viernes, 1 de enero de 2010

LUNA

Tomás Morales Cañedo

                                     

         Mi amigo Ángel tiene un perro. Mejor dicho, perra, Ángel tiene una perra. Se llama Luna.

         Yo nunca la he visto pero sí la he oído cuando hablo con él por teléfono. Ladra, pero su ladrido es meloso, dulzón, de confianza, nada agresivo.

         El ladrido de un perro siempre es la respuesta que da a un estímulo presente. Estímulo que ve, que oye, que olfatea, que saborea o que siente con el roce y el manoseo.

         Estoy seguro que Luna "me ladraría" si "me viera" y que su ladrido sería distinto si fuera a Ángel al que viera.

         Y no es que yo sea más feo o peor persona que Ángel, de eso nada, es que yo sería para Luna un desconocido y, desde siempre, los filósofos han afirmado que "nada puede ser querido si antes no es conocido".

         Si alguien, una persona cualquiera, respondiera sí o no, tajantemente, a la pregunta si le gustan los "corucholetos", diríamos de ella que es un insensato (un "sin seso"), por atreverse a optar o renunciar a algo sin saber qué es.

         Cuando todos los años, al explicarles a mis alumnos, el tema de la voluntad les hacía esta pregunta, siempre me respondían con otra pregunta: "¿y eso qué es?". Porque, si no "sé" que es, es insensato elegirlo o rechazarlo.

 

         Como Luna "no me conoce" no "me ladra". Cuando, a distancia y lejos de su vista, la oigo, ella "ladra", pero no es a mí.

 

         Se ha dicho que el "perro es el mejor amigo del hombre" y que es "el guardián de la casa".

 

         Los guardianes, para Platón, era la segunda clase social de su polis ideal, la encargada de defenderla de sus enemigos, internos y externos. Por encima estaban "los filósofos-gobernantes", para dirigir a la polis y por debajo "los trabajadores-artesanos", para alimentar y mantener a la polis.

 

         Todo esto viene porque Luna, la perra de mi amigo Ángel, es "filósofa". (Y estoy, ahora mismo, viendo la cara de extrañeza y una sonrisa burlona). Pero no es que lo diga yo. Es que es, nada menos que, Platón quien lo dice. Y, a ver quien es el majo que se atreve a refutar a Platón.

 

         Efectivamente, en el libro II de La República o el Estado dice, al hablar de la clase de los guardianes, dice, expresamente:

 

-         Se observan en diferentes animales y, sobre todo, en el que tomamos por ejemplo. Sabes que el carácter de los perros de buena raza consiste en ser dulces con los que conocen y agresivos respecto de los que no conocen.

-         Lo sé.

-         La cosa es, por lo tanto, posible; cuando queremos un guardián de este carácter no exigimos nada que sea contra naturaleza.

-         No.

-         ¿No te parece que le falta aún algo a nuestro guardián y que, además de valiente, conviene que sea naturalmente filósofo?

-         ¿Cómo? No te entiendo.

-         Es fácil observar este instinto en el perro, y en este concepto es muy digno de nuestra admiración.

-         ¿Qué instinto?

-         Que ladra a los que no conoce, aunque no haya recibido de ellos ningún mal, y halaga a los que conoce, aunque no le hayan hecho ningún bien. ¿No has admirado este instinto en el perro?

-         No he fijado hasta ahora mi atención en este punto, pero lo que dices es exacto.

-         Sin embargo, esto prueba en el perro un natural feliz y verdaderamente filosófico.

-         ¿En qué? Dímelo, si gustas.

-         En que no distingue al amigo del enemigo, sino porque conoce al uno y no conoce al otro; y no teniendo otra regla para discernir al amigo del enemigo, ¿cómo no va a estar el perro ansioso de aprender?

-         No puede ser de otra manera.

-         Pero ESTAR ANSIOSO DE APRENDER Y SER FILÓSOFO ¿No es una misma cosa?

-         Sí.

-         Digamos pues, con confianza, del hombre que, para ser suave con los que conoce y que son sus amigos es preciso que tenga un carácter filosófico, ansioso de conocimiento.

-         Sea así.

-         Y por consiguiente…

        

         ¡Hay que ver lo que son las cosas!

         Ángel haciéndose el remolón en clase de filosofía y en casa tiene una perra filósofa.

         ¿O es por eso por lo que se hace el remolón?

1 comentario:

Angel dijo...

Imagínate que soy Platón en sus Dialogos, y que en lugar de Sócrates yo hablara con Luna.
Le diría:
-¿has visto a mi amigo Tomás, el filosofo, que dice que tu tambien eres filosofa?
-Dile que debe haber un error en la persona. Yo soy perra, nada más.
-Sí pero dice que de acuerdo con las condiciones por las que considera, en su libro La República II, que un animal puede ser filosofo, te integra de lleno en esa categoría. Filosofa.
-Mira yo simplemente quiero que mi plato esté lleno de mi comida, y mi cuenco de agua. Que me dejen dormir mis siestas, que me saques de vez en cuando a los jardines, para mis cosas, y pasar unos ratos con mi gente, con mis ammigos. Ah! y que ese "gorililla" que está en la jaula, ni se le ocurra salir de allí, que no toque mi terreno.
-Bien, se lo haré saber a mi amigo, aunque me temo que me hará ver otras causas por las que, espero, te quedes solamente en filosofa, no me vayas a salir ahora... Yo es que a los filosofos os temo más que a una tormenta.