sábado, 25 de octubre de 2008

CONFIANZA.

Tomás Morales Cañedo/Prof. Filosofía

 

         Con-fianza, con-fe. Acercarte a algo o a alguien con-fiadamente, con-fe, es "fiarte de", creer en él.

 

         Ya San Agustín, hace mil quinientos años, distinguía entre "credere ad" y "credere in".

         "Creer a alguien", es menos fuerte que "creer en alguien".

         Ante dos versiones de un hecho que me den dos desconocidos yo puedo "creer a uno" o "creer al otro".

         Pero si una versión me la da mi hija y otra un desconocido, yo "creo" lo que me dice mi hija, porque "creo en" ella, y no "en" el desconocido.

         ¿Que puedo equivocarme? Por supuesto.

         ¿Que la versión del desconocido puede ajustarse más a la realidad? Por supuesto.

         Tener fe, tener confianza, fiarte, es una cuestión subjetiva, que no te garantiza la objetividad.

         Es verdad que CREO en mi hija, otra cosa es que sea verdad LO QUE creo.

         Creo que el refrán dice que "la confianza mató al gato".

 

         Cuando escribo estas líneas están ocurriendo, en la economía occidental, cosas muy graves, objetivamente, pero muy curiosas psicológicamente.

         "La economía, los mercados financieros, necesitan la confianza de los impositores". Pero como éstos no se fían están sacando sus ahorros. La banca se tambalea, anda mareada. Las autoridades políticas piden "confianza".

         O sea, que una situación grave objetiva depende de un acto de fe subjetivo.

         O sea, que la buena marcha de la economía es una cuestión de confianza.

         O sea, que la economía descansa en la psicología.

         ¿Quién lo diría? ¿No?

 

         Uno de los instintos más arraigados que tenemos los seres vivos es el instinto de seguridad.

         Cuando el ser vivo es inmaduro esa seguridad se la proporcionan los progenitores.

         Cuando el ser vivo se independiza de ellos tiene que "asegurarse" por su cuenta, buscar "seguridades".

         Estas seguridades las proporcionan las personas, pero también la proporcionan las cosas.

         Una de esas cosas es el dinero. "Todo tiene su precio" –decimos-. Si podemos pagar, podemos conseguir cosas que nos aseguren la existencia.

         El afán de tener y de tener más parece que está inscrito en los genes.

         El hombre vive más  "para el mañana" que para el instante.

 

         Cuenta el dramaturgo español Alejandro Casona, en una de sus obras (creo que en "La casa de los siete balcones") la siguiente anécdota:

         "Un hombre va caminando por el desierto acompañado de su caballo. Se le acaba el agua. A lo lejos divisa un oasis. Se dirige hacia él al tiempo que el posadero sale a su encuentro. Se entabla, tras los saludos correspondientes, una conversación. De dónde vengo, a dónde voy, qué quiero conseguir,…

         -Se nos ha terminado el agua. ¿Puedo beber?, por favor.

         - Por supuesto. Beba Ud. todo lo que quiera.

         -¿Podría también darle de beber agua a mi caballo?

         -Por supuesto, señor.

 

         Sigue la conversación al tiempo que descansa el viajero.

 

-         ¿Puedo beber más?

-         Por supuesto. Pero ¿Aún tiene Ud.sed?

-         No, señor, yo es que bebo ahora para mañana.

-         Pues déle Ud. también agua a su caballo y que beba para mañana.

-         El caballo no puede, señor. Es lo que nos diferencia a los hombres de los animales. Ellos, sin sed, no beben. Nosotros, sin sed, podemos beber. Ellos no son libres para beber o no en ausencia de sed. Nosotros sí. Eso es la libertad. "La capacidad de Responder sin Estímulo o de no Responder ante el Estímulo". Yo sí podría ponerme en huelga de sed o de hambre. Mi caballo no. Él está atado al estímulo. Nosotros somos libres ante ellos.

 

         (Tras esta anécdota, volvamos a lo que nos trae)

 

         La manera de mejor asegurarse es tener más posibilidades de hacerlo. El dinero, en nuestro mundo occidental, es la moneda de cambio en el mercado.

         "Todos queremos más, y más, y más" que decía la canción.

         Ese deseo de tener más, esa avaricia, muchas veces te nubla la inteligencia. Ante la posibilidad, hipotecas una realidad. Te lanzas. Te arriesgas. Das un salto en el vacío. Y, a veces se gana, a veces se pierde.

         Pero si la avaricia como "deseo desordenado de tener más…." te nubla la inteligencia, lo que está ocurriendo, ahora mismo, la desconfianza, el temor, te anulan la capacidad de discernir. Estás en el laberinto y no ves la salida. Y la desesperación habita entre nosotros y, ésta sí que es una mala consejera.

         La Economía, que, como decíamos antes, es ya casi un capítulo de la Psicología, se está separando o divorciando de la Lógica. Están ocurriendo cosas ilógicas.

         Al final va a resultar que tenía razón Marx. "El capitalismo es contradictorio, lleva en sus venas el cáncer de su propia destrucción. Cuanto más suba, más fuerte va a ser su caída. La metástasis, más pronto o más tarde, acabará con él. Y cuando todo él se vaya al traste, es la hora del socialismo, como paso previo al comunismo…..".

 

         SI el capitalismo sigue siendo capitalismo, capitalismo puro, capitalismo-capitalismo, como el café-café, el final, más pronto que tarde, será su desaparición. PERO…. el capitalismo, no digo que se humanizara (son términos contradictorios) pero sí se fue suavizando.

 

         Si Marx levantara la cabeza se moriría dos veces.

         Una, por la subida de tensión causada por la enorme alegría que le provocaría el ver cómo el sistema capitalista, cuya esencia es la plusvalía, se estaba yendo al garete.

         La segunda muerte vendría provocada al contemplar cómo los gobiernos socialistas occidentales acuden a apuntalar el edificio capitalista, en ruina, en crisis, inyectándole millones de euros a los bancos.

(Cuando ya lo habían pregonado los otros Marx: "si quieres hacerte rico no robes un banco, créalo")

 

         Hubo una época en que el individuo era un lobo para otro individuo. Era una lucha individual, cuerpo a cuerpo. Una lucha a muerte, en la que sólo sobrevivía el más apto, el más astuto, el más preparado.

         Después, la lucha cambió de contendientes. Eran los patronos contra los obreros, la clase proletaria contra la clase capitalista, el trabajo contra el capital, encarnado en el dinero.

         Posteriormente, hoy, la lucha ("la guerra es el motor de la historia" – han dicho los filósofos desde los primeros tiempos) se ha trasladado a las naciones. Naciones explotadas y esquilmadas durante tanto tiempo, naciones sin recursos, pobres, muertas de hambre, con una exagerada población mano sobre mano y  estómagos vacíos, contra naciones superdesarrolladas, con estómagos saciados y faltas de mano de obra, naciones con el poder en el bolsillo, en forma de dinero, San Dinero.

 

         Aquí nos encontramos. Ante el dilema.

         Estoy en una gasolinera. El depósito vacío de mi coche necesita combustible.

         Estoy ante la televisión. Los estómagos vacíos de millones de niños inocentes necesitan comida.

         ¿Combustible o alimentos?

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