miércoles, 2 de mayo de 2012



 

DON QUIJOTE CABALGA DE NUEVO

Mayte Tudea Busto                                  

                  

 

"Cuando las ranas críen pelo" me dijo muy serio, estaré dispuesto a avalar a otra persona, ni siquiera a mi propio hijo. Tantas promesas, tantos buenos propósitos, tantos agradecimientos, y ahora me encuentro con que he de pagar una deuda que yo no he contraído y hacer frente a ella. No, si ya lo decía un buen amigo mío, "un avalista es un gilipollas con bolígrafo". Perdona la expresión -el tono era cada vez mas "cabreado"-, pero es que no me puedo creer que me hayan engañado de esta manera. He sido un desconfiado integral toda mi vida y ahora, a mi edad, una edad en la que la sensatez y la precaución deberían de ser las dos virtudes más desarrolladas, ¡hala! me la cuelan por el córner, y yo sin verla venir.

 

-¿Es guapa? -me miró con cara de desconcierto- ¿Y joven, no? seguí preguntando. La sorpresa de su cara era tan genuina y tan ingenua que no pude por menos de sonreír.

 

-¿Tú como sabes...? me preguntó desconcertado.

 

-No hay que ser muy lista, le dije. Me has contado que firmaste como fiador un contrato de arrendamiento, que la persona que arrendó la vivienda no ha pagado durante muchos meses el alquiler y que el propietario te reclama a ti las cantidades adeudadas. Conociéndote un poco y sabiendo que no vas de quijote por la vida, puedo imaginar cual ha sido el "desencadenante" de tanta generosidad.

 

 -Me la presentó una compañera. Venía destinada aquí y necesitaba que alguien respondiera por ella para conseguir que le alquilaran el piso. La vi tan desamparada y tan necesitada de protección que no pude inhibirme. Se mostró tan agradecida, repetía que estaba en deuda conmigo y parecía tan buena chica y tan formal...

 

-¿Y tú, tenías intención de cobrarte el favor o lo hiciste a beneficio de inventario?

 

Me miró algo ofendido y dijo: -Bueno, la invité a cenar varias noches, y luego tomamos una copa y estuvimos charlando. Me escuchaba con mucho interés, con una sonrisa muy dulce. Me contó que tenía problemas económicos, el traslado le había ocasionado muchos contratiempos, en fin, estaba tratando de reorganizar su vida y parecía muy frágil. Me dio pena.

 

-¿Le prestaste dinero, no?

 

-Sólo en tres ocasiones. Necesitaba completar el importe de la fianza, algunos muebles para el piso, y la entrada para la compra de un coche porque el trabajo le quedaba muy lejos. Bueno, alguna vez también le di para el alquiler, porque se veía muy justa. Me aseguró que me lo devolvería todo y con creces, que nunca podría pagarme la ayuda que le estaba prestando; que estaba siendo su salvador y alguien providencial en su vida.

Y que mis consejos le servían de orientación y de guía.

 

-Bueno, y al fin te la beneficiaste o no? pregunté harta ya de tanta pamplina.

 

-¿Por quien me has tomado? Ella necesitaba encontrar el equilibrio, serenarse y darle un rumbo adecuado a su vida. Y además confiaba en mí.

 

-¿Sabes lo que te digo? Que efectivamente, eres un gilipollas con bolígrafo.

Y di por terminada la conversación.

 

 

1 comentario:

Angel dijo...

Precisamente esos son los más peligrosos. Los gilipollas con boligrafo ¡cuidado con ellos!