domingo, 9 de agosto de 2009

CONVERSACIONES ENTRE AMIGOS, SOBRE ALGUNOS ASUNTOS

Ángel Pulla, Tomás Morales, Andrés Tello y Francisco Oses

 

(3ª parte)

 

Siguiendo la costumbre de nuestras anteriores ediciones, publicamos la tercera parte de nuestras "Conversaciones", lamentando de nuevo la ausencia de la colaboración de nuestro amigo Paco Oses.

 

Esperamos que os vaya sirviendo de puntos de vista diferente, según cada colaboración, y que aprovechéis para dar a conocer el vuestro en el apartado de comentarios. Siempre es interesante conocer la opinión de los lectores y sus comentarios sobre lo tratado.  

 

C). La educación ciudadana en Málaga. La calidad de la vida y la cultura malagueña

 

Ángel Pulla.

 

Me sorprendió hace un tiempo cuando el Ayuntamiento de Málaga presentó la candidatura de Málaga a capital europea de cultura.

 

Convencido de las escasas opciones de conseguir esta denominación, he tenido que renunciar a asistir a varios actos en los que se pedía y explicaban las razones a favor del mismo, y me ha costado algún disgusto con personas, como mi amigo Juan, que la única razón que ven para justificar mi postura, es que no soy malagueño y no siento las cosas de Málaga como ellos. Quizás por eso me considero más ecuánime en mis juicios y veo más clara la razón de mi postura.

 

Lo primero que debe presentar para su elección una ciudad que pretenda ser capital de la cultura europea, es precisamente eso, cultura, educación cultural, además de limpieza, toda una serie de adecuaciones  y modificaciones de su forma de ser, que eviten la mala imagen y la predisposición a su descarte previo.

 

Desgraciadamente, Málaga carece de ese impacto visual de limpieza, acogedor, que tan poderosamente llama la atención en otras ciudades, y que de ante mano te predispone a otorgarle cualquier prebenda solicitada.

 

Tiene, es obligado reconocerlo, una oferta de calidad de vida, como muy pocas ciudades pueden ofertar. Su clima es una excelente puerta de entrada a ese portento de oferta. Comida, playas, fiestas, y ahora, especialmente fuerte, la oferta cultural, con sus museos, conferencias, exposiciones, música, etc. 

 

Es de reconocer en su favor, que de hace un tiempo, se ha incrementado en cantidad y calidad la oferta de cultura (Málaga hace unos años era un desierto cultural). Actualmente hay días en que te ves obligado a elegir. Tienes que escoger entre las varias ofertas, todas ellas interesantes, con distintas materias, conferencias, conciertos, presentaciones de libros, exposiciones, etc.

 

Confiamos en que esto no sea flor de un día para animar a la gente a solicitar la capitalidad cultural. Para eso es necesario además otros requisitos, ya enumerados anteriormente, y que desgraciadamente son los que más pesan y antes se ven cuando se trata de elegir la ciudad. 

 

Tomás Morales.

 

         Las papeleras malagueñas son "aquellos objetos alrededor de los cuales se acumulan los papeles".

 

         La educación ciudadana malagueña brilla (por su ausencia). Chicles en el suelo, cáscaras de pipas, colillas de cigarrillos exactamente en el lugar de la última calada, conductores vertiendo los ceniceros mientras esperan que se ponga verde el semáforo, envases de bollicaos, papeles de propaganda callejera, graffiteros en cualquier superficie vertical, aunque sea monumento histórico.

 

         Málaga es una ciudad sucia, muy sucia.

 

         Pero Málaga te permite vivir con calidad, aunque no te lo facilita, eres tú quien tiene que creártela. Nadie te pondrá obstáculos, pero pocos te echarán una mano, si no la pides y eres bien aceptado.

 

         Hay mucho donde escoger, pero eres tú quien tienes que elegir y exponerte a equivocarte.

 

Andrés Tello

 

La Ciudadanía es la mayor de las asignaturas pendientes que tenemos los malagueños.

 

Históricamente los habitantes (que no ciudadanos) de Málaga han vivido la ciudad como algo ajeno a ellos, un lugar donde alojarse, trabajar y desarrollar su vida en este mundo sin más vinculación con ella, las élites malagueñas han ido diseñado una ciudad ajustada a sus necesidades y/o caprichos, nucleando una ciudad en estrella, con un centro para la burguesía y barrios (como núcleos cerrados) comunicados radialmente con el centro y relativamente aislados entre ellos, barrios para los que el "Centro" era un lugar distante socialmente.

 

Por otro lado, la ciudad partida por ese incalificable río Guadalmedina por el Oeste y el arroyo Jaboneros por el Este, ha añadido una dosis más de marginalidad en los barrios periféricos: Perchel, Trinidad y El Palo, que los convirtió en algo así como pequeñas ciudades sin ley, desatendida total en sus necesidades sociales por las autoridades locales y provinciales y con falta de los más elementales servicios higiénicos y de salud (alcantarillado, recogida de aguas fecales, suministro de agua potable, servicios médicos, etc.) y, por supuesto, ausencia de servicios sociales (escuelas públicas, institutos, bibliotecas, centros culturales, etc. (véase la historia de estos barrios a partir del siglo XVII).

 

Hasta hace bien poco, siglo XX, el lugar para eliminar los restos de la limpieza doméstica (aguas de lavar la ropa o de fregar los suelos, basura recogida al barrer la vivienda y/o los patios comunes) era la calle, la recogida de basuras domésticas era ineficaz o inexistente, las papeleras y contenedores de basura ausentes, la lluvia y el viento eran (y todavía lo siguen siendo) los mejores Concejales y servicios de limpieza conocidos, con lo cual al ser el lugar depositario de todo tipo de basura perdió la consideración de lugar público al que hubiera que cuidar, lo que fue generando una serie de hábitos sociales de comportamiento en los que el depósito natural de cualquier residuo humano (papeles, chicles, pipas, cigarrillos, bolsas, escupitajos, excrementos humanos y animales, etc.) era la calle, sin importar ni preocuparse por el otro ni por la ciudad.

 

Esta práctica proveniente del extrarradio marginal se extiende poco a poco a la totalidad de la ciudad, contaminando a su vez a la avalancha de personas que, provenientes de otros lugares, especialmente campesinos expulsados de sus pueblos por la mala situación económica en ellos, en busca de mejor fortuna en la capital, arribaron a Málaga alrededor de los años 60 del s. XX, atraídos por el boom del turismo y la construcción, y que tienen que asentarse o bien en los antiguos barrios o bien en barrios de nueva creación que fueron erigidos como grandes colmenas humanas, sin apenas servicios y productos de la especulación el suelo más atroz que ha sufrido la ciudad permitida por las entonces autoridades del Régimen.

A todo esto hay que sumar los históricamente muy bajos niveles de instrucción y educación del habitante urbano de Málaga, excepción hecha de la burguesía, así como de la inmensa mayoría de los inmigrantes llegados con motivo del boom de los 60's, con unos porcentajes de escolarización de los más bajos de España y unas tasas de analfabetismo altísimas (todavía podemos encontrar a hombres y especialmente a mujeres, mayores de 60 años, iletrados, analfabetos totales o funcionales).

 

Por otro lado, Málaga, desde el final del s. XIX a hoy (por remontarme sólo a épocas recientes), ha carecido de autoridades políticas locales y provinciales realmente preocupadas por mejorar el hábitat ciudadano de los barrios periféricos, la construcción desaforada, desordenada y especulativa, el abandono de la Málaga industrial en pro del turismo, nuevo maná de oro para el especulador, la atención preferente al Centro y a las zonas burguesas de residencia, las luchas fratricidas entre partidos por controlar las áreas administrativas municipales y provinciales relacionadas con la construcción y el turismo donde una concejalía o una delegación era el camino fácil al lucro en breve tiempo, la falta de atención a las necesidades reales de los barrios y sus habitantes, ha provocado el descreimiento del malagueño hacia la política ciudadana y sus instituciones y sus posibilidades de influir positivamente en la mejora de su vida diaria.

 

A ello ha contribuido, y mucho, el largo periodo del régimen franquista, en el que alcanzar una posición política nada tenía que ver con su interés por lo ciudadano sino por el "brillo y prebendas" que dicha posición acarreaba, favoreciendo a los "vencedores" del golpe militar y de la dictadura en sus afanes de riqueza, favoreciendo la expropiación y la especulación del suelo y haciendo la vista gorda ante los desmanes cometidos en sus construcciones, centrando el orden público en la represión y no en la educación, usando el puesto para ascender en sus carreras políticas y, sumando a todo esto, la ausencia de poder real en los alcaldes, nombrados a dedos y sometidos al control político de los Gobernadores Civiles, auténticos guardianes del Régimen y distribuidores de gracias y prebendas a sus afines.

 

Los intentos de los últimos alcaldes del Régimen, unidos a la escasa calidad de los políticos que tradicionalmente ha sufrido Málaga, terminaron de rematar la faena. Málaga a la muerte del Dictador era un desierto cultural y político. El Régimen trajo 40 años de represión, oscuridad, incultura y desasistimiento a la población urbana, nada que contribuyera a alcanzar la ciudadanía (como ideal de vivir y comportarse) a los habitantes de esta ciudad.

Treinta años de democracia formal (lejos de los que sería una democracia real) no han contribuido en mucho a mejorar lo anterior. Desde el inefable Pedro Aparicio, con su megalomanía, su prurito cultural de ser un amante de la música clásica, pero bastante estéril en mejorar la vida social y cultural de Málaga, limitándose en muchos casos a repetir y agrandar lo ya existente, feria de agosto, llevada también al Centro, y semana santa (daba grima ver a aquellos próceres socialistas repetir los esquemas heredados del franquismo, presidir procesiones y actos religiosos usando los mismos símbolos y protocolos), intentar la recuperación de fiestas (carnaval, una fiesta sin tradición en Málaga después de 40 años de prohibición por el franquismo, San Juan y la recuperación de la playa para actos lúdicos), la OFM (Orquesta Filarmónica de Málaga, su gran creación), la faraónica y poco lucida Estación de Autobuses y los inicios balbuceantes de los que sería los festivales de cines español, de jazz y de teatro, la recuperación del Teatro Cervantes (abandonado por el Régimen y condenado a ser sala de cine de segundo orden, a un tris de haber sido demolido), actividades que al principio escasas de público y presupuestos ha ido consolidándose en el panorama cultural de la ciudad como oasis en el desierto cultural de la Málaga posfranquista y que hoy, gracias a ese utópico objetivo de conseguir la capitalidad cultural europea el año 2016 (en competencia desgarrada contra otras ciudades españolas y especialmente contra Córdoba, ciudad hermana, cuya candidatura era anterior a la malagueña y que tuvo apoyo inicial, lógico, de la Junta de Andalucía, pero que nuestro querido Paco de la Torre convirtió en una batalla política contra la Junta),está teniendo un crecimiento muy apreciable, que está contribuyendo a hacer que se vaya construyendo una "ciudadanía malagueña", preocupada por el futuro de su ciudad y dispuesta a aportar su granito de arena a mejorarla.

 

Sin embargo y a pesar de los pasos avanzados seguimos padeciendo todavía el comportamiento incívico de una parte muy importante de la población, que adquiere incluso formas muy agresivas de comportamiento, p.e.; en la conducción de vehículos, en la actitud de muchos jóvenes ante los mayores, en la respuesta agresiva a cualquier llamada de atención hacia un comportamiento incívico (no se le ocurra decirle a alguien que recoja las heces de su perro, o que no arroje papeles al suelo o que no fume en lugares no permitidos, la respuesta suele ser de una agresividad tremenda), en los ruidos en horas de descanso, etc.

 

Málaga es una de las ciudades más ruidosas del mundo y el malagueño más que hablar grita, especialmente en bares y locales con aglomeraciones de público, en los que generalmente existe un televisor encendido, que nadie ve, o una música estridente, que nadie oye, pero que su volumen elevado hace difícil entenderse con el de al lado, lo que origina un incremento incesante del volumen de las conversaciones hasta llegar casi al griterío.

 

Pero no quiero ser demasiado pesimista, lentamente, paso a paso, el concepto de ciudadanía va calando en los malagueños, que van modificando su actitud respecto a la ciudad y a sus conciudadanos, a la vez que participa cada día más en la ya bastante numerosa oferta cultural que ofrece la ciudad cada día, faltando en mi opinión, el que la Universidad de Málaga adquiera su verdadero papel, el de ser el motor de la actividad cultural y educativa de Málaga y no una mera fábrica de títulos académicos, sin una gran incidencia ciudadana, de hecho la UMA es "ajena" al tejido social y cultural de la provincia y por ende de la capital (salvo algunas exposiciones y actos en el Rectorado), vive casi de espalda a la ciudad y desde luego no es motor ni faro de la cultura malagueña.

 

En esto, como en otros aspectos, también se cumple la norma de la baja calidad política, institucional y personal del panorama social, político y cultural de nuestra capital (salvo muy honrosas excepciones).

 

Ésta es mi visión de la génesis y desarrollo del problema ciudadano y apunta también a las posibles soluciones.

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