martes, 26 de julio de 2011

EL COLOR DEL CRISTAL CON QUE SE MIRA.

Mayte Tudea.

22-Julio- 2011

                  

                           

"Después de doce días de convivencia y además, en un barco, terminaremos mordiéndonos unos a otros".

 

Así pronosticaba Ángel, con su habitual  y descarnado sentido del humor, lo que preveía podía ocurrir en el crucero por el Danubio.

 

Yo, siempre más optimista, he creído que los viajes, aparte de permitirte conocer lugares interesantes, bellezas ignoradas, otras culturas y otros modos de vida, lograban también hacerte intimar con personas de tu grupo de las que sólo se tiene un conocimiento superficial y establecer con ellas lazos más estrechos y en algunos casos, incluso, amistades profundas. Compartir experiencias y disfrutar conjuntamente al descubrir nuevas ciudades que nos encantan o nos sorprenden, no cabe duda de que une mucho.

 

Ahora bien, en esto, como en casi todo, el factor más determinante es el de la voluntad. Si el deseo que predomina cuando se inicia un viaje es el de

estar abierto hacia el conocimiento –aunque sea algo superficial-, de otros países con todos sus elementos: históricos, objetivos, reales, admirando lo hermoso que contienen o sorprendiéndonos de su escaso desarrollo o de su pobreza, disfrutando de sus monumentos y de sus paisajes, intentando apreciar las comidas que nunca hemos probado, valorando lo positivo y procurando relativizar lo menos bueno o aquellos imponderables que puedan presentarse, el resultado final será satisfactorio y nos habremos enriquecido al realizarlo.

 

Si por el contrario prevalece en nuestro ánimo la intención de "sacarle punta a todo", de adoptar una actitud cicatera y predispuesta a encontrar "tres pies al gato", siempre hallaremos motivos para la crítica y sin duda   conseguiremos aquello que parecía ser nuestro principal propósito: estropearnos el viaje. Ahora bien, "para este recorrido no se necesitaban tantas alforjas".

 

El crucero por el Danubio tenía un listón muy difícil de superar: Los que previamente habíamos realizado por el Rhin y el Sena. Y por supuesto, al discurrir por diferentes países se añadía la imposibilidad de que todos ofrecieran el mismo nivel de interés e igual importancia en sus monumentos.

 

Hemos comenzado de menos a más:

 

Rumanía, pobre y con escaso desarrollo, nos ha permitido sin embargo conocer su historia más reciente y el lastre que todavía arrastran;

Bulgaria, con su ciudad de las rosas, Rousse, mezcla de culturas y llena de hermosos edificios; Belgrado, con su fortaleza y la visita de Novi Sad;

Hungría, la excursión a Puzta y su espectáculo ecuestre, y Budapest, una de las "joyas más hermosas de la corona"; después Bratislava, una pequeña y encantadora ciudad antigua, y al final,

Austria: Viena, señorial, esplendorosa, llena de edificios bellísimos e impactantes; la visita a Schoenbrunn, su espectacular palacio de verano,   y como remate,  Melk, con su hermosa abadía sobre el Danubio y su florido pueblecito.

 

El servicio y la comida que hemos disfrutado en el barco durante el trayecto ha sido inmejorable, a lo que sin duda habría que añadir "la barra libre" en las mesas, que por experiencia sabemos el coste que tiene fuera de nuestro país e incluso en él; la estupenda organización para desplazar ciento setenta y seis personas en cuatro autobuses, y la puntualidad que por ambas partes se ha desplegado; los guías, que han sido muy buenos en su conjunto; y el programa, que se ha cumplido al ciento diez por ciento, ya que la escala en Munich no estaba prevista y fue una gentileza de  "Viajes

de Película". A considerar también, que nadie se ha puesto enfermo seriamente –sólo algunas molestias puntuales-.

 

Como algo negativo, pero impredecible, el calor intenso de los primeros días, que afortunadamente fue remitiendo. Y un porcentaje pequeño de los viajeros que eligieron un cristal oscuro a través del que contemplar lo que a una gran mayoría les parecía estupendo.

 

Al final, y afortunadamente, la predicción de Ángel no se cumplió; las yugulares quedaron intactas y no porque faltaran colmillos, sino porque la experiencia nos ha permitido esquivarlos.

1 comentario:

Angel dijo...

Como siempre, eres demasiado amable para decir según qué cosas. "Un porcentaje muy pequeño..."
Me hubiera gustado que por esta vez lo hubieras hecho más a lo bilbaino. Cuando hay que acusar, se acusa sin miedo ni vergüenza. Alguna vez tiene que ser así, por lo derecho, sin tapujos y sin mentiras.