miércoles, 3 de febrero de 2010

COMBATIR LA SOLEDAD

Mayte Tudea Busto

Febrero 2009

                              

He leído hace pocos días en ésos correos electrónicos que recibo y que en ocasiones me abruman por lo numerosos, que conviene romper la rutina en nuestras habituales acciones, que eso estimula la mente, que activa las conexiones entre las neuronas y  nos permite mantenernos más vivos, durante más tiempo.

 

         Tras el elogio de nuestro filósofo Tomás, precisamente a la rutina, no seré yo quien defienda la teoría anterior, ya que no tengo conocimientos científicos para hacerlo.

 

         No obstante, como soy una gran curiosa, toda novedad que se presenta en mi vida me hace sentirme interesada, inquieta, y con una sensación de estar "sobre ascuas", con los reflejos prestos para reaccionar.

 

         Sigo creyendo que lo más apasionante que tiene la vida es precisamente eso, lo imprevisible, que nada está escrito y si así fuera, afortunadamente no es un libro que podamos leer y conocer su desenlace con anticipación. Bueno, el final sí lo sabemos, es inamovible, pero no los caminos que nos llevarán a él.

 

         Y como siempre que comienzo un tema, me disperso, y voy derivando hacia otras latitudes a las que en un principio no pensaba dirigirme.

 

         Yo había iniciado esta reflexión escrita hablando de la conveniencia de romper la rutina. Y esta misma tarde, en lugar de acudir a la establecida clase de Filosofía, he participado junto con treinta y cuatro personas en un "Taller de Risoterapia" organizado por la Universidad.

 

         Y esa ruptura de la "costumbre" –de una costumbre temporal-, me ha permitido darme cuenta de algo que ya sabía, pero que se me ha mostrado de una forma mucho más evidente: la soledad que soportan muchas personas, especialmente de nuestra edad, y la carencia afectiva que padecen. Soledad física –la de no compartir el espacio propio con nadie más-, y soledad emocional, aquella que provoca el convivir con alguien y sentir que se habita en galaxias diferentes. Creo, sin lugar a dudas, que ésta última es la peor.

 

         Este Taller de Risoterapia está concebido como un juego. Un juego con derivaciones diversas, y con la pretensión de que los jugadores confiesen en voz alta el momento que están atravesando, sus frustraciones, sus expectativas y que además permite acercarse unos a otros, tocarse, abrazarse, sonreír, reírse con los demás, y también de uno mismo. Tras la relajación final inducida por una música evocadora y un texto conmovedor leído por una de las monitoras, hubo personas que no pudieron contener las lágrimas.

 

         Entiendo que ésta es una forma agradable de ruptura con lo cotidiano. Y que permite a muchas personas entreabrir esa celda en la que se sienten aprisionadas, y liberarse de algunas de las cadenas que las sujetan –mentales en su mayoría-, y abrirse a los demás reconociendo su soledad, que es uno de los caminos para dejar de estar solo.

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