miércoles, 21 de diciembre de 2011

EL VALOR DEL FRACASO

Nono Villalta (diciembre 2011)

 

 

     Sin duda estamos ante una situación económica mundial complicada y grave, y en esta circunstancia empresarios de consolidada trayectoria y jóvenes con ganas de abrirse camino tratan de buscar otras alternativas fuera del riesgo empresarial. Para que esto no ocurra es necesario apoyar a empresarios y emprendedores, porque ellos deben ser los protagonistas de la salida de la crisis. Y especialmente a los que quieren elegir el camino de la innovación en su negocio, como primera opción.

 

     No tener miedo; este es el primer reto que deben asumir. Tienen que ser conscientes de que pueden fracasar, pero el fracaso es una palanca para aprender, crecer y hacerse más fuertes. En nuestro país, desgraciadamente, todavía se castiga demasiado el fracaso, pero en otros países como es el caso de Estados Unidos, por ejemplo, a un empresario que ya ha fracasado algunas veces le será mucho más fácil obtener financiación para un nuevo proyecto porque se le valorará su experiencia y aprendizaje. Nuestros emprendedores deben aprender a pensar en grande y rodearse del mejor equipo, y sobre todo a observar a los demás.

 

     Un emprendedor es un soñador que actúa. Ser empresario es tener un proyecto, un sueño, creer en él y ser lo suficientemente valiente para intentar hacerlo realidad y, sobre todo, suficientemente fuerte para aceptar sus fracasos y volverlo a intentar, suficientemente flexible para adaptarse a su entorno y suficientemente tenaz para conseguir lo que se propone.

 

     En el momento actual hay cierto pesimismo que está calando muy hondo en nuestra sociedad. Hemos de ser optimistas sin dejar de ser realistas. Vamos a encontrar soluciones, enmendar errores, conseguir ganar riqueza, puestos de trabajo y crecimiento económico. Es necesario. El motor de la salida de la crisis tan brutal que nos está azotando son ellos, los que se han visto envueltos en algún fracaso reciente. Tienen lo más importante: experiencia. Apoyemos a estos "fracasados" porque son una parte esencial de nuestra riqueza productiva.

 

martes, 13 de diciembre de 2011

BREVE  ENCUENTRO

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Mayte Tudea Busto

 

Se conocieron en un autobús. Ella reparó enseguida en aquella cabeza cana, de pelo abundante. Los ojos oscuros y vivos destacaban en el rostro atezado. Le agradó su aspecto pulcro y la mirada franca.

 

El, le confesaría después, que al verla, le había llamado la atención  su aspecto elegante y la agilidad de sus movimientos, su desenvoltura casi juvenil.

 

El hombre le ofreció el asiento que había quedado libre junto al suyo, y ella aceptó dando las gracias.

 

Él la observaba de soslayo, mientras la veía escribir con soltura y rapidez en un block cuadriculado. Sentía curiosidad por conocer el contenido de la escritura, pero no se atrevía a mirar abiertamente por temor a resultar indiscreto.

 

Un brusco frenazo, les permitió iniciar la conversación. -"¡Qué forma de conducir!"- -"¡Parece que transportaran ganado!"- -"La he visto en otras ocasiones, ¿siempre coge el autobús de las cuatro?"-     "Habitualmente, aunque a veces lo pierdo"-

 

Durante el trayecto intercambiaron frases más bien superficiales. A pesar de ello, pareció instalarse entre los dos una corriente de simpatía.

 

-Espero verla mañana. Me llamo Eduardo-, le dijo al acercarse a su parada.

 

Coincidieron durante varios días. Hablaron del tiempo, de sus       trabajos, de sus aficiones. Se quejaron de la suciedad en las calles, del escaso civismo de sus paisanos, y ¡como no! de la crisis. Sonreían al hacerlo, conscientes de lo inevitable y manido del tema, pero ¿quién se resistía a nombrarlo? Al fin, convinieron en tutearse.

 

         Una tarde, el hombre preguntó: "¿A qué hora terminas? Podía recogerte y tomar algo juntos". Como en un flash, la mujer observó la pálida y redonda huella en el dedo anular de su acompañante. Y mientras se excusaba ante la invitación con tono educado, pensaba "¡Qué coraje! A partir de mañana tendré que hacer este recorrido en mi coche".

                

sábado, 3 de diciembre de 2011

 

NO ME GUSTAN

Tomás Morales Cañedo

 

Una de las mayores tonterías escritas y que, continuamente se repite, es la de "sobre gustos nada hay escrito".

 

Mentira. Sobre gustos hay escrito lo habido y por haber. A mí me gusta pasear por la Carihuela y ver salir el sol (lo que hago siempre que puedo) y no me gusta ni el Opus, ni los Legionarios de Cristo, ni los Kikos.

 

¿Qué quiere esto decir? Sencillamente eso, que NO me gustan.

 

¿Los prohibiría yo? Por supuesto que no. A nadie prohibiría que…. ni a nadie obligaría a…. Sencillamente, como no me gustan no ingreso en ninguna de esas comunidades o sectas.

 

Allá el gusto de cada uno. A mí no me gustan. Si alguien es feliz perteneciendo a una, a las dos o las tres, simultánea o sucesivamente, allá él. Que sea feliz, que es lo importante.

 

Y que nadie me diga que cómo lo sé "si no he experimentado". Tampoco he experimentado la homosexualidad. Y no necesito ni tan siquiera probarlo, porque no me gusta.

 

¿Odio, pues, a los homosexuales? ¡¡¡Por Dios!!! NO. He sido, soy y seguiré siendo tolerante con las ideas y respetuoso con las personas. Pero que no me obliguen a…

 

Yo soy un agnóstico religioso, filosóficamente libre, moralmente responsable, políticamente demócrata, ideológicamente tolerante, un ilustrado en el sentido pleno de la palabra, amante de mi trabajo, un abuelo empedernido, amigo de mis amigos y enemigo de nadie.

 

Soy alguien que busca, pide, expone y exige razones, argumentos, a quien quiera dialogar conmigo, para que puedan ser confrontados.

 

Soy respetuoso con las creencias, con todas las creencias, pero que no se me las presente como argumentos.

 

El que a mí no me gusten ciertas cosas, ideas o creencias, sólo quiere decir eso, que "no me gustan", pero como volteriano, que me considero, yo también "daría mi vida para que tú, con quien no las comparto, puedas ejercer tu derecho a tenerlas y practicarlas".

 

Lo que sí me gustaría, de ellos, es que si alguien, que voluntaria o forzosamente entró, pueda, también, voluntariamente, salir sin chantajearlo y haciéndole la vida imposible (y son muchos casos los que conozco, empezando por el arquitecto cuya obra he admirado, el catalán Miguel Fisac.

 

Libertad para entrar, para estar y para salir. Por supuesto que SÍ.

 

Yo no sería feliz vistiendo traje y corbata, practicando la endogamia, viendo a los de fuera como peligrosos demonios disfrazados de personas y cantando salmos, a coro, en los retiros dominicales. Soy más feliz en la playa, oyendo las olas, sintiendo el mar, pisando la arena,  y disfrutando, sólo con la mirada, de los desafiantes pechos limonáceos de jovencitas venusinas.

 

Son varias las parábolas que nunca he tragado, y una de ellas era la del Pastor y las ovejas. No me gustan los borregos que a la voz del pastor… Ni me gusta gritar, ni que me griten.

 

Prefiero más a los líderes que se desviven  por los que malviven, pero que son callados y ejemplos a seguir (llámese Vicente Ferrer o Teresa de Calcuta) que a telepredicadores como Escrivá de Balaguer, Maciel o Kiko Argüello.

 

No me gustan las masivas afluencias de cientos de miles de personas que aplauden y vitorean a quien no considero meritorio.

 

No sé si Kiko Argüello es el nuevo "Aguirre, la cólera de Dios", pero sí que Camino era una visión fidedigna del Opus Dei.

 

Quien sea feliz en la jaula, cantando, y libre del peligro de ser cazado por el gato, ¡mi enhorabuena! Yo prefiero la libertad de volar y cantar, si me apetece, el "Asturias, patria querida", tras haber dado cuenta, con mis amigos, de  un buen Rioja.          

 

 

 

 

 

lunes, 21 de noviembre de 2011

DEBO SER UN BICHO RARO

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

Google.

Todos los que sois – o mejor, somos – adictos a la búsqueda de cualquier tipo de información, sea la que sea, por necesidad o por placer, tenemos esta fácil salida: Google.

Había una palabra, que la utilizaba mucho Iñaqui Gabilondo, cuando dirigía el programa de radio de las mañanas, que solo con oírla ya te daba una idea exacta de lo que pretendía comunicar, pero no la recuerdo. Era algo así como "gusguseando". Pero este antipático alemán me sigue persiguiendo y finalmente conseguirá que la olvide.

Volviendo a lo que iba a decir, metido en esta búsqueda, miré una página de antiguos alumnos de Uclés y me enganchó, no por nada en particular, sino porque en ella encontré reseñas de algunos antiguos compañeros míos de estudios, o de gente que aunque no coincidimos en el tiempo, sí lo hemos hecho en lugares y asuntos que nos han sido comunes.

Y de aquí parte mi primera duda y que da título a mi artículo: Debo Ser Un Tipo Raro.

Leo un artículo de un antiguo alumno, al que yo no recuerdo, aunque cursaba un curso superior al mío, donde veo su gran cariño y admiración por aquel centro. Se apellidaba Mancheño, y refiriéndose a sus recuerdos por los ratos pasados en este centro, cita a otro de sus compañeros que declaraba  "que era un pecado ser de la Mancha y no conocer Uclés".  

Verdaderamente merece la pena conocer el "Escorial de la Mancha". Es un monasterio digno de ser visitado. Pero yo pasé allí cinco años – cada año teníamos mes y medio de vacaciones en verano – y no siento ningún cariño especial, no aprecio dentro de mí esas sensaciones de las que habla este amigo Mancheño…

Continuo viendo otras diversas páginas, artículos, escritos, de otros antiguos alumnos – ignoro si algunos son curas, o se han dedicado a otras profesiones – y encuentro un paralelismo con todos estos detalles anteriormente citados, síntomas a mi parecer, de un afecto, una predilección o una querencia, de la que yo me siento totalmente falto.

No falto por animadversión mía, sino más bien por indiferencia. ¿Tan raro soy yo?

Este amigo Mancheño cita una relación de todos sus compañeros de curso. Efectivamente a algunos de ellos los recuerdo perfectamente e incluso posteriormente hemos coincidido en otros centros y en otras circunstancias, pero yo me impongo el esfuerzo de recordar a mis compañeros de curso, y me resulta imposible pasar de diez o doce nombres (gracias a que mi amigo Bautista tiene una gran memoria y me ayuda a recordarlos).

Continuo leyendo memorias y veo que se trata de asuntos referentes a varios profesores, recuerdo a alguno de ellos, de personas que ahora me resultan totalmente desconocidos… ¿Tan Raro Soy Yo Que Olvido A Esta Gente Habiendo Otros Ex Compañeros Que Recuerdan Nombre, Apellidos, Anécdotas…?

Ante esos afectos que yo veo en estos artículos, y esos ratos tan extraordinarios pasados en este monasterio, intento hurgar en mi memoria, y me encuentro con unos recuerdos – pequeños, no merecedores de esos calificativos que encentro en esos escritos - , que, bueno, los hay buenos, regulares y algunos no tan buenos.

Lo que me llama la atención es que parece que soy yo el único que lleva el paso al revés. No coincido en su mayoría con esas agradables sensaciones, esa plenitud de cariño y agradecimiento de mis antiguos compañeros con la vida pasada aquí.

Considerando todos estos hechos, y que yo no me siento "un bicho raro", estoy empezando a pensar que en estas páginas de antiguos alumnos puede darse una previa criba de artículos, y solamente se publiquen aquellos que reciban el "nihil obstat" de los dirigentes de las mismas.

Por otra parte, existe la posibilidad de que yo no haya sabido apreciar en los años que pasé en este centro las emociones, las vivencias, que sí han podido extraer mis ex compañeros.

Normalmente soy una persona muy observadora, me gusta especialmente escuchar, y suelo apreciar cualquier tipo de ocasión agradable o de comunicación emotiva entre gentes del grupo al que corresponda.

Disfruto de esos bellos momentos seductores, placenteros y que por su fuerte impresión quedan grabados para siempre en la mente de un chico ávido de recibir informaciones que completen poco a poco su formación.

En consecuencia debo haber recibido todo este mismo caudal de sensaciones que relacionan mis antiguos compañeros. Y no las localizo.

Es ese hecho precisamente lo que obliga a preguntarme si soy realmente un bicho raro.

Dando tantas vueltas a estas ideas, me veré obligado a pensar lo que decía Louis Pasteur, cuando "tropezaba" con el problema de las dudas: "Duda siempre de ti mismo, hasta que los datos no dejen lugar a dudas"

En algunos de estos artículos se hablaba de profesores, entre ellos D. Martín. Este D. Martín, dudo que moviera grandes pasiones entre cualquiera de mis compañeros. Yo coincidí con él solamente un año, a dios gracias.

Éramos todos niños de entre diez y dieciséis años, más o menos. Yo tenía diez años en ese año que coincidí con él y por aquella fecha ya era conocido como el mayor "ahostiador" del reino. A niños como nosotros no le resultaba inapropiado propinar un par de tortas por el motivo que él creyera adecuado.

¡Cómo puedes decir que este profesor te hace recordar momentos extraordinarios o sensaciones agradables…!

De todos los profesores que se citan en varios de estos artículos, solamente recuerdo dos – puede que fuera alguno más -, que yo recuerde con especial cariño, respeto y admiración. Son D. Dimas Pérez y D. Vicente Tradacete.

El primero

Ø porque daba siempre la impresión de que te iba a solucionar cualquier problema que tuvieras.

Ø Porque era una persona muy bien preparada, culto y educador.

Ø Porque era el mejor profesor de latín que yo he conocido, y sabía hacerte conocer y gustar esa asignatura.

 

El segundo

Ø Porque era un profesor que te hacía vivir su asignatura

Ø Porque gracias a él yo aprendí a gozar de la música clásica, del teatro, de la lectura…

Ø Porque es el mejor profesor de literatura que yo haya conocido nunca

 

Con estos profesores sí entiendo ese deleite y esos afectos a los que hacen referencia esos artículos. A estos sí me adhiero. Creo que es en lo único que coincido con ellos.

 

Quizá es que yo me perdí todo lo demás, no supe apreciarlo y por ello es por lo que a mí se me plantea la duda de "si realmente yo soy un bicho raro".

 

      

jueves, 10 de noviembre de 2011

AMÉRICA, AMÉRICA.

 

Mayte Tudea

4-Noviembre-2011

 

 

                       

¡Hay que ver cómo son los americanos! ¡Estos americanos...! ¡Lo que no  se les ocurra a los americanos...! Decir "americano" es como intentar concentrar todo el agua del mar, en un cubito de playa.

 

El término "americano" siempre lo identificamos con el de "estadounidense". Pero ni siquiera esta definición es capaz de abarcar la variedad, la amplitud, la complejidad o la simpleza de los habitantes de un país tan extenso, tan singular, como el que lo componen los cincuenta   Estados con leyes y costumbres diferentes, y algunos de ellos con características radicalmente opuestas.

 

No es, no puede ser comparable un ciudadano nacido en San Francisco con otro de Nueva Orleans, ni un oriundo de Filadelfia con el de Kansas u Oregón.

 

No hay patrones exactos que puedan definir la idiosincrasia ni el perfil de un "auténtico americano". En ocasiones me sorprende su ingenuidad y en otras su malicia. Hay veces que me asquea su prepotencia y otras que me asombra su generosidad. Sin embargo, en esa línea divisoria en la que siempre oscilo, en esa ambivalencia entre el amor y el odio en la que me  muevo respecto a ellos, hay algo que me admira sobremanera: La capacidad de autocrítica que poseen y la valentía para intentar "dinamitar", si lo consideran necesario, sus instituciones y hasta sus iconos más venerados. Recordemos el caso "watergate" como el paradigma de cuanto estoy diciendo.  

 

Pues bien, este fin de semana he tenido la oportunidad de ver en la gran pantalla "Margin Call". Con un abanico de actores sorprendentemente buenos, encabezados por Kevin Spacey, y secundados por Jeremy Irons y  varios más, un tema tan arduo y tan de actualidad como las actividades de una sociedad dedicada a la venta de valores y acciones en Bolsa, queda perfectamente explicado a pesar de su complejidad y nos pone en antecedentes del "tsunami" económico que se inició con la quiebra de "Leman Brothers" y que arrastramos todavía, y seguimos padeciendo.

 

Así podemos fácilmente entender lo de los "bonos basura", los "paquetes"

compuestos por buenos y malos bienes, "la venta de humo" en participaciones; Wall Street, sin ir más lejos...

 

Igual que si fuera una película de "suspense", se van sucediendo a través de una larga noche un determinado número de secuencias en las que  quedan reflejados los personajes a sangre y fuego: el íntegro, el ingenuo, el honrado, el calculador, el arribista, el cínico, el despiadado y el inmisericorde o "estafador de altos vuelos". Alguno de ellos combatiendo con sus dilemas morales, sus cobardías, sus miserias, su lucha por sobrevivir en una piscina infestada de tiburones.

 

Como alegoría significativa, la escena del protagonista llorando desconsolado abrazado a su perra muerta... Y es que hay más de una Luna filósofa incluso por otras latitudes.

 

Lo más terrible para el espectador de este film, es sospechar que lo que nos presentan en la pantalla tiene el envoltorio de una ficción, pero que no lo es. Y que bien pudiera ser un documental interpretado por excelentes  actores, para hacerlo más atractivo y más digerible.

 

Y al final, y esto es lo que más me asombra de los americanos, no hay concesiones de ningún tipo. Como decía mi abuela "todos somos muy buenos, pero mi capa, no aparece". Y es que desengañémonos, la hipoteca, aquí o a la orilla del Hudson, es imprescindible pagarla si queremos continuar viviendo bajo techo...

lunes, 31 de octubre de 2011

LOS MAESTROS

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

R

ecuerdo una conferencia  dada en el Paraninfo de la Universidad de Málaga, en el curso 2005-2006, integrada dentro del Grupo de Estudios e Investigación (GEI) que dirigía el profesor Dr. D. Miguel López Melero, y titulada "El Valor de las Palabras".

 

Hice un canto al maestro. Es la persona que yo recuerdo como algo señero.

 

Alguien A Quien Le Era Exigido Siempre Lo Mejor.

Debía Saber Más Que Nadie. Debía Saber Enseñarlo.

Debía Comportarse Con Más Educación, Responsabilidad Y Bonhomía Que Nadie. Debía Dar Ejemplo.

 

Yo recuerdo a mi maestro. Don Venancio. Siempre escuchas cosas que debió hacer de otra forma. Quizás. Todo es mejorable.

 

Criticables sus métodos de enseñanza… Yo no soy capaz de analizarlos y encontrarle los fallos en que basar esta aseveración. Todos los maestros son mejorables. Recordamos a aquellos, que después llamábamos profesores, que dejaban mucho que desear. Y no eran maestros de escuela de pueblos.

 

Eran personas con un inmenso poder de aguante a la monotonía de la escuela de niños. Eso era algo que no tiene precio.

 

¿Recordáis esos cantos infantiles, a ritmo cansino, recitando dónde nace el rio Tajo, por donde pasa, dónde desemboca…? Y esos tonillos un día y otro, y un mes y otro mes… Hay que tener paciencia y vocación.

 

Ese maestro se merece lo que sea por el simple hecho de aguantar a esos niños todos los días, todos los meses, todos los años.

 

Esos soniquetes donde aprendíamos las tablas de multiplicar. Dos por una es dos, dos por dos cuatro,… Y esos maestros nos aguantaban todos los días la misma cancioncilla. ¡Qué pesados!

 

Ahora estoy un poco descolocado en lo tocante a los actuales maestros, pero imagino que no habrá variado mucho en lo referente a "consideraciones" y emolumentos y demás con los que yo conocí (lógicamente con sus correspondientes modificaciones actualizando a sueldos de hoy).

 

Siempre ha sido la persona más importante para la formación de los niños y la menos tenida en cuenta en la compensación económica por esa tan digna misión.

 

Y esa palabra "Maestro" es la que continuamente utilizamos para designar a esas personas a las que nosotros consideramos líderes, excepcionales en sus conocimientos, capaces de poder enseñarnos y comunicarnos sus saberes. A esos les llamamos "maestros".

 

Pueden serlo en cultura, educación, oficios, en el trabajo, en la vida misma. Pueden serlo en todo…

 

Josefina Aldecoa en "Historia de una maestra" nos contaba la vida, llena de sufrimientos, también de satisfacciones, de una pareja de maestros de la España republicana, que fueron lo que desgraciadamente después tuvieron que ser otros muchos.

 

Aquellos maestros de mi época pasaron malos ratos, supongo. Actualmente imagino que también existirán esos problemas, no de aquel tipo, pero sí de los que siguen produciendo estrés, dolores de cabeza, y deseos de abandonar, de retirarse de esa especie de batalla que a veces emprenden los alumnos con el profesor y que incomprensiblemente apoyan algunos padres, que exigirán al maestro que "eduque" a sus hijos.

 

 ¿Qué Educación Quieren Para Ellos, La Que No Le Dan En Casa? 

 

Conozco a varios ex maestros (aunque un maestro nunca puede ser "ex", siempre será maestro). Algunos que se han marchado, han abandonado su puesto en la clase. Han preferido dedicar el resto de su vida a leer, estudiar y enseñar a las personas que realmente quieren aprender. No quieren acabar totalmente estresados por esos alumnos que ni siquiera merecen la pena sus esfuerzos.

 

  Mi amigo Tomás siempre me repite lo mismo, ahora disfruto de lo que hago, estudio, leo, escribo y enseño a las personas que quieren aprender.

 

En la vida todos hemos conocido algún "Maestro" que nos ha enseñado a enfocarla y desarrollarla con unos conocimientos y unas aptitudes, de las que nosotros carecíamos antes de conocerlos.

 

Mencioné en aquella conferencia  a una persona, a la que yo siempre he considerado, y sigo haciéndolo, como el gran maestro de la vida que yo he conocido y que tanto me ha beneficiado. Mi gran amigo Paco Esteban. Un genio, un maestro, un padre…

Nunca sabremos agradecer a estos maestros el gran favor que nos han hecho en nuestra formación.

 

Maestro. Solamente el nombre impone.

 

Son esas personas que saben. Y porque saben, pueden enseñar. Y porque pueden enseñar, quieren enseñar. Y enseñan educando. Y educan porque aprecian lo que educan. Porque intentan proyectarse en los alumnos. Y porque prefieren un "querido maestro" a un "señor profesor".

 

Esos maestros a los que nuestros amigos Tomás, José, Margarita, Marina, Carmen, Fina,  etc, etc. seguirán viéndose reflejados en aquellos antiguos alumnos, que de vez en cuando encuentran en la calle, y todavía los recuerdan y, quizá sea así, los llaman maestros. Esa es su mejor alabanza.

 

Ellos son los que cuando observan que el alumno atisba su "Qué"

·        Ellos intentan que encuentre su "Cómo"

·        Ellos gestionan que vea su "Cuándo"

·        Ellos ayudan a que descubra su "Con"

·        Y en definitiva, ellos son los que le harán encontrar su "Quién"

 

Es con su ayuda con lo que se conseguirá formar a "la persona"

 

Yo estoy por siempre agradecido a mis maestros. Son todos unos santos.

 

Aunque sean ateos…

12 de diciembre de 2010

jueves, 20 de octubre de 2011

MITO DE AL-ANDALUS

Tomás Morales Cañedo

 

Las veleidades islámicas están muy de moda, porque es algo "progre" y hay que ser "tolerantes" y "respetuosos" y obviar todo aquello que pueda molestar a los musulmanes.

Políticos, novelistas, neoconversos,… (mentes seducidas por el pasado islámico) continúan alimentando el mito de la Era Feliz, cuando en la Hispania estaba Al-Andalus.

 

Y, así, muchos concejales y colectivos varios arman la marimorena y boicotean el 2 de Enero de cada año, para festejar la Toma de Granada, en 1.492, por los Reyes Católicos y poner fin a la ocupación musulmana.

Estos veleidosos maldicen tal fecha, fue "un día triste", por considerarla el principio de un genocidio, en nombre del cristianismo.

 

Barak Obama, en El Cairo, arremete contra la Reconquista en España por haber expulsado a los que la invadieron en el siglo VIII.

 

Marcelino Iglesias, entonces presidente de la comunidad autónoma aragonesa, a petición de la comunidad islámica de Zaragoza, que expresaba su malestar porque "esas  cabezas cortadas suponen una violencia que no llama a la tolerancia ni a la concordia",  "sugirió que, tal vez, el tercer cuartel del escudo de Aragón (que data de 1.096), que contenía cuatro cabezas de moro, decapitadas, una a cada lado de la cruz de San Jorge, recordando la conquista de Huesca por el rey Pedro I de Aragón, podía importunar a la comunidad islámica".

 

Ciertos colectivos insisten en que nunca hubo tal invasión, sino que los hijos de Witiza llaman a los moros, invitándolos, para  recuperar el trono que les ha robado D. Rodrigo, al que vencerán en Guadalete, pero que luego, en vez de volver a su tierra, tras el favor hecho, se dirigieron a Toledo, donde estaba la corte visigoda, la tomaron y ya se quedaron aquí.

 

Si a esto se le añade la tesis de Ignacio Olagüe, de que fue una lucha religiosa entre los trinitarios-politeístas (tras la conversión de Recaredo, en el Concilio de Toledo, y su cristianismo, que acepta el misterio de la trinidad, (de ahí lo de "trinitarios)) y los unitarios-monoteístas, y como el Islam es monoteísta, vinieron a echarle una mano a sus hermanos.

 

En Córdoba ya ocupan la Torre de la Calahorra y montaron la de Dios es Cristo cuando, programadamente, entraron en la mezquita para rezar. No cesan en pedir el uso compartido.

 

En Sevilla manifiestan, públicamente, al referirse al Cristianismo, denominándolo "secta responsable de millones de musulmanes andaluces".

 

Está de moda cargar las armas y disparar contra la religión cristiana, porque "sale gratis", "no passsaa naaaa".

Ahora que no se le ocurra a Ud. pintar a Alá o hacer unas caricaturas de Mahoma, porque está condenado a muerte y puesto en busca y captura.

 

Hay que ser tolerante. Hay que respetar las creencias.

 

Según estos veleidosos, si Don Rodrigo hubiera vencido a Tarik y a Muza en Guadalete, toda Hispania habría estado en las tinieblas. Menos mal que entre los moros venidos de África, los partidarios de los hijos de Witiza, más los judíos, acabaron con los visigodos cristianos. Llegaría la luz durante varios siglos.

 

En sólo 11 años (del 711 al 722) llegaron a Covadonga y a Poitiers, donde los pararían Don Pelayo y Carlos Martel, respectivamente.

Julio César conquistó la Galia en una década (La guerra de las Galias). Los musulmanes conquistaron casi toda la Hispania en 11 años. Los cristianos tardarían casi 800 en reconquistarlo.

Muchos españoles cruzaron los Pirineos, ante el avance acelerado musulmán, y desarrollaron sus dotes intelectuales allende los Pirineos.

 

A los nostálgicos de Al-Andalus les preguntaría si habríamos tenido una Edad de Oro si no hubiéramos vencido a los musulmanes. O cómo estarían nuestros museos.

A las mujeres les preguntaría si en la sociedad y religión musulmanas les habría ido mejor que en la sociedad y religión cristiana (y no es que en ésta le fuera muy bien a la condición femenina, esclava del hogar, paridora y criadora de hijos legítimos, obligada al débito conyugal, preterida en las instituciones todas, (civiles, religiosas, políticas, militares, educativas, laborales…).

 

Cuando, alegremente, se dice que muchos hispanos fueron convirtiéndose, voluntariamente, al islamismo, les recordaría que, si ahora mismo, ser budista llevara parejo exención de impuestos personales y territoriales, estaríamos rodeados de budistas (que eso fue lo que ocurrió).

 

Quizás fue ese "largo entrenamiento", esa "secular instrucción militar", lo que formó el carácter guerrero de los españoles para llegar a ser la primera potencia europea y lanzarse al descubrimiento y colonización de América.

 

Pero ahora añoramos Al-Andalus, la bandera verde omeya y la bandera blanca almohade, época de ilustración, de sabiduría, de paz social, de armonía religiosa y cultural, cuando el judío, el cristiano y el moro eran amigos y convivían, época de tolerancia y respeto a lo otro,…. Pero…

Desde D. Pelayo que comenzó en Covadonga hasta los Reyes Católicos que terminaron la Reconquista con la toma de Granada, y todo lo que vino después, de persecución, de expulsión, de intolerancia, de condenas a muerte por la Inquisición…. Son "los siglos de guerra", que acabaron con Al-Andalus, hasta ahora, que comienza la tercera y definitiva etapa, "la de la paz (blanca) y la de la esperanza (verde)".

 

Y "todo un coro infantil (¿) // va cantando la canción // mil veces ciento, cien mil, // mil veces mil, un millón".

 

¡QUÉ BONITO¡, ¡QUÉ BONITO¡, QUÉ BONITO¡.