lunes, 23 de agosto de 2010

CONDENADO A JUBILARTE

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

Siempre consideras que esos dichos de los daños causados por la jubilación en las personas son algo así como excusas, rollos para disimular esa falta de actividad de una persona, que durante toda su vida ha tenido todo su día ocupado y de pronto pasa a disponer de "toooodooo" el tiempo del mundo para… para no hacer nada. Esto lo consideras cuando estas en activo y ves lejos, muy lejos, esa jubilación. Ni te lo planteas, ni lo entiendes.

 

Siempre oías comentar que las personas cuando se jubilaban, comenzaban un declive tal que era lo normal que a los pocos años, morían. No por causas especiales. Simplemente se les acababan las pilas.

 

Realmente nunca me planteé mi jubilación. La veía muy lejana ¡iluso! De pronto, un día, sin preparativos previos, sin aviso y con total falta de mentalización, te encuentras con que tu estado de salud está muy deteriorado, tu mente, tras el accidente cerebral, no tiene muy fácil recuperación, y los equipos, tanto médicos como psicológicos, deciden que ha llegado tu hora, aunque tengas cincuenta y cuatro años. Condenado a jubilarte, vía tribunal médico.

 

Pasados los primeros años, comencé a darme cuenta de que realmente… había dejado mi trabajo. En repetidas ocasiones, especialmente en estos últimos años, me he planteado qué hubiera supuesto para mí, en condiciones normales, ese corte en una actividad frenética, pasando de unos días en que necesitabas horas (veinticinco, treinta horas le pedía yo al día), al cese total y vertiginoso en esa locura. No puedo hacerme a la idea.

 

Afortunadamente (en eso sí tuve suerte), al ocurrir ese cese, y bastante tiempo después, no fui capaz de calibrar la situación. Cuando pude hacerlo, ya había asumido "mi adorable rutina".

 

Levantarte a las seis de la mañana. Una hora de marcha rápida, vuelta a casa, afeitado, ducha, desayuno y al despacho.

 

Repaso (por encima) de la prensa. Selecciona algún artículo y, si te da tiempo, lo lees y ves las noticias de interés. Y, antes de que te des cuenta, ya tienes llamando a tu puerta para plantearte el primer problema del día…

 

 

 

Recuerdo como un estribillo machacón lo que cada mañana oía a Juan cada vez que se iba acercando la hora de inicio de la jornada y veía que alguien se acercaba al despacho. "¿Vas a ver al señor Pulla?  Pues vete preparado que hoy ha venido con los de cuadros" (No sé por qué lo decía, aunque sí se a lo que se refería)

 

Y a partir de ahí… la ruleta. Un sin vivir. Una vorágine. Y esto durante muchos días y muchos años.

 

¿Cómo puedes sentirte si llega un día, de pronto, y no tienes que madrugar…, ni acudir al despacho…, ni recibir "los dos problemas por minuto" como decía Juan…? Ni nada de nada. Teléfono, correo, visitas, nada.

 

Por eso decía anteriormente, que yo en esto tuve suerte. Mi situación mental me liberaba de un planteamiento como el que he descrito. No soy capaz de imaginar cómo hubiera sido mi reacción cuando viera un día cortado ese vertiginoso quehacer diario, y me encontrara con que había pasado a ser uno más de la "receta roja" en la seguridad social, y ¡sin ninguna otra obligación laboral que no pudiera hacer en media hora!

 

Debería abolirse la obligación de jubilarse a los "tantos" años.

 

Si te encuentras en condiciones de seguir trabajando, a trabajar. Estás preparado, a pleno rendimiento, y con la experiencia necesaria ¿por qué vas a jubilarte?

 

Hazlo cuando, entre la empresa y tú, veáis que es el tiempo oportuno. No por ley. Por conveniencia.

 

Y si llega el caso de una persona que con cincuenta años se halla en circunstancias aconsejablemente propicias para apartarlo de la vida laboral ¿por qué hay que avasallarlo hasta los sesenta y cinco para jubilarlo?

 

Creo que lo más aceptable sería eliminar la edad obligatoria de jubilación. Bien que sirviera como base, como norma general, como media vital para señalar una división. Vale, pero no como objetivo de todo el mundo. A los sesenta y cinco, ¡a la puta calle!

 

Todos conocemos a personas de distintos ramos, médicos, profesores, investigadores, abogados, industriales, empresarios, comerciales, artistas, etc., que cuando están en pleno rendimiento, cuando su amplia experiencia profesional les ampara como más capaces para enseñar, para aplicar esa sabiduría suya, llega su edad ¡obligatoria! de hacer las maletas… y a casa con tu ciencia, aquí no sirves para nada… ¡qué tristeza y qué despilfarro!

 

En lo sucesivo empezaré a plantearme muy seriamente a quién voy a votar en las siguientes elecciones. A quien proponga en su programa electoral acabar con la edad de jubilación. A quien proponga acabar con los insensatos y "guarros" amos de perros que no recogen la caca de sus mascotas. A quienes propongan sancionar a perpetuidad y sin posibilidad de redención a todos los h. de p. que por medio de  "juegos financieros" estafan al pueblos (a los pueblos) y nos abocan al hundimiento global. A… ¡demasiados requisitos voy a poner para mi candidato! Creo que casi ni voy a poder votar…

 

23/05/2010

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