sábado, 31 de enero de 2015



QUIZÁ ESTÉ EQUIVOCADO...

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

No siempre coincide uno con lo que piensan los demás. Concretamente yo ahora mismo no coincido con lo que piensa la mayoría de la gente de mi casa.

¿Yo quiero un cambio en la vida y la política española?

Por supuesto que sí. Estoy harto de chorizos, soplapollas, gentuza y de los que creen que solamente ellos son los iluminados y los saben hacer bien las cosas y todos los demás llevamos el paso cambiado. Y sí, quiero un cambio total.

Pero ese cambio también pienso que lo puede hacer cualquiera, no precisamente alguien nuevo, del que no se conozca más que cuatro ideas y que además no coinciden en absoluto con las mías.

Antes de seguir, y como ya os imagináis de quien o de qué hablo, quiero dejar muy claro que a mí también me gusta que un partido político nuevo salga y remueva hasta las entrañas de este pueblo que está adormecido. Y celebro la aparición de Podemos y su energía revolucionaria. Lo que ya no estoy tan seguro, y aquí baso mi primera idea de que "no siempre coincide uno con los demás", es de la fiabilidad y programa del mismo para instalar ese sistema en el país. Por sus trabajos, los de algunos de sus dirigentes, en algunos países sudamericanos - Venezuela, Ecuador, Colombia, etc. - que se desenvuelven en regímenes muy especiales, no llegan a inspirarme una clara sensación de adecuados a nuestro sistema.

Tampoco me basta la afluencia a la manifestación del día de hoy, 31 de enero, como aval a su programa - por ahora desconocido -, las adhesiones in quebrantables no me han gustado nunca, con nadie, y ganas de cambio todos tenemos, y ese era su lema.

En fin, que celebro como he dicho antes la aparición de todo lo que vivifique la vida política española, y especialmente si supone futura limpieza de gentuza, pero no por ello me echo en manos del primero que llegue.       

jueves, 8 de enero de 2015



EL BESO Y LA CARICIA.

 

Tomás Morales Cañedo

 

No concibo el surgir del amor sin la mirada. Ella es la que da la primera noticia de la presencia de la amanda, la que te acerca y acerca a la persona amada.

Pero, una vez colocados los cuerpos a la distancia justa, al alcance de las manos, los ojos deberían estar tapados con una venda, porque creo que los órganos amatorios, los que mantienen e incrementan el amor, son los labios y las yemas de los dedos.

En ellos es donde más concentrada se encuentra el alma.

Son el beso y la caricia los alimentos del erotismo, la savia amorosa.

Esa inmediatez húmeda labio-labio y ese suave paseo táctil con la yema de los dedos por el atlas cutáneo de todo el cuerpo, sin cotos prohibidos, permitidos y/o deseados, recorriendo todos los rincones de la geografía de la mujer.

 

En los labios y en las yemas de los dedos es donde más concentrada está el alma erótica de las personas.

 

Un hombre torpe en el beso y en la caricia no puede ser buen amante.

El amor no surge o, si surge, se estropea y desaparece, por no tocar o por tocar demasiado o por no saber tocar o por tocar a destiempo. E igualmente con el beso.

 

Ese suave paseo con los dedos y los labios, hollando el cuerpo del otro, para detectar las zonas erógenas y, una vez descubiertas, dejar allí, bailando, las yemas de los dedos o los labios lubricados, poniendo en marcha el manantial del placer…

Ese paseo táctil, calmado, ese tecleo cutáneo, tocando de memoria, debe despertar la superlativa melodía, ser como un bolero, enredándose y fundiéndose dos intimidades emocionales, y bailando sobre ellas, con el tiempo parado.

 

El amor es un concentrado de besos y caricias.

 

Quizá esa sea la única manera de entender la vida, no razonándola, sino viviéndola, a dosis intensas, en momentos eternos.

 

El animal es reproductivo, no erótico. A la hembra, en celo, cualquier macho a mano le vale para dejarse montar y quedar preñada.

El hombre, por el contrario, es más erótico que reproductivo (aunque también).

 

El animal, propagando la especie, cumple su función natural. El hombre no.

Sexualidad es mucho más que genitalidad y la paternidad se ha convertido en una opción, no en una necesidad.

El hombre, realmente, ha empezado a disfrutar de la sexualidad cuando ha sido capaz de separarla de la reproducción.

 

Mientras la hembra animal es sólo genital y paridora, la hembra humana, la mujer, sin período de celo, es, sobre todo, sexual y erótica, placentera, lo que le permite desear y tener relaciones sexuales, sin finalidad reproductiva, en todo tiempo y lugar, sólo por placer, dejando la función paridora a la razón.