jueves, 19 de enero de 2012

EN BUSCA DEL ARTÍCULO IMAGINADO

Mayte Tudea Busto

 

 

 

Tengo que hilvanar un comentario para enviar a mi amigo Ángel y que lo coloque en su blog, y aunque me bailan varias ideas en la cabeza, he de estar alerta porque  hoy no quisiera repetirme.

 

Últimamente –una vez publicado y leído lo que he escrito-,  he descubierto en mí una vena trascendente que no me gusta nada. ¿Quién soy yo para ofrecer consejos a los demás? Si no me agrada recibirlos ¿por qué intento darlos? Así que nada de reflexiones pseudo-filosóficas –con Tomas ya tenemos las auténticas- y a ver si se me ocurre algo nuevo o encuentro aprovechable alguna de las "elucubraciones" que con tanta frecuencia traslado al papel.

 

Esto de escribir se ha convertido en una especie de "droga" que engancha y de la que necesitas casi diariamente una dosis –a veces incluso elevada-, para que tu organismo consiga ese grado de equilibrio que te permite sentirte bien.

 

Si tuviera que elegir un momento del día -más bien de la noche-, quizá el más satisfactorio es aquél en que con la música al fondo sonando tenuemente, las persianas cerradas, las cortinas corridas y la luz del flexo iluminando el ordenador,  comienzo a pulsar el teclado y los caracteres se van incrustando en la blancura impoluta del papel virtual.

 

Las ideas a veces se agolpan y superponen, otras intento encontrar el sinónimo adecuado para un adjetivo huidizo y que no responde a lo que deseo expresar. Pulso el ratón y entre los que se me ofrecen aparece ¡por fin! la palabra exacta, la que buscaba, y de nuevo mis dedos toman carrerilla y prosiguen sin pausas y sin vacilaciones.

 

De pronto me quedo en suspenso y no sé como continuar. Me estoy desviando sobre el tema inicial, aparecen dos o tres caminos que se bifurcan y dudo sobre cuál de ellos continuar. Dependiendo de aquél que elija, lo escrito tendrá un significado u otro, tomará tintes dramáticos o humorísticos. Al final, me voy por los cerros de Úbeda y termino un relato

trágico-cómico.

 

Releo lo escrito, rectifico, añado, suprimo, invierto el orden de una frase, recalco otra en negrita, y termino por darle el visto bueno a lo que aparece  en la pantalla. Apago el ordenador. Miro el reloj, al que ni siquiera he dedicado una corta mirada desde que empecé a escribir y doy un respingo ¡la una y media! ¿Cómo es posible que hayan transcurrido casi tres horas desde que comencé y se me hayan pasado en un soplo? Misterio. No hay ninguna actividad de las que llevo a cabo en las que pierda el sentido del tiempo como cuando escribo.

 

Dentro de unos meses, a lo mejor sólo unas semanas, cuando me encuentre con el artículo o con el cuento en el archivo, quizá me sorprenda al releerlo, porque sin desearlo, habré dejado impreso en él el aliento que me impulsó a escribirlo, e incluso podré detectar mi estado de ánimo en aquel momento.

 

Uno es lo que vive, lo que piensa, pero también lo que lee, y por supuesto, lo que escribe. ¡Ya estoy filosofando de nuevo! ¡Que cruz, señor!

 

Bueno, yo únicamente deseaba al iniciar estas líneas contarles un suceso que me ocurrió ayer en el autobús, pero no me ha dado tiempo a relatarlo.  Este comentario que ha intentado explicar cómo toma forma un cuento o un artículo se ha ido conformando sólo y ya he cubierto el espacio que necesitaba. En otro momento le daré forma a lo que pretendía.

 

Habrá que pensar en acostarse. Si he sobrepasado la hora habitual, es muy probable que se me resista el sueño y si estoy despierta, puede que mi imaginación tope con una frase redonda que me de pié a empezar un nuevo relato. Y al final..., Sísifo se hace dueño de la escena.

 

15 de Enero de 2012.

2 comentarios:

Angel dijo...

No sé por qué me suena algo en tu artículo a aquello de Lope de Vega cuando comentaba que "un soneto me manda hacer Violante y en mi vida me he visto en tal aprieto, catorce versos dicen que es soneto, burla burlado..."
Un abrazo
Angel

Amador dijo...

Yo creia que me ocurria solo a mí. Lo culpaba a mi falta de ideas y a mis dudas. Veo que tambien les ocurre a las personas que admiro por su capacidad para expresar sus pensamientos con la limpieza con que tú lo haces.