miércoles, 5 de enero de 2011

¡UN AÑO MÁS Y SEGUIMOS VIVIENDO!

 

Mayte Tudea Busto

5-Enero-2011

     

Harto como estaba nuestro amigo Ángel de dar y recibir parabienes, de desear felicidad a aquellos que verdaderamente le interesan y a otros muchos que le traen al "pairo"; y de "comilonas", y de villancicos, y de ejercer el sacrosanto rito del consumo impuesto por la "prescripción facultativa" de la milenaria tradición navideña, pues eso, "jarto" como estaba, aunque no de vino, sin darse cuenta, de un modo solapado y algo lento, se ha, "nos hemos" plantado en el día cinco de Enero y ya sólo resta el de mañana, el de Reyes, que como él todavía no tiene nietos no le afecta demasiado, y ya le veo dando un profundo suspiro de satisfacción, y diciendo: ¡Se acabó el teatro! Mañana de nuevo a la rutinaria y prosaica vida normal, ¡bienvenida sea!

 

Esta algo irónica reflexión la he escuchado a través de todas estas fiestas en un noventa y cinco por ciento de las personas con las que me relaciono, y si son de mi propio sexo, hartas también de tanta compra, de tanto guisoteo, de ver la casa en ocasiones "patas arriba",  de los restos de comida que al final terminan en el cubo de la basura, hartas también de "recalentar" y de que lo que fuera un cordero jugoso se haya convertido en una "mojama" incomestible.

 

Bueno, pues mirándolo desde otro prisma, la satisfacción que ahora nos invade al regresar a lo cotidiano, tiene mucho que ver con el desasosiego que hemos padecido viviendo lo extraordinario.

Si la vida se desarrollara siempre en el mismo plano de normalidad, el aburrimiento nos devoraría, y terminaríamos pidiendo a gritos que nos ocurriera algo diferente, aunque ese algo no fuera demasiado bueno.

 

"En la variación está el gusto", reza el refrán popular y aunque los refranes suelen tener varias y antagónicas lecturas, creo que el ser humano sólo tiene capacidad de disfrutar en plenitud si ha sufrido con anterioridad.

 

La salud, como uno de los bienes supremos, adquiere toda su importancia bien cuando se ha perdido, o cuando se recupera. Mientras nuestro cuerpo funciona con normalidad no la valoramos en absoluto.

En el amor nos ocurre algo parecido. Tras el primer deslumbramiento, cuando ya hemos "digerido" el milagro de que otra persona te quiera de un modo total y entregado, lo aceptamos con naturalidad y creemos que va a continuar así para siempre; y si el ser amado nos deja de querer, o nos abandona es entonces cuando vemos con absoluta claridad la importancia que tenía en nuestras vidas y de qué  forma le necesitamos. Y esto mismo puede hacerse extensivo a un amigo, a la familia, a las personas a las que estamos vinculadas emocionalmente.

 

El dinero, quizá por ser un bien material, es más fácilmente controlable. Si se gasta y no se repone, termina acabándose. Y el trabajo, que para algunos puede resultar una tortura, de perderlo, lograría cambiar la perspectiva del que tan a disgusto lo ejerce.

 

Y esta crisis de la que tanto hablamos y que tanto nos preocupa - a veces no por nosotros mismos sino por lo que puede afectar a  nuestros hijos y a nuestros nietos-, nos parecería una situación envidiable de producirse un terremoto u otro cataclismo de la naturaleza.

 

Este momento es nuestro mejor momento. Como dice una amiga mía cuando nos reunimos: "Disfrutad chicas (es una forma de hablar) porque nunca vamos a ser más jóvenes ni más delgadas.

 

Yo en ese Fin de Año en el que no creo, no obstante he pedido dos deseos: aprender a valorar en profundidad todo lo bueno que tengo -que es  mucho-, como si mañana fuera a perderlo. Y que la rutina venga a veces salpicada de sorpresas –a ser posible gratas-, para que una  pizca de emoción haga que mi vida  siga estando "viva". Lo mismo les deseo.

 

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