domingo, 26 de febrero de 2012



LA ANCIANA QUE SUBIÓ AL AUTOBUS...

Mayte Tudea Bustos

 

 

La anciana subió al autobús con una expresión sonriente en su carita redonda, surcada por finas arrugas verticales.

 

Desde los asientos reservados para los minusválidos, otra señora le alargó la mano y la ayudó a sentarse.

 

Me sorprendió el gesto, tan inusual, con que la anciana agradeció el detalle.

Besó la mano que le habían tendido, mientras decía emocionada: ¡Dios se lo pague, hija mía!

 

Me quedé enganchada de aquella abuelita menuda y afable, y apliqué con curiosidad el oído ante la conversación que había iniciado.

 

-"Todas las tardes hago este recorrido, decía la anciana simpática, y vuelvo a Capuchinos, al barrio en el que nací. Cada esquina, cada rincón, me traen recuerdos de mi niñez y de mi juventud. Me encuentro con personas que conozco desde hace muchos años, aunque cada vez quedan menos de las de mi edad, charlo con ellas, y me parece revivir todos los recuerdos que guardo de entonces y que no he olvidado. Lo que hice ayer me cuesta recordarlo, pero de aquella parte de mi vida no he olvidado nada, lo tengo todo tan presente y tan vivo como si me hubiera ocurrido hoy".

 

Mientras la observaba, la vi santiguarse ante la iglesia de Stella Maris, y murmurar: "¡Sagrado corazón de Jesús, en vos confío!"

 

Seguía charlando animadamente. "Vera usted, decía, yo todas las mañanas las tengo muy ocupadas. Voy a la compra y guiso para mi niña, la pobre, ¿sabe usted? Todo el día lo pasa de pie en El Corte Inglés, donde trabaja.

¡Viene tan cansada! Cuando ella llega, yo le tengo la mesa preparada y la comida calentita, así le da tiempo a descansar un poco. Y una vez que he fregado los platillos, y recogido la cocina, todas las tardes tomo desde el Puerto de la Torre el autobús hasta el centro, y desde aquí, el número uno que me lleva a Capuchinos. Le estoy muy agradecida al Alcalde, porque ahora aunque coja dos autobuses, hago los dos viajes por el precio de uno. ¿Está muy bien este apaño, verdad?"

 

Al comienzo de la calle Victoria, en una casa señorial y vetusta, señaló alegremente con el dedo:

 "Ahí, ahí, en esa casa empecé a servir cuando no había cumplido todavía los diez años. ¡Con decirle que para freír el pescado me tenía que subir en un banquillo! ¡Que buenos fueron los señores conmigo! De ahí salí para casarme sin haber cumplido los dieciocho. Eran muy malos tiempos aquellos. Había que trabajar mucho y se ganaba muy poco. Nos costó muchas fatiguitas criar los siete hijos que he tenido, como siete soles. Y todos han aprendido un oficio. Los pobres están muy ocupados, y los veo poco".

 

Muy cerca ya del Jardín de los Monos, en la capilla esquina con la calle del Agua, exclamó: "¡Ay mi virgencita del Rocío! ¡Mi virgen guapa!" Y volvió a santiguarse.

 

Continuó animadamente con su relato: "La guerra fue una cosa muy mala. Yo quisiera morirme antes que volver a vivir otra guerra. La democracia está muy bien, verdad? Y el rey parece muy bueno y muy simpático. Los políticos deberían llevarse mejor, a fin de cuentas son compañeros, todos

tienen el mismo oficio ¿no cree usted?. De todas maneras, se vive muy bien en España. Yo tengo mi paguita y todos los meses ahorro un poco para dárselo a mis nietos. Quiero que tengan un buen recuerdo mío. Los próximos que cumpla serán ochenta y cuatro y ya no viviré demasiado. O a lo mejor sí, vaya usted a saber. Ahora la gente vive muchos años, verdad?"

 

Teníamos de frente ya la iglesia de la Victoria. Volvió a persignarse y la oí decir: "¡Patrona de Málaga, protege a los míos!"

 

Lamenté  mucho haber llegado a mi destino, me hubiera gustado seguir escuchando aquella lección magistral de bondad y de sentido común.

 

Antes de bajar del autobús le di dos besos y no pude evitar decirle: "¡Es usted admirable! Que se mantenga así por muchos años."

 

"Gracias, niña. Y que usted siga tan guapa". Y me regaló una sonrisa  que le iluminó la cara.

 

Mientras subía hacia El Ejido, supe que la clase de aquella tarde no podría superar a la que había recibido en el autobús.

 

 

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