domingo, 3 de abril de 2011

EL DOLOR, UN INGRATO COMPAÑERO


Mayte Tudea Busto

1-Abril-2011


Durante unos pocos días he vivido sorprendida conmigo misma porque no deseaba leer, ni escribir, en muchos momentos ni tan siquiera hablar, pendiente únicamente del próximo desplazamiento de la cama al sillón en el que me obligaban a permanecer por decisión facultativa, o de la cama al baño para no tener que someterme a la indignidad de la cuña y del dolor que indefectiblemente se iba a producir al realizar esos movimientos.

Nunca he comprendido tan bien como ahora la frase de Tomás que tengo grabada de que “el dolor lo torna todo sospechoso”. ¡Que cierto es! Te condiciona, te inutiliza y cuando es muy virulento, incluso te aniquila. Tú puedes intentar dominarlo, soportarlo, disimularlo, pero aunque entre en juego toda tu voluntad para conseguirlo, termina por delatarte en la expresión de la cara o en el rictus que asoma incontenible.

Cada uno de nosotros nos hemos ido labrando a lo largo de la vida una personalidad o características que nos distinguen, sean éstas positivas o no. Los hay valientes, medrosos, extrovertidos, tímidos, resistentes, débiles, y así un largo etcétera que nos define ante los demás y que terminamos por asumir nosotros mismos, aunque no siempre estemos tan convencidos interiormente como parecen estarlo los que nos rodean y nos conocen.

Pues bien, uno los rasgos que me han adjudicado desde que era muy niña, ha sido “tú eres muy fuerte”. Mi padre me insistía mucho sobre la frase de que “las lágrimas no solucionan nada”, y me repetía su credo estoico que él aplicaba a su vida y expresaba siempre en esta máxima “Si tu mal no tiene cura ¿por qué te apuras? Y si la tiene ¿por qué te apuras también?” Yo le admiraba y le quería tanto, que intentaba siempre responder a lo que esperaba de mí y procuraba no defraudarle. Y es posible que comenzara demostrando fortaleza sin tenerla, y que como todo lo que se ejercita, terminara por adquirirla, francamente, no lo sé. Lo cierto es que cuando ya estás clasificada, parece obligado responder al “cliché” en el que te han colocado y mantener el tipo en cualquier circunstancia, más que nada por no decepcionar al personal.

Pero hay momentos en los que a una le gustaría mostrarse débil, necesitada y que alguien más fuerte te reconfortara, resolviera, se hiciera cargo de forma decidida en las situaciones difíciles. Por fortuna, yo lo tuve durante un tiempo precioso y ahora lo he echado profundamente de menos. Sería muy desagradecida si no reconociera que mi familia ha estado y está totalmente volcada en mí, y mis amigas y amigos disponibles para ayudarme, mucho más de los que esperaba y quizás de lo que merezco, pero ver descomponerse el rostro de mis hijos, también de mis nueras, ante un gesto mío de dolor, me ha obligado a contenerlo y disimularlo, y a sonreír sin ganas, y a bromear sobre mí misma y la situación, para hacer más llevadero el lío en que de modo fortuito les he metido.

Bueno, creo que he exprimido a fondo el serial de la cadera fracturada y parece conveniente, como en los toros, cambiar de tercio. No apuremos la faena, porque se puede aburrir el personal. Hace ya dos semanas que he recuperado mi afición por la lectura –me he leído un “tocho” de setecientas páginas y he iniciado otro de parecido grosor-, he escuchado música de mis queridos clásicos, y he escrito otra vez con ganas sobre lo que observo y sobre lo que me preocupa.

Y desde mi casa he programado y resuelto temas de la Asociación con la colaboración inestimable de mis compañeros.

Cuando alguien me pregunta si me he aburrido durante este tiempo de reclusión obligatoria les contesto: ¿aburrirse, eso que es?

2 comentarios:

Angel dijo...

No puedo creerme que con el aspecto que presentas en la fotografía anexa al escrito pudieras presentar el cuadro que nos describes.
Yo te veo muy bien, aunque después de ver la radiografía adjunta, ya voy entendiendo tus molestias. Pero creo que has quedado muy bien.
Besos.

Tomás Morales dijo...

¡Nunca, jamás, una pequeña parte de tu cuerpo podrá con un alma tan grande como la tuya¡

Ya pronto te saludará la calle.

Hasta entonces, recuerdos, besos y abrazos