domingo, 8 de abril de 2012



ES LA VEU DE L´AIGUA CANTICS D´ALEGRIA

ACORDATS AL RITME DE GUITARRA MORA (II)

Ángel Pulla Dijort/Málaga                        (continuación)

 

La Senyera, su bandera, tiene tal afecto del pueblo, la tienen en tal estima, que no permiten que deba inclinarse ante nada ni ante nadie. Y así lo tiene concedido. Hasta tal punto, que el día de la festividad de la Comunidad, en que desfila desde el Ayuntamiento hasta la Catedral y el Palau de la Generalitat, es sacada del Ayuntamiento haciéndola descender por el balcón principal… para no verse en la obligación de inclinarla en ninguna puerta al salir del Ayuntamiento… Tal es el orgullo de la Senyera de Valencia. El retorno se realiza de la misma forma, izándola por el mismo balcón. La Senyera no se inclina ante nada ni ante nadie.  

 

Con la celebración de la diada, el nou d'octubre, siempre coincide, o al menos antes así era, la guerra de las banderas.

Yo siempre he tenido mis discrepancias con mis amigos sobre este punto, porque no he entendido el fragor creado a consecuencia de las discusiones sobre las banderas. Seguramente porque nunca me he considerado perteneciente a ninguna parte, debido a mi desarraigo desde muy niño…, no siento especial pertenencia a ninguna bandera. Veo la española y como mía la considero… y como tal la respeto. Aunque a veces tengo mis reservas.

 

Siento un cariño especial por Valencia. En ella me forme, empecé a vivir, comencé a trabajar, me casé, tuve mis dos hijas… Pero también tengo un especial cariño a Málaga, al fin y al cabo llevo aquí muchos años, y por supuesto que a mi familia no hay quien la mueva de aquí. Tengo buenos amigos, me gusta casi todo. Como veis, me considero de Santa María de Todo El Mundo, por eso no entiendo esa especial  veneración por las banderas.

 

La "guerra de las banderas" era algo, que cuando lo ves por primera vez, te impacta. En Valencia, debes distinguir para empezar, entre Valencia ciudad y Valencia región, país, reino o autonomía (como quieras llamarla).

 

Valencia ciudad tiene una bandera, que es la "cuatribarrá" con una franja azul vertical pegada al mástil, que vulgarmente se la llama la "paternina". La autonomía valenciana tiene una bandera que es la "cuatribarrá".

 

Tradicionalmente se ha entendido y así lo han demostrado los hechos año tras año, que la "paternina" es la preferida por las derechas y la "cuatribarrá", por las izquierdas. Ni sé las razones, ni entiendo que sea por la totalidad de las personas que así sienten, pero sí por la mayoría.

 

En Valencia, hasta el siglo IV no se tiene constancia de que haya existido alguna comunidad cristiana. Sí se tiene conocimiento de que en este siglo se formó una comunidad en torno a San Vicente Ferrer, actual patrono de Valencia, y martirizado en el año 304.

 

Estos primeros cristianos sufrieron en aquellos tiempos algo semejante a lo que ellos hicieron en el 1391 con el asalto al barrio judío, donde obligaron a todos ellos a ser bautizados, o en el año 1456 con el asalto al barrio árabe, y su expulsión. Siempre hay personas poco inclinadas a la inserción de las gentes ni a la fusión de culturas. Especialmente de religiones, porque curiosamente, en esta tierra, esa inserción se ha dado y con mucha fuerza en el siglo pasado.

 

Estas dos decisiones, la de la expulsión de los judíos y los árabes,  produjo en Valencia un proceso de retroceso económico y empresarial, de grandes proporciones, y cuya recuperación tardó siglos en conseguirse.

 

Indudablemente, quienes tomaron esta decisión no eran tecnócratas  ni grandes empresarios. Se deshicieron de pronto de los mejores financieros del mundo, los judíos, y a continuación lo hicieron con la mejor y más especializada mano de obra, los árabes. El resultado… crisis económica y retroceso espectacular en la ciudad. Hace años, todavía quedaban restos en la parte antigua de la ciudad, de las viviendas y talleres de estos antiguos habitantes de Valencia.

 

El agua es vital en Valencia. La huerta, su principal modus vivendi durante tantos siglos, no hubiera sido posible sin la aportación que hicieron los árabes, creando, modificando y desarrollando las "siete acequias", que han sido – y son – la principal vía de regadío, especialmente durante muchos siglos anteriores. Sus nombres: Quart, Mislata, Favara, Rovella a la derecha, y Tormos, Mestalla y Rascanya a la izquierda.

 

Tal importancia tiene el agua en Valencia, que hace que en esta ciudad se conserve el único Tribunal de las Aguas, existente en el mundo. Este tribunal no necesita burocracia, aquí no hay abogados, ni procuradores, ni se escriben actas, ni se comunica por escrito las sentencias. Este tribunal es… UNICO.

 

Cualquiera de los usuarios de una de las siete acequias, que mantenga un contencioso con otro usuario, o que tenga un conflicto de cualquier tipo relacionado con el uso de estas acequias, plantea su queja ante el tribunal. Sin solicitudes, ni escritos, ni nada. Se presenta un jueves de mañana en el atrio de los Apóstoles de la catedral de Valencia, y cuando los ocho jueces, vestidos de huertanos, y elegidos por los regadores cada dos años, se presenten, el guarda de la acequia a que corresponda presentará la queja o denuncia contra él o  el otro regante contra el que la dirija.

 

Cuando le corresponda, le harán entrar y puesto en pie ante los jueces, que están sentados en semicírculo, escuchará la denuncia,  hasta que ellos entiendan perfectamente de qué se trata y vean todos los razonamientos expuestos.

 

Terminada su explicación, un juez, señalándolos  con la punta del pié y les dirá:"Calle vosté y parle vosté". No hay derecho a contrarréplica si un juez no lo pide. Se dicta sentencia de inmediato, de viva voz, y tendrá que cumplirse en el plazo señalado, bajo pena de perder el derecho a riego con esa acequia.

 

No hay derecho de recurso a ninguna otra instancia. El que  recurre al Tribunal de las Aguas de Valencia, ya sabe cuáles son sus leyes. Y lleva siglos repartiendo justicia. Este sistema, no el del tribunal, pero sí el del sistema de acequias, mejoramiento de las aguas, etc…, todo ello se lo debemos a los árabes…, que fueron expulsados de Valencia, como premio a su labor.

 

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