sábado, 5 de abril de 2014



1º DE ABRIL. DÍA DE LA VICTORIA

Ángel Pulla Dijort/Málaga

 

Hoy hace 75 años que mi padre y mi madre perdieron la guerra.

Hace 75 años que mi padre, "vencido y desarmado", cambió su ropa de militar republicano a un huertano de Sagunto, y una vez disfrazado de labrador volvió a su pueblo caminando a través de campos y montes - cuanta menos gente se encontrara mejor - y temió por ver qué le esperaba al llegar al pueblo.

Desgraciadamente se encontró con lo peor, el entierro de su hijo Pablo, con dos años de edad, y su mujer destrozada por este suceso.

 

Así comenzó su vida de civil después de tres años alistado al ejército republicano por esos campos de España. Empezó en las trincheras del rio Tajo, siguiendo por el centro, por Teruel, donde decía el tío Pajarito que temían más a los de negro que llevaban detrás que a las balas de los de Franco que tenían delante. Parece ser que los comisarios rusos, vestidos de negro y a la retaguardia de su ejército, les disparaban en el mismo momento en que suponían una duda o una posible huída. Y terminó el año 1939 en los campos de Sagunto, donde ya vio imposible algo distinto a una rendición.

Y ahí, en el día de hoy de hace 75 años, dio por perdida la guerra, que por él igual le había dado hacerla con los republicanos o con los golpistas. Igual.

Y a partir de ese día debían empezar a cambiar muchas cosas. La principal y más o menos importante que el resto, fue que mi hermana Rosa, muy pequeña ella, olvidara de decir siempre su saludo habitual durante tres años: "Salud "camarrarra", viva la "culica" y los "culicanos"". Eso olvidado, eran los malditos.

Era urgente tratar de que los ganadores olvidaran que él había luchado tres años con los perdedores.       

Afortunadamente alguno sabía quién era Pablo, que clase de persona era y a pesar de haber sido un "rojo", era merecedor de confianza y le avalaron para no tener que redimir sus penas en las cárceles franquistas ni volviendo a reengancharse en el ejército los tres años obligatorios.

Pero sí, hoy hace 75 años que mis padres perdieron la guerra.

De mi padre guardo muy pocos recuerdos. Apenas recuerdo nada. Ni su físico, ni ninguna otra características suya. Mucho menos, lógicamente, podría recordar ninguna anécdota de sus años de guerra.

Pero creo que debía existir algún tipo de acuerdo tácito entre aquella gente - o quizá era solamente miedo -, que nadie hablaba una sola palabra de aquellos días. Jamás le he oído a mi madre contar nada de la guerra. Bueno, sí le he oído contar que venía alguien gritando "¡la aviación, la aviación!" para que la gente se marchara a los refugios, pero ella jamás se iba porque aprovechaban para robar en las casas donde se habían marchado. Creo que es lo único que recuerdo haberle oído comentar.

Lógicamente, al ser perdedores - "cautivos y derrotados" - vivieron como tal gran parte del resto de sus vidas. No tuvieron acceso a ningún tipo de prebendas que acarrean las cercanías a los lugares donde se reparten.

Sí he visto posteriormente que sus hijos no hemos tenido que arrastrar la consecuencia de ello, como sí he visto que ha ocurrido en otros casos -recuerdo el de mi primo Jesús en la OJE -, y aunque ignoro sus motivos, supongo que alguien tuvo de intermediar entre el poder establecido y mi familia para que eso no ocurriera.

Era muy triste para estas personas tener que afrontar después todos los sinsabores que de su pasado se desprendían.    

Con paso de tiempo, al ir cumpliendo años, fuimos siendo conscientes de lo que significaba aquel "parte de guerra", repetido infinidad de veces, en que se nos indicaba que cautivo y desarmado... ¿quién estaba cautivo y desarmado? Las pobres gentes que por estar asentadas en un determinado lugar, lucharon  en uno u otro bando. Esos fueron los cautivos.

 Desarmados quedaron todos, los unos y los otros.

Después te va quedando la impresión de que esa guerra nos ha derrotado a todos y la hemos arrastrado todos durante muchos años, tantos como han sido necesarios para olvidar - si es que ha sido posible - que a unos y a otros le obligaron a odiarse y machacarse sin saber las causas reales de ello.

¡Qué pena y qué injusticia!    

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante todo lo que relatas.No sabía nada de ello. Pero lo que mas me impresiona del relato es la ausencia de odio o rencor que se dan en otras familias y que van pasando de generación en generación sin poder desligarse de ellos jamas. Enhorabuena:-) me ha gustado mucho y me ha conmovido. Besos MAMEN