una ráfaga de viento las arrebata y pierden el punto de apoyo.

 

         En fin, como diría el torero ¡hay gente pá tó!

 

 

28 Noviembre 2009

 

lunes, 23 de noviembre de 2009

NO SIEMPRE ES LITERATURA…

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

 

Yo he contestado varias veces que hemos hablado de esto, que me hubiera gustado ser músico o escritor.

 

Una lástima. Ni sirvo para una cosa ni para la otra. Y mira que me esfuerzo. No en la música, donde soy un verdadero desastre, sino en la literatura, donde no "progreso adecuadamente".

 

Y me duele porque conozco amigos y amigas, que lo han conseguido, y han hecho verdaderos milagros, y se me han hecho admirados literatos. Tan es así que no me extrañaría ver, con el tiempo, a alguno o alguna de ellos/as con la debida consideración dentro del campo de las letras.

 

Sin bromas. Tengo alguna amiga que escribe de maravilla. Me gusta leer su "producción". Sabe hacerlo. Y esto lo ha conseguido en unos pocos años. Se ha impuesto mejorar y lo ha conseguido. La envidio. Como también a otros amigos, que no es que hayan mejorado, ellos ya venían con su carga literaria al hombro.

 

Hace unos días, recordando con mi amigo y antiguo compañero de estudios Bautista, recordando, digo, a antiguos compañeros nuestros, me nombró a uno, que de pronto me trajo a la mente a un pretendido "Lope de Vega" con su "más de ciento en horas veinticuatro pasaron de las musas al teatro". Angel Carralero era el antiguo compañero, irreductible escritor, aficionado, y que era capaz de en una noche armarte una obra de teatro con cuatro actos y no sé cuantas situaciones impensables, todo ello, por supuesto sin  ordenadores, entonces todavía no habían llegado, sino a bolígrafo y libreta, pariendo todas esas situaciones para un reparto de varios actores ¡y como digo todo a bolígrafo!

 

Pero lo peligroso de esto, no era lo que pudiera salir de tal esfuerzo creador, sino que además te lo hacía leer al día siguiente para así poder corregir lo que tú pudieras señalar como flojo, o engrandecer su ego literato, si se te ocurría alabar su obra. Un castigo.

 

Y no conozco las causas de que me eligiera a mí, precisamente a mí, como una especie de corrector de su infatigable musa teatral. Literalmente le huía, cada vez que le veía venir hacia mí con el enorme bloc bajo el brazo.

 

En uno de los trabajos que nos encargaba el profesor de literatura, Don Vicente, como ya he dicho en otras ocasiones el mejor profesor de literatura que yo recuerdo, presentó mi amigo Carralero un poema, no recuerdo de que iba el trabajo, pero sí recuerdo cómo empezaba aquel inolvidable "Quiromántico poema de mi lánguida novela…"

 

Todos entendimos la crítica literaria del profesor a tan "sublime" obra literaria, menos precisamente su autor, que la tomó como una loa a tan insigne trabajo… Era temible, como digo, cada vez que se le veía con su bloc bajo el brazo, buscando un momento para hablar contigo. Temible.

 

Hace unos días escucho en la radio a un señor que había cometido la ¿osadía? de haber traducido el Quijote al "spanglis". No sé si esto es una hazaña o una causa de condena a cadena perpetua. No lo sé. Lo que sí sé es que con literatos de semejante calibre, mi amigo Carralero puede resultar un premio nacional en cualquier momento.

 

Precisamente, en la crítica hecha a semejante osadía cometida con el Quijote, alguien, creo que un profesor, comentó algo que sí me sonó mucho. Recordó aquel otro Quijote traducido al latín macarrónico (quién no ha escuchado alguna vez una traducción macarrónica, especialmente cuando estudias latín en bachiller).

 

Decía algo así como "in uno loco manchego de cuius nomen non volo calentare cascos"… ¡para partirte de risa o enviar a galeras al autor de la traducción!

 

Siempre hemos tenido ocasión de sorprendernos con traducciones "raras", especialmente cuando nuestros profesores de latín encontraban algún gazapo metido entre nuestras propias traducciones. Nos recordaban aquel caso en que uno de sus alumnos "desparramaban su saber" y nos dejaban una frase para la historia.

 

"Lupus et agnus siti compulsi". Traducción sui generis: "al lobo y al cordero les tiembla el pulso ". Con casos semejantes no es extraño que a los aficionados a literatos se les encendiera la chispa y prepararan sus blocs y sus bolígrafos, y nos quisieran luego obsequiar con ser los primeros en saborear sus obras…  

 

Naturalmente, en el mismo caso nos encontramos nosotros cuando presentamos al resto de mortales nuestros escritos en nuestros blogs o revistas.

Por eso empiezo diciendo que yo envidio a mis amigos/as que tienen esa facilidad y ese don, que no puede llamarse de otra forma, de poder plasmar en un escrito algo que a otros nos cuesta  lo indecible y que en definitiva no somos capaces de conseguir. Ni siquiera copiándoles.

 

Y es que no todo lo que se escribe es literatura…

 

 28 de agosto de 2009

 

sábado, 21 de noviembre de 2009

¿QUIÉN DEFINE AL POETA?

Mayte Tudea Busto

Noviembre 2009

 

Tomás, nuestro filósofo, ha escrito: "Ser poeta es una cosa muy seria y hay que ser muy arrogante o muy necio para adjudicarse a sí mismo esta condición". 

 

Y yo me pregunto: ¿Y quién es la persona capacitada para otorgarle a otra ese título?

 

Yo leo a poetas contemporáneos –algunos de ellos afamados y reconocidos-, y sin embargo, ante la lectura de algunos de sus versos permanezco indiferente, sin que ningún eco se produzca en mi interior ni consigan despertar en mí ningún tipo de sentimiento.

 

Yo entiendo que la poesía tiene que estar principalmente compuesta de emociones, y despertarlas en el que las lee obligándole a reflexionar sobre lo leído, a interpretarlo y a comprenderlo siempre desde la vertiente del sentimiento, porque un poema es una flecha lanzada directamente al corazón de la sensibilidad.

 

Siguiendo el razonamiento de Tomás, yo sólo puedo considerarme "una aprendiz de poeta", si es que a esto se le puede considerar un "oficio". Una aprendiz entusiasta y hasta "encandilada" con esta labor –que a veces se resiste-, esta labor  en ocasiones huidiza e ingrata, y en otras, generosa y magnánima.

 

Y nunca dejo de sorprenderme cómo cuando traslado al papel las palabras o las metáforas que van surgiendo, éstas no siempre responden a un pensamiento elaborado y concreto, si no que tienen entidad propia, y parece que se hacen tangibles por una voluntad ajena a la mía; que esos versos son producidos por un ser extraño a mí, o que brotan desde un compartimiento oculto que yo desconozco y del que no poseo la llave.

 

Estoy de acuerdo con Tomás en que la palabra poética viene depurada desde su origen y contiene en sí misma la esencia de las cosas y sólo de este modo podrá permanecer en el tiempo y alcanzar algo parecido a la inmortalidad.

 

Disfrutando a San Juan de la Cruz, a Quevedo, o a Machado –por elegir a algunos de los que me tocaron el corazón- me asombro de que aunque hayan transcurrido, años, siglos, desde que crearon sus poemas, éstos siguen permaneciendo vivos, plenos del vigor y de la emoción con la que fueron escritos, y provocan en mí ese pálpito, ese temblor, y me sigo admirando y maravillando de que continúen siendo tan actuales y al mismo tiempo, tan eternos.

 

 

PALABRAS POÉTICAS

 

 

 

                                                                  Flotando en nebulosa iridiscente,

igual que ardiente magma se caldean,

y en fértil limo nacen y procrean,

yendo del corazón hasta la mente.

 

La idea las atrapa, y a la mano

la orden manda certera y concluyente,

y el papel las recibe complaciente,

y deja huella fiel del ser humano.

 

Primero una palabra, luego un verso,

tejidos con mil hilos plateados

se conforman poemas, que anudados,

 

prendidos en el haz y en el reverso

del pensamiento, fluyen, y con calma,

vibran cual eco y llegan hasta el alma.

 

sábado, 14 de noviembre de 2009

1.- LIBERTAD Y PERSONAS MAYORES

Tomás Morales Cañedo/Prof. Filosofía

Junio 2009                              

 

                                                       

         Es curioso. Decimos que la persona mayor, jubilada, es la doblemente libre porque:

         1.- ESTÁ ya LIBRE DE ese trabajo estresante, oneroso, obligatorio, sometido a un horario…

         2.- ES LIBRE PARA hacer lo que quiera, cuando quiera, donde quiera,… (pura definición de libertad: opción, elección, decisión,…).

 

         Sin embargo, este mismo mayor, LIBRE, está, cada año que pasa, un poco más limitado (vista, oído, cinestesia, variadas limitaciones orgánicas, desde la próstata a las mamografías, desde la glucemia, el colesterol y los triglicéridos a la analítica del cuello de útero…).

 

         LIBRE pero LIMITADO somáticamente y, por desgracia, a veces, dependiente.

 

         ¡Somos la…. leche, los mayores!

 

         Desde nuestra mucha y múltiple utilidad podemos ayudar a ser libres a otros, familiares o colectivos desprotegidos, pero también podemos interrumpir la convivencia en quienes nos rodean y mermarle libertad.

         Queramos o no, una disminución o merma de la libertad del mayor es un freno a la libertad de los hijos y familiares.

 

         Se comete un error de bulto cuando se pontifica con esa frase ya célebre: "La libertad de uno acaba donde empieza la libertad del otro". Como si la vida estuviera parcelada y cada uno pudiera ser sólo libre en su parcela.

         ¡Qué error!

 

         Igual que la vida discurre y se mete por todos los vericuetos, la libertad auténtica es sólo la libertad con los demás y entre los demás.

         La libertad no es un freno para no chocar, sino un acelerador moderado que se inmiscuye en todo: ideas, creencias, personas, instituciones. Ser libre es caminar con ellas y entre ellas, sin dejarse esclavizar por ninguna, sino enseñoreándose con todas.

         La libertad no es anarquía, veleidad, capricho, arbitrariedad, sino poder hacer lo que se debe hacer en un mundo habitado por otras personas como yo o distintas a mí.

 

         Uno tiene que ser libre para entrar, ver, sopesar y comprar cualquier cacharro en cualquier cacharrería.

         Pero uno no es libre para echar abajo las estanterías. Aunque puedas hacerlo, no debes hacerlo, luego no quieras hacerlo.

         Tú no puedes querer lo que no debes querer.

 

         Sartre, un filósofo existencialista, afirma que "lo sagrado son los otros"

 

         Soy libre en la sociedad, pero no soy libre para fracturarla, para desestructurarla, para cargármela. Tienes derecho a nadar en la piscina, pero no a salpicar a los demás bañistas.

         A todos los bañistas nos interesa mantener limpia la piscina, en las mejores condiciones, incluso cuando tengamos que guardar turno, por aglomeración.

         Siempre "respeto" a las personas, a todas, aunque no te gusten, toda persona es respetable y merece respeto, aunque sea un hijo puta (será una persona hija puta, pero persona).

         Otra cosa es la "tolerancia". Ya no hablamos de personas sino de ideas. Y como hay ideas intolerables ("la raza blanca es superior a cualquier otra raza", "la mujer es inferior al varón"….) no se puede ser tolerante con ellas, sino combatirlas, no admitirlas, mostrarse intolerante,…

 

         Somos parte y, a la vez, usuarios de la sociedad. Es nuestra obligación conservarla porque sólo ella nos posibilita la libertad. No podemos/no debemos desnaturalizarla.

         La libertad, en la sociedad, es como el aire que respiramos ¿quién puede estar interesado en contaminarlo?

         No vayas respirando más de la cuenta, hay aire para todos. Una libertad excluyente es la prisión que uno construye para morir asfixiado en ella.

 

         Los hombres no sólo coexistimos, sobre todo convivimos, pero toda convivencia exige renuncias.

         ¿Qué clase de libertad es la del que vive, solo, en una solitaria isla?

         Se es libre en colectividad.

 

         Una persona, en una silla de ruedas, con movimientos físicos limitados, puede ser más libre que un atleta. Porque la libertad habita y se juega en el campo del espíritu, no en el cuerpo.

         La libertad física ni siquiera es condición necesaria (cuanto menos suficiente) para ser libre.

         Naturalmente es preferible gozar de la libertad de movimientos, pero el espíritu es ajeno, es inquilino del hombre interior.

 

         Viajar por el mundo de las ideas o de los sentimientos es más gratificante que sólo caminar por las aceras. Que se lo pregunten, si no, al padre de los agujeros negros o de la historia del tiempo.

         Ejercitar la gimnasia interna, hacer footing intelectual y transitar por tantos pensadores que en el mundo han sido, produce elasticidad al espíritu. Te hace mejor persona.

         En la introducción a uno de mis artículos recomendaba ese ejercicio intelectual,  para que las neuronas no se oxidaran, porque así se retrasa el envejecimiento.

 

         Dicen que los ciegos compensan la ausencia o deficiencia del sentido de la vista con una mayor estimulación en los otros sentidos, para que no se note la merma. Es una especie de vasos comunicantes.

 

         Quizás cuando el mayor ya no pueda seguir aprendiendo más es cuando empieza a ser más sabio.