domingo, 29 de enero de 2012

NO SIEMPRE ES A GUSTO DE TODOS

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

S

iempre que hablo o escucho hablar del trabajo me viene a la memoria un dicho que a mi primo Luciano se le quedó grabado para después poder repetírmelo cada vez que coincidíamos.

Coincidieron mis vacaciones en el pueblo con unos trabajos de albañilería en la casa de mi madre, por lo que se me asignó el papel de peón. Y mi oficial era mi citado primo.

Solía retrasarme algo a la hora del reenganche por la tarde, tras la comida, y mi primo siempre – era de un automatismo asombroso – me decía al incorporarme: "el trabajo es sagrado". Y yo, también automáticamente, le contestaba: "no lo toques".

Aunque entonces no lo demostraba, parece ser que le hizo tanta gracia el dicho, que durante todos los años posteriores, cuando me veía en vacaciones, era la primera frase que me decía: "el trabajo es sagrado, no lo toques".

Sobre el Trabajo hay miles de dichos. Unos más afortunados que otros, y algunos realmente interesantes. Quiero recordaros algunos de ellos:

 

Ø  "Lo que con mucho trabajo se adquiere, más se ama" (Aristóteles)

Ø "No puedo dejar de trabajar. Tendré toda una eternidad para descansar" (Teresa de Calcuta)

Ø "Un síntoma de que te acercas a una crisis nerviosa es creer que tu trabajo es tremendamente importante" (Bertrand Russell)

Ø "Cuando el trabajo es un placer la vida es bella. Pero cuando nos es impuesto es una esclavitud" (Máximo Gorki)

Ø "Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida" (Confucio)

… y miles y miles de ellos…

  

Si nos atenemos a los dos últimos, el de Gorki y el de Confucio, iremos a parar al motivo que me hace titular así mi artículo: No siempre es a gusto de todos. Más bien de muy pocos.

Si comienzas a recordar conversaciones de compañeros o amigos, empleados en diversas ocupaciones y empresas, especialmente las referidas a sus respectivos trabajos, encontrarás una constante en todos ellos: la escasa afección al mismo en la mayoría de los casos.

Es significativo el caso de personas a las que jamás contemplarías como amargadas con su trabajo,  que a partir de algunos datos o procederes, comienzas a considerar como vacilantes en el mismo. Como asqueadas con ese trabajo al que anteriormente percibíamos como de su agrado.

Te alarma encontrarte con alguien que, por su edad y su situación, llegue a plantearte una situación inusual, llamativa.

A las nueve de la mañana de un día laborable cualquiera, llama a mi despacho una persona, que resulta ser un joven trabajador que se encarga de la limpieza de vehículos, mediante una máquina de lavado de esas que encontramos en cualquier estación de servicio.

En lugar de acudir a su jefe inmediato, llega a plantearme sin más preámbulos que tiene que marcharse a su casa por encontrarse mal, estresado y no poder iniciar su trabajo.

La explicación que da es que ese trabajo le produce tal estrés, que le resulta imposible desarrollarlo y necesita descansar para reponerse.

 

Por supuesto que se le concedió el descanso… a perpetuidad.

Su trabajo, antes de asignarlo, fue realizado por varias personas, tomado los tiempos de todos ellos, desestimados los mejores, y marcados la media de los cinco peores tiempos para marcar el estimado para cada operación. Pulsar botón, sacar vehículo, repasar las partes no bien sacadas y pasar el aspirador.

Ese es el problema.

Su sustituto se mantuvo en el puesto varios años. Y sigue.

El trabajo no siempre es a gusto de todos.

Es admisible que los hay muy repetitivos, sin apenas opción a una pequeña salida del guión. En esos casos es aconsejable rotar al personal, dar otras oportunidades de diversificar el trabajo.

Recuerdo en Valencia a un compañero que me decía que por favor, le cambiara de puesto, que ya estaba harto de esa misma rutina diaria. Creo que tenía razón, pero también la tenía yo al contestarle que alguien debía hacerlo. Y no tengo a quién "castigar".

Algunas veces, cuando te encuentras con esos "marrones" desmedidos, permutarías gustoso tu "agradable" trabajo por ese otro soporífero y desesperante.

No siempre puede desarrollarse a gusto de todos.

jueves, 19 de enero de 2012

EN BUSCA DEL ARTÍCULO IMAGINADO

Mayte Tudea Busto

 

 

 

Tengo que hilvanar un comentario para enviar a mi amigo Ángel y que lo coloque en su blog, y aunque me bailan varias ideas en la cabeza, he de estar alerta porque  hoy no quisiera repetirme.

 

Últimamente –una vez publicado y leído lo que he escrito-,  he descubierto en mí una vena trascendente que no me gusta nada. ¿Quién soy yo para ofrecer consejos a los demás? Si no me agrada recibirlos ¿por qué intento darlos? Así que nada de reflexiones pseudo-filosóficas –con Tomas ya tenemos las auténticas- y a ver si se me ocurre algo nuevo o encuentro aprovechable alguna de las "elucubraciones" que con tanta frecuencia traslado al papel.

 

Esto de escribir se ha convertido en una especie de "droga" que engancha y de la que necesitas casi diariamente una dosis –a veces incluso elevada-, para que tu organismo consiga ese grado de equilibrio que te permite sentirte bien.

 

Si tuviera que elegir un momento del día -más bien de la noche-, quizá el más satisfactorio es aquél en que con la música al fondo sonando tenuemente, las persianas cerradas, las cortinas corridas y la luz del flexo iluminando el ordenador,  comienzo a pulsar el teclado y los caracteres se van incrustando en la blancura impoluta del papel virtual.

 

Las ideas a veces se agolpan y superponen, otras intento encontrar el sinónimo adecuado para un adjetivo huidizo y que no responde a lo que deseo expresar. Pulso el ratón y entre los que se me ofrecen aparece ¡por fin! la palabra exacta, la que buscaba, y de nuevo mis dedos toman carrerilla y prosiguen sin pausas y sin vacilaciones.

 

De pronto me quedo en suspenso y no sé como continuar. Me estoy desviando sobre el tema inicial, aparecen dos o tres caminos que se bifurcan y dudo sobre cuál de ellos continuar. Dependiendo de aquél que elija, lo escrito tendrá un significado u otro, tomará tintes dramáticos o humorísticos. Al final, me voy por los cerros de Úbeda y termino un relato

trágico-cómico.

 

Releo lo escrito, rectifico, añado, suprimo, invierto el orden de una frase, recalco otra en negrita, y termino por darle el visto bueno a lo que aparece  en la pantalla. Apago el ordenador. Miro el reloj, al que ni siquiera he dedicado una corta mirada desde que empecé a escribir y doy un respingo ¡la una y media! ¿Cómo es posible que hayan transcurrido casi tres horas desde que comencé y se me hayan pasado en un soplo? Misterio. No hay ninguna actividad de las que llevo a cabo en las que pierda el sentido del tiempo como cuando escribo.

 

Dentro de unos meses, a lo mejor sólo unas semanas, cuando me encuentre con el artículo o con el cuento en el archivo, quizá me sorprenda al releerlo, porque sin desearlo, habré dejado impreso en él el aliento que me impulsó a escribirlo, e incluso podré detectar mi estado de ánimo en aquel momento.

 

Uno es lo que vive, lo que piensa, pero también lo que lee, y por supuesto, lo que escribe. ¡Ya estoy filosofando de nuevo! ¡Que cruz, señor!

 

Bueno, yo únicamente deseaba al iniciar estas líneas contarles un suceso que me ocurrió ayer en el autobús, pero no me ha dado tiempo a relatarlo.  Este comentario que ha intentado explicar cómo toma forma un cuento o un artículo se ha ido conformando sólo y ya he cubierto el espacio que necesitaba. En otro momento le daré forma a lo que pretendía.

 

Habrá que pensar en acostarse. Si he sobrepasado la hora habitual, es muy probable que se me resista el sueño y si estoy despierta, puede que mi imaginación tope con una frase redonda que me de pié a empezar un nuevo relato. Y al final..., Sísifo se hace dueño de la escena.

 

15 de Enero de 2012.

miércoles, 11 de enero de 2012

ATAQUES DE PESIMISMO.

Tomás Morales Cañedo

 

Hay días que, (no sé por qué), me levanto con "la pata izquierda" y "no sé qué pasa que lo veo todo negro",….. "también mi corazón parece todo negro"…. "el mundo entero, para mí, se ha vuelto negro"…. (se me viene a la mente aquella canción de Los Salvajes, que tarareaba en mi juventud).

 

(Entre paréntesis. Las palabras no son neutras, siempre vienen con carga explosiva ideológica. "Venid, benditos de mi Padre y sentaos a su Derecha, ("destra", "diestra", "diestro"…..) y vosotros, malditos…. a la izquierda, ("sinestra", "siniestra", "siniestro"), al infierno…. Cuando todos sabemos que nuestro Andrés, el "perchelero de toda la vida", ha sido, y es, de "izquierdas de toda la vida" y se merece el cielo por lo buena y bella persona que es).

 

Digo que esos días… en vez de ver la vida como un paseo gozoso y festivo… la veo como un fardo con el que hay que cargar, inútilmente, como Sísifo.

 

Esos días,…. Veo que el mismo día que nacemos no venimos no un pan bajo el brazo ni con un cheque en blanco, sino con nuestra "sentencia de muerte" grabada en el disco duro celular.

 

Venimos a la vida y, en ese mismo momento, comenzamos a restar vida, ya nos queda menos vida y la "sentencia de muerte" va acercándose a su cumplimiento.

 

¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Cómo? ¿Por qué? ¡Qué igual da! Nunca lo sabré y el día que lo sepa ya no estaré para contarlo.

 

Todas estas dudas se me diluyen ante la certeza de tener que morir.

 

Y esos días…. ¡Veo la vida como "el corredor de la muerte! Sabiendo que no saldré vivo de ella, que al final allí está la meta, sin querer avanzar hacia ella, porque es la misma vida que, para vivir, está empujándome hacia la muerte.

 

Y llegan a mi mente, revoloteando, aquellas frases en latín, que nos hacía traducir el Padre Julián:

"Mors est corona vitae".

"Mors omnia solvit".

"Mors certa, solum tempus incertum est".

"Mors certa, hora mortis incerta".

"Mori necesse est, sed no quotiens volueris".

"Mos est ultima linea omnium rerum".

 

Es verdad que sólo muere el que está vivo, pero me pregunto si no estarán mi vida y mi muerte conspirando, conchabadas amigablemente y a mis espaldas, contra mí.

 

Esos días negros acude a mi mente una reflexión que, ha tiempo, ya dejé escrita, lo de los "ateobuses" y su "probablemente Dios no existe. Disfruta de la vida".

Y pregunto y me pregunto por qué meter a Dios en el disfrute o no disfrute de la vida.

 

Los ateos piensan que Dios no existe.

Los agnósticos pensamos que, en los momentos claves, Dios no habla (por ahí anda mi reflexión sobre "la firma de Dios").

Los creyentes, en cambio, creen que Dios no calla y no para de hablar, pero que la gente no lo entiende.

 

¿Por qué algunos ateos se han topado con Dios en el lenguaje de las galaxias, pero no todos?

¿Por qué algunos ateos se han topado con Dios en el lenguaje del ADN, pero no todos?

¿Por qué algunos ateos se han topado con Dios en el lenguaje de los números de la Física Atómica, pero no todos?

¿Por qué algunos han descubierto a Dios en el lenguaje del dolor y del sufrimiento, pero yo no?

¿Y por qué otros lo descubren en el lenguaje del amor?

 

¿Es que Dios juega al escondite con nosotros y sólo algunos lo descubren?

 

Supongamos que queremos saber cuántos átomos hay en un microgramo de sal, una partícula apenas lo suficientemente grande para que alguien, con  una vista muy aguda, pueda detectarlo sin la ayuda de un microscopio.

Supongamos que somos capaces de contar "Mil millones de átomos por segundo" (que ya es mucho suponer).

Con esa suposición tardaríamos "50 siglos" para determinar cuántos átomos tiene ese pequeño, pequeñísimos, minúsculo, apenas perceptible, granito de sal.

Y es, entonces, cuando me pregunto de cuántos átomos estará compuesto mi corazón, cuando ama, o mi cerebro, cuando duda y piensa.

 

Y todo se me hace negro.

 

O cuando pienso en los Partidos Políticos "bisagras", esos minúsculos, pero suficientes,  que siempre acuden a las reuniones con el cazo puesto, como un apéndice que le haya crecido adosado a sus manos.

O cuando pienso en la incapacidad de los dos grandes partidos, PSOE y PP, PP y PSOE, puerta y marco, marco y puerta, de nuestra política, incapaces de ponerse de acuerdo en que la puerta puede estar abierta de día y cerrada de noche, sin tener que recurrir a los chantajistas Partidos "bisagra", cortos de vista, sin una visión de estado, sólo pendientes de su terruño.

 

Y hasta el cielo, con su colora azul-esperanza, se me llena de nubarrones negros.

 

O cuando veo, contemplo, asisto al espectáculo de alguien que. siendo mediocre, en vez de querer subir, con esfuerzo, se rodea de gente igual o más mediocre que él, para ahuyentar su complejo de inferioridad.

 

Y esos días,…. no es que el horizonte se me haga negro, es que no veo el horizonte.

 

(Son las tres de la mañana, como casi siempre. Voy a acostarme y a ver si puedo conciliar el sueño. Prometo que mañana, al levantarme, echaré, primero, el pie derecho).

lunes, 2 de enero de 2012

AMISTADES INALTERABLES

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

"Fui selva antes de ser cacique".

Este es un lema escrito en un cartel publicitario situado en una parada de autobús de las que debe haber varias por toda Málaga.

Presenta a un indio, adornado con una diadema – o como se llame ese adorno con gran cantidad de plumas que va rodeándole la cabeza y cae por los hombros -, como digo, adornado con ese abalorio tan típico de los indios del oeste americano.

Y, por supuesto, está adornado de todas esas pinturas en forma de rayas en la cara. No podría decir si son pinturas para hacer la guerra o para hacer el amor…, pero seguro que ha pasado por la sala de maquillaje.

Desde siempre hemos oído aquello de "yo he sido cocinero antes que fraile", y creíamos que con este dicho ya quedaba reflejado todo lo que podíamos expresar de nuestros conocimientos sobre esa materia o situación. Esa muletilla nos situaba por encima del nivel normal de la materia sobre la que se trata.

Mira por donde, un publicista nos enseña cómo un indio, con sus plumas y sus pinturas de ¿amor/ guerra? nos acaba de hundir unos siglos de "sabiduría refranera"…

No es fácil ser capaz de desasirse de aquellos conceptos que tenemos cotejados como insuperables, de gran calidad y precisión.

Un filósofo, tras varias horas de reflexión, de innumerables posicionamientos sobre cualquier tipo de pensamiento o situación, llega a unas conclusiones. Si tú eres capaz de plantearle esa nueva situación desde otro punto de vista, y con nuevos planteamientos verosímiles y lógicos, quizá tengas la posibilidad de que dude o vuelva a plantearse su conclusión desde un nuevo enfoque.

Pero no todos somos filósofos – desafortunada o afortunadamente -. No todos tenemos la facilidad que estos señores tienen para volver a estudiar desde distintos planteamientos las mismas cosas.

Esa facultad queda para los que saben ver, mirar, estudiar, reflexionar… y volver otra vez a ver, mirar…

Los demás, los que no somos filósofos, nos agarramos mucho más a nuestras conclusiones, y defendemos con uñas y dientes aquello que tanto esfuerzo nos ha costado descubrir.  

"En todas las actividades es saludable, de vez en cuando, poner un signo de interrogación sobre aquellas cosas que por mucho tiempo se han dado como seguras" (Bertrand Russell).

Claro que este también era filósofo…

Recuerdo que en cierta ocasión, trabajando para el Grupo de Estudios e Investigación al que pertenecí durante tres años, se me encargó preparar una conferencia sobre Julio César y Cicerón, al igual que a otros compañeros les correspondió hacerlo sobre otros temas.

En las reuniones previas a la fecha, cuando me correspondió presentar mi trabajo, el grupo decidió no admitirlo por defectos de forma y contenido.

Se acordó que debía proponerlo bajo otros puntos de vista y se me dio plazo para su nueva presentación en quince días.

Me llamó la atención que un compañero, al que sí le había gustado la primera versión me dijera que le causaba asombro ver cómo yo había encajado las críticas y había decidido variar el enfoque del mismo sin aparentar enfado y asumiendo las correcciones como errores propios (Paco).

El desarrollo de mi trabajo durante varios años, le dije, me ha enseñado que tus propuestas están hechas con la mejor intención y con el convencimiento de que son las más apropiadas para la consecución de tus objetivos, pero nunca debes rechazar cualquier otro planteamiento, que aunque provenga de otros, puede descubrirte nuevos puntos de vista que habían quedado desenfocados en tu propuesta inicial.  

Siempre tienes ocasión para sorprenderte por las nuevas posturas que puedes encontrar escuchando con atención a las personas que tienen algo que exponer sobre lo que tú ya tienes pre-formado tu informe definitivo.

De acuerdo con lo que anteriormente decía Russell, es necesario volver a poner varios signos de interrogación sobre la mayor parte de las cosas que hemos tenido mucho tiempo como seguras. ¡Qué sorpresas…!

Quién no se ha planteado varias veces  a lo largo de su vida todas esas CONVICCIONES, HECHOS O AMISTADES   INALTERABLES, que para nosotros suponían ese algo "sin discusión";  en muchas ocasiones aceptados sin reflexión, asumidos de nuestros primeros aprendizajes.

No tuvimos en cuenta aquel pensamiento de Erasmo de Rotterdam de que "el colmo de la estupidez es aprender lo que luego hay que olvidar". Considero que, aunque se trate de un gran humanista, no es obligatorio estar totalmente de acuerdo con sus pensamientos…

Y todo esto deriva de aquel indio que yo he visto fotografiado en un cartel de publicidad, colocado en un panel de una parada de autobús, donde se leía "Fui selva antes de ser cacique"…