sábado, 31 de mayo de 2014

LA VIGA DEL JUDAS

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

Mi pueblo, como supongo que el resto de los pueblos de España, cuando yo era niño, todos eran católicos, apostólicos y romanos.

En los años 50 y 60 todos eran así, no cabía otra solución. Todo el mundo iba a misa los domingos y fiestas de guardar, todos hacían "las misiones" - como les llamaban ellos -, todos comulgaban por Pascua Florida - siempre me ha intrigado esta nomenclatura -, en fin que ¡ay de aquel que no se atuviera a los preceptos y normas establecidas!

Entonces en mi pueblo, ignoro si en el resto también, tomaron la decisión de vengar por su cuenta la traición de Judas y así, en su medida, ayudaban a desagraviar a la iglesia de su  historia con el traidor.

Lógicamente debían idear la forma en que pudiera llevarse a cabo esta venganza, y especialmente con la persona adecuada, con Judas.

Y se inventó la figura, un muñeco de trapo - después he visto que aquí en Málaga también se creó el tal tipo, que aquí se le llama el "Júa", por eso del habla andaluza -, a ese muñeco se le pone la cara que cada cual quiera, se reviste de la forma que a uno le apetezca y ya está preparado para lo que le corresponda aguantar.

En el pueblo, para ir aprovechando los puntos y no dejar pespunte  sin hilo, se pensó que ese judas, subido en un palo alto y ubicado en la plaza de la iglesia, atraería al salir de la misa del domingo de Resurrección las miradas y cotilleos del personal. Si en lugar de un palo cualquiera pusiéramos uno muy alto, mucho mejor.

El ayuntamiento que es el dueño de casi todo el monte del pueblo, había concedido a los mozos cada año un pino, que cortado y vendido, fuera su regalo para celebrar sus comidas de hermandad anuales.

Los mozos se llamaban a los muchachos que ese año sorteaban para cumplir la mili allí donde quisiera la fortuna enviarlos. Esos realmente era los verdaderos mozos, los quintos. Después fue ampliándose la edad a que se refería  hasta alcanzar por la parte delantera hasta dos o tres años antes, y por la trasera, hasta que el mozo se casaba, aunque ya hubiera llegado a "maduro". Yo que solamente participé un año de este festival, conocí por ejemplo a Juanito de mozo, teniendo él veinte años más que yo, y años después, lo seguía encontrando, habiendo dejado yo de ser mozo, pues ya estaba casado y tenía dos hijas, y él seguía siéndolo con más años que la mayoría de los abuelos del pueblo. Esto es solo por hacer tiempo, no tiene nada que ver con la viga del Judas.

Bien, estos mozos iban al monte, cortaban el pino que ya les habían señalado y lo transportaban al pueblo por el medio que podían. Previamente habían contactado con un maderero y habían vendido y cobrado su viga.

En esa viga es donde se ataba a la punta al Judas. Se subía para ponerla de pie, siempre por la noche para que se encontrara montada al amanecer del domingo.

No sé si ahora sigue en vigor esta tradición, aunque supongo que con la falta de personal adecuado - como ahora tampoco se hace la mili ignoro si hay mozos o no - y que los pocos que queden tendrán otras ideas más adecuadas para generarse sus ingresos para celebrar esas fiestas, casi me atrevería a afirmar que lo de la viga del judas ha pasado a mejor vida.

De cualquier forma resulta curioso recordar aquellos sucesos, que en su tiempo resultaban simpáticos, y que ahora nos suenan a cosas "viejunas", como que quien no las ha conocido apenas les da crédito.

Por supuesto que una vez terminada la misa y procesión del domingo de Resurrección, el personal esperaba en la plaza a que se derribase la viga con su judas atado y una vez suelto se entregaba a la chiquillería, que entonces se hacía cargo del judas y lo quemaba, dando por terminada la mencionada "venganza sobre el traidor".


miércoles, 7 de mayo de 2014



¿POR QUÉ NO VOY A VOTAR?

Ángel Pulla Dijort/Málaga

(Artículo publicado en la Revista de Febrero 2014 de AMADUMA)

La debacle de los Partidos Nacionales.

No encuentro ninguna razón que me anime a acudir a las urnas - cuando sea el momento - a votar a ningún partido político. Por mis ideas siempre he tenido más o menos claro mi voto. En esta ocasión, ni por mis ideas ni por las ajenas. No voto, o voto en blanco.

Los que llamamos partidos de "tirada nacional", el PP y el PSOE, no hay quien los toque, no tiran de los incondicionales.

Desde el año 1973 en que empecé a seguir más seriamente al Partido Socialista y a la Unión General de Trabajadores, he mantenido siempre, algunas veces con reparos y otras sin ellos, pero siempre he tenido muy claro la posición que yo pensaba mantener en unas elecciones. Hoy no.

No admito su forma de proceder en la crisis, no entiendo su forma de enfrentar su postura cara a la situación actual tanto del partido como de la sociedad. Y no entiendo ese miedo pavoroso a convocar unas elecciones primarias para poder sustituir de una vez por todas a toda esa vieja guardia pretoriana que se amartilla al sillón y no hay forma de permitir la entrada a otras ideas nuevas que puedan hacer renacer o revivir la ilusión que yo recuerdo sentir en aquellas anteriores elecciones en que - con triunfos o sin ellos - tu satisfacción era poder votar según tu criterio, sin más. Desgraciadamente, hoy eso lo han marchitado.

Tenemos la opción democrática de variar el destino del voto cuando no te satisface el habitual.

No existe la oferta tentadora del rival que te incite a votarle. ¿Cómo justifico yo, ante mí mismo, el voto al PP? Un partido que está cumpliendo exactamente lo contrario a aquello que prometió y con lo que atacó al otro partido cuando gobernaba.

De todos sus máximos responsables, la mayoría no pueden ni siquiera mentir bien cuando se refieren a los dos fiascos financieros con que nos han sorprendido: el Bárcenas y el Gürtel.

La señora Cospedal ya no tiene credibilidad alguna con sus "despidos con indemnización en diferido". Los ministros Wert, Gallardón, Montoro... no tienen ningún tirón entre el personal.

Estos datos, dados así al paso, sin profundizar más en todas las medidas que debieran tomar y no se toman, quizá por falta de motivación o quizá por preferir esperar a que el tiempo vaya haciendo el camino que no hemos tenido el valor de hacer nosotros, nos obliga a los votantes a plantearnos la abstención como única salida válida a nuestro deseo de votar. 

Solo trabajando sobre las causas podemos variar los efectos. 

Si examinas las circunstancias de cada uno de los partidos políticos, de cualquier color incluso los incoloros, no encuentras ningún tipo de incentivo que te estimule a plantearte esa necesidad normal de cada persona, que antes la sentías, de elegir a quien creas digno de regir el país. Tienes la sensación de que ni Diógenes, con su candil, sería capaz de encontrar al hombre que mereciera tu voto.

¿Dónde eliges que no debas taparte la nariz y mirar hacia otro lado? Ya es tal el desasosiego que piensas que es imposible que haya alguien, algún personaje público incluso no adscrito a partido alguno, que lo juzgues merecedor de tu confianza. Miramos desde la realeza hasta los sindicatos, pasando por todos los escalafones imaginables y se te amilanan las pocas aspiraciones que sintieras de elegir a tu representante.

Comentaba en mi artículo de la revista de mayo de 2013, la necesidad que bajo mi punto de vista hay de revisar la actual Constitución Española. Sigo pensando, y cada vez estoy más convencido, que es urgente proceder a ese ejercicio de modernización de nuestras estructuras. Si no hay posibilidad de que los actuales partidos lo emprendan, será la hora de que nosotros, los "de a pie" les obliguemos a hacerlo o a la calle todos, sin más escrúpulos.  

No soy capaz de votar un partido que en el año 2014 pretende devolvernos a los primeros ochenta, igualados en los derechos de las mujeres a países como Polonia, Israel, Chile, El Salvador, Nicaragua, República Dominicana, Bolivia o Malasia. 

Todo ello basado - aunque no reconocido - en que así lo exige el señor Rouco Varela, primado de la iglesia católica española, y que al parecer hasta el papa lo tiene destinado a su destitución. Y a los españoles que no sean católicos o que aunque lo sean distinguen las cosas de la religión de las simplemente cívicas, políticas o sociales, qué les importa lo que opine este señor.

Aquí no pretendemos votar a tapados, que luego obedecen a quien no se ha presentado a las elecciones.

 

Igual que nos interesaría sobremanera poder intervenir, o al menos conocer, a ese oculto poder judicial que determina que todo aquel juez que intente aclarar, conocer, husmear y juzgar a aquellos personajes que casualmente siempre pertenecen a cierto tipo de "stablishment", casualmente otra vez, relacionado con el partido representante de la derecha española. ¡Qué fatalidad, Sr. Garzón, Sr. Silva!

Además, han ido a chocar contra Bárcenas y contra Blesa, ambos entretejidos con cosas pendientes de aclarar con el Partido Popular.

 ¿Ustedes creen que una persona que intenta votar puede conceder su opción a alguien que represente a cualquiera de estos grupos de poder, sea cual sea, sin antes taparse la nariz y después hincharse a llorar?