sábado, 2 de mayo de 2015



CUALQUIERA SABE

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

Yo nací siendo un tifosi, como descendiente de italianos tenía en el alma impresa esa necesidad tan latina de necesitar ser seguidor acérrimo de algo o de alguien.

Y cuando era un niño me apetecía ser camionero.

En aquello tiempos ser camionero era algo importante, al menos para mí, que era lo más grande que yo había visto moverse. Enorme, haciendo un ruido infernal y alguno de ellos con una chimenea arriba por donde tiraba el humo - después, muchísimo después supe que aquello era por el combustible que consumían -, y que cargaba todo lo que le pusieran.

Cuando yo los veía bajar por mi pueblo, desde la alta sierra, cargados de troncos de pino, muy largos, que sobresalían por la parte trasera, provocando a veces roces en las paredes de las casas al tomar las curvas de la carretera...

Ah, y luego el claxon que utilizaban algunos de ellos. No pitaban, silbaban y eso llamaba más la atención de nosotros, sus tifosi.

Era tal la afición que sembró en nosotros el ser camionero que ya incluso la cambiamos por ser autobusero, del autobús de línea, con sus viajeros y sus maletas. Hasta queríamos ser como Sanjulián, no sé por qué se llamaba así o si es que era otro su nombre y nosotros le decíamos ese por alguna otra razón, pero también deseábamos ser como él y tomar por la mañana el autobús, y marchando para la capital.

Naturalmente, debíamos andar muy cortos de información o con gran desconocimiento de otros horizontes para recortar tanto nuestros deseos laborales.

Más adelante, cambié radicalmente mi intención laboral y me salió la vocación religiosa. Decidí hacerme cura. Además, agarré la afición de tal forma que ya no admitía otro tipo de labor que no fuera esa o algo semejante a ella.   

Me hice monaguillo y ayudaba a misa todos los días, acompañaba al cura a los sitios donde debía acudir como tal ayuda del mismo, y me preparaba para ser en el futuro un cura igual que el que yo tenía en el pueblo.

Luego pasando los años se me iba haciendo un poco cuesta arriba aquella afición, ya no era tan apremiante el deseo, hasta que poco a poco decidí que yo no quería ser cura. Era la única forma que tenía de poder estudiar, pero sin más.

Debí cambiar bastante mi forma de ser y de pensar, porque los que me conocieron después, no se hacían a la idea de que yo había estado estudiando con los curas. Siempre decían aquello de que "los que venís de los curas sois los peores..."

Luego he tenido otras aficiones, pero de esas creo que no voy a hablar aquí, no porque sean algo inconfesable, ni mucho menos, solo que ya os he aburrido bastante por hoy y mejor lo dejamos para otra ocasión en que me encuentre más inspirado.  

  

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