lunes, 29 de noviembre de 2021


LECCIONES DE MUERTE

Mariano Provencio Pulla

 

"Hoy muchos años después frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde en que su padre le llevó a conocer el hielo".

 

 

Cuando uno es joven, el tiempo pasa muy lentamente. No eres capaz de percibir ni siquiera los meses y la inmensidad de los minutos dan lugar a todo. Suceden mil cosas cada día, cosas que recordarás toda la vida. Alguna como un aldabonazo otras para fraguar tu forma de ser. "El mundo era tan reciente, para nosotros, que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo".

 

Aquella tarde de Julio perdimos una maleta por las rectas que conectan Cuenca con la sierra, en esa carretera mi padre lograba sacar lo mejor del SEAT 600, íbamos 9 en el coche: mis dos hermanas Pili y Mamen, mi madre y yo; mis primos Jose, Tere e Isa, y su madre María. Podría parecer temerario, pero mi padre había asegurado que era posible y nadie cuestionaba su capacidad de hacer andar coches. Quería ayudar así a mi tía María y lo iba a hacer. De hecho, durante el verano, mi casa se convertía en pequeño taller, en ocasiones con varios coches esperando para que mi padre hiciera incluso alguna pieza artesanal para que siguieran funcionando. Por tanto, no había duda, llegaríamos a Beteta, 9 personas en un SEAT 600. Deduzco sería el 1972 pues aún vivíamos en Palencia y no había muerto Franco, aún él lo criticaba, por tanto, debía ser esa la fecha. Como quiera que fuéramos el asunto es que una maleta no llegó con nosotros. Eso también fue como mágico. Hay veces que pienso que me gusta tanto Cien años de soledad porque me recuerda mucho mi infancia. Nos faltaba un Melquiades y su esposa Úrsula trayendo inventos y descubrimientos: ahí estaban Ángel y Pepi, (mi padre, y yo como él, siempre la llamó Pepi) organizaban timbales nocturnos que eran la perdición de todos los niños y jóvenes de la familia. Ansiabamos su llegada con el bingo de Congost. Ninguno lo superó. Todos con nuestros papeles y monedas a jugar con sus artefactos hasta las tantas.

Al día siguiente, yo tenía que ayudar a mi padre que estaba construyendo, literalmente, con sus manos una casa. Sí, con sus manos. Mi padre se pasaba todo el año previo cavilando y preparando cosas para poner allí, …cerchas, vigas, hierros…todo pensado, muchas veces, investigando como hacerlo.


"Pasaba los largos meses de lluvia encerrado, cavilando…Fue en esa época en que adquirió el hábito de hablar a solas, paseándose por la casa sin hacer caso a nadie…"

"Por fin, un martes de diciembre, a la hora del almuerzo….Los niños habían de recordar por el resto de su vida la augusta con que su padre se sentó a la cabecera de la mesa, temblando de fiebre, devastado por la prolongada y por el encono de su imaginación, y les reveló su descubrimiento: La tierra es redonda como una naranja".


Muchas veces tuve la sensación de que mi padre llegaba a deducciones propias que yo luego encontraba en textos bien de Medicina o bien de literatura, desde luego de construcción y él como el protagonista de la novela, lograba por su cuenta.


Bien, él y yo habíamos quedado a la mañana siguiente al sarao de Melquiades (Ángel) y su esposa. Todas las mañanas del verano. No había otra cosa. Mi padre ya estaba trabajando. No decía nada, ni me echaba bronca, me miraba, y bastaba. Discutía con él, y más de una vez pensé darle con la pala en la cabeza, pero mi madre siempre dulce me bajaba una coca-cola y reprendía a mi padre por no dejar de trabajar, "ni paras tú ni dejas parar a los demás". No existían horas ni jornadas, hasta anochecer. En ese momento, llegaba la serenata del futuro. Sobre lo que su calenturienta mente estaba maquinando, para el año que vendrá. Ninguno tenía salvación ni mi madre ni yo. Habrá un siguiente año, con más obra. Abandoné toda esperanza hasta que ya terminé Medicina y comencé a trabajar en lo mío.


Poco a poco, fui tomando conciencia del valor del trabajo y la perseverancia. De que uno puede ser y lograr lo que se proponga con su esfuerzo. Del mérito, de no desfallecer, en aquella época empecé a oir a Lluis Llach de la mano de mi Profesor emblema (Ferrán Morell Perelló, viejo profesor comunista y clavado, en el aspecto docente, a mi padre) así que por el invierno trabajaba con el Grupo Hoz pintando y conociendo a los clásicos y a saber pensar y en el verano…la otra parte de la formación socrática.


Tomar conciencia de lo que significa dejar "legado". Sin ni siquiera saber quién disfrutaría del mismo. Legar y dejar cosas hechas que quizá sea para beneficio de alguien que no conoces y no conocerás. De que tu familia te "legó" algo y debes mantener y hacer crecer. ¡Creo que eso estimula mi interés en la investigación biomédica, me critico y me veo en mi padre yo gastando tiempo en estudios o proyectos y mis hijos me miran con cara de "madre mía!" y cada publicación es como las vigas que mi padre lograba soldar e inmediatamente pienso en la siguiente, y mi amada mujer, como mi madre ya ha perdido toda esperanza.


Cuando va llegando la muerte, supongo que uno debe hacer balance y ver si consiguió lo que quería. Igualmente, siendo padre, quieres ante todo transmitir valores y formas de comportamiento a tus hijos, que valoren lo que tu crees que es bueno y desprecien y sepan identificar lo que no es. Mi padre consiguió eso en mi y creo lo hizo bien.


Descanse en paz agradeciéndole todo lo que me dio, juntos, en aquella casa que construimos juntos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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4 comentarios:

Angel Pulla Dijort dijo...

No cabe duda de que has aprovechado las clases prácticas de tu padre. Además muchas veces te lo he comentado, lo llevas en el ADN

Unknown dijo...

Muy bueno sobrino, por eso yo ayer me ahogaba pensando que se había ido otra de las personas importantes para mí,junto con mi hermana Rosa, en tan poco tiempo. D.E.D

Unknown dijo...

Tal cual lo recuerdo, siempre con algo entre manos y pensando en lo siguiente. Un genio. Un abrazo para todos vosotros

Chefo Pulla dijo...

Buenos valores.
Muchos recuerdos, pero en mi momoria quedará como una de las personas más autodidacta que he conocido (que aprende por sí mismo y con sus propios medios, sin ayuda de maestro). Él era su maestro.
Qué pena que el tío Teófilo no le hubiera podido dar estudios.
Y su humor...