domingo, 24 de enero de 2010

ALIENACIÓN, HOY.

Tomás Morales Cañedo

Enero 2.010                            

 

                                              

         Confieso ser agnóstico, pero, hoy, difícilmente, podría llegar a ser ateo. En otros tiempos esto sería imaginable.

 

         No creo que una persona, por pertenecer a una iglesia y comulgar y practicar una determinada religión, que por ser religiosa, sea mejor, como persona, que otra atea. Y viceversa.

 

         El que se confiesa ateo se refiere sólo ateo respecto a un dios concreto, porque, luego, es un creyente furibundo en otros dioses mundanos alternativos, más modernizados, sea el dios Estado, el dios Poder, el dios Dinero, el dios Éxito, el dios Triunfo Social y/o Económico,… mostrando, con estos nuevos dioses, un comportamiento que nada tiene que envidiar a la antigua devoción y práctica religiosa del dios de sus padres.

 

         Es otro creyente, otro tipo de creyente, practicante y adorador, pero creyente, y no menor que el creyente de toda la historia.

 

         El comportamiento religioso parece estar incrustado en la esencia misma del hombre y acompañarlo allá donde vaya o esté. Y si la religión ha sido uno de las principales causas de alienación, pareciendo que el hombre no comenzaría a vivir auténticamente hasta que no hubiera ya matado y se hubiera deshecho de dios, los ateos, teóricamente, serían los menos alienados, pero prácticamente, como es tan fácil la frustración ante estos nuevos dioses, tan movibles, tan efímeros, de vida tan corta pero tan intensa y tan exigente, en poco se distinguirían de los antiguos alienados religiosos.

 

         Si es verdad que en otros tiempos hubo guerras religiosas, (en realidad fueron guerras políticas disfrazadas de religión), hoy, estos nuevos dioses alternativos, que se han autosubido a los altares y que se alimentan de la competitividad y llevan en sus venas, inyectado, el virus del monopolio, son los auténticos causantes de las nuevas y más mortíferas guerras.

 

         Independientemente de esa otra guerra encubierta en la que un auténtico asesino, pseudoautoyhéterocalificado de mártir, hace explotar la carga explosiva que lleva atada a su cuerpo.

 

         ¡Malditos sean los dioses que tienen sed de sangre ajena y se satisfacen con la entrega de la vida, con la autoinmolación, de uno de los creyentes en él!

         ¡Malditos sean los dioses buscadores de muertes, como fin, valiéndose de asesinos odiosos y odiadores como medios!

 

         Cualquier persona sensata y sensible, mientras estén desarrollándose tantas y tan crueles guerras, y haya tanta y tan mortífera pobreza, causantes de tantas y tantas muertes inocentes, sin distinción de edad, sexo, religión, cultura,… tanta muerte directa o producto de un efecto colateral, sobre todo si son niños, cuyo único delito parece ser haber nacido en ese tiempo y en ese lugar, sin haber tenido tiempo de contraer mérito ni demérito alguno…Es difícil que ante tanta plaga apocalíptica letal, como efecto de unas causas nítidamente  detectadas y reconocidas, uno no pueda sentirse alienado, por el simple hecho de ser hombre.

2 comentarios:

Blog de Angel Pulla dijo...

Efectivamente, yo también me uno a tu maldición a esos dioses que necesitan del sacrificio de sus súbditos para ver colmadas sus ansias de veneración por su parte. Lo más importante para cualquiera de ellos debería ser su amor ¡qué más se puede esperar!

Anónimo dijo...

Querido Tomás:
No puedo compartir contigo el que los ateos matemos a un Dios para abrazarnos a otros dioses económicos, de poder, etc. como concluyes en tu escrito.
Evidentemente no me siento aludido por tu afirmación que considero demasiada genérica y hasta u pelín ofensiva para los que no queremos considerarnos agnóstico, sino ateos y no dudamos de la verdad y honestidad de nuestro pensamiento sin caer en la, en mi opinión, postura un poco "cobardica" de decir "no creo en la existencia de Dios, pero....por si acaso me guardo un cartucho en la recámara,no vaya a ser que...."
Un abrazo

Perchelero