jueves, 10 de noviembre de 2011

AMÉRICA, AMÉRICA.

 

Mayte Tudea

4-Noviembre-2011

 

 

                       

¡Hay que ver cómo son los americanos! ¡Estos americanos...! ¡Lo que no  se les ocurra a los americanos...! Decir "americano" es como intentar concentrar todo el agua del mar, en un cubito de playa.

 

El término "americano" siempre lo identificamos con el de "estadounidense". Pero ni siquiera esta definición es capaz de abarcar la variedad, la amplitud, la complejidad o la simpleza de los habitantes de un país tan extenso, tan singular, como el que lo componen los cincuenta   Estados con leyes y costumbres diferentes, y algunos de ellos con características radicalmente opuestas.

 

No es, no puede ser comparable un ciudadano nacido en San Francisco con otro de Nueva Orleans, ni un oriundo de Filadelfia con el de Kansas u Oregón.

 

No hay patrones exactos que puedan definir la idiosincrasia ni el perfil de un "auténtico americano". En ocasiones me sorprende su ingenuidad y en otras su malicia. Hay veces que me asquea su prepotencia y otras que me asombra su generosidad. Sin embargo, en esa línea divisoria en la que siempre oscilo, en esa ambivalencia entre el amor y el odio en la que me  muevo respecto a ellos, hay algo que me admira sobremanera: La capacidad de autocrítica que poseen y la valentía para intentar "dinamitar", si lo consideran necesario, sus instituciones y hasta sus iconos más venerados. Recordemos el caso "watergate" como el paradigma de cuanto estoy diciendo.  

 

Pues bien, este fin de semana he tenido la oportunidad de ver en la gran pantalla "Margin Call". Con un abanico de actores sorprendentemente buenos, encabezados por Kevin Spacey, y secundados por Jeremy Irons y  varios más, un tema tan arduo y tan de actualidad como las actividades de una sociedad dedicada a la venta de valores y acciones en Bolsa, queda perfectamente explicado a pesar de su complejidad y nos pone en antecedentes del "tsunami" económico que se inició con la quiebra de "Leman Brothers" y que arrastramos todavía, y seguimos padeciendo.

 

Así podemos fácilmente entender lo de los "bonos basura", los "paquetes"

compuestos por buenos y malos bienes, "la venta de humo" en participaciones; Wall Street, sin ir más lejos...

 

Igual que si fuera una película de "suspense", se van sucediendo a través de una larga noche un determinado número de secuencias en las que  quedan reflejados los personajes a sangre y fuego: el íntegro, el ingenuo, el honrado, el calculador, el arribista, el cínico, el despiadado y el inmisericorde o "estafador de altos vuelos". Alguno de ellos combatiendo con sus dilemas morales, sus cobardías, sus miserias, su lucha por sobrevivir en una piscina infestada de tiburones.

 

Como alegoría significativa, la escena del protagonista llorando desconsolado abrazado a su perra muerta... Y es que hay más de una Luna filósofa incluso por otras latitudes.

 

Lo más terrible para el espectador de este film, es sospechar que lo que nos presentan en la pantalla tiene el envoltorio de una ficción, pero que no lo es. Y que bien pudiera ser un documental interpretado por excelentes  actores, para hacerlo más atractivo y más digerible.

 

Y al final, y esto es lo que más me asombra de los americanos, no hay concesiones de ningún tipo. Como decía mi abuela "todos somos muy buenos, pero mi capa, no aparece". Y es que desengañémonos, la hipoteca, aquí o a la orilla del Hudson, es imprescindible pagarla si queremos continuar viviendo bajo techo...

1 comentario:

Angel dijo...

Estos americanos a los que te refieres, son tan "inmensamente" raros, que censuran todo lo que sea sexo, pero nunca lo harán si supone asesinatos, sangre, robos, tiros, desfalcos, chantaje financiero, etc...
Nunca me han gustado, aunque los soporto.
Y Luna, solo puede existir aquí...